sábado, 25 de noviembre de 2017

GWTN43. Las pruebas y la fe.

A la mañana siguiente Gloria se dio un paseo por la ciudad. La joven iba ataviada con ropa cómoda. Fiel a su costumbre, una sudadera, pantalones cortos y zapatillas deportivas le daban un aspecto muy informal que conjuntaba con su largo y encrespado cabello. Pese a todo era hermosa, o por lo menos muchos hombres se la quedaban mirando con aparente admiración.



-¡Bah!, estos humanos son realmente pintorescos. Miran y nunca se atreven a actuar. O al menos, a mostrar su valía.- Pensaba. -



Claro existían casos de agresiones sexuales contra mujeres. Pero ella podía estar tranquila. El varón capaz de asaltarla de ese modo contra su voluntad tendría que ser mucho más fuerte que ella misma. Sinceramente, en ese planeta veía eso muy difícil.



-Acorde a la antigua tradición, desposaría a quien fuera capaz de derrotarme de ese modo.- Se dijo divertida.-



Así que despreocupada por eso caminaba ya por el parque, viendo a los niños corretear a su alrededor y una escena protagonizada por un par de pequeños le hizo sonreír. Una niña corría tras otro crio de su edad, ambos llevando un helado, tras un tropiezo la pequeña vio como se le caía el suyo y comenzó a llorar.



-No pasa nada.- Le dijo amablemente el niño acercándose a ella.- Toma.



            Gloria vio entre divertida e incluso admirada, como el niño le ofrecía el helado que llevaba a su amiguita, ésta sonrió visiblemente contenta y le dio un beso en la mejilla para acto seguido declarar.



-Me casaré contigo, Kevin, cuando seamos mayores.

-Sí, seremos maridos. Carla. - Afirmó el niño con tono solemne que contrastaba con su corta edad.- Bueno, marido y marida. -Matizó con algo de desconcierto.-



            La saiyajin les observó sin poder evitar sonreír, se dio cuenta de su propio gesto y algo avergonzada siguió su camino. Pensaba entre tanto.



-A esto debían de referirse Maray y mi madre. El amor es entregar. Quizás ese niño le ha dado su helado a esa pequeña, siendo lo más importante que él tenía en ese momento. Y no estaba triste por renunciar a él, sino feliz por ella. Es curioso. Es perder algo y, sin embargo, alegrarse como si se hubiese obtenido una victoria.



            La muchacha recordó, tanto las palabras de esa increíble joven, como las que su madre le dijera en una conversación que ambas mantuvieron hacía poco. Aunque esas reflexiones se vieron interrumpidas por gritos y el sonido de lo que parecían detonaciones. La extrañada joven vio gente correr y escuchó ruido de sirenas. No tardó en preguntar a un tipo que corría  hacia su posición.



-¿Qué sucede?- Quiso saber.-

-Un atraco, ¡corra!, están disparando y tienen rehenes.- Le advirtió ese individuo que se alejó sin perder un segundo.-



            Por el contrario ella se aproximó hacia la fuente de toda aquella algarabía. De lejos y merced a su privilegiada vista, distinguió a varios tipos con capuchas que ocultaban sus rasgos.



-¡Cobardes!- Pensó con desprecio.-



            Podría terminar con ese incidente en segundos, pero había dado su palabra de no utilizar sus poderes saiyajin contra seres humanos, por despreciables que fueran. Aunque entonces se acordó de ese objeto que le regalase la princesa Kakyuu hacía ya tanto tiempo.



-Lo tengo en casa, no tardaré yendo por él a mi velocidad normal. Y eso no es quebrantar mi promesa.



            Y así dicho, en un lugar apartado de gente, se elevó en el aire y voló rauda hasta su domicilio. Sus padres no estaban, así que no tendría que dar explicaciones. De este modo, tras saludar a los guardias de la legación entró, buscó aquello y por suerte lo encontró dentro de un cajón de su cuarto. Sonrió divertida.



-Bueno, voy a jugar un poco.- Se dijo.- No lo he probado nunca, pero supongo que será muy sencillo. A ver si recuerdo qué había que decir…



            Lo cierto es que pecó de desdeñosa cuando aceptó ese regalo y luego simplemente lo guardó en el cajón. Pasó el tiempo y se olvidó por completo de que lo tenía. Al menos hasta ese momento. Ahora, merced a su rapidez, retornó al lugar del asalto en apenas unos pocos minutos. No obstante, había dado tiempo a que muchos coches deslizadores de policía rodeasen el lugar acordonando la zona. La muchacha decidió eludirlos y volviendo a meterse en un callejón apartado y tras hacer memoria, invocó las palabras que la princesa de Kinmoku le indicara para transformarse. Tras una coreografía de luces y de girar sobre sí misma, reapareció ataviada con un curioso uniforme de cuero, un top que cubría sus pechos, una especie de traje de natación de una pieza ajustado y botas por encima de las rodillas de apreciable tacón.



-No comprendo como las sailors Star Light pueden luchar con esto. ¡Cuando menos es ridículo! - Pensó entre perpleja y hasta azorada.- En fin, no tengo otra alternativa.



            En efecto, no tenía tiempo para quejarse sobre su uniforme de faena. De modo que decidió actuar con celeridad. Ahora podría capturar fácilmente a esos tipejos sin tener que emplear de modo directo su fuerza.



-No me llevará demasiado tiempo.- Se dijo confiada.-



            Con su rapidez innata llegó ante la puerta de forma que el primer atracador no pudo ver más que una mancha borrosa que le noqueó, dejándole sin sentido en el suelo. Gloria observó a otros tres más. Entró como una exhalación en la sucursal y lanzó a otro contra la pared dejándole también inconsciente. Ahora había disminuido un poco la velocidad y los otros dos la apuntaron con sus armas disparando sin cesar. No obstante, las balas le rebotaban inofensivamente.



-¿Y a eso le llamáis armas?- Se rio la joven declarando en voz alta.- Sois tan patéticos que hasta os dejaré dispararme desde más cerca.



            Ambos criminales se miraron, pese a que iban encapuchados Gloria creyó darse cuenta de que a buen seguro estarían  perplejos. De todos modos, uno de ellos, quien parecía estar al mando, se repuso del asombro inicial y apuntó de inmediato a la cabeza de una aterrada mujer de mediana edad, en tanto la sujetaba con su otra mano  del cuello y gritaba con tono desafiante.



-Puede que a ti no te hagamos daño, pero seguro que a esta señora, sí.

-Eso es de cobardes.- Replicó Gloria apretando los puños.- ¡No tenéis honor!

-Tienes razón.- Se burló el otro atracador.- Pero nunca nos ha hecho falta.

-Muy bien.- Replicó la saiyajin sin parecer preocupada por eso.- Si queréis jugar de ese modo.

-¡Será mejor que te marches Sailor quien seas, o le vuelo la cabeza! - Amenazó el tipo que mantenía a la rehén bien aferrada entre uno de sus brazos, en tanto continuaba apuntándola.-



            La chica se dio cuenta que esos tipejos habían reconocido el uniforme, claro, era evidente que pertenecía a las Star light. Y eso la tranquilizó. Al tener poderes asociados a ese traje nadie podría decir que usó su fuerza de saiyajin. A su alrededor entre tanto la gente casi ni se atrevía a respirar por el terror a ser blanco también de esos delincuentes. Sin embargo, Gloria movió la cabeza y hasta se permitió el lujo de sonreír malévolamente para contestar.



-¿Te has parado a pensar en lo que haré yo contigo después?

-Eres una guerrera de la justicia, tienes que actuar acorde a la ley.- Se atrevió a decir el otro atracador con tono triunfalista.- ¡Nosotros no!

-Pregunta a tus amigos como he actuado con ellos.- Replicó la muchacha señalando a uno de los que estaban inconscientes, y sentenciando de seguido.- Y he sido bastante cuidadosa, pero con vosotros no lo seré tanto. Todavía estáis a tiempo de no provocar mi enfado. No me hago responsable de lo que os suceda si no hacéis.



            Y para subrayar eso concentró algo de energía haciendo temblar el suelo. Esos dos encapuchados volvieron a  mirarse y el que no tenía a la rehén declaró con tono dubitativo e incluso teñido de temor, dirigiéndose a su compañero.



-Quizás no sea buena idea.

-No te dejes ganar por el pánico.- Le instruyó su interlocutor, reforzando el agarre de la horrorizada rehén.- Y apunta a cualquiera que se mueva. Si esa loca intenta algo, disparas. Por veloz que sea no podrá detener dos balas al mismo tiempo. La tuya y la mía.



            Aunque para sorpresa de ese tipo, Gloria se sonrió afirmando.



-Eso suena a reto, y me encantan los retos. A la velocidad que vuestras ridículas armas disparan creo que no me sería tan difícil.



            Y viendo que su enemigo estaba sopesando esas palabras, al tiempo que el más temeroso daba la impresión de dudar, la saiyajin puso en práctica uno de los consejos de su abuela Elua.



-Sorprende a tu enemigo.- Recordó.- Haz lo que menos podría esperar. Veréis, os propongo esto..- Comentó entonces para centrar la atención de esos dos idiotas sobre ella. Tan solo por unas centésimas. – Escuchadme…



            Y ese era el tiempo que precisaba. Con gran celeridad se movió hasta el atracador que portaba a la rehén, en menos de una centésima de segundo ya le había arrebatado el arma y empujado contra la pared del fondo de la sala en tanto soltaba a la mujer. Al mismo tiempo del dedo índice de su mano derecha partió un rayo de energía que impactó en el arma del otro asaltante reduciéndola a un amasijo ardiente que el perplejo tipo soltó con un grito de dolor. Cuando, todavía agitando su mano quemada pudo mirar, ese atracador observó a la sailor justo a su lado, dedicándole una siniestra sonrisa en tanto mantenía los brazos cruzados sobre el pecho.



-Aquí va mi propuesta.- Prosiguió Gloria con tono imperturbable.- Te rindes ahora y no te desintegro.

-¡Me rindo, me rindo! - Se apresuró a balbucir ese tipejo colocando sus manos tras la nuca y poniéndose de rodillas.-

-¿Qué haces?- Inquirió ella con perplejidad.-

-Esperar a que la policía me detenga.- Repuso él.-

-Si ese es tu gusto.- Contestó la joven con indiferencia.-



            Entre tanto, las hasta ese instante aterradas víctimas, prorrumpieron en aplausos. Muchos la vitorearon, otros le dieron unas efusivas gracias. La mujer que había sido usada como rehén hasta se acercó abrazándola.



-Muchísimas gracias, señora…



            Gloria abrió sus ojos como platos. Tampoco era para tanto, eso había sido realmente sencillo. No había utilizado apenas sino una mínima fracción de su poder. Y podía justificarlo como parte de los atributos de las Star Light.



-¿Cómo se llama?- Le preguntó un tipo calvo y algo regordete que se identificó como el director de la sucursal.

-Esto…soy Sailor Star Power.- Pudo responder la interpelada, recordando aquel pintoresco nombre que la princesa Kakyuu le concediera.-





            Y sin más se dio media vuelta saliendo de allí. Los atónitos policías ni se atrevieron a darle el alto, simplemente vieron salir a las personas retenidas e, informados por algunas de ellas, entraron para hacerse cargo de los atracadores. La muchacha caminó imperturbable entre la multitud de curiosos que, o bien la grababan con sus móviles o le hacía fotos. Al fin se alejó hasta una distancia prudencial metiéndose en un solitario y apartado callejón.



-Bueno, ahora ¿cómo había que quitarse esto?- Pensó.-



            Sin embargo, una voz de mujer la llamó antes de que pudiera revertir esa transformación.



-Hola, perdona…tú, la del disfraz..



            Y es que Mandy, ajena a lo sucedido en ese banco, estaba caminando hacia su piso. Tenía trabajo y más desde que su compañera Ángela se había marchado. Ésta llamó el día anterior informándola que, por causas personales, se iba a tomar unos días libres. Sin embargo, el trabajo abundaba y uno de sus mejores clientes llamó a las pocas horas  para concertar una cita.



-¿Qué hago? Ha dejado su piso vacío. - Se preguntó la rubia meretriz.- En fin, tendré que ir yo a atenderle. Aunque no sé si seré capaz de hacer lo que Ángela le hace. Y ese tío es muy peculiar, le van cosas bastante raras. Supongo que algo se me ocurrirá para complacerle. Tendré que consultar.



            Y pensando en esto llamó a Nelly, su jefa le dijo que hiciera lo que pudiera, dado que no tenía a nadie para cubrir esa vacante, al menos de momento, pero que si encontraba a alguna chica disponible la enviaría para allá directamente con uniforme de faena.



-Así no perderá tiempo ni en cambiarse. Procura estar al tanto, por si no se aclara con la dirección. Tampoco quiero que se pase así vestida por Sagan City.- Fueron las instrucciones de su jefa.-



Por eso, al entrar en ese callejón, cerca de su apartamento, y ver a esa muchacha con semejante atuendo, suspiró aliviada.



-Menos mal que has venido. ¿Acabas de llegar?-  Le preguntó.-

-Sí. - Replicó secamente Gloria que se había girado con rapidez al oír aquella voz.-

-Perdona, no quise sobresaltarte.- Se disculpó Mandy.- Me alegra mucho verte. Llegas en el momento justo. Te agradezco tu ayuda. Ya has venido hasta preparada con tu ropa.

-¿Ayuda?- repitió Gloria observándola perpleja en tanto se miraba su propio uniforme.- Te refieres a esto…

-Sí, bueno, verás. Es que tengo un cliente, ya sabes, uno que tiene que recibir una lección. Es muy rarito y necesita  ser sometido por alguien como tú.

-¿Ser sometido?. No entiendo nada.- Contestó una estupefacta saiyajin.- ¿Acaso ha hecho algo ilegal?

-Bueno, no lo sé, al menos creo que todavía no.- Fue capaz de responder apuradamente Mandy, intentando elegir sus palabras.-



            Quizás esas prácticas estuvieran ya ilegalizadas por esos tipos de la Congregación neo religiosa. A decir verdad, esos individuos encabezados por el obispo Corbin le ponían nerviosa, incluso le daban miedo. Con esas caras serias, esas barbas largas y canosas…siempre amenazando con la condenación. Aunque su interlocutora le respondió haciéndola olvidar aquello.



-Acabo de sacudir a unos tipos encapuchados que estaban infringiendo la ley.- Comentó despreocupadamente la guerrera.- Eso sí, con suavidad.  No podía hacerles demasiado daño.

-Perfecto. Suena muy bien, ¡ja, ja! ¡por infligir la ley! ¡Muy bueno! - Se rio su contertulia desahogando la tensión, estaba claro que esa chica hablaba de algo alusivo a su personaje, de modo que Mandy le comentó afirmando visiblemente interesada.- ¡Ya entiendo, por eso vas vestida así! Solo te pido que hagas eso mismo con mi cliente. También va encapuchado. Si pudieras levantarle por las solapas y hacerle ver cuál es su lugar.

-Levantar a un tipo de esos es fácil. Aunque no sé qué lugar es ese. – Inquirió la desconcertada joven.-

-No te preocupes, yo te llevaré hasta allí. Y muchas gracias. Me haces un grandísimo favor, es cuestión de vida o muerte.- Exageró la rubia jovencita.-

-Bien, en ese caso. ¿Dónde está ese tipo?- Quiso saber la guerrera.-



            Total, Gloria pensó que, ya que estaba metida en faena, podría ocuparse de alguno más de esos delincuentes. De modo que siguió a esa chica hasta un cercano bloque de pisos. Subieron y una vez en el interior de un apartamento, Mandy la hizo pasar a una habitación.



-Espera aquí, por favor, estará al llegar. Por cierto, ¿cómo te llamas?- Le preguntó con interés.-

-Sailor Star Power.- Replicó Gloria.-

-Me gusta, suena muy rotundo.- Sonrió la chica inquiriendo entonces.- ¿Cuánto mides? Eres bastante alta y querrá saberlo.

-Metro setenta y ocho.- Creyó recordar la saiyajin que no imaginaba qué podría tener de importante eso.-

-¿Descalza?. ¡Vaya! No me extraña que seas tan imponente. Ese tipo se va a quedar de piedra cuando te vea. Seguro que se arrodillará ante ti enseguida.

-¡Que poca dignidad! - Comentó Gloria realmente sorprendida y disgustada al oír eso.- Al menos podría hacerme frente de pie.

-¡Ja, ja! Encima tienes sentido del humor. Eres una joya.- Afirmó Mandy que, aun sonriendo divertida, le recordó.- Bueno, en cuanto llegue te aviso.



            La saiyajin asintió, limitándose a aguardar. No comprendía nada de lo que estaba ocurriendo pero supuso que esa joven estaría siguiendo un plan. Quizás fuera una policía infiltrada de las que la hubiera visto actuar y tratase de capturar a algún otro miembro de esa banda que hubiese huido. Por su parte, Mandy respiraba tranquila.



-¡Menuda chica que tenía Nelly en la manga! Desde luego que promete. ¿Será de por aquí?...Y da la impresión de que además ya está metida a tope en el papel. Parece algo rara, pero creo que es justo lo que ese tío desea.



Eso pensaba pero no tuvo tiempo para andarse con más cábalas, el cliente había llegado. Como siempre para preservar su anonimato, ella dejó entreabierta la puerta y aguardó en otra estancia hasta que entrase. Tras el ruido de pasos que escuchó, alguien accedió al interior. Unos minutos más tarde la chica salió dirigiéndose a una habitación en la que un tipo no demasiado alto, algo panzón y con la cabeza cubierta por una capucha, aguardaba. Con voz algo aflautada ese hombre preguntó.



-¿La señora Domina no está?

-No. - Repuso Mandy, pues ese era el nombre de trabajo de Ángela.- Pero no tema, tengo a alguien esperando que seguro será muy de su agrado. Es incluso más alta y también muy fuerte. Le prometió.- Además, va vestida de Sailor Star Light y gusta de castigar severamente a quienes no respetan la ley,

-¿De veras?- Exclamó el entusiasmado hombrecillo, aseverando.-  Estoy deseando ponerme a su merced.

-Pues pase, por favor. A la salita roja.- Le indicó la sonriente Mandy.-



            El tipo así lo hizo, allí vio a esa espectacular mujer, de ensortijado pelo oscuro que le caía en bucles hasta algo más debajo de los hombros y ojos violetas, vestida con ese uniforme de cuero, con un traje de baño de una pieza y esas botas por encima de la rodilla, todo en negro. Suspiró encantado y enseguida le dijo con tono dubitativo arrodillándose sumisamente ante ella.



-Perdón mi ama, he infringido la ley.

-¿Qué dices?- Exclamó la perpleja Gloria.- ¿Lo confiesas así, sin más?





            Aunque ese individuo tan raro ya se estaba aferrando a su pierna derecha gimoteando como un chucho apaleado.



-¡Pero si no te he hecho nada todavía! ¡Serás cobarde!- Espetó Gloria visiblemente desagradada.- ¡Suéltame, escoria! Es vergonzoso que supliques de este modo.



            Levantó su pierna elevando a ese idiota con ella. No obstante, el tipo aquel sólo dijo entre jadeos de excitación.



-Es maravilloso, ¡me levanta como un trapo! Por favor, ¡castígame, insúltame!, me lo merezco.- Le suplicó.-

-¿Qué clase de patético y ridículo ser eres tú?- Inquirió la saiyajin más atónita que enfadada por ese comportamiento.- Jamás en mi vida había visto algo semejante.



            Bajó la pierna juntando los pies para tratar de quitarse a ese memo de encima de un empujón, aunque el hombrecillo se había adelantado y no paraba de efectuar un movimiento espasmódico agarrado a las rodillas de ella.



-¿Se puede saber qué estás haciendo? ¡Miserable! - Le increpó Gloria con verdadera repugnancia.-



            Ese desgraciado se habían quitado los ridículos pantaloncitos que llevaba. Desde luego la chica no pudo creer lo que vio.



-¡Que miembro tan pequeño! Bueno, quizás sea la media humana. – Valoró desapasionadamente.-



            Realmente ella había visto desnudos a algunos saiyajin machos durante sus años de entrenamiento, y cualquiera de ellos tenían aquello bastante más desarrollado que ese enclenque. Aunque ahora ese imbécil le recordaba realmente a un perro que estuviera intentando solazarse entre sus tobillos precisamente con su…el caso es que, harta de aquello, le agarró del cuello sin contemplaciones y le levantó un palmo por encima de su cabeza para advertirle.



-¿Quién te ha dado permiso para hacer semejante asquerosidad en mis botas, payaso?

-Perdóname ama. - Musitó él que más que asustado parecía estar disfrutando de aquello.- Merezco que me des una lección.

-¡Quítate de mí vista, cerdo!- Espetó Gloria lanzándole contra la pared, eso sí, sin demasiada fuerza.-



            Pero a ese tipo aquello debió de parecerle maravilloso, tras golpearse la espalda emitió un quejido ahogado y cayó al suelo, entonces se arrastró hasta ella y tumbado boca abajo, se colocó uno de los pies de Gloria sobre su cabeza.



-¡Piedad, mi señora! - Pidió entre gimoteos.-

-¡Pero si yo no te hecho nada todavía, cretino! - Exclamó la chica que ya no sabía cómo actuar.-¿Es que no tienes dignidad? Deja de …¿Me estás lamiendo las botas?- Preguntó sin poder creerlo, dado que ese ridículo hombrecillo se había vuelto a lanzar sobre sus pies como si la vida le fuera en ello.- ¿Qué te has creído que eres, un maldito conejo?



            Ahora ese tipo no respondía, únicamente se movía con espasmos, aferrado a una pierna de ella, jadeando en tanto se tocaba por ahí abajo. Al cabo de apenas unos instantes y para perplejidad de su interlocutora se relajó suspirando.



-¡Ha sido maravilloso! Deja que te las limpie con mi miserable lengua, Señora.- Le suplicó el tipo, que desde luego le había manchado el calzado de una forma realmente asquerosa.-



            Y sin esperar la réplica de la atónita Gloria, el individuo no se privó de darle unos buenos lametones en donde el cuero lucía con aquellas desagradables manchas blancuzcas.



-¡Esto es absurdo y repugnante! - Declaró la chica que, tras reponerse del asombro y sin perder ni un instante más, se soltó del débil agarre de ese mequetrefe empujándole con un leve puntapié. Eso no obstante, bastó para enviarle de nuevo contra la pared, para beneplácito de éste. Tras dedicarle una última mirada de desprecio y asombro, la saiyajin se marchó a grandes zancadas de allí.- Este humano está loco. No se puede una rebajar a rematar a semejantes sanguijuelas, sería perder la dignidad. Al menos esos atracadores ofrecieron algo de resistencia. – Pensaba conjeturando.- No creo que este fuera de esa banda. O quizás en todo caso, sería el más cobarde de todos. ¿Se habría pensado que actuando así evitaría que le pegase? No merecía ni la molestia de empujarle, no me había sentido más ridícula en toda mi vida.



            Al salir de la habitación, la jovencita rubia la aguardaba. Con tono muy interesado le preguntó.



-¿Has castigado a ese rufián?

-Ese tipo más que castigo, necesita ayuda profesional.- Contestó despectivamente la interpelada añadiendo perpleja.- Encima ha dicho que era maravilloso.

-Y seguro que se las has dado, toda la ayuda profesional que se merecía, quiero decir. -Contestó una satisfecha Mandy.- ¡Genial que haya dicho eso!, no es que no confíe en ti, pero voy a preguntarle qué tal le ha ido. Por cierto, cuando veas a la jefa dile que te apunte la máxima tarifa ¿eh?. No seas tonta.

-¿Máxima tarifa?- Repitió Gloria sin comprender.- ¿Qué quiere decir eso?...



            Aunque la otra muchacha no la escuchó, ya se había dirigido a la otra estancia provista de una toalla.



-¿Qué tal la experiencia?- Quiso saber Mandy.-



            El tipo aquel ya se había puesto de pie y, tras limpiarse un poco con esa toalla que ella le ofreció solícitamente, declaró encantado.



-¡Sublime!, ¡Oh, ha estado maravillosa! ¡Qué manera de insultarme, con qué desprecio! Parecía totalmente real. ¡Y uf!.. es escultural y muy fuerte, creo que incluso más que Lady Domina. Por favor, quiero verla de nuevo. Y la próxima vez, que se vista de monja, querré confesar mis pecados. Y ser muy, pero que muy castigado a hacer penitencia por ella.  ¡Que me flagele, sí! Pagaré lo que me pidan.

-Se lo tendré que preguntar. Creo que no es de por aquí. - Sonrió la muchacha, visiblemente contenta.- Un momento, por favor…



            Aunque cuando salió a la otra salita esa mujer ya no estaba. Lástima, en fin, ya llamaría a Nelly y le preguntaría por ella. Podría ser una estupenda adquisición.



-Debe de ser alguna nueva que ha llegado de Bios o la Tierra. No me sonaba nada. Pero está claro que sabe hacer muy bien su trabajo. - Pensó Mandy, dejando aquello para ir a despedir a su cliente.-



            Gloria entre tanto había salido a la calle y tras encontrar un callejón sin nadie pudo al fin volver a su atuendo civil.



-En fin, no sé qué crimen habría cometido ese imbécil. Quizá el de ser enormemente repugnante. Aunque no sé si eso estará perseguido por la ley humana. En mi opinión debería estarlo en casos como éste. - Se dijo en tanto regresaba a su casa.-



            Entre tanto Franklin había acudido al Clargin, fiel a su cita. No le gustaba tener que ir allí, precisamente ese día, su propia hermana Hipatia estaba trabajando a esas mismas horas. Quizás ese hacker lo sabía y de este modo pretendía tenerle controlado. Sin embargo, no tuvo elección o ese sujeto no contactaría de nuevo. De modo que entró, se sentó y colocó su holo teclado para que se proyectase sobre una mesa, al mismo tiempo que desplegaba su pantalla. Al verle su hermanita no tardó en acercarse.



-¿Qué haces tú aquí?- Le preguntó sorprendida.-

-¿Es que no puedo venir a tomar algo?- Sonrió él del modo más natural que pudo.-

-Sí, claro.- Concedió ella sintiéndose un poco tonta.- Dime. ¿Qué vas a tomar?

-Un café y unas rosquillas.- Pidió el chico.- Ya sabes, de las que me gustan.



            Su hermana asintió yendo a por aquel pedido. Entre tanto él aprovechó para ver si tenía algún mensaje de su misterioso rival. Y en efecto, éste no se hizo esperar.



-Me alegra que hayas venido sin policía.- Leyó el chico en su pantalla.-



            Así fue, Franklin no quiso arriesgarse. Contaba con poder detectarle e identificarle por su cuenta.



-¿Qué es eso tan importante como para que te tomes tantas molestias y riesgos?- Le preguntó tecleando con rapidez.



            Pese a poder emplear ya interfaces mentales o incluso voz para enviar esos mensajes al ordenador su contacto le indicó que lo hicieran a la antigua usanza. Eso podía dar pistas de su edad. Sería a buen seguro mayor que Franklin. Al poco la réplica le llegó junto con un cuantioso archivo desencriptado.



-Stella. Lee el dossier.



            Iba a leerlo cuando su hermana apareció con la bandeja. Le sirvió lo requerido y se alejó. Por fortuna para él la muchacha no le dedicaba demasiada atención a sus actividades en internet.  Al fin, sin más interrupciones, pudo leer.



-Informes del departamento de astronomía de Kakyuu y de Nature concuerdan. Las investigaciones de la propia Lady Galaxia y sus Animamates también. Un fragmento de estrella de neutrones, desplazada por una anomalía gravitatoria, se dirige directamente a Nature. Su llegada está prevista para dentro de pocos meses. Sin duda impactará en el planeta provocando un cataclismo de proporciones terribles. ¿Qué?- Exclamó el chico entre perplejo y horrorizado.-



            Aquello atrajo la mirada de su hermana y de un par de clientes, de los pocos que en ese momento se encontraban en el local. Tras levantar una mano y sonreír débilmente a modo de disculpa, Franklin respondió escribiendo.



-¿Este informe es real?...

-Lo es…

-¿Qué podemos hacer?- Quiso saber el joven informático.-

-Hasta donde yo sé, nada.- Fue la terrible respuesta.- Por eso esperaba que lo hicieras llegar a tu padres y al resto de los científicos con los que trabajan.

-¿Acaso no lo saben?- Inquirió el chico.-

-Este informe es secreto, pude obtenerlo tras hackear la página militar. Es la más segura de este planeta pero aun así pude lograrlo.

-¿Por qué no lo has difundido?

-Para evitar que el pánico se adueñe de la gente. Quería saber si existe alguna posibilidad de impedir este desastre. De no haberla, en un plazo de tres meses, lo haré público. Los habitantes de Nature tienen derecho a saberlo y a tratar de salvarse.



En tanto leía esas impactantes palabras. Franklin estaba rastreando su procedencia. Iba estrechando el círculo hasta darse cuenta que, en una mesa cercana, alguien estaba manejando otro ordenador.



-¿Por qué no has contactado directamente con ellos?- Le preguntó.-

-Quizás no me creyeran, o puede que hubieran sido capaces de ir descifrando mis pistas como has hecho tú.- Replicó su ignoto interlocutor.-

-Haré cuanto pueda.- Afirmó el chico.-

-Eso no es todo. Hay algo más. Todavía no sé qué es, pero podría ser incluso peor.

-No hay nada peor que esto salvo un agujero negro.- Contestó Franklin.- E incluso con una estrella de neutrones la magnitud del desastre será apocalíptica. Dependiendo de su tamaño y masa comenzaremos a sentir sus efectos gravitatorios bastante tiempo antes de que llegue.

-No se lo cuentes a nadie que esté fuera del círculo científico.- Le pidió su misterioso interlocutor.-

-Si tienes razón en esto, nada podremos hacer. Al menos identifícate y ayúdame a advertir a la gente.- Le propuso Franklin.-

- No hace falta que lo haga. Tú sobre todo avisa a tu madre, yo me encargaré de la mía.- Fue la respuesta.- Hazlo antes que con nadie más.



            Pero el muchacho estaba más pendiente de la posición que recibía de su antagonista que de esas palabras tan reveladoras y no las relacionó. Trató, eso sí, de rastrear aquello pero había perdido la comunicación. Se levantó como un resorte yendo hacia la posición de ese chico rubio. Aunque debía ser de su edad. Al plantarse allí, éste le dedico una mirada de extrañeza.



-¿Pasa algo amigo? ¿No estaré jugando con demasiado volumen, verdad?



            Y es que iba con unos cascos en la cabeza y, ahora que Franklin se percataba, tenía un holo juego en el portátil. No obstante, algo le dijo que ese chaval no era su misterioso hacker.  Suspirando se disculpó volviendo a su sitio, aunque había perdido el apetito. Entre esas terribles informaciones y perder  también la pista de ese tipo. En ese instante la persona que menos habría esperado ver apareció saludándole de un modo bastante amable.



-Hola Franklin.- Dijo Gloria.-



            La chica volvía a su casa cuando pasó cerca del Clargin. Tras las experiencias vividas esa mañana pensó que tomar algo no le vendría mal. Entonces vio dentro a ese muchacho. Se alegró de ello. Necesitaba a alguien con quien compartir esa rocambolesca situación que acababa de experimentar. Aunque bien pensado, mejor no. No deseaba que Franklin se riera de ella por algo tan ridículo. Con charlar de otras cosas bastaría.



-Ho, hola. ¿Quieres sentarte?-Le ofreció él con visible nerviosismo.-



            Pese a todo no podía apartarla de su mente. Gloria era muy hermosa y le gustaba muchísimo esa fortaleza y ese vigor natural que tenía. Aun sabiendo que ella jamás le miraría de la misma forma. Aunque eso no impedía que estuviera deseando verla.



-¿Te pasa algo?- Quiso saber la chica observándole ahora con más detenimiento en tanto tomaba asiento a su lado.-



            Franklin parecía estar más pálido que de costumbre y muy alterado, cuando solía ser bastante tranquilo.  En eso Gloria le daba crédito. Quizás su falta de temperamento tenía ventajas para dedicarse a eso de la informática que a él tanto el gustaba.



-No, estoy bien.- Sonrió apuradamente él, ofreciéndole enseguida.- ¿Quieres tomar algo? Te invito.

-Sí gracias, tengo hambre.- Admitió la chica.-



            No tardó Hipatia en presentarse de nuevo junto a la mesa. Enseguida tomó nota en su tablet del pedido de Gloria.



-Me pones, por favor, dos batidos grandes de chocolate y nata, dos porciones de tarta Sandy y unos cuantos pasteles de crema. Luego ya te diré.

-Muy bien.- Asintió la ya habituada camarera.-



            Franklin imaginó como iban a temblar sus créditos cuando tuviera que pagar pero, habida cuenta de las noticias tan lúgubres que había recibido, ¿qué más daba eso ya? Si así al menos podía estar junto a ella, aunque fuera un poco. Merecería la pena.



-Dime. ¿Cómo tú por aquí?. Hace mucho que no te veía.- Inquirió Gloria sacando al chico de esos pensamientos.-

-Bueno, tenía ganas de pasear un poco y de tomar algo.- Fue capaz de replicar.- Y quizás, ver a alguien..

-¿A alguien? ¿A quién?. – Preguntó la saiyajin con gesto que parecía denotar interés.-

-No, bueno, a nadie en particular, a algún amigo o conocido.- Sonrió tontamente él.- Muchas veces echo de menos charlar más con la gente, pasar buenos ratos con los amigos. Ya sabes.



            Gloria asintió pero no dijo nada, al poco Hipatia le fue trayendo todo lo que había pedido y la joven guerrera empezó a trasegárselo ante la perpleja mirada de Franklin y la de los pocos clientes que quedaban en el local. En ese momento llegó Ginger.



-Ya estoy aquí, Hipatia.- Saludó amablemente.- Hola Franklin, hola Gloria.

-¡Hola!- Saludaron todos casi al mismo tiempo.-



            La dueña relevó a la jovencita quien, a falta de nada mejor que hacer, tomó asiento junto a Gloria y su hermano. Quizás a éste no le hiciera mucha gracia en otra ocasión, pero en esa en particular se alegró de tenerlas a las dos juntas. Sabiendo el destino tan terrible que aguardaba al planeta su forma de ver las cosas había cambiado. Quiso pensar que cuando informase a su padre y al resto podrían colaborar todos juntos en encontrar una solución. Eran personas realmente brillantes y pudiera ser que ellos supieran ver cosas que al chico se le escapaban.



-Sí, debo tener fe. Aunque sea tan científico en mis planteamientos.- Se dijo tratando de animarse.-



            En otra parte del planeta, Sonia y Kerria debían acudir al juzgado. La vista previa por esa demanda iba a celebrarse. Como era preceptivo, el magistrado que llevaba el caso trataría primero de lograr que las partes alcanzasen un acuerdo amistoso.



-Pues allá vamos.- Se dijo la española con un susurro.-

-No te preocupes, esto solamente es una vista de conciliación, no un juicio.- Quiso tranquilizarla Kerria.-



            Al llegar entraron en la sala y allí tomaron asiento. El juez no había venido todavía, pero Rafael sí que estaba allí, acompañado de su abogado. El tipo se aproximó sonriente, junto a su letrado, un hombre sensiblemente más bajo que las dos mujeres, de pelo y barba canosos, hacia donde ellas se encontraban.



-Me alegra verte, Sonia. Vaya, has contratado a una de las mejores abogadas de la Tierra, la señorita Malden.- Declaró Rafa añadiendo en tono elogioso.- Me he informado sobre usted. Es muy buena en lo suyo.

-Gracias por el cumplido, pero soy señora, estoy casada. - Puntualizó Kerria sin dejarse ganar por esos halagos.-

-Bueno.- Se sonrió pérfidamente su interlocutor.- Quizás en la Tierra, sí…pero aquí las cosas son diferentes, ya tendrá oportunidad de darse cuenta.



            La letrada no tuvo tiempo de responder a eso, su colega se presentó a su vez ofreciéndoles la mano a ambas mujeres, tras estrechárselas, declaró.



-Soy Lelan Thorne, encantado. Señorita o señora Calderón, señorita o señora Malden, como ustedes prefieran.

-Lo mismo digo, señor o señorito, Thorne.- Sonrió sarcásticamente la española.-



            Obviando esa respuesta, el abogado les comentó entonces.



-Mi cliente estaría muy interesado en que pudiéramos alcanzar un acuerdo. Incluso antes de la llegada del juez. Sería bueno evitarnos un  largo y molesto proceso judicial. ¿No lo creen así?. A no ser que mi colega cobre por horas, claro.- Puntualizó sin ocultar el tono irónico.-

-Por eso no tema usted.- Repuso Kerria del mismo modo.- No me preocupa tanto el dinero como el hacer justicia. Supongo que compartirá ese criterio. ¿Verdad?



            No hubo respuesta a eso, y  la defensora añadió.



-Por cierto, creía que mi oponente como letrado iba a ser un tal Isaías Mendel.- Comentó consultado una tablet que portaba.-

-Mi colega está todavía ocupado con otros casos. Seré yo quien se haga cargo de este.- Repuso afablemente Thorne.- El juez ya ha sido informado y dio su visto bueno.



Kerria asintió, en realidad le importaba poco quien fuera el representante de la acusación, de ese tal Mendel tenía escasas referencias  y de este otro sujeto ya se ocuparía de buscarlas si finalmente se celebraba el juicio.  Por su parte, Sonia tomó la palabra y, dirigiéndose a Rafa, le preguntó.



-¿Qué es lo que quieres exactamente?

-Muy fácil.- Sonrió él.- Quiero a mi familia de vuelta, al pequeño Ricardo y a su adorable madre.- Dijo sin pestañear.- Todos juntos como debe ser.



            La española y su abogada se miraron perplejas, estaban con la boca abierta, y su interlocutor parecía solazarse de ello. Al fin, Sonia fue capaz de replicar con sarcasmo.



-Déjate de broma estúpidas. Siempre has sido muy ocurrente pero ahora estamos hablando de cosas serias. Dime. ¿Deseas tener un régimen de visitas?

-No es una broma, señorita Calderón.- Intervino Lelan.-

-Soy señora.- Se reafirmó ésta matizando.- Me casé aquí mismo, en Nature. Soy la señora Calderón Chang. – Y agregó ya con un creciente mal humor.- Y esa estupidez que su cliente acaba de decir solamente puede ser una broma o de lo contrario es que se ha vuelto completamente loco, si es que no lo estaba ya.

-Veo que va a ser difícil llegar a un acuerdo.- Comentó Rafa sin dejar de sonreír con gesto cínico.-

-Será mejor que nos vayamos de aquí.- Repuso la modelo mirando a su abogada y remachando sin ocultar su irritación.- Ya has visto como es.

-Tenemos que aguardar hasta que el juez llegue y comunicarle que no hemos conciliado.- Le explicó Kerria con tono prudente.-

-Por suerte, no tendrán ustedes que esperar mucho.- Les anunció el abogado de la acusación, mirando hacia la puerta opuesta a donde estaban.- Aquí está su señoría.



            Y de hecho el juez imponía, eso pensaron en cuanto le vieron entrar. Un hombre corpulento y alto, de larga barba negra que vestía esa toga a juego. De inmediato todos le dedicaron su atención, colocándose en sus respectivas posiciones. Y al subir al estrado y sentarse en su puesto presidencial, uno de los alguaciles le anunció.



-El honorable juez Elías Gervis preside la vista. Caso de Noriega contra Calderón por la custodia de Ricardo Noriega.



            Los presentes se sentaron entonces. Aunque antes de que el mismo juez dijese nada, Kerria ya solicitaba el uso de la palabra levantándose de inmediato.



-Perdón Señoría, debo protestar.- Declaró.-



            Y ese tipo replicó con una voz grave y casi cavernosa, que hacía patente su desagrado.



-¿No hemos comenzado aún y ya está usted protestando, abogada?

-Le ruego me disculpe, Señoría, pero no podemos aceptar el nombre con el que se ha citado al hijo de mi representada. Legal y oficialmente consta en el registro como Richard Calderón Chang.- Le informó su interlocutora.-

-En tal caso, y hasta que se dirima este pleito, no se indicarán los apellidos del niño.- Concedió el juez.-

-Gracias, Señoría.- Dijo Kerria sentándose una vez más.-



            Aunque esa réplica no terminó de gustarle, quizás el juez deseara ser lo más imparcial posible, pero legalmente hablando el apellido del niño, mientras no se demostrase lo contrario, era Calderón Chang. De todos modos lo dejó correr puesto que ese tipo iba a dirigirse a ellos. Gervis entonces miró alternativamente a las partes y les preguntó.



-¿Han alcanzado algún acuerdo de conciliación?

-Me temo que no, Señoría.- Dijo Thorne explicando.- La parte demandada se ha cerrado totalmente a cualquier arreglo.

-No, Señoría. No hay acuerdo. - Refrendó Kerria, matizando.- Para empezar, no hay pruebas que indiquen que Richard Calderón Chang sea hijo biológico del señor Noriega. Por ello, a  fin de esclarecer la verdad y ser fieles a la justicia y a los posibles derechos del demandante, solicitaremos una prueba de paternidad a efectos de ser capaces de descartar esa opción y terminar así con este pleito, o de confirmarla y poder empezar sin dudas a ese respecto.



            Y esas palabras parecieron sorprender a los demandantes. Kerria se sonrió. Tal y como le comentara a Sonia la noche anterior durante la cena, esa petición era más que probable por parte de su ex novio. Así ellas daban la sensación de estar tan interesadas o más que sus rivales en llegar al fondo de la verdad. Al fin, Lelan asintió, tras recuperarse de la sorpresa.



-Yo mismo iba a solicitar esas pruebas. Celebro ver que la defensa se muestra razonable en ese punto.

-Se admite la petición. ¿Tienen ustedes alguna idea de cuál sería el plazo para saber los resultados?- Quiso saber el juez explicando.- Debo tener fecha para fijar el comienzo del proceso.

-Actualmente Señoría, y con la tecnología actual, no suele tardarse más de tres días a lo sumo, acorde a mi experiencia cuando he solicitado este tipo de pruebas con anterioridad.- Repuso Kerria.-

-Sí, coincido con la defensa.- Convino Thorne.-

-En tal caso, el juicio comenzará en tres días, a la hora ya fijada. Una vez los resultados de las pruebas obren en poder de las partes y de este tribunal. De mediar algún retraso se iniciaría igualmente a la espera de recibirlas. En caso de que dieran negativo, el juicio se vería sobreseído. ¿Tienen alguna objeción?- Inquirió el juez.-

-Ninguna, Señoría.- Respondió por supuesto Kerria.-

-Ninguna.- Convino su colega.-

-Muy bien, en tal caso se levanta la sesión.- Dictaminó el magistrado, quién dio aquello por concluido.-



            Tanto Sonia como Kerria se marcharon sin dirigir la palabra a sus contrarios una vez se hubo ido su Señoría. Rafael se las quedó mirando y sonrió divertido, moviendo la cabeza para musitar.



-Pobrecita Sonia, no sabes lo que te espera. Cariño, debiste haber aceptado, porque, pese a su gran habilidad como abogada, ni Kerria Malden te podrá ayudar…



            Por su parte, nada más salir de allí, Sonia miró expectante a su letrada y Kerria suspiró comentando.



-No sé, hay algo aquí que no me gusta. Ese juez…no quiero ser yo quien le juzgue a él precisamente por su apariencia, ni por su tono. Pero me da la impresión de sernos hostil. Ojalá me equivoque.

-Aquí las cosas se han puesto muy difíciles para quienes comparten nuestras inclinaciones.- Le contó la española.-  Los neoreligiosos han ganado mucho poder y tienen más adeptos cada día. Los propios gobernantes de Nature les prestan oídos. Y se rumorea que van a cambiar algunas leyes. Por ejemplo, la del matrimonio igualitario. Para anularlo.

-¿Qué?¡Eso no es posible!, podríais llevarles a juicio por tratar de recortar los derechos sociales que, además, son ya adquiridos. Y creo que muchas leyes de aquí dependen también de Kinmoku. La princesa Kakyuu jamás lo consentiría. - Argumentó la perpleja Kerria.-

-No lo sé, algunos de sus portavoces han dicho que sabrán como evitar eso. Sólo espero que no suceda antes de que resolvamos esto. -Suspiró la modelo. -



             Y su abogada asintió despacio, tendría que estudiar todo aquello e informarse bien. Sobre todo acerca de su oponente legal. Así se marcharon y se despidieron volviendo Sonia a su casa y Kerria al hotel en donde se alojaba.



-No sé.- Pensaba la letrada.- Esto no me acaba de gustar. Ese tal Rafael me da muy mala impresión. Tiene la misma mirada que tenía Marla cuando fui a verla a esa celda. En fin, quizás no sea del todo igual. Pero da la sensación…es como si pensara que va unos pasos por delante nuestra.



            Kerria recordaba la última vez que estuvo en Nature, en aquel juicio en el que defendió a Sabra. Habían pasado años y aun seguía sin comprender algunas cosas. Unas incógnitas pudo resolverlas cuando Stephanie vino a verla a su casa en Nueva York. Se hizo cargo de porqué mintió Daphne.



-Estaba acorralada, entre la espada y la pared. ¡Pobre mujer! Y ahora, tanteando el ambiente de este mundo darme cuenta de que hizo lo único que podía hacer. Salvarse.



            Se acordaba a su vez de algunos abucheos y silbidos en el concierto benéfico, contra ella y contra Keiko, también contra Kathy. Algunos de los allí presentes les gritaron lindezas tales como réprobas, impías o desviadas.  Por mor de las circunstancias, todas hicieron caso omiso.



-En mi opinión aquí son aun más intolerantes que en la Tierra. Lo único que espero es que la justicia continúe siendo imparcial.- Se dijo, tratando ya de descansar.-



Mientras tanto, en el laboratorio de las Fairy Five, Emma estaba concluyendo su turno. Ya apenas le quedaban dos horas y sus compañeras se iban a marchar. Como de costumbre se quedaría sola allí, trabajando, que era donde más a gusto se sentía.



-Bueno. Nos vemos mañana.- Le dijo Mei Ling.-

-Espero que todo os vaya bien en el juicio.- Le deseó su compañera.-



            Eso vino a que la oriental había recibido la llamada de Sonia tras la vista preliminar. Tal y como se temieron no hubo posibilidad de acuerdo. Ese tipo pretendía ir demasiado lejos. Así se lo comentó a sus compañeras. Recordando eso, respondió.



-Gracias, así lo esperamos, nuestra abogada es muy buena.



            Y dicho esto se fue, después fue el turno de Melissa, quien junto con Wina, se despidió asimismo de Emma.



-¿Seguro que estarás bien?- Quiso saber la jefa del grupo, no sin inquietud.-

-Sí, no os preocupéis, me acabo de tomar la dosis hace unos minutos.- Las tranquilizó ella.-

-¿Qué tal ese vecino tuyo?- Se atrevió a preguntar Wina.-

-Bueno, no recuerda nada. Sobre todo cuando se despertó en su casa con Giaal observándole.- Emma sonrió levemente para añadir. Es lo asustó al principio, pero el doctor Ginga le contó la  versión que discurrimos para explicar lo ocurrido. Que había sufrido un desmayo y que yo llamé al hospital. Giaal vino entonces a atenderle. ¡Pobre hombre!- Suspiró ella con evidente tinte de culpabilidad.- Al menos pudo recuperarse.

-Todo está bien ahora.- Quiso animarla Melissa.- Hemos reforzado las dosis y ahora llevas siempre un par de ellas en el bolso, ¿verdad?

-Sí, las tengo aquí. No hay de qué preocuparse. - Dijo su interlocutora mostrándolas en el interior del citado complemento.-



            Su compañeras le dijeron adiós y se marcharon, como Keiko tenía unos días libres tras participar en aquel concierto, ella era la única que quedaba de guardia. Empero, eso no le inquietaba demasiado, estaba más que acostumbrada a la soledad.



-En fin, ahora a trabajar.- Se dijo intentando sonar jovial.- Tengo mucho que hacer.



            Y a eso se dedicó hasta bien tarde, casi de madrugada. Terminó cerrando todo y retornando a su casa. Su cabeza estaba puesta en lo ocurrido y su temor a que eso se repitiera, pese a todas las nuevas precauciones adoptadas, era muy grande.



-Al menos todo parece tranquilo.- Se dijo.- Espero que no tarde el deslizador…



            Mirando a la lejanía vio como el cielo comenzaba a teñirse de malva. Desde luego se le había hecho muy tarde. Quizás embebida en sus pensamientos olvidó que, en esa época del año, ya amanecía antes.



-No comprendo como se me ha podido pasar. - Se dijo nerviosa, arrebujándose en su chaqueta.-



            En caso de que los primeros rayos del sol la alcanzasen podría cubrirse con eso. Aunque al fin llegó el ansiado transporte. Estaba vacío a esas horas salvo por un tipo sentado al fondo. Ella ocupó un asiento y recobró parte de la tranquilidad perdida. No obstante, ese hombre se levantó acercándose a su lado e inopinadamente le susurró dejándola perpleja.



-El Señor sabe de tu tormento. Si decides seguirme yo puedo ponerle fin.



            Ante aquellas palabras tan extrañas como inesperadas la joven apenas fue capaz de musitar.



-No sé de qué me habla.



            Y tras un silencio de ese tipo, vestido con un largo abrigo, un sombrero negro de ala ancha, que adornaba su rostro grave y de mediana edad con una barba negra entremezclada con canas, replicó.



-Lo sabes muy bien. Por eso un ser de la noche como tú ha aguardado hasta que despuntara el día.



            Emma no supo que responder a eso. De algún modo se dio cuenta de que ese hombre conocía su secreto. Incluso en un intento desesperado, le miró a esos ojos negros y profundos que tenía, con los de ella, brillando ya ambarinos y tratando de sugestionarle.



-Todo está bien, usted se baja ya…



            Y aquel tipo dio la impresión de obedecer esa orden, aunque cuando ella menos lo esperaba, la sujetó férreamente de una muñeca para replicar.



-Sí, eso es, aquí me bajo, pero tú lo harás conmigo…



            Era increíble, pese a sus poderes sobrenaturales fue Emma quién no pudo resistir esa orden. Aquel individuo además sacó un crucifico de entre sus ropas que la horrorizó.



-¡No, se lo suplico!- Pudo balbucir ella.- Aparte eso de mí.

-Dentro de muy poco te estarás abrazando a la cruz y besándola en agradecimiento a  nuestro Señor. Ahora, sígueme si quieres sanar.- Mandó él.-



            Y en cuanto el deslizador se detuvo, la joven, sin poder resistirse a esa oferta, fue en post a ese misterioso individuo. Caminaron rehuyendo los primeros rayos del sol hasta entrar en un gran local que tenía las ventanas tapiadas. Al pasar al interior Emma se quedó sin habla. Allí, junto a un grupo de personas, estaba Nathan quién, nada más verla, la señaló con un dedo acusador.



-¿Es ella?- Quiso saber ese tipo del sombrero que la había guiado.-

-Sí, esa es. El monstruo que me chupó la sangre. - Declaró inmisericordemente él.-



            Dos individuos se le echaron encima a la mujer antes de que se diera cuenta. Incluso con su fuerza sobrenatural Emma se encontró incapaz de resistirse. Quizás también influía el hecho de que, bajo su medicación, esos dones de ser vampiro quedaban bastante atenuados, al igual que su sed de sangre. Hasta qué punto la fórmula del compuesto que tomaba podía alternar su enfermedad era un misterio. ¡Ojalá no hubiese sido así de enigmático para haber dado antes con la cura! No dejaba de pensar en eso cuando fue arrastrada contra una pared y encadenada de muñecas y tobillos.



-Suéltenme, por favor. Solo quiero irme a mi casa. No haré daño a nadie más, ¡lo juro! - Exclamó con desesperación.-

-¡Eres un monstruo! - La acusó su vecino señalándola con el dedo una vez más, en tanto la miraba con odio para sentenciar.- Casi me desangraste. Y lo más gracioso es que tus amiguitos y tú creísteis que no me acordaba de nada. ¿Verdad?. Pues tras varias noches despertándome con pesadillas y gracias a las revelaciones del obispo Corbin, he visto la verdad.

-Igual que hemos hecho que volvieras a ver la luz hermano, haremos con esta pobre pecadora.- Afirmó el interpelado.-



            Y ese tipo, al que Nathan había aludido, se adelantó dirigiéndose a ella. Era el del deslizador. Desde luego que su aspecto casi le daba más miedo a Emma que cualquier otra cosa que pudiera hacerla esos individuos. El resto de los presentes se apartaron ante su paso y su líder entonces tomó la palabra para declarar.



-Por fortuna el padre Kensington, mirando por el bien mayor, me hizo esta confesión a mí, su superior.  Después fue fácil encontrar a nuestro hermano Nathan y aliviar su congoja, le prometí que iba a librarle de sus temores eliminando a su agresora. Y así lo haré.



            Hubo un expectante silencio y al fin Emma repuso resignada.



-Quizás sea lo mejor. No estoy viva, ni estoy muerta. A veces siento que no tengo alma. Si al menos pudiera liberarme de este tormento…

-Ese es un avance.- Afirmó el obispo con insólita amabilidad, dirigiéndose al resto de los allí congregados.- Hermanos, puede que el aspecto angelical y hermoso de esta mujer os engañen, pero oculta un monstruo. Es una hija de Lilith, la primer mujer, quien fue apartada del Paraíso por sus prácticas contra natura. Aunque, a pesar de eso, y de su depravación, todavía queda un rastro de alma humana en el interior de esta pobre criatura. En el fondo fue una víctima. Bien, pues yo os digo que sólo debemos esperar unas pocas horas para que el mal que la domina salga. Y entonces veréis y creeréis en la obra del Señor. Todos lo harán y entenderán el porqué de nuestros desvelos y la aparente dureza y crueldad de nuestra forma de actuar.



            Así quedó dicho y tanto él como los demás se marcharon cerrando ese local y dejando a Emma allí sola. La joven se estremeció. Pasarían horas y, sin su dosis de medicamento, su sed de sangre volvería a controlarla y su cuerpo a decaer.



-Que Dios se apiade de mí, y de quienes estén cerca.- Pensó llena de pesar.-



            En el Clargin, Franklin iba a despedirse de las dos chicas. Tras unos minutos de charlar de temas intrascendentes y con su hermana delante, había perdido cualquier valor que ese destino tan terrible que conocía le hubiera proporcionado para declararse a Gloria. De hecho, se arrepintió enseguida de esa idea tan peregrina, pensando con tristeza.



-¿A quién quiero engañar? Para ella solamente soy un humano debilucho. Jamás sentiría lo mismo que yo. Mejor seguir siendo amigos, al menos me quedará eso.



            Y esbozando una sonrisa algo forzada les dijo a las dos.



-Bueno, tengo que irme. Estoy muy liado y debo seguir estudiando.

-Adiós, y gracias por la invitación.- Repuso la saiyajin.-

-Te veo en casa.- Añadió Hipatia.-

           

Y tras observar alejarse a Franklin y una vez éste salió del local, la joven camarera le preguntó a Gloria con tono jovial.



-¿Qué tal todo?

-Como siempre.- Repuso despreocupadamente ésta.- Mis padres trabajando mucho y yo intentando mejorar en mis entrenamientos.

-Dime una cosa.- Quiso saber su interlocutora.- ¿Cuándo termines de entrenarte qué harás?

-Un miembro del pueblo de los saiyajin nunca termina de entrenarse.- Respondió decididamente la interpelada.-

-Pero se supone que uno entrena para practicar algo que le debe de servir. ¿No? O para mejorar su forma física. Y tú ya eres muy fuerte.- Comentó Hipatia con una mezcla de sorpresa y admiración.- ¿Cómo vas a poder serlo más?

-No, no lo soy.- Sonrió modestamente Gloria, añadiendo.- Sé que sí puedo serlo mucho más y tengo esa obligación.

-Es parecido a lo que mi hermano hace, nunca deja de estudiar pese a todo lo que sabe.- Afirmó la joven camarera.-

-Sí, podríamos decir que, en eso y a su estilo, es igual a uno de mi raza. Trata de superarse. - Admitió la hija del embajador.- Admiro su capacidad para aprender cosas tan complejas.

           

            Hipatia la miró fijamente y se sonrió parecía que divertida, Gloria entonces fue quien quiso saber con gesto de extrañeza.



-¿Qué es lo que te hace tanta gracia?

-Nada, solo que a mi hermano le habría encantado oírte decir eso de él.- Repuso la muchacha.-

-Ya se lo he dicho muchas veces. Admiro su capacidad intelectual.- Declaró su contertulia sin comprender aquello.-

-Tú no eres tan insensible como quieres hacer ver.- Le dijo entonces Hipatia para sorpresa de la saiyajin, siendo más clara de lo que solía.- Y yo me di cuenta hace mucho que mi pobre hermano está colado por ti, pero que tú no le ves de esa manera. A ti siempre te ha gustado Alex. ¿Verdad?

-Así es. Sin embargo él tampoco me mira a mí de esa manera. Prefiere a esa modelo. - Respondió Gloria siendo igualmente sincera.- De modo que, por una parte, sé como tu hermano se siente. Y lamento no poder ayudarle. Los humanos siempre decís que no se puede obligar a nadie a amarte, ¿no es así?



            Y dicho esto incluso sonrió de forma fugaz. Pese a todo no le molestó que esa chica le hablase de un modo tan impertinente. Quizás antes sí lo hubiese hecho, pero, tras la conversación que mantuvo con Maray, o quien realmente fuera esa modelo, las cosas habían cambiado. De modo que añadió.



-De todos modos, las cosas son como deben ser.  Tu hermano es un buen chico, ya encontrará a una muchacha de vuestra raza por quién pueda sentir eso que siente ahora por mí. Y espero que esa chica le corresponda. Yo no sería buena para él. Seguro que también te has dado cuenta de eso.

-Es cierto. Sois como la noche y el día. - Admitió Hipatia, alegando con pesar.- Pero, por desgracia, lo mismo que no se puede obligar a la gente a querer a alguien que no desee,  nadie elige de quién se enamora.

-Eso es cierto.- Convino su interlocutora.- El amor quizás sea una debilidad, algo que tenemos que dominar.

-Yo creo que en realidad es una fortaleza.- Opuso la rubia jovencita ahora con mirada soñadora confesando con voz queda.- Cuando escribo algunas de mis historias siempre quiero que tengan un final feliz y que, pese a todas las dificultades, las personas destinadas a estar juntas acaben así, unidas.

-La vida no es así.- Opuso la saiyajin.-

-Lo sé, por eso me gusta crear en mi imaginación lo que no existe en la realidad. Sueño despierta. No lo puedo evitar.- Sonrió su contertulia.-

-Quizás sea la mejor forma de vivir.- Concedió Gloria quién, levantándose, concluyó.- Debo irme ya. Me alegra haberte visto.



            Y se marchó dejando allí a esa jovencita tan imaginativa. Lamentando por el camino.



-¡Ojalá las cosas pudiera ser como en los mundos que tú imaginas, pero desgraciadamente, ninguna historia inventada nos sacará de esta situación.



            Y en otra parte de Nature, horas más tarde, Maggie estaba terminando su turno en el hospital. La jefa de enfermeras salió rumbo a casa y tomó un taxi deslizador.



-Bueno, a descansar un poco.- Se dijo, agotada tras ese largo día.- Espero poder ver a Gloria. A ver si está en casa.



            Tenía ganas de hablar con su hija. Últimamente la muchacha había conversado con ella sobre temas bastante humanos. Eso alegraba mucho a Maggie, era como si, tras tantos años de haber estado lejos de su hija, comenzase a recuperarla poco a poco. Esa niña que fue tan encantadora y extrovertida y que dependía de ella tanto, con la que compartía historias y juegos. Eso terminó con su desaparición y al retornar, a la enfermera le pareció que no era su pequeña quien había vuelto sino una extraña.  No es que Gloria hubiera cambiado esa forma de actuar tan saiyajin que tenía desde que retornó de Nuevo Vegeta, pero al menos se sentaba con ella y le preguntaba cosas. Recordó una de esas conversaciones, que mantuvieron precisamente hacía un par de días. Antes de irse a dormir. Ella estaba sentada en el sofá del salón y la muchacha entró.



-Hola hija. ¿Ya te vas a la cama?

-Enseguida iré, madre. Quisiera preguntarte una cosa antes.- Repuso la joven.-

-Bueno, tú dirás.- Sonrió Maggie centrando toda su atención en su hija e invitándola a sentarse a su lado con un ademán de su mano derecha.-



            La chica se sentó junto a ella y le preguntó, fiel a su estilo directo.



-¿De qué se enamoran las personas? ¿Acaso aquí no es como en Nuevo Vegeta? En el mundo de padre se busca a la mejor pareja, la más fuerte y compatible para tener descendencia. Al menos los que tienen la tendencia natural, como tú la llamas. Pero no parece que ese sea siempre el caso. No lo comprendo. - Remachó.-



            Maggie la observó entre perpleja y llena de ternura. Veía con toda claridad que su hija lo había pasado mal en ese aspecto. Y era evidente que con el hijo de Giaal y de Susan. No ignoraba que Gloria se había enamorado de él sin siquiera saberlo, y que ese chico desgraciadamente no sentía lo mismo.



-Si yo pudiera responderte a eso sería la mujer más sabia del universo, cariño.- Afirmó con sinceridad la jefa de enfermeras agregando con tono lleno de afecto.- Pero sí puedo decirte de lo que me enamoraba yo.



            Y con la atenta mirada de su hija puesta en ella, Maggie confesó.



-Siendo joven, era muy inmadura en ese aspecto, no es un secreto que antes de conocer a tu padre a mí solo me gustaban otras mujeres. Y las prefería guapas y con cuerpos hermosos, por supuesto. Ahora sé que eso no era amor, sino lujuria, un pecado terrible. Solamente hubo un par de mujeres que de veras me hicieron sentir algo distinto. Mucho más allá de una mera atracción física, la primera fue la que me hizo despertar a mi sexualidad. Mi profesora de literatura…

-¿Esa mujer a la que debo mi nombre?- Inquirió la joven.-

-Así es, Gloria.- Contestó Maggie con voz queda sin dejar claro si evocaba a su primer amor o a su hija, aunque enseguida, añadió.- Era maravillosa, alegre, cariñosa…pero todo acabó muy mal, ya te lo conté.- Suspiró ahora, pasando página.- La otra fue Kerria. Llena de pasión y fuerza, pero asimismo repleta de bondad y deseos de hacer justicia. También lo estropee. – Musitó moviendo la cabeza.- Nunca supe encauzar mis pasiones, bueno, en ese entonces.

-No era tu destino, madre.- Intervino la saiyajin.-

-No, tienes razón.- Pudo sonreír la enfermera, afirmando.- Tuve que ir en ese viaje de la SSP-2 y conocer a tu padre. Al principio le vi como un rival. Había otra chica por la que ambos sentíamos lo que pensamos que era amor. Por eso no te preocupes, hija, a veces es muy difícil distinguir el amor verdadero del deseo o de la mera atracción. No obstante, cuando invité a tu padre a esa cena para agradecerle la ayuda que me había prestado fue cuando descubrí que estaba enamorada de él. Al principio quise negármelo e incluso engañarle para que se marchara. Pero fue verle tan destrozado por mi rechazo…que entonces todo se aclaró dentro de mí. Es muy difícil de explicar…

-Y os casasteis y me tuviste a mí. Luego te ocurrió aquello.- Recordó la perpleja Gloria.-

-Así fue. Y gracias al Señor vi la luz. Él me quiso mostrar aquel terrible lugar y revelarme la verdad. Desde entonces ya jamás dudé. Bueno, mentiría si dijese que nunca más tuve tentaciones al mirar a otras mujeres que me resultaban atractivas. Pero fui capaz de resistir. Como hizo Jesús cuando Satanás quiso ponerle a prueba.- Remachó con tinte satisfecho.-



            Y tras unos instantes de reflexivo silencio fue la joven quien tomó la palabra. Recordando alguna vivencia en Nuevo Vegeta.



-Veo que el amor es algo tremendamente complicado. La abuela Elua me advirtió de eso. Me aconsejó que lo dejase de lado. Que solo trae complicaciones.

-Por desgracia, muchas veces eso es imposible, hija mía.- Suspiró Maggie.- Aunque te diré algo. La mayor muestra de amor precisamente es la de darlo todo por aquellos a quienes amas. Sin pedir nada a cambio. Y estar dispuesta a sacrificarte por ellos.



            Y la joven la miró entre atónita y reflexiva. Ya no preguntó nada más, al poco le dio las buenas noches y se marchó a su cuarto. Parecía querer estar a solas para meditar sobre esas palabras.



-Cariño, ojalá pudiera ayudarte en eso. Pero es algo que solo tú podrás resolver.- Pensaba ahora la enfermera en tanto recorría la ciudad subida a bordo de aquel deslizador, rumbo a su hogar.-



            Sin embargo, ese vehículo tomó otra dirección diferente. No se dirigía hacia la residencia Derail en la embajada sino a una zona en las afueras de la ciudad.



-¿Pero, se puede saber qué pasa?- Exclamó Maggie en voz alta, al darse cuenta de ello, intentando detener el deslizador.- ¿A dónde va este cacharro?



            Pulsó el botón de emergencia pero tampoco respondía. Todavía recorrió algunas calles y se internó en una zona apenas concurrida hasta que, finalmente paró. Sorprendida y recelosa Maggie descendió del vehículo.



-¿Dónde estoy?...-Se preguntó en voz alta.-

-Estás entre creyentes.- Le respondió una voz masculina con tintes tranquilizadores.- Entre hermanos, nada debes temer.



            Al girarse hacia la fuente de ese sonido, la jefa de enfermeras vio al obispo Corbin acompañado por unas decenas de seguidores.



-¿Qué sucede?- Quiso saber ella perpleja al verles a todos.-

-Disculpa la manera que hemos tenido de traerte hasta aquí, hermana Margaret. Pero quiero que seas testigo de excepción de los hechos que van a producirse para más tarde de testimonio de fe…



            Y Maggie quedó estupefacta. Muchos de aquellos acompañantes eran… en fin. No se atrevió a pronunciar palabra y sumisamente siguió al obispo al interior de un gran local, lo mismo que hizo el resto de aquella comitiva. Todos aguardando expectantes el cumplimiento de aquella promesa que, según el Obispo, les haría no volver a dudar jamás de su fe y tomar el camino recto para salvación de todos.




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