A
la mañana siguiente Gloria se dio un paseo por la ciudad. La joven iba ataviada
con ropa cómoda. Fiel a su costumbre, una sudadera, pantalones cortos y
zapatillas deportivas le daban un aspecto muy informal que conjuntaba con su
largo y encrespado cabello. Pese a todo era hermosa, o por lo menos muchos
hombres se la quedaban mirando con aparente admiración.
-¡Bah!,
estos humanos son realmente pintorescos. Miran y nunca se atreven a actuar. O
al menos, a mostrar su valía.- Pensaba. -
Claro existían casos de agresiones sexuales
contra mujeres. Pero ella podía estar tranquila. El varón capaz de asaltarla de
ese modo contra su voluntad tendría que ser mucho más fuerte que ella misma.
Sinceramente, en ese planeta veía eso muy difícil.
-Acorde
a la antigua tradición, desposaría a quien fuera capaz de derrotarme de ese
modo.- Se dijo divertida.-
Así que despreocupada por eso caminaba ya por
el parque, viendo a los niños corretear a su alrededor y una escena
protagonizada por un par de pequeños le hizo sonreír. Una niña corría tras otro
crio de su edad, ambos llevando un helado, tras un tropiezo la pequeña vio como
se le caía el suyo y comenzó a llorar.
-No
pasa nada.- Le dijo amablemente el niño acercándose a ella.- Toma.
Gloria vio entre divertida e incluso
admirada, como el niño le ofrecía el helado que llevaba a su amiguita, ésta
sonrió visiblemente contenta y le dio un beso en la mejilla para acto seguido
declarar.
-Me
casaré contigo, Kevin, cuando seamos mayores.
-Sí,
seremos maridos. Carla. - Afirmó el niño con tono solemne que contrastaba con
su corta edad.- Bueno, marido y marida. -Matizó con algo de desconcierto.-
La saiyajin les observó sin poder
evitar sonreír, se dio cuenta de su propio gesto y algo avergonzada siguió su
camino. Pensaba entre tanto.
-A
esto debían de referirse Maray y mi madre. El amor es entregar. Quizás ese niño
le ha dado su helado a esa pequeña, siendo lo más importante que él tenía en
ese momento. Y no estaba triste por renunciar a él, sino feliz por ella. Es
curioso. Es perder algo y, sin embargo, alegrarse como si se hubiese obtenido
una victoria.
La muchacha recordó, tanto las
palabras de esa increíble joven, como las que su madre le dijera en una
conversación que ambas mantuvieron hacía poco. Aunque esas reflexiones se
vieron interrumpidas por gritos y el sonido de lo que parecían detonaciones. La
extrañada joven vio gente correr y escuchó ruido de sirenas. No tardó en preguntar
a un tipo que corría hacia su posición.
-¿Qué
sucede?- Quiso saber.-
-Un
atraco, ¡corra!, están disparando y tienen rehenes.- Le advirtió ese individuo
que se alejó sin perder un segundo.-
Por el contrario ella se aproximó
hacia la fuente de toda aquella algarabía. De lejos y merced a su privilegiada
vista, distinguió a varios tipos con capuchas que ocultaban sus rasgos.
-¡Cobardes!-
Pensó con desprecio.-
Podría terminar con ese incidente en
segundos, pero había dado su palabra de no utilizar sus poderes saiyajin contra
seres humanos, por despreciables que fueran. Aunque entonces se acordó de ese
objeto que le regalase la princesa Kakyuu hacía ya tanto tiempo.
-Lo
tengo en casa, no tardaré yendo por él a mi velocidad normal. Y eso no es
quebrantar mi promesa.
Y así dicho, en un lugar apartado de
gente, se elevó en el aire y voló rauda hasta su domicilio. Sus padres no
estaban, así que no tendría que dar explicaciones. De este modo, tras saludar a
los guardias de la legación entró, buscó aquello y por suerte lo encontró
dentro de un cajón de su cuarto. Sonrió divertida.
-Bueno,
voy a jugar un poco.- Se dijo.- No lo he probado nunca, pero supongo que será
muy sencillo. A ver si recuerdo qué había que decir…
Lo cierto es que pecó de desdeñosa
cuando aceptó ese regalo y luego simplemente lo guardó en el cajón. Pasó el
tiempo y se olvidó por completo de que lo tenía. Al menos hasta ese momento.
Ahora, merced a su rapidez, retornó al lugar del asalto en apenas unos pocos
minutos. No obstante, había dado tiempo a que muchos coches deslizadores de
policía rodeasen el lugar acordonando la zona. La muchacha decidió eludirlos y
volviendo a meterse en un callejón apartado y tras hacer memoria, invocó las
palabras que la princesa de Kinmoku le indicara para transformarse. Tras una
coreografía de luces y de girar sobre sí misma, reapareció ataviada con un
curioso uniforme de cuero, un top que cubría sus pechos, una especie de traje de
natación de una pieza ajustado y botas por encima de las rodillas de apreciable
tacón.
-No
comprendo como las sailors Star Light pueden luchar con esto. ¡Cuando menos es
ridículo! - Pensó entre perpleja y hasta azorada.- En fin, no tengo otra
alternativa.
En efecto, no tenía tiempo para
quejarse sobre su uniforme de faena. De modo que decidió actuar con celeridad.
Ahora podría capturar fácilmente a esos tipejos sin tener que emplear de modo
directo su fuerza.
-No
me llevará demasiado tiempo.- Se dijo confiada.-
Con su rapidez innata llegó ante la
puerta de forma que el primer atracador no pudo ver más que una mancha borrosa
que le noqueó, dejándole sin sentido en el suelo. Gloria observó a otros tres
más. Entró como una exhalación en la sucursal y lanzó a otro contra la pared
dejándole también inconsciente. Ahora había disminuido un poco la velocidad y
los otros dos la apuntaron con sus armas disparando sin cesar. No obstante, las
balas le rebotaban inofensivamente.
-¿Y
a eso le llamáis armas?- Se rio la joven declarando en voz alta.- Sois tan
patéticos que hasta os dejaré dispararme desde más cerca.
Ambos criminales se miraron, pese a
que iban encapuchados Gloria creyó darse cuenta de que a buen seguro estarían perplejos. De todos modos, uno de ellos, quien
parecía estar al mando, se repuso del asombro inicial y apuntó de inmediato a
la cabeza de una aterrada mujer de mediana edad, en tanto la sujetaba con su
otra mano del cuello y gritaba con tono
desafiante.
-Puede
que a ti no te hagamos daño, pero seguro que a esta señora, sí.
-Eso
es de cobardes.- Replicó Gloria apretando los puños.- ¡No tenéis honor!
-Tienes
razón.- Se burló el otro atracador.- Pero nunca nos ha hecho falta.
-Muy
bien.- Replicó la saiyajin sin parecer preocupada por eso.- Si queréis jugar de
ese modo.
-¡Será
mejor que te marches Sailor quien seas, o le vuelo la cabeza! - Amenazó el tipo
que mantenía a la rehén bien aferrada entre uno de sus brazos, en tanto
continuaba apuntándola.-
La chica se dio cuenta que esos
tipejos habían reconocido el uniforme, claro, era evidente que pertenecía a las
Star light. Y eso la tranquilizó. Al tener poderes asociados a ese traje nadie
podría decir que usó su fuerza de saiyajin. A su alrededor entre tanto la gente
casi ni se atrevía a respirar por el terror a ser blanco también de esos
delincuentes. Sin embargo, Gloria movió la cabeza y hasta se permitió el lujo
de sonreír malévolamente para contestar.
-¿Te
has parado a pensar en lo que haré yo contigo después?
-Eres
una guerrera de la justicia, tienes que actuar acorde a la ley.- Se atrevió a
decir el otro atracador con tono triunfalista.- ¡Nosotros no!
-Pregunta
a tus amigos como he actuado con ellos.- Replicó la muchacha señalando a uno de
los que estaban inconscientes, y sentenciando de seguido.- Y he sido bastante
cuidadosa, pero con vosotros no lo seré tanto. Todavía estáis a tiempo de no
provocar mi enfado. No me hago responsable de lo que os suceda si no hacéis.
Y para subrayar eso concentró algo
de energía haciendo temblar el suelo. Esos dos encapuchados volvieron a mirarse y el que no tenía a la rehén declaró
con tono dubitativo e incluso teñido de temor, dirigiéndose a su compañero.
-Quizás
no sea buena idea.
-No
te dejes ganar por el pánico.- Le instruyó su interlocutor, reforzando el
agarre de la horrorizada rehén.- Y apunta a cualquiera que se mueva. Si esa
loca intenta algo, disparas. Por veloz que sea no podrá detener dos balas al
mismo tiempo. La tuya y la mía.
Aunque para sorpresa de ese tipo,
Gloria se sonrió afirmando.
-Eso
suena a reto, y me encantan los retos. A la velocidad que vuestras ridículas
armas disparan creo que no me sería tan difícil.
Y viendo que su enemigo estaba
sopesando esas palabras, al tiempo que el más temeroso daba la impresión de
dudar, la saiyajin puso en práctica uno de los consejos de su abuela Elua.
-Sorprende
a tu enemigo.- Recordó.- Haz lo que menos podría esperar. Veréis, os propongo
esto..- Comentó entonces para centrar la atención de esos dos idiotas sobre
ella. Tan solo por unas centésimas. – Escuchadme…
Y ese era el tiempo que precisaba. Con
gran celeridad se movió hasta el atracador que portaba a la rehén, en menos de
una centésima de segundo ya le había arrebatado el arma y empujado contra la
pared del fondo de la sala en tanto soltaba a la mujer. Al mismo tiempo del
dedo índice de su mano derecha partió un rayo de energía que impactó en el arma
del otro asaltante reduciéndola a un amasijo ardiente que el perplejo tipo
soltó con un grito de dolor. Cuando, todavía agitando su mano quemada pudo
mirar, ese atracador observó a la sailor justo a su lado, dedicándole una
siniestra sonrisa en tanto mantenía los brazos cruzados sobre el pecho.
-Aquí
va mi propuesta.- Prosiguió Gloria con tono imperturbable.- Te rindes ahora y
no te desintegro.
-¡Me
rindo, me rindo! - Se apresuró a balbucir ese tipejo colocando sus manos tras
la nuca y poniéndose de rodillas.-
-¿Qué
haces?- Inquirió ella con perplejidad.-
-Esperar
a que la policía me detenga.- Repuso él.-
-Si
ese es tu gusto.- Contestó la joven con indiferencia.-
Entre tanto, las hasta ese instante
aterradas víctimas, prorrumpieron en aplausos. Muchos la vitorearon, otros le
dieron unas efusivas gracias. La mujer que había sido usada como rehén hasta se
acercó abrazándola.
-Muchísimas
gracias, señora…
Gloria abrió sus ojos como platos.
Tampoco era para tanto, eso había sido realmente sencillo. No había utilizado
apenas sino una mínima fracción de su poder. Y podía justificarlo como parte de
los atributos de las Star Light.
-¿Cómo
se llama?- Le preguntó un tipo calvo y algo regordete que se identificó como el
director de la sucursal.
-Esto…soy
Sailor Star Power.- Pudo responder la interpelada, recordando aquel pintoresco
nombre que la princesa Kakyuu le concediera.-
Y sin más se dio media vuelta
saliendo de allí. Los atónitos policías ni se atrevieron a darle el alto,
simplemente vieron salir a las personas retenidas e, informados por algunas de
ellas, entraron para hacerse cargo de los atracadores. La muchacha caminó
imperturbable entre la multitud de curiosos que, o bien la grababan con sus
móviles o le hacía fotos. Al fin se alejó hasta una distancia prudencial metiéndose
en un solitario y apartado callejón.
-Bueno,
ahora ¿cómo había que quitarse esto?- Pensó.-
Sin embargo, una voz de mujer la
llamó antes de que pudiera revertir esa transformación.
-Hola,
perdona…tú, la del disfraz..
Y es que Mandy, ajena a lo sucedido
en ese banco, estaba caminando hacia su piso. Tenía trabajo y más desde que su
compañera Ángela se había marchado. Ésta llamó el día anterior informándola
que, por causas personales, se iba a tomar unos días libres. Sin embargo, el
trabajo abundaba y uno de sus mejores clientes llamó a las pocas horas para concertar una cita.
-¿Qué
hago? Ha dejado su piso vacío. - Se preguntó la rubia meretriz.- En fin, tendré
que ir yo a atenderle. Aunque no sé si seré capaz de hacer lo que Ángela le
hace. Y ese tío es muy peculiar, le van cosas bastante raras. Supongo que algo
se me ocurrirá para complacerle. Tendré que consultar.
Y pensando en esto llamó a Nelly, su
jefa le dijo que hiciera lo que pudiera, dado que no tenía a nadie para cubrir
esa vacante, al menos de momento, pero que si encontraba a alguna chica
disponible la enviaría para allá directamente con uniforme de faena.
-Así
no perderá tiempo ni en cambiarse. Procura estar al tanto, por si no se aclara
con la dirección. Tampoco quiero que se pase así vestida por Sagan City.-
Fueron las instrucciones de su jefa.-
Por eso, al entrar en ese callejón, cerca de su
apartamento, y ver a esa muchacha con semejante atuendo, suspiró aliviada.
-Menos
mal que has venido. ¿Acabas de llegar?- Le preguntó.-
-Sí.
- Replicó secamente Gloria que se había girado con rapidez al oír aquella voz.-
-Perdona,
no quise sobresaltarte.- Se disculpó Mandy.- Me alegra mucho verte. Llegas en
el momento justo. Te agradezco tu ayuda. Ya has venido hasta preparada con tu
ropa.
-¿Ayuda?-
repitió Gloria observándola perpleja en tanto se miraba su propio uniforme.- Te
refieres a esto…
-Sí,
bueno, verás. Es que tengo un cliente, ya sabes, uno que tiene que recibir una
lección. Es muy rarito y necesita ser
sometido por alguien como tú.
-¿Ser
sometido?. No entiendo nada.- Contestó una estupefacta saiyajin.- ¿Acaso ha
hecho algo ilegal?
-Bueno,
no lo sé, al menos creo que todavía no.- Fue capaz de responder apuradamente Mandy,
intentando elegir sus palabras.-
Quizás esas prácticas estuvieran ya
ilegalizadas por esos tipos de la Congregación neo religiosa. A decir verdad,
esos individuos encabezados por el obispo Corbin le ponían nerviosa, incluso le
daban miedo. Con esas caras serias, esas barbas largas y canosas…siempre
amenazando con la condenación. Aunque su interlocutora le respondió haciéndola
olvidar aquello.
-Acabo
de sacudir a unos tipos encapuchados que estaban infringiendo la ley.- Comentó
despreocupadamente la guerrera.- Eso sí, con suavidad. No podía hacerles demasiado daño.
-Perfecto.
Suena muy bien, ¡ja, ja! ¡por infligir la ley! ¡Muy bueno! - Se rio su contertulia
desahogando la tensión, estaba claro que esa chica hablaba de algo alusivo a su
personaje, de modo que Mandy le comentó afirmando visiblemente interesada.- ¡Ya
entiendo, por eso vas vestida así! Solo te pido que hagas eso mismo con mi
cliente. También va encapuchado. Si pudieras levantarle por las solapas y
hacerle ver cuál es su lugar.
-Levantar
a un tipo de esos es fácil. Aunque no sé qué lugar es ese. – Inquirió la desconcertada
joven.-
-No
te preocupes, yo te llevaré hasta allí. Y muchas gracias. Me haces un
grandísimo favor, es cuestión de vida o muerte.- Exageró la rubia jovencita.-
-Bien,
en ese caso. ¿Dónde está ese tipo?- Quiso saber la guerrera.-
Total, Gloria pensó que, ya que
estaba metida en faena, podría ocuparse de alguno más de esos delincuentes. De
modo que siguió a esa chica hasta un cercano bloque de pisos. Subieron y una
vez en el interior de un apartamento, Mandy la hizo pasar a una habitación.
-Espera
aquí, por favor, estará al llegar. Por cierto, ¿cómo te llamas?- Le preguntó
con interés.-
-Sailor
Star Power.- Replicó Gloria.-
-Me
gusta, suena muy rotundo.- Sonrió la chica inquiriendo entonces.- ¿Cuánto
mides? Eres bastante alta y querrá saberlo.
-Metro
setenta y ocho.- Creyó recordar la saiyajin que no imaginaba qué podría tener
de importante eso.-
-¿Descalza?.
¡Vaya! No me extraña que seas tan imponente. Ese tipo se va a quedar de piedra
cuando te vea. Seguro que se arrodillará ante ti enseguida.
-¡Que
poca dignidad! - Comentó Gloria realmente sorprendida y disgustada al oír eso.-
Al menos podría hacerme frente de pie.
-¡Ja,
ja! Encima tienes sentido del humor. Eres una joya.- Afirmó Mandy que, aun
sonriendo divertida, le recordó.- Bueno, en cuanto llegue te aviso.
La saiyajin asintió, limitándose a
aguardar. No comprendía nada de lo que estaba ocurriendo pero supuso que esa
joven estaría siguiendo un plan. Quizás fuera una policía infiltrada de las que
la hubiera visto actuar y tratase de capturar a algún otro miembro de esa banda
que hubiese huido. Por su parte, Mandy respiraba tranquila.
-¡Menuda
chica que tenía Nelly en la manga! Desde luego que promete. ¿Será de por
aquí?...Y da la impresión de que además ya está metida a tope en el papel.
Parece algo rara, pero creo que es justo lo que ese tío desea.
Eso pensaba pero no tuvo tiempo para andarse
con más cábalas, el cliente había llegado. Como siempre para preservar su
anonimato, ella dejó entreabierta la puerta y aguardó en otra estancia hasta
que entrase. Tras el ruido de pasos que escuchó, alguien accedió al interior. Unos
minutos más tarde la chica salió dirigiéndose a una habitación en la que un
tipo no demasiado alto, algo panzón y con la cabeza cubierta por una capucha,
aguardaba. Con voz algo aflautada ese hombre preguntó.
-¿La
señora Domina no está?
-No.
- Repuso Mandy, pues ese era el nombre de trabajo de Ángela.- Pero no tema, tengo
a alguien esperando que seguro será muy de su agrado. Es incluso más alta y también
muy fuerte. Le prometió.- Además, va vestida de Sailor Star Light y gusta de
castigar severamente a quienes no respetan la ley,
-¿De
veras?- Exclamó el entusiasmado hombrecillo, aseverando.- Estoy deseando ponerme a su merced.
-Pues
pase, por favor. A la salita roja.- Le indicó la sonriente Mandy.-
El tipo así lo hizo, allí vio a esa
espectacular mujer, de ensortijado pelo oscuro que le caía en bucles hasta algo
más debajo de los hombros y ojos violetas, vestida con ese uniforme de cuero,
con un traje de baño de una pieza y esas botas por encima de la rodilla, todo
en negro. Suspiró encantado y enseguida le dijo con tono dubitativo
arrodillándose sumisamente ante ella.
-Perdón
mi ama, he infringido la ley.
-¿Qué
dices?- Exclamó la perpleja Gloria.- ¿Lo confiesas así, sin más?
Aunque ese individuo tan raro ya se
estaba aferrando a su pierna derecha gimoteando como un chucho apaleado.
-¡Pero
si no te he hecho nada todavía! ¡Serás cobarde!- Espetó Gloria visiblemente
desagradada.- ¡Suéltame, escoria! Es vergonzoso que supliques de este modo.
Levantó su pierna elevando a ese
idiota con ella. No obstante, el tipo aquel sólo dijo entre jadeos de
excitación.
-Es
maravilloso, ¡me levanta como un trapo! Por favor, ¡castígame, insúltame!, me
lo merezco.- Le suplicó.-
-¿Qué
clase de patético y ridículo ser eres tú?- Inquirió la saiyajin más atónita que
enfadada por ese comportamiento.- Jamás en mi vida había visto algo semejante.
Bajó la pierna juntando los pies
para tratar de quitarse a ese memo de encima de un empujón, aunque el
hombrecillo se había adelantado y no paraba de efectuar un movimiento
espasmódico agarrado a las rodillas de ella.
-¿Se
puede saber qué estás haciendo? ¡Miserable! - Le increpó Gloria con verdadera
repugnancia.-
Ese desgraciado se habían quitado
los ridículos pantaloncitos que llevaba. Desde luego la chica no pudo creer lo
que vio.
-¡Que
miembro tan pequeño! Bueno, quizás sea la media humana. – Valoró
desapasionadamente.-
Realmente ella había visto desnudos
a algunos saiyajin machos durante sus años de entrenamiento, y cualquiera de
ellos tenían aquello bastante más desarrollado que ese enclenque. Aunque ahora
ese imbécil le recordaba realmente a un perro que estuviera intentando
solazarse entre sus tobillos precisamente con su…el caso es que, harta de
aquello, le agarró del cuello sin contemplaciones y le levantó un palmo por
encima de su cabeza para advertirle.
-¿Quién
te ha dado permiso para hacer semejante asquerosidad en mis botas, payaso?
-Perdóname
ama. - Musitó él que más que asustado parecía estar disfrutando de aquello.- Merezco
que me des una lección.
-¡Quítate
de mí vista, cerdo!- Espetó Gloria lanzándole contra la pared, eso sí, sin
demasiada fuerza.-
Pero a ese tipo aquello debió de
parecerle maravilloso, tras golpearse la espalda emitió un quejido ahogado y
cayó al suelo, entonces se arrastró hasta ella y tumbado boca abajo, se colocó
uno de los pies de Gloria sobre su cabeza.
-¡Piedad,
mi señora! - Pidió entre gimoteos.-
-¡Pero
si yo no te hecho nada todavía, cretino! - Exclamó la chica que ya no sabía cómo
actuar.-¿Es que no tienes dignidad? Deja de …¿Me estás lamiendo las botas?- Preguntó
sin poder creerlo, dado que ese ridículo hombrecillo se había vuelto a lanzar
sobre sus pies como si la vida le fuera en ello.- ¿Qué te has creído que eres,
un maldito conejo?
Ahora ese tipo no respondía, únicamente
se movía con espasmos, aferrado a una pierna de ella, jadeando en tanto se
tocaba por ahí abajo. Al cabo de apenas unos instantes y para perplejidad de su
interlocutora se relajó suspirando.
-¡Ha
sido maravilloso! Deja que te las limpie con mi miserable lengua, Señora.- Le
suplicó el tipo, que desde luego le había manchado el calzado de una forma
realmente asquerosa.-
Y sin esperar la réplica de la
atónita Gloria, el individuo no se privó de darle unos buenos lametones en
donde el cuero lucía con aquellas desagradables manchas blancuzcas.
-¡Esto
es absurdo y repugnante! - Declaró la chica que, tras reponerse del asombro y sin
perder ni un instante más, se soltó del débil agarre de ese mequetrefe empujándole
con un leve puntapié. Eso no obstante, bastó para enviarle de nuevo contra la
pared, para beneplácito de éste. Tras dedicarle una última mirada de desprecio
y asombro, la saiyajin se marchó a grandes zancadas de allí.- Este humano está
loco. No se puede una rebajar a rematar a semejantes sanguijuelas, sería perder
la dignidad. Al menos esos atracadores ofrecieron algo de resistencia. –
Pensaba conjeturando.- No creo que este fuera de esa banda. O quizás en todo
caso, sería el más cobarde de todos. ¿Se habría pensado que actuando así
evitaría que le pegase? No merecía ni la molestia de empujarle, no me había
sentido más ridícula en toda mi vida.
Al salir de la habitación, la
jovencita rubia la aguardaba. Con tono muy interesado le preguntó.
-¿Has
castigado a ese rufián?
-Ese
tipo más que castigo, necesita ayuda profesional.- Contestó despectivamente la
interpelada añadiendo perpleja.- Encima ha dicho que era maravilloso.
-Y
seguro que se las has dado, toda la ayuda profesional que se merecía, quiero
decir. -Contestó una satisfecha Mandy.- ¡Genial que haya dicho eso!, no es que
no confíe en ti, pero voy a preguntarle qué tal le ha ido. Por cierto, cuando
veas a la jefa dile que te apunte la máxima tarifa ¿eh?. No seas tonta.
-¿Máxima
tarifa?- Repitió Gloria sin comprender.- ¿Qué quiere decir eso?...
Aunque la otra muchacha no la
escuchó, ya se había dirigido a la otra estancia provista de una toalla.
-¿Qué
tal la experiencia?- Quiso saber Mandy.-
El tipo aquel ya se había puesto de
pie y, tras limpiarse un poco con esa toalla que ella le ofreció solícitamente,
declaró encantado.
-¡Sublime!,
¡Oh, ha estado maravillosa! ¡Qué manera de insultarme, con qué desprecio!
Parecía totalmente real. ¡Y uf!.. es escultural y muy fuerte, creo que incluso
más que Lady Domina. Por favor, quiero verla de nuevo. Y la próxima vez, que se
vista de monja, querré confesar mis pecados. Y ser muy, pero que muy castigado
a hacer penitencia por ella. ¡Que me
flagele, sí! Pagaré lo que me pidan.
-Se
lo tendré que preguntar. Creo que no es de por aquí. - Sonrió la muchacha,
visiblemente contenta.- Un momento, por favor…
Aunque cuando salió a la otra salita
esa mujer ya no estaba. Lástima, en fin, ya llamaría a Nelly y le preguntaría
por ella. Podría ser una estupenda adquisición.
-Debe
de ser alguna nueva que ha llegado de Bios o la Tierra. No me sonaba nada. Pero
está claro que sabe hacer muy bien su trabajo. - Pensó Mandy, dejando aquello
para ir a despedir a su cliente.-
Gloria entre tanto había salido a la
calle y tras encontrar un callejón sin nadie pudo al fin volver a su atuendo
civil.
-En
fin, no sé qué crimen habría cometido ese imbécil. Quizá el de ser enormemente
repugnante. Aunque no sé si eso estará perseguido por la ley humana. En mi opinión
debería estarlo en casos como éste. - Se dijo en tanto regresaba a su casa.-
Entre tanto Franklin había acudido
al Clargin, fiel a su cita. No le gustaba tener que ir allí, precisamente ese
día, su propia hermana Hipatia estaba trabajando a esas mismas horas. Quizás
ese hacker lo sabía y de este modo pretendía tenerle controlado. Sin embargo,
no tuvo elección o ese sujeto no contactaría de nuevo. De modo que entró, se
sentó y colocó su holo teclado para que se proyectase sobre una mesa, al mismo
tiempo que desplegaba su pantalla. Al verle su hermanita no tardó en acercarse.
-¿Qué
haces tú aquí?- Le preguntó sorprendida.-
-¿Es
que no puedo venir a tomar algo?- Sonrió él del modo más natural que pudo.-
-Sí,
claro.- Concedió ella sintiéndose un poco tonta.- Dime. ¿Qué vas a tomar?
-Un
café y unas rosquillas.- Pidió el chico.- Ya sabes, de las que me gustan.
Su hermana asintió yendo a por aquel
pedido. Entre tanto él aprovechó para ver si tenía algún mensaje de su
misterioso rival. Y en efecto, éste no se hizo esperar.
-Me
alegra que hayas venido sin policía.- Leyó el chico en su pantalla.-
Así fue, Franklin no quiso
arriesgarse. Contaba con poder detectarle e identificarle por su cuenta.
-¿Qué
es eso tan importante como para que te tomes tantas molestias y riesgos?- Le
preguntó tecleando con rapidez.
Pese a poder emplear ya interfaces
mentales o incluso voz para enviar esos mensajes al ordenador su contacto le
indicó que lo hicieran a la antigua usanza. Eso podía dar pistas de su edad.
Sería a buen seguro mayor que Franklin. Al poco la réplica le llegó junto con
un cuantioso archivo desencriptado.
-Stella.
Lee el dossier.
Iba a leerlo cuando su hermana
apareció con la bandeja. Le sirvió lo requerido y se alejó. Por fortuna para él
la muchacha no le dedicaba demasiada atención a sus actividades en
internet. Al fin, sin más
interrupciones, pudo leer.
-Informes
del departamento de astronomía de Kakyuu y de Nature concuerdan. Las
investigaciones de la propia Lady Galaxia y sus Animamates también. Un
fragmento de estrella de neutrones, desplazada por una anomalía gravitatoria,
se dirige directamente a Nature. Su llegada está prevista para dentro de pocos
meses. Sin duda impactará en el planeta provocando un cataclismo de proporciones
terribles. ¿Qué?- Exclamó el chico entre perplejo y horrorizado.-
Aquello atrajo la mirada de su
hermana y de un par de clientes, de los pocos que en ese momento se encontraban
en el local. Tras levantar una mano y sonreír débilmente a modo de disculpa,
Franklin respondió escribiendo.
-¿Este
informe es real?...
-Lo
es…
-¿Qué
podemos hacer?- Quiso saber el joven informático.-
-Hasta
donde yo sé, nada.- Fue la terrible respuesta.- Por eso esperaba que lo
hicieras llegar a tu padres y al resto de los científicos con los que trabajan.
-¿Acaso
no lo saben?- Inquirió el chico.-
-Este
informe es secreto, pude obtenerlo tras hackear la página militar. Es la más
segura de este planeta pero aun así pude lograrlo.
-¿Por
qué no lo has difundido?
-Para
evitar que el pánico se adueñe de la gente. Quería saber si existe alguna
posibilidad de impedir este desastre. De no haberla, en un plazo de tres meses,
lo haré público. Los habitantes de Nature tienen derecho a saberlo y a tratar
de salvarse.
En tanto leía esas impactantes palabras.
Franklin estaba rastreando su procedencia. Iba estrechando el círculo hasta
darse cuenta que, en una mesa cercana, alguien estaba manejando otro ordenador.
-¿Por
qué no has contactado directamente con ellos?- Le preguntó.-
-Quizás
no me creyeran, o puede que hubieran sido capaces de ir descifrando mis pistas
como has hecho tú.- Replicó su ignoto interlocutor.-
-Haré
cuanto pueda.- Afirmó el chico.-
-Eso
no es todo. Hay algo más. Todavía no sé qué es, pero podría ser incluso peor.
-No
hay nada peor que esto salvo un agujero negro.- Contestó Franklin.- E incluso
con una estrella de neutrones la magnitud del desastre será apocalíptica.
Dependiendo de su tamaño y masa comenzaremos a sentir sus efectos gravitatorios
bastante tiempo antes de que llegue.
-No
se lo cuentes a nadie que esté fuera del círculo científico.- Le pidió su
misterioso interlocutor.-
-Si
tienes razón en esto, nada podremos hacer. Al menos identifícate y ayúdame a
advertir a la gente.- Le propuso Franklin.-
-
No hace falta que lo haga. Tú sobre todo avisa a tu madre, yo me encargaré de
la mía.- Fue la respuesta.- Hazlo antes que con nadie más.
Pero el muchacho estaba más
pendiente de la posición que recibía de su antagonista que de esas palabras tan
reveladoras y no las relacionó. Trató, eso sí, de rastrear aquello pero había
perdido la comunicación. Se levantó como un resorte yendo hacia la posición de
ese chico rubio. Aunque debía ser de su edad. Al plantarse allí, éste le dedico
una mirada de extrañeza.
-¿Pasa
algo amigo? ¿No estaré jugando con demasiado volumen, verdad?
Y es que iba con unos cascos en la
cabeza y, ahora que Franklin se percataba, tenía un holo juego en el portátil. No
obstante, algo le dijo que ese chaval no era su misterioso hacker. Suspirando se disculpó volviendo a su sitio,
aunque había perdido el apetito. Entre esas terribles informaciones y perder también la pista de ese tipo. En ese instante
la persona que menos habría esperado ver apareció saludándole de un modo
bastante amable.
-Hola
Franklin.- Dijo Gloria.-
La chica volvía a su casa cuando
pasó cerca del Clargin. Tras las experiencias vividas esa mañana pensó que
tomar algo no le vendría mal. Entonces vio dentro a ese muchacho. Se alegró de
ello. Necesitaba a alguien con quien compartir esa rocambolesca situación que
acababa de experimentar. Aunque bien pensado, mejor no. No deseaba que Franklin
se riera de ella por algo tan ridículo. Con charlar de otras cosas bastaría.
-Ho,
hola. ¿Quieres sentarte?-Le ofreció él con visible nerviosismo.-
Pese a todo no podía apartarla de su
mente. Gloria era muy hermosa y le gustaba muchísimo esa fortaleza y ese vigor
natural que tenía. Aun sabiendo que ella jamás le miraría de la misma forma. Aunque
eso no impedía que estuviera deseando verla.
-¿Te
pasa algo?- Quiso saber la chica observándole ahora con más detenimiento en
tanto tomaba asiento a su lado.-
Franklin parecía estar más pálido
que de costumbre y muy alterado, cuando solía ser bastante tranquilo. En eso Gloria le daba crédito. Quizás su falta
de temperamento tenía ventajas para dedicarse a eso de la informática que a él
tanto el gustaba.
-No,
estoy bien.- Sonrió apuradamente él, ofreciéndole enseguida.- ¿Quieres tomar
algo? Te invito.
-Sí
gracias, tengo hambre.- Admitió la chica.-
No tardó Hipatia en presentarse de
nuevo junto a la mesa. Enseguida tomó nota en su tablet del pedido de Gloria.
-Me
pones, por favor, dos batidos grandes de chocolate y nata, dos porciones de
tarta Sandy y unos cuantos pasteles de crema. Luego ya te diré.
-Muy
bien.- Asintió la ya habituada camarera.-
Franklin imaginó como iban a temblar
sus créditos cuando tuviera que pagar pero, habida cuenta de las noticias tan
lúgubres que había recibido, ¿qué más daba eso ya? Si así al menos podía estar
junto a ella, aunque fuera un poco. Merecería la pena.
-Dime.
¿Cómo tú por aquí?. Hace mucho que no te veía.- Inquirió Gloria sacando al
chico de esos pensamientos.-
-Bueno,
tenía ganas de pasear un poco y de tomar algo.- Fue capaz de replicar.- Y
quizás, ver a alguien..
-¿A
alguien? ¿A quién?. – Preguntó la saiyajin con gesto que parecía denotar
interés.-
-No,
bueno, a nadie en particular, a algún amigo o conocido.- Sonrió tontamente él.-
Muchas veces echo de menos charlar más con la gente, pasar buenos ratos con los
amigos. Ya sabes.
Gloria asintió pero no dijo nada, al
poco Hipatia le fue trayendo todo lo que había pedido y la joven guerrera
empezó a trasegárselo ante la perpleja mirada de Franklin y la de los pocos
clientes que quedaban en el local. En ese momento llegó Ginger.
-Ya
estoy aquí, Hipatia.- Saludó amablemente.- Hola Franklin, hola Gloria.
-¡Hola!-
Saludaron todos casi al mismo tiempo.-
La dueña relevó a la jovencita
quien, a falta de nada mejor que hacer, tomó asiento junto a Gloria y su
hermano. Quizás a éste no le hiciera mucha gracia en otra ocasión, pero en esa
en particular se alegró de tenerlas a las dos juntas. Sabiendo el destino tan
terrible que aguardaba al planeta su forma de ver las cosas había cambiado.
Quiso pensar que cuando informase a su padre y al resto podrían colaborar todos
juntos en encontrar una solución. Eran personas realmente brillantes y pudiera
ser que ellos supieran ver cosas que al chico se le escapaban.
-Sí,
debo tener fe. Aunque sea tan científico en mis planteamientos.- Se dijo
tratando de animarse.-
En otra parte del planeta, Sonia y
Kerria debían acudir al juzgado. La vista previa por esa demanda iba a
celebrarse. Como era preceptivo, el magistrado que llevaba el caso trataría
primero de lograr que las partes alcanzasen un acuerdo amistoso.
-Pues
allá vamos.- Se dijo la española con un susurro.-
-No
te preocupes, esto solamente es una vista de conciliación, no un juicio.- Quiso
tranquilizarla Kerria.-
Al llegar entraron en la sala y allí
tomaron asiento. El juez no había venido todavía, pero Rafael sí que estaba
allí, acompañado de su abogado. El tipo se aproximó sonriente, junto a su
letrado, un hombre sensiblemente más bajo que las dos mujeres, de pelo y barba
canosos, hacia donde ellas se encontraban.
-Me
alegra verte, Sonia. Vaya, has contratado a una de las mejores abogadas de la
Tierra, la señorita Malden.- Declaró Rafa añadiendo en tono elogioso.- Me he
informado sobre usted. Es muy buena en lo suyo.
-Gracias
por el cumplido, pero soy señora, estoy casada. - Puntualizó Kerria sin dejarse
ganar por esos halagos.-
-Bueno.-
Se sonrió pérfidamente su interlocutor.- Quizás en la Tierra, sí…pero aquí las
cosas son diferentes, ya tendrá oportunidad de darse cuenta.
La letrada no tuvo tiempo de
responder a eso, su colega se presentó a su vez ofreciéndoles la mano a ambas
mujeres, tras estrechárselas, declaró.
-Soy
Lelan Thorne, encantado. Señorita o señora Calderón, señorita o señora Malden,
como ustedes prefieran.
-Lo
mismo digo, señor o señorito, Thorne.- Sonrió sarcásticamente la española.-
Obviando esa respuesta, el abogado
les comentó entonces.
-Mi
cliente estaría muy interesado en que pudiéramos alcanzar un acuerdo. Incluso
antes de la llegada del juez. Sería bueno evitarnos un largo y molesto proceso judicial. ¿No lo
creen así?. A no ser que mi colega cobre por horas, claro.- Puntualizó sin
ocultar el tono irónico.-
-Por
eso no tema usted.- Repuso Kerria del mismo modo.- No me preocupa tanto el
dinero como el hacer justicia. Supongo que compartirá ese criterio. ¿Verdad?
No hubo respuesta a eso, y la defensora añadió.
-Por
cierto, creía que mi oponente como letrado iba a ser un tal Isaías Mendel.-
Comentó consultado una tablet que portaba.-
-Mi
colega está todavía ocupado con otros casos. Seré yo quien se haga cargo de
este.- Repuso afablemente Thorne.- El juez ya ha sido informado y dio su visto
bueno.
Kerria asintió, en realidad le importaba poco
quien fuera el representante de la acusación, de ese tal Mendel tenía escasas
referencias y de este otro sujeto ya se
ocuparía de buscarlas si finalmente se celebraba el juicio. Por su parte, Sonia tomó la palabra y, dirigiéndose
a Rafa, le preguntó.
-¿Qué
es lo que quieres exactamente?
-Muy
fácil.- Sonrió él.- Quiero a mi familia de vuelta, al pequeño Ricardo y a su
adorable madre.- Dijo sin pestañear.- Todos juntos como debe ser.
La española y su abogada se miraron
perplejas, estaban con la boca abierta, y su interlocutor parecía solazarse de
ello. Al fin, Sonia fue capaz de replicar con sarcasmo.
-Déjate
de broma estúpidas. Siempre has sido muy ocurrente pero ahora estamos hablando
de cosas serias. Dime. ¿Deseas tener un régimen de visitas?
-No
es una broma, señorita Calderón.- Intervino Lelan.-
-Soy
señora.- Se reafirmó ésta matizando.- Me casé aquí mismo, en Nature. Soy la señora
Calderón Chang. – Y agregó ya con un creciente mal humor.- Y esa estupidez que
su cliente acaba de decir solamente puede ser una broma o de lo contrario es
que se ha vuelto completamente loco, si es que no lo estaba ya.
-Veo
que va a ser difícil llegar a un acuerdo.- Comentó Rafa sin dejar de sonreír
con gesto cínico.-
-Será
mejor que nos vayamos de aquí.- Repuso la modelo mirando a su abogada y
remachando sin ocultar su irritación.- Ya has visto como es.
-Tenemos
que aguardar hasta que el juez llegue y comunicarle que no hemos conciliado.-
Le explicó Kerria con tono prudente.-
-Por
suerte, no tendrán ustedes que esperar mucho.- Les anunció el abogado de la
acusación, mirando hacia la puerta opuesta a donde estaban.- Aquí está su
señoría.
Y de hecho el juez imponía, eso
pensaron en cuanto le vieron entrar. Un hombre corpulento y alto, de larga
barba negra que vestía esa toga a juego. De inmediato todos le dedicaron su
atención, colocándose en sus respectivas posiciones. Y al subir al estrado y
sentarse en su puesto presidencial, uno de los alguaciles le anunció.
-El
honorable juez Elías Gervis preside la vista. Caso de Noriega contra Calderón
por la custodia de Ricardo Noriega.
Los presentes se sentaron entonces. Aunque
antes de que el mismo juez dijese nada, Kerria ya solicitaba el uso de la
palabra levantándose de inmediato.
-Perdón
Señoría, debo protestar.- Declaró.-
Y ese tipo replicó con una voz grave
y casi cavernosa, que hacía patente su desagrado.
-¿No
hemos comenzado aún y ya está usted protestando, abogada?
-Le
ruego me disculpe, Señoría, pero no podemos aceptar el nombre con el que se ha citado
al hijo de mi representada. Legal y oficialmente consta en el registro como
Richard Calderón Chang.- Le informó su interlocutora.-
-En
tal caso, y hasta que se dirima este pleito, no se indicarán los apellidos del
niño.- Concedió el juez.-
-Gracias,
Señoría.- Dijo Kerria sentándose una vez más.-
Aunque esa réplica no terminó de
gustarle, quizás el juez deseara ser lo más imparcial posible, pero legalmente
hablando el apellido del niño, mientras no se demostrase lo contrario, era
Calderón Chang. De todos modos lo dejó correr puesto que ese tipo iba a
dirigirse a ellos. Gervis entonces miró alternativamente a las partes y les
preguntó.
-¿Han
alcanzado algún acuerdo de conciliación?
-Me
temo que no, Señoría.- Dijo Thorne explicando.- La parte demandada se ha
cerrado totalmente a cualquier arreglo.
-No,
Señoría. No hay acuerdo. - Refrendó Kerria, matizando.- Para empezar, no hay
pruebas que indiquen que Richard Calderón Chang sea hijo biológico del señor
Noriega. Por ello, a fin de esclarecer
la verdad y ser fieles a la justicia y a los posibles derechos del demandante,
solicitaremos una prueba de paternidad a efectos de ser capaces de descartar
esa opción y terminar así con este pleito, o de confirmarla y poder empezar sin
dudas a ese respecto.
Y esas palabras parecieron
sorprender a los demandantes. Kerria se sonrió. Tal y como le comentara a Sonia
la noche anterior durante la cena, esa petición era más que probable por parte
de su ex novio. Así ellas daban la sensación de estar tan interesadas o más que
sus rivales en llegar al fondo de la verdad. Al fin, Lelan asintió, tras
recuperarse de la sorpresa.
-Yo
mismo iba a solicitar esas pruebas. Celebro ver que la defensa se muestra
razonable en ese punto.
-Se
admite la petición. ¿Tienen ustedes alguna idea de cuál sería el plazo para
saber los resultados?- Quiso saber el juez explicando.- Debo tener fecha para
fijar el comienzo del proceso.
-Actualmente
Señoría, y con la tecnología actual, no suele tardarse más de tres días a lo
sumo, acorde a mi experiencia cuando he solicitado este tipo de pruebas con
anterioridad.- Repuso Kerria.-
-Sí,
coincido con la defensa.- Convino Thorne.-
-En
tal caso, el juicio comenzará en tres días, a la hora ya fijada. Una vez los
resultados de las pruebas obren en poder de las partes y de este tribunal. De
mediar algún retraso se iniciaría igualmente a la espera de recibirlas. En caso
de que dieran negativo, el juicio se vería sobreseído. ¿Tienen alguna objeción?-
Inquirió el juez.-
-Ninguna,
Señoría.- Respondió por supuesto Kerria.-
-Ninguna.-
Convino su colega.-
-Muy
bien, en tal caso se levanta la sesión.- Dictaminó el magistrado, quién dio
aquello por concluido.-
Tanto Sonia como Kerria se marcharon
sin dirigir la palabra a sus contrarios una vez se hubo ido su Señoría. Rafael
se las quedó mirando y sonrió divertido, moviendo la cabeza para musitar.
-Pobrecita
Sonia, no sabes lo que te espera. Cariño, debiste haber aceptado, porque, pese
a su gran habilidad como abogada, ni Kerria Malden te podrá ayudar…
Por su parte, nada más salir de
allí, Sonia miró expectante a su letrada y Kerria suspiró comentando.
-No
sé, hay algo aquí que no me gusta. Ese juez…no quiero ser yo quien le juzgue a
él precisamente por su apariencia, ni por su tono. Pero me da la impresión de
sernos hostil. Ojalá me equivoque.
-Aquí
las cosas se han puesto muy difíciles para quienes comparten nuestras
inclinaciones.- Le contó la española.-
Los neoreligiosos han ganado mucho poder y tienen más adeptos cada día.
Los propios gobernantes de Nature les prestan oídos. Y se rumorea que van a
cambiar algunas leyes. Por ejemplo, la del matrimonio igualitario. Para
anularlo.
-¿Qué?¡Eso
no es posible!, podríais llevarles a juicio por tratar de recortar los derechos
sociales que, además, son ya adquiridos. Y creo que muchas leyes de aquí
dependen también de Kinmoku. La princesa Kakyuu jamás lo consentiría. -
Argumentó la perpleja Kerria.-
-No
lo sé, algunos de sus portavoces han dicho que sabrán como evitar eso. Sólo
espero que no suceda antes de que resolvamos esto. -Suspiró la modelo. -
Y su abogada asintió despacio, tendría que
estudiar todo aquello e informarse bien. Sobre todo acerca de su oponente
legal. Así se marcharon y se despidieron volviendo Sonia a su casa y Kerria al
hotel en donde se alojaba.
-No
sé.- Pensaba la letrada.- Esto no me acaba de gustar. Ese tal Rafael me da muy
mala impresión. Tiene la misma mirada que tenía Marla cuando fui a verla a esa
celda. En fin, quizás no sea del todo igual. Pero da la sensación…es como si
pensara que va unos pasos por delante nuestra.
Kerria recordaba la última vez que estuvo
en Nature, en aquel juicio en el que defendió a Sabra. Habían pasado años y aun
seguía sin comprender algunas cosas. Unas incógnitas pudo resolverlas cuando
Stephanie vino a verla a su casa en Nueva York. Se hizo cargo de porqué mintió
Daphne.
-Estaba
acorralada, entre la espada y la pared. ¡Pobre mujer! Y ahora, tanteando el
ambiente de este mundo darme cuenta de que hizo lo único que podía hacer. Salvarse.
Se acordaba a su vez de algunos
abucheos y silbidos en el concierto benéfico, contra ella y contra Keiko,
también contra Kathy. Algunos de los allí presentes les gritaron lindezas tales
como réprobas, impías o desviadas. Por
mor de las circunstancias, todas hicieron caso omiso.
-En
mi opinión aquí son aun más intolerantes que en la Tierra. Lo único que espero es
que la justicia continúe siendo imparcial.- Se dijo, tratando ya de descansar.-
Mientras tanto, en el laboratorio de las Fairy
Five, Emma estaba concluyendo su turno. Ya apenas le quedaban dos horas y sus
compañeras se iban a marchar. Como de costumbre se quedaría sola allí,
trabajando, que era donde más a gusto se sentía.
-Bueno.
Nos vemos mañana.- Le dijo Mei Ling.-
-Espero
que todo os vaya bien en el juicio.- Le deseó su compañera.-
Eso vino a que la oriental había
recibido la llamada de Sonia tras la vista preliminar. Tal y como se temieron
no hubo posibilidad de acuerdo. Ese tipo pretendía ir demasiado lejos. Así se
lo comentó a sus compañeras. Recordando eso, respondió.
-Gracias,
así lo esperamos, nuestra abogada es muy buena.
Y dicho esto se fue, después fue el
turno de Melissa, quien junto con Wina, se despidió asimismo de Emma.
-¿Seguro
que estarás bien?- Quiso saber la jefa del grupo, no sin inquietud.-
-Sí,
no os preocupéis, me acabo de tomar la dosis hace unos minutos.- Las
tranquilizó ella.-
-¿Qué
tal ese vecino tuyo?- Se atrevió a preguntar Wina.-
-Bueno,
no recuerda nada. Sobre todo cuando se despertó en su casa con Giaal
observándole.- Emma sonrió levemente para añadir. Es lo asustó al principio,
pero el doctor Ginga le contó la versión
que discurrimos para explicar lo ocurrido. Que había sufrido un desmayo y que
yo llamé al hospital. Giaal vino entonces a atenderle. ¡Pobre hombre!- Suspiró
ella con evidente tinte de culpabilidad.- Al menos pudo recuperarse.
-Todo
está bien ahora.- Quiso animarla Melissa.- Hemos reforzado las dosis y ahora llevas
siempre un par de ellas en el bolso, ¿verdad?
-Sí,
las tengo aquí. No hay de qué preocuparse. - Dijo su interlocutora mostrándolas
en el interior del citado complemento.-
Su compañeras le dijeron adiós y se
marcharon, como Keiko tenía unos días libres tras participar en aquel
concierto, ella era la única que quedaba de guardia. Empero, eso no le
inquietaba demasiado, estaba más que acostumbrada a la soledad.
-En
fin, ahora a trabajar.- Se dijo intentando sonar jovial.- Tengo mucho que
hacer.
Y a eso se dedicó hasta bien tarde,
casi de madrugada. Terminó cerrando todo y retornando a su casa. Su cabeza estaba
puesta en lo ocurrido y su temor a que eso se repitiera, pese a todas las nuevas
precauciones adoptadas, era muy grande.
-Al
menos todo parece tranquilo.- Se dijo.- Espero que no tarde el deslizador…
Mirando a la lejanía vio como el
cielo comenzaba a teñirse de malva. Desde luego se le había hecho muy tarde.
Quizás embebida en sus pensamientos olvidó que, en esa época del año, ya
amanecía antes.
-No
comprendo como se me ha podido pasar. - Se dijo nerviosa, arrebujándose en su
chaqueta.-
En caso de que los primeros rayos
del sol la alcanzasen podría cubrirse con eso. Aunque al fin llegó el ansiado
transporte. Estaba vacío a esas horas salvo por un tipo sentado al fondo. Ella
ocupó un asiento y recobró parte de la tranquilidad perdida. No obstante, ese
hombre se levantó acercándose a su lado e inopinadamente le susurró dejándola
perpleja.
-El
Señor sabe de tu tormento. Si decides seguirme yo puedo ponerle fin.
Ante aquellas palabras tan extrañas
como inesperadas la joven apenas fue capaz de musitar.
-No
sé de qué me habla.
Y tras un silencio de ese tipo,
vestido con un largo abrigo, un sombrero negro de ala ancha, que adornaba su
rostro grave y de mediana edad con una barba negra entremezclada con canas,
replicó.
-Lo
sabes muy bien. Por eso un ser de la noche como tú ha aguardado hasta que
despuntara el día.
Emma no supo que responder a eso. De
algún modo se dio cuenta de que ese hombre conocía su secreto. Incluso en un
intento desesperado, le miró a esos ojos negros y profundos que tenía, con los
de ella, brillando ya ambarinos y tratando de sugestionarle.
-Todo
está bien, usted se baja ya…
Y aquel tipo dio la impresión de
obedecer esa orden, aunque cuando ella menos lo esperaba, la sujetó férreamente
de una muñeca para replicar.
-Sí,
eso es, aquí me bajo, pero tú lo harás conmigo…
Era increíble, pese a sus poderes
sobrenaturales fue Emma quién no pudo resistir esa orden. Aquel individuo
además sacó un crucifico de entre sus ropas que la horrorizó.
-¡No,
se lo suplico!- Pudo balbucir ella.- Aparte eso de mí.
-Dentro
de muy poco te estarás abrazando a la cruz y besándola en agradecimiento a nuestro Señor. Ahora, sígueme si quieres
sanar.- Mandó él.-
Y en cuanto el deslizador se detuvo,
la joven, sin poder resistirse a esa oferta, fue en post a ese misterioso
individuo. Caminaron rehuyendo los primeros rayos del sol hasta entrar en un
gran local que tenía las ventanas tapiadas. Al pasar al interior Emma se quedó
sin habla. Allí, junto a un grupo de personas, estaba Nathan quién, nada más
verla, la señaló con un dedo acusador.
-¿Es
ella?- Quiso saber ese tipo del sombrero que la había guiado.-
-Sí,
esa es. El monstruo que me chupó la sangre. - Declaró inmisericordemente él.-
Dos individuos se le echaron encima a
la mujer antes de que se diera cuenta. Incluso con su fuerza sobrenatural Emma
se encontró incapaz de resistirse. Quizás también influía el hecho de que, bajo
su medicación, esos dones de ser vampiro quedaban bastante atenuados, al igual
que su sed de sangre. Hasta qué punto la fórmula del compuesto que tomaba podía
alternar su enfermedad era un misterio. ¡Ojalá no hubiese sido así de
enigmático para haber dado antes con la cura! No dejaba de pensar en eso cuando
fue arrastrada contra una pared y encadenada de muñecas y tobillos.
-Suéltenme,
por favor. Solo quiero irme a mi casa. No haré daño a nadie más, ¡lo juro! -
Exclamó con desesperación.-
-¡Eres
un monstruo! - La acusó su vecino señalándola con el dedo una vez más, en tanto
la miraba con odio para sentenciar.- Casi me desangraste. Y lo más gracioso es
que tus amiguitos y tú creísteis que no me acordaba de nada. ¿Verdad?. Pues
tras varias noches despertándome con pesadillas y gracias a las revelaciones
del obispo Corbin, he visto la verdad.
-Igual
que hemos hecho que volvieras a ver la luz hermano, haremos con esta pobre
pecadora.- Afirmó el interpelado.-
Y ese tipo, al que Nathan había
aludido, se adelantó dirigiéndose a ella. Era el del deslizador. Desde luego
que su aspecto casi le daba más miedo a Emma que cualquier otra cosa que
pudiera hacerla esos individuos. El resto de los presentes se apartaron ante su
paso y su líder entonces tomó la palabra para declarar.
-Por
fortuna el padre Kensington, mirando por el bien mayor, me hizo esta confesión
a mí, su superior. Después fue fácil
encontrar a nuestro hermano Nathan y aliviar su congoja, le prometí que iba a
librarle de sus temores eliminando a su agresora. Y así lo haré.
Hubo un expectante silencio y al fin
Emma repuso resignada.
-Quizás
sea lo mejor. No estoy viva, ni estoy muerta. A veces siento que no tengo alma.
Si al menos pudiera liberarme de este tormento…
-Ese
es un avance.- Afirmó el obispo con insólita amabilidad, dirigiéndose al resto
de los allí congregados.- Hermanos, puede que el aspecto angelical y hermoso de
esta mujer os engañen, pero oculta un monstruo. Es una hija de Lilith, la
primer mujer, quien fue apartada del Paraíso por sus prácticas contra natura. Aunque,
a pesar de eso, y de su depravación, todavía queda un rastro de alma humana en el
interior de esta pobre criatura. En el fondo fue una víctima. Bien, pues yo os
digo que sólo debemos esperar unas pocas horas para que el mal que la domina
salga. Y entonces veréis y creeréis en la obra del Señor. Todos lo harán y
entenderán el porqué de nuestros desvelos y la aparente dureza y crueldad de
nuestra forma de actuar.
Así quedó dicho y tanto él como los
demás se marcharon cerrando ese local y dejando a Emma allí sola. La joven se
estremeció. Pasarían horas y, sin su dosis de medicamento, su sed de sangre
volvería a controlarla y su cuerpo a decaer.
-Que
Dios se apiade de mí, y de quienes estén cerca.- Pensó llena de pesar.-
En el Clargin, Franklin iba a
despedirse de las dos chicas. Tras unos minutos de charlar de temas
intrascendentes y con su hermana delante, había perdido cualquier valor que ese
destino tan terrible que conocía le hubiera proporcionado para declararse a
Gloria. De hecho, se arrepintió enseguida de esa idea tan peregrina, pensando
con tristeza.
-¿A
quién quiero engañar? Para ella solamente soy un humano debilucho. Jamás
sentiría lo mismo que yo. Mejor seguir siendo amigos, al menos me quedará eso.
Y esbozando una sonrisa algo forzada
les dijo a las dos.
-Bueno,
tengo que irme. Estoy muy liado y debo seguir estudiando.
-Adiós,
y gracias por la invitación.- Repuso la saiyajin.-
-Te
veo en casa.- Añadió Hipatia.-
Y tras observar alejarse a Franklin y una vez
éste salió del local, la joven camarera le preguntó a Gloria con tono jovial.
-¿Qué
tal todo?
-Como
siempre.- Repuso despreocupadamente ésta.- Mis padres trabajando mucho y yo
intentando mejorar en mis entrenamientos.
-Dime
una cosa.- Quiso saber su interlocutora.- ¿Cuándo termines de entrenarte qué
harás?
-Un
miembro del pueblo de los saiyajin nunca termina de entrenarse.- Respondió
decididamente la interpelada.-
-Pero
se supone que uno entrena para practicar algo que le debe de servir. ¿No? O
para mejorar su forma física. Y tú ya eres muy fuerte.- Comentó Hipatia con una
mezcla de sorpresa y admiración.- ¿Cómo vas a poder serlo más?
-No,
no lo soy.- Sonrió modestamente Gloria, añadiendo.- Sé que sí puedo serlo mucho
más y tengo esa obligación.
-Es
parecido a lo que mi hermano hace, nunca deja de estudiar pese a todo lo que
sabe.- Afirmó la joven camarera.-
-Sí,
podríamos decir que, en eso y a su estilo, es igual a uno de mi raza. Trata de
superarse. - Admitió la hija del embajador.- Admiro su capacidad para aprender
cosas tan complejas.
Hipatia la miró fijamente y se
sonrió parecía que divertida, Gloria entonces fue quien quiso saber con gesto
de extrañeza.
-¿Qué
es lo que te hace tanta gracia?
-Nada,
solo que a mi hermano le habría encantado oírte decir eso de él.- Repuso la
muchacha.-
-Ya
se lo he dicho muchas veces. Admiro su capacidad intelectual.- Declaró su
contertulia sin comprender aquello.-
-Tú
no eres tan insensible como quieres hacer ver.- Le dijo entonces Hipatia para
sorpresa de la saiyajin, siendo más clara de lo que solía.- Y yo me di cuenta
hace mucho que mi pobre hermano está colado por ti, pero que tú no le ves de
esa manera. A ti siempre te ha gustado Alex. ¿Verdad?
-Así
es. Sin embargo él tampoco me mira a mí de esa manera. Prefiere a esa modelo. -
Respondió Gloria siendo igualmente sincera.- De modo que, por una parte, sé
como tu hermano se siente. Y lamento no poder ayudarle. Los humanos siempre
decís que no se puede obligar a nadie a amarte, ¿no es así?
Y dicho esto incluso sonrió de forma
fugaz. Pese a todo no le molestó que esa chica le hablase de un modo tan impertinente.
Quizás antes sí lo hubiese hecho, pero, tras la conversación que mantuvo con
Maray, o quien realmente fuera esa modelo, las cosas habían cambiado. De modo
que añadió.
-De
todos modos, las cosas son como deben ser.
Tu hermano es un buen chico, ya encontrará a una muchacha de vuestra
raza por quién pueda sentir eso que siente ahora por mí. Y espero que esa chica
le corresponda. Yo no sería buena para él. Seguro que también te has dado
cuenta de eso.
-Es
cierto. Sois como la noche y el día. - Admitió Hipatia, alegando con pesar.- Pero,
por desgracia, lo mismo que no se puede obligar a la gente a querer a alguien
que no desee, nadie elige de quién se
enamora.
-Eso
es cierto.- Convino su interlocutora.- El amor quizás sea una debilidad, algo
que tenemos que dominar.
-Yo
creo que en realidad es una fortaleza.- Opuso la rubia jovencita ahora con
mirada soñadora confesando con voz queda.- Cuando escribo algunas de mis
historias siempre quiero que tengan un final feliz y que, pese a todas las
dificultades, las personas destinadas a estar juntas acaben así, unidas.
-La
vida no es así.- Opuso la saiyajin.-
-Lo
sé, por eso me gusta crear en mi imaginación lo que no existe en la realidad.
Sueño despierta. No lo puedo evitar.- Sonrió su contertulia.-
-Quizás
sea la mejor forma de vivir.- Concedió Gloria quién, levantándose, concluyó.-
Debo irme ya. Me alegra haberte visto.
Y se marchó dejando allí a esa
jovencita tan imaginativa. Lamentando por el camino.
-¡Ojalá
las cosas pudiera ser como en los mundos que tú imaginas, pero
desgraciadamente, ninguna historia inventada nos sacará de esta situación.
Y en otra parte de Nature, horas más
tarde, Maggie estaba terminando su turno en el hospital. La jefa de enfermeras
salió rumbo a casa y tomó un taxi deslizador.
-Bueno,
a descansar un poco.- Se dijo, agotada tras ese largo día.- Espero poder ver a
Gloria. A ver si está en casa.
Tenía ganas de hablar con su hija.
Últimamente la muchacha había conversado con ella sobre temas bastante humanos.
Eso alegraba mucho a Maggie, era como si, tras tantos años de haber estado
lejos de su hija, comenzase a recuperarla poco a poco. Esa niña que fue tan
encantadora y extrovertida y que dependía de ella tanto, con la que compartía
historias y juegos. Eso terminó con su desaparición y al retornar, a la
enfermera le pareció que no era su pequeña quien había vuelto sino una extraña.
No es que Gloria hubiera cambiado esa
forma de actuar tan saiyajin que tenía desde que retornó de Nuevo Vegeta, pero
al menos se sentaba con ella y le preguntaba cosas. Recordó una de esas
conversaciones, que mantuvieron precisamente hacía un par de días. Antes de
irse a dormir. Ella estaba sentada en el sofá del salón y la muchacha entró.
-Hola
hija. ¿Ya te vas a la cama?
-Enseguida
iré, madre. Quisiera preguntarte una cosa antes.- Repuso la joven.-
-Bueno,
tú dirás.- Sonrió Maggie centrando toda su atención en su hija e invitándola a
sentarse a su lado con un ademán de su mano derecha.-
La chica se sentó junto a ella y le
preguntó, fiel a su estilo directo.
-¿De
qué se enamoran las personas? ¿Acaso aquí no es como en Nuevo Vegeta? En el
mundo de padre se busca a la mejor pareja, la más fuerte y compatible para
tener descendencia. Al menos los que tienen la tendencia natural, como tú la
llamas. Pero no parece que ese sea siempre el caso. No lo comprendo. -
Remachó.-
Maggie la observó entre perpleja y llena
de ternura. Veía con toda claridad que su hija lo había pasado mal en ese
aspecto. Y era evidente que con el hijo de Giaal y de Susan. No ignoraba que
Gloria se había enamorado de él sin siquiera saberlo, y que ese chico
desgraciadamente no sentía lo mismo.
-Si
yo pudiera responderte a eso sería la mujer más sabia del universo, cariño.-
Afirmó con sinceridad la jefa de enfermeras agregando con tono lleno de afecto.-
Pero sí puedo decirte de lo que me enamoraba yo.
Y con la atenta mirada de su hija
puesta en ella, Maggie confesó.
-Siendo
joven, era muy inmadura en ese aspecto, no es un secreto que antes de conocer a
tu padre a mí solo me gustaban otras mujeres. Y las prefería guapas y con
cuerpos hermosos, por supuesto. Ahora sé que eso no era amor, sino lujuria, un
pecado terrible. Solamente hubo un par de mujeres que de veras me hicieron
sentir algo distinto. Mucho más allá de una mera atracción física, la primera
fue la que me hizo despertar a mi sexualidad. Mi profesora de literatura…
-¿Esa
mujer a la que debo mi nombre?- Inquirió la joven.-
-Así
es, Gloria.- Contestó Maggie con voz queda sin dejar claro si evocaba a su
primer amor o a su hija, aunque enseguida, añadió.- Era maravillosa, alegre,
cariñosa…pero todo acabó muy mal, ya te lo conté.- Suspiró ahora, pasando
página.- La otra fue Kerria. Llena de pasión y fuerza, pero asimismo repleta de
bondad y deseos de hacer justicia. También lo estropee. – Musitó moviendo la
cabeza.- Nunca supe encauzar mis pasiones, bueno, en ese entonces.
-No
era tu destino, madre.- Intervino la saiyajin.-
-No,
tienes razón.- Pudo sonreír la enfermera, afirmando.- Tuve que ir en ese viaje
de la SSP-2 y conocer a tu padre. Al principio le vi como un rival. Había otra
chica por la que ambos sentíamos lo que pensamos que era amor. Por eso no te
preocupes, hija, a veces es muy difícil distinguir el amor verdadero del deseo
o de la mera atracción. No obstante, cuando invité a tu padre a esa cena para
agradecerle la ayuda que me había prestado fue cuando descubrí que estaba enamorada
de él. Al principio quise negármelo e incluso engañarle para que se marchara.
Pero fue verle tan destrozado por mi rechazo…que entonces todo se aclaró dentro
de mí. Es muy difícil de explicar…
-Y
os casasteis y me tuviste a mí. Luego te ocurrió aquello.- Recordó la perpleja
Gloria.-
-Así
fue. Y gracias al Señor vi la luz. Él me quiso mostrar aquel terrible lugar y
revelarme la verdad. Desde entonces ya jamás dudé. Bueno, mentiría si dijese
que nunca más tuve tentaciones al mirar a otras mujeres que me resultaban
atractivas. Pero fui capaz de resistir. Como hizo Jesús cuando Satanás quiso
ponerle a prueba.- Remachó con tinte satisfecho.-
Y tras unos instantes de reflexivo
silencio fue la joven quien tomó la palabra. Recordando alguna vivencia en
Nuevo Vegeta.
-Veo
que el amor es algo tremendamente complicado. La abuela Elua me advirtió de
eso. Me aconsejó que lo dejase de lado. Que solo trae complicaciones.
-Por
desgracia, muchas veces eso es imposible, hija mía.- Suspiró Maggie.- Aunque te
diré algo. La mayor muestra de amor precisamente es la de darlo todo por
aquellos a quienes amas. Sin pedir nada a cambio. Y estar dispuesta a
sacrificarte por ellos.
Y la joven la miró entre atónita y reflexiva.
Ya no preguntó nada más, al poco le dio las buenas noches y se marchó a su
cuarto. Parecía querer estar a solas para meditar sobre esas palabras.
-Cariño,
ojalá pudiera ayudarte en eso. Pero es algo que solo tú podrás resolver.-
Pensaba ahora la enfermera en tanto recorría la ciudad subida a bordo de aquel
deslizador, rumbo a su hogar.-
Sin embargo, ese vehículo tomó otra
dirección diferente. No se dirigía hacia la residencia Derail en la embajada
sino a una zona en las afueras de la ciudad.
-¿Pero,
se puede saber qué pasa?- Exclamó Maggie en voz alta, al darse cuenta de ello, intentando
detener el deslizador.- ¿A dónde va este cacharro?
Pulsó el botón de emergencia pero
tampoco respondía. Todavía recorrió algunas calles y se internó en una zona
apenas concurrida hasta que, finalmente paró. Sorprendida y recelosa Maggie
descendió del vehículo.
-¿Dónde
estoy?...-Se preguntó en voz alta.-
-Estás
entre creyentes.- Le respondió una voz masculina con tintes tranquilizadores.-
Entre hermanos, nada debes temer.
Al girarse hacia la fuente de ese
sonido, la jefa de enfermeras vio al obispo Corbin acompañado por unas decenas
de seguidores.
-¿Qué
sucede?- Quiso saber ella perpleja al verles a todos.-
-Disculpa
la manera que hemos tenido de traerte hasta aquí, hermana Margaret. Pero quiero
que seas testigo de excepción de los hechos que van a producirse para más tarde
de testimonio de fe…
Y Maggie quedó estupefacta. Muchos
de aquellos acompañantes eran… en fin. No se atrevió a pronunciar palabra y
sumisamente siguió al obispo al interior de un gran local, lo mismo que hizo el
resto de aquella comitiva. Todos aguardando expectantes el cumplimiento de
aquella promesa que, según el Obispo, les haría no volver a dudar jamás de su
fe y tomar el camino recto para salvación de todos.
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