Tuvo
que salir deprisa de la ciudad. Y no era para menos. Ángela no se fiaba de nada
ni de nadie. Aprendió a desconfiar de todo el mundo. Tras hablar con Nelly
sintió que esa chica le ocultaba algo. Su jefa la había vuelto a llamar haría
un par de días. Le pidió que aguardase a un cliente muy especial. A preguntas
suyas de qué tipo de cliente y qué querría, Nelly se limitó a decirle que ya lo
sabría cuando le viera. De modo que, recelando, no tardó en ponerse en contacto
con Mandy y decirle que se tomaba unos días para arreglar unos asuntos.
-No
soy tan estúpida como te crees, Nelly.- Pensó. - Tendré que ir a ver a
Kassandra y preguntarle a ella.
Se dirigió a la ciudad del Sur,
dispuesta a enterarse de lo que estaba sucediendo. Al llegar, la hermana de su
empleadora la recibió en su casa.
-Pasa.-
Le pidió Kassandra con tono cordial.-
-
No me andaré con rodeos.- Le expuso Ángela, desvelando. – Tengo la impresión de
que alguien me está acechando. Y de que va cerrando el círculo en torno a mí.
Su interlocutora se limitó a
encogerse de hombros para replicar.
-No
tengo ni idea de a qué podrías referirte. Tras tantos años, ¿quién iba a estar
interesado en ti? No creo que sepan ni que existes.
-Si
he sobrevivido aquí durante tanto tiempo es porque nunca me he fiado de nadie.-
Le contestó su contertulia con gesto serio, añadiendo.- Por eso quiero
desaparecer durante una temporada. Solo por seguridad.
-¿Lo
has hablado con Nelly?- Quiso saber Kassandra sin alterar su neutra expresión.-
-Prefiero
hacerlo contigo. Tú eras una compañera de infiltración en este planeta.
Entiendes mejor que nadie la situación. Necesitaré unos créditos que no puedan
rastrearse y una cuenta informática segura. A salvo de hackers. Y sé que tú
conoces al mejor de Nature. Preciso que me cree una oculta.
-Bueno.-
Suspiró su contertulia caminando por la habitación en la que estaban.- Puedo
ponerme en contacto con ese hacker, sí. Pero no será barato. Quien quiera que
sea cobra muy bien por sus servicios.
-Os
he hecho ganar mucho dinero. Y una vez pase este mal momento, volveré a
hacerlo. Tú lo sabes bien.- Afirmó Ángela.- Es una inversión que os merece la
pena.
La aludida se tomó unos instantes
para meditar sobre esa propuesta y al fin asintió.
-De
acuerdo. Contactaré con él para que te fabrique un perfil oculto.
-Gracias,
no lo lamentarás.- Dijo al fin su aliviada contertulia.- Te daré la información
necesaria.
Así lo hizo y tras eso se
despidieron, Ángela se marchó y Kassandra escribió entonces a su contacto.
-¿Hola?.
Verás, necesito un favor urgente. Sí, no hay problema. Pagaré lo necesario. Muy
bien, esto es lo que preciso que hagas…
En Sagan City entre tanto, Dean
consultó su portátil. Allí, sentado en un banco al sol, a plena luz del día.
Era irónico. La policía podría pasar de patrulla y verle perfectamente. De
hecho, ya había sucedido más de una vez. Sonrió moviendo la cabeza. Era cierto
que la mejor forma de ocultarse era permanecer a la vista.
-Muy
bien. -Tecleó como respuesta a través de su net fantasma, con la que contactaba
con sus clientes.- No te preocupes. Pronto tendrás ese perfil. Pásame sus
datos…
Y una vez los hubo obtenido sonrió
más ampliamente aun para musitar entre divertido y con regocijo.
-Vaya,
vaya. Mira a quién tenemos aquí. Estaré encantado de hacer este trabajo. Aunque
no va a resultar como ella piensa. Eso seguro. Querida, al fin llegó el momento
que llevaba tanto tiempo esperando, y gracias a ti además, podré negociar mi
situación.
Después de eso, guardó su ordenador
y se encaminó hacia otro lugar al que hacía mucho tiempo deseaba retornar,
sobre todo para ver a alguien. Espió tras los cristales y en efecto, allí
estaba, atareada como de costumbre. Eso iba a ser lo más difícil para él. Lo
había estado meditando durante mucho tiempo y, tal y como estaban las cosas y visto
el negro futuro que les aguardaba a todos, decidió que no podía estar apartado
de ella por más tiempo.
-Ya
es hora. Espero que pueda perdonarme.- Pensó no sin zozobra el chico.-
Ginger estaba preparando las mesas y
disponiendo las últimas tartas que había hecho. Iba y venía del salón a la trastienda.
El sonido de la puerta al abrirse captó su atención Todavía era pronto, no
solían llegar clientes a esas horas. Por ello dijo en voz alta desde la cocina.
-Un
momento, por favor. Enseguida estoy con usted.
Aunque algo la sobresaltó, una
presencia. Tras ella se situó alguien. Haciendo gala de paciencia y dominando
su temor por si se tratase de un ladrón, la mujer insistió.
-En
un minuto le atiendo, aquí no pueden entrar los clientes. Si es tan amable de
aguardar fuera…
Sin embargo, la réplica le cortó la
respiración, una voz de hombre joven, entre temblorosa, emocionada y afectuosa,
le dijo.
-Hola
mamá. Ha pasado mucho tiempo.
Casi sin atreverse a mirar Ginger se
giró despacio. Vio a un hombre joven en efecto, de estatura media, pelo rubio
ceniza, con bigote casi amarillo y algo de barba sonreírle.
-¿Dean?-
Pudo gemir entre perpleja y sobrepasada por aquello.-
-Sí,
soy yo.- Admitió el chico con visible emoción a su vez.-
La dueña del Clargin no supo que
hacer, le abrazó llorando sin parar durante un rato y luego se separó mirándole
con incredulidad.
-¿De
veras eres tú, hijo?
-Sí,
pregúntame cualquier cosa.- Le ofreció él para demostrarlo.-
Entonces el rostro de Ginger se
endureció y pudo apenas controlarse para inquirir con tono dolido y triste.
-¿Por
qué?
Y sin darle tiempo a replicar le
abofeteó una, dos y tres veces, sin dejar de llorar, repitiendo.
-¿Por
qué? ¿Por qué?...¿Por qué nunca volviste? ¿Por qué me dejaste sola? ¿Por qué me
has dejado creer que habías muerto? ¡Todos estos años sin ti! ¿Por qué? ¿Qué
hice mal?
Fue el turno del chico de derramar
lágrimas y suspirar, intentando responder una vez su madre pudo calmarse lo
bastante como para escucharle.
-Es
una historia muy larga, mamá. ¡Lo siento, lo siento mucho… tú no tuviste la
culpa!¡Mamá! -Exclamó asustado.-
Tuvo que sujetarla porque Gin se
desmayó por la excitación. Angustiado por ella, Dean la tomó en brazos dejándola
con suavidad sobre un sofá del interior. Ese que él recordaba desde niño. Allí
su madre le había sentado muchas veces sobre sus rodillas para darle la
merienda o leerle algún holo cuento.
-¡Lo
siento, mamá! - Sollozó él ahora prometiendo.- Te lo compensaré, a ti y a
todos. Sólo necesito un poco más de tiempo. En cuanto termine lo que tengo que
hacer. Y luego te llevaré lejos de aquí. A salvo de lo que se avecina…
En otro lugar una escena no menos
impactante se producía. Maggie había entrado con el resto de seguidores del
obispo. No tardó en ver a Emma encadenada a la pared. Aunque la científica no
parecía reconocerla. Lucía un par de largos colmillos y sus ambarinos ojos
observaban a los presentes como un depredador haría con sus posibles presas. Y
además despedía un hedor insoportable, como si de carne podrida se tratara. A
la poca luz que fueron proyectando sobre ella con unas linternas, puedo
percatarse de las ronchas y la piel hecha girones que comenzaba a caerle del
cuerpo.
-¡Dios
mío!- Exclamó la horrorizada enfermera.-
-Hela
aquí, una hija de Lilith.-Declaró Corbin.-
Un monstruo antinatural, dominada por sus deseos de sangre humana.
-Es
horroroso. ¿De veras existen estos seres?- Exclamó un individuo cercano, de
edad mediana y poca estatura.-
-¡Quemémosla
en la hoguera!, como a todos esos monstruos.- Propuso una mujer de edad similar
y cabello oscuro.-
-Sería
lo más piadoso quizás.- Repuso el obispo.-
-¡Por
el amor de Dios! Sé quien es.- Intervino Maggie al reconocerla, alegando.- No
es un monstruo, está enferma. Pero si toma su medicación no es una amenaza para
nadie.
-No
estés tan segura, hermana.- Le previno Corbin, añadiendo.- Está maldita de
Dios. Y todo por culpa de esos invertidos. Ellos se entregan a prácticas tan
antinaturales como este ser de la noche. Pero en verdad te digo, a ti y a
todos, que el Señor me ha hablado. Y para hacer que vuestra fe se confirme me
permitirá obrar un milagro.
Todos le miraron perplejos. Incluso
dejando por un momento de centrarse en esa especie de criatura que ahora emitía
gruñidos abriendo su boca y mostrando aquellos colmillos amenazadores. Emma de
hecho tiraba de esas cadenas casi logrando arrancar las argollas que la
mantenían sujeta al muro. Mostraba una fuerza increíble que aterrorizaba a los
presentes. Aunque tras el impacto de las palabras del obispo hubieran dejado de
prestarla atención por unos segundos.
-¿A
qué se refiere?. Decir algo así es blasfemia.- Declaró otro tipo de larga barba
negra.-
-Lo
sería si yo hablase como un falso profeta. Pero voy a demostrar que cuanto he
dicho es cierto.- Sentenció el interpelado.- Ahora lo verán. Les daré pruebas
de eso.
-Por
favor, le suplico que le administre la medicina.- Intervino Maggie.- Nada de
esto es preciso. Si no la medicamos sí que será un gravísimo peligro para
todos. He visto de lo que estos seres pueden ser capaces.
Sin embargo, para sorpresa de la
jefa de enfermeras y del resto, Corbin sonrió moviendo la cabeza y declarando.
-Por
esto es que he convocado a las personas más cabales e influyentes de Nature.
Los representantes de varios partidos políticos, incluso el presidente y el
alcalde de la ciudad están presentes. También contamos con algunos periodistas
y por supuesto, militares. Quiero que, con sus propios ojos, vean el prodigo
que se va a obrar. Y no por mi parte, sino por parte del Señor. Así sabrán que
es justo y necesario que se combatan las pérfidas prácticas de cualquier
desviado que haya en este planeta.
Y dicho esto se aproximó a la
vampira que le miraba con sus ambarinos ojos deseando lanzarse a su cuello. Sin
embargo, el obispo no le mostró temor y, posando una mano sobre la frente de
aquel ser de pesadilla, invocó.
-Yo
te conjuro, en el nombre de nuestro Señor. Reniega de tu maldad y ven a la luz.
-¡Suéltame!
- Aulló Emma, exigiendo con furia y ansia.- ¡Quiero beber!. Necesito beber…
-¿No
preferirías curarte?- Inquirió el clérigo con tono firme.-
-Eso
es imposible.- Siseó la vampiro.-
-¿Y
si lo fuera, servirías al Señor?
-Siempre
le serví, hasta ser infectada por esta maldición.- Repuso ella.- Dame de beber…por
favor.- Insistió con voz ronca y gesto febril.-
Y ante el horrorizado silencio de
los allí congregados, Corbin dejó pasar unos teatrales instantes. Entonces les
pidió a un par de médicos que tomasen las constantes de aquella mujer. Pese a
que Emma se debatía tratando de soltarse, los aterrados facultativos, venciendo
su temor inicial, pudieron hacerlo para exclamar perplejos.
-¡No
tiene pulso y su corazón no late!
-Está
clínicamente muerta, ¡esto es imposible! - Aseveró otro con estupor,
sentenciando. – Y su cuerpo está en estado de putrefacción. Jamás lo creería de
no estar viéndolo yo mismo.
Maggie conocía a esos doctores. Eran
personas serias y de prestigio. No dirían aquello de no ser verdad. Y a su
pesar ella sabía que tenían razón. Por eso, cuando se apartaron con rapidez de
aquel monstruo, quedó tan asombrada como los demás al escuchar al obispo.
-Quien
quiera vivir eternamente deberá seguir el camino del Señor. No este camino del
demonio que da una falsa vida. Pero
regocíjate. Tú, ser del averno, igual que Lázaro, resucitarás. Mejor dicho,
volverás a nacer, hermana. Nuestro Señor
liberó a muchos del Maligno, al igual
que sus discípulos. Humildemente te pido Señor que me ayudes actuando a través
mío… Haz que el penar de esta pobre criatura termine…devuélvela a tu seno,
rescata su alma del tormento y que more nuevamente en tu casa.
Y tras aquel discurso Corbin posó
una mano sobre la frente y los ojos de Emma. La mujer sintió como un calor
indescriptiblemente intenso la invadía. Aulló de dolor en tanto el obispo
exclamaba.
-¡Queda
sana, queda sana y vuelve a la vida y a la comunión del Señor!
Nadie se atrevía ni a respirar. La
propia prisionera había quedado al parecer sin sentido. Su cabeza reposaba
ahora sobre su pecho. Su cuerpo era sostenido por las muñecas que seguían
encadenadas. Entonces, helando la sangre de todos, Corbin sacó una llave de
entre sus ropajes y abrió los grilletes.
-Ayudadme,
hermanos.- Pidió a dos de sus acólitos que sostuvieron a la examine Emma
dejándola en el suelo con suavidad.-
Se oyeron murmullos, más cuando esa
mujer abrió lentamente los ojos mirando a su alrededor. Algunas personas
incluso corrieron para huir. No obstante, Emma estaba tranquila. Apenas tenía
fuerzas para moverse. Se sentía aturdida, extraña…cansada…¡un momento!
¿Cansada?... Ella misma se percató de eso. Sin apenas ser consciente de ello se
lo notó. ¡Estaba respirando!
-¡Oh,
Dios mío!- Pudo musitar con voz trémula.- Estoy viva… ¡Estoy viva otra vez!-
Sollozó embargada por la emoción.-
Maggie fue la primera en reaccionar saliendo
de aquel estupor generalizado. Corrió hasta la científica, se arrodilló a su lado y le tomó el pulso. Para su asombro
no tardó en encontrárselo.
-¿Estás
bien?- Le preguntó incrédula por lo que veía y percibía.-
-Sí,
no, bueno. No lo sé. - Sonrió Emma entre lágrimas afirmando. – Estoy cansada,
tengo hambre. Hacía mucho tiempo que no la tenía.
-Dios
mío.- Musitó una emocionada Maggie declarando para asombro del resto de los
allí presentes.- ¡Es un milagro! Es humana otra vez, ¡está viva! ¡Es increíble!
Incluso su cuerpo estaba ahora
lozano, sin ningún síntoma de esa putrefacción que lo había estado destruyendo.
Corbin se aproximó entonces con un gran crucifijo en la mano que mostró a Emma
para recordarle.
-¿Besarás
ahora la cruz de Dios?
Y la aludida no solamente se lanzó a
ella, besándola con frenesí, lo hizo también con las manos del obispo. Todo
ante la estupefacta mirada de Maggie y los demás allí presentes.
-¡Gracias,
gracias Señor! - Repetía Emma.- Dime que he de hacer.- Le preguntaba
incesantemente a Corbin.- Dime que he de hacer y lo haré…¡Es usted mi Salvador,
bendito sea…es un santo!…
Aunque el clérigo se limitó a
sonreír posando una mano sobre la cabeza de la mujer y pidiéndole a dos de sus
subordinados.
-Ayudadla
a incorporarse y dadle algo de comer.
Después, añadió en tanto alguien
traía una mesa con algunas viandas y una silla.
-Ahora
querida hermana Emma, sacia tu hambre física. Después saciarás la espiritual.
Desde ahora servirás a Dios. Porque no he sido yo quien ha obrado este prodigio
sino Él.- Agregó elevando el tono ante todos los presentes.- Como dijo nuestro
Señor, sino creéis en mí, creed en mis obras. Pero, os lo suplico hermanos. –
Remachó con tono grave e incluso algo inquieto.-No me adoréis a mí, no cometáis
tal pecado. ¡Yo no soy nada! Sólo os pido que os arrodilléis conmigo y recéis, dándole
gracias a Él y únicamente a Él y a su infinita misericordia, por este milagro.
Por supuesto que todos los presentes
obedecieron de inmediato. Maggie la primera. Rezó fervorosamente embargada por
la alegría y el asombro. Y tras concluir, vio con emoción y alegría como Emma
devoraba la carne, la ensalada y la sopa que le pusieron.
-¡Puedo
comer otra vez!- Lloraba la científica sin poderlo creer todavía.- ¡Alabado sea
el Señor! Y alabado sea el obispo Corbin. Bendito sea. ¡Es un santo!- Repetía
entre emocionados balbuceos.-
-No
hija, solamente soy un emisario, nada más. Un mero portavoz de la Palabra
Sagrada.- Repuso modestamente él.- No soy digno de otro calificativo.
Y dirigiéndose a los allí presentes,
les predicó.
-Ahora,
todo debe cambiar, nuestra sociedad debe ser sanada y purgada de sus males del
mismo modo que el Señor lo ha hecho con esta mujer. Este es el testimonio de fe
que os había prometido. La hermana Emma ha vuelto purificada y es admitida con amor en el seno de nuestra
congregación. Vosotros, como autoridades
tenéis el deber de hacer lo mismo con toda la sociedad.
-Dinos
que deseas que hagamos y se hará.- Replicó un hombre que era nada menos que el
presidente del gobierno de Nature.-
-Sí,
te seguiremos, ¡esto es increíble!- Convino otro, representante de los altos
estamentos económicos del planeta.-
Corbin asintió, afirmando como
contestación.
-Aprobaréis
las leyes del Señor y derogaréis de inmediato aquellas que vayan contra sus
enseñanzas.
Y todos asintieron, incluso Maggie
repitió, lo mismo que el resto.
-En
verdad eso es justo y necesario.
Al poco el grupo se disgregó. Fueron
Maggie y Nathan quienes acompañaron a la todavía eufórica Emma a casa. De camino,
la científica lloraba en tanto decía entre balbuceos de emoción y alegría.
-¡Había
rezado tanto al Señor para que acabase con esta tortura!
-Pues
ya ves como te ha escuchado.- Le sonrió la jefa de enfermeras con afecto y
consideración, pasándole un brazo por los hombros.- Ahora puedes recuperar tu
vida.
-Eso
es, y espero que ahora sí que aceptarás mi invitación a cenar. Aunque tras ver
el apetito atrasado que tenías, no sé si la mantendré. ¡No quiero arruinarme!,
ja, ja. Y no pienso que el obispo Corbin vaya a querer hacer el milagro de los
panes y los peces conmigo.- Rio su vecino.-
-Ese
hombre es un enviado de Dios.- Musitó la joven en tono admonitorio y hasta
temeroso.- No debes tomarlo a la ligera ni hacer bromas a su costa.
-Por
supuesto que no. Pido disculpas.- Convino su interlocutor bajando la cabeza en
tanto se apresuraba a afirmar.- No era esa mi intención.
-No
temas nada. Seguro que el Señor sabe que no tenías el deseo de faltarle. Y en
cuanto al obispo, sí. Lo es. Un verdadero Santo y enviado del Altísimo. -
Convino Margaret.- Tiene que serlo al haber obrado semejante prodigio en ti.
-Y
su modestia y sencillez son también la prueba.- Convino Nathan.- No quiere nada
para sí. Sino a mayor gloria del Señor. Regocíjate, hermana Emma, has sido
bendita por Dios por la mediación del obispo. Solamente te ruego, que aceptes
verte conmigo para que charlemos sobre este prodigio y cenemos en cristiana
compañía.
Y tras unos momentos más de
emocionados lloros, Emma asintió mirando a su vecino en tanto sonreía
luminosamente ahora refiriéndose a su
invitación.
-Claro
que aceptaré. Y no tengas miedo, ¡no seré tan glotona!
Al fin la dejaron en casa. Y es que
la científica confesó que se estaba cayendo de sueño. Fue entrar en la cama y
quedarse dormida. ¡Poder dormir al fin! Tras tantas y tantas noches de vigilia
maldita. Y por primera vez en mucho tiempo, deseando ver amanecer al día
siguiente cuando despertase. Así, la impactada Maggie volvió a casa a su vez y
no tardó en contarles aquella “ Buena Nueva” a su esposo e hija.
-¡Fue
increíble!- Remachó con visible emoción.-
Kiros la escuchó perplejo e
incrédulo. Aunque si su mujer y un montón más de personas fueron testigos de
aquello entonces sería cierto. Gloria, sin embargo, parecía ser algo más escéptica.
Y no porque pensara que ese poder no existía. Ella misma vio a alguien capaz de
hacer una proeza como esa. No obstante, esa misma persona le dijo precisamente
que todo el mundo debía aceptarse como era y que amar no era malo. Ya fuera a
alguien de su mismo o de distinto sexo.
-Ese
obispo es muy poderoso entonces.- Declaró la joven.-
-Hija,
¡está bendito por Dios! - Afirmó su madre con admiración, sentenciando. -Y ha
dicho que debemos ayudar a todos los que estén extraviados a reencontrar el Camino.
-¿Qué
camino?- Quiso saber Gloria.-
-El
de la rectitud moral, que conduce a la espiritual.- Le contestó su madre
afirmando con fervor.- Ahora veo que todo estaba conectado, todo tenía sentido.
Mi conversión, tú rescatándome del infierno. Lo mismo que el Obispo ha hecho
con Emma. ¡Es igual al Nuevo Testamento, mediante la fe, las obras y las
parábolas, nos está mostrando el Camino!
Tanto Kiros como Gloria
intercambiaron miradas de perplejidad. El embajador no dijo nada. Tenía graves
problemas de los que ocuparse. Sobre todo tras reunirse con la capitana Hunter
y que ésta le pusiera al corriente de algunos informes clasificados. Aunque
ahora, si ese milagro era cierto, quizás existiera una esperanza para
todos. No quiso pues rebatir a su esposa.
-Madre,
no lo entiendo. ¿Acaso dices que las personas que aman a otros de su sexo no
están en ese camino?. – Inquirió en cambio Gloria.-
-Precisamente.-
Sentenció Margaret ahora con mayor severidad en su tono.- Y por ello ha llegado
el momento de hablar seriamente con esas personas.
-Tú
siempre fuiste muy comprensiva.- Adujo Kiros entonces.-
-Quizás
me equivoqué.- Repuso su esposa con tintes reflexivos cruzándose de brazos y
añadiendo.- Con alguien que se está condenando no valen las medias tintas. A
los tibios los arrojaré de mi boca, dijo el Señor. Ahora veo lo que el obispo Corbin
quería decir. Siempre tuvo razón. Ha dado un ejemplo con Emma, tuvo que
tratarla de un modo rudo y cruel en apariencia para poder ayudarla a ver la
luz.
-No
te precipites, querida. No es que dude de lo que me cuentas pero, no estaría de
más que Giaal o Naya examinasen a Emma. ¿No crees? - Le propuso Kiros con tono
conciliador.- Así podrán dar fe de ese...milagro, como tú le llamas.
Aunque, pese a lo que él pudo haber
imaginado, su mujer no lo tomó a mal, al contrario, asintió sonriente como si a
su marido se le hubiera ocurrido una magnífica idea.
-Así
es. ¡Bien pensado, querido! Darán
testimonio de fe. Como dijo el obispo Corbin. Todo el mundo podrá comprobarlo.
Puede que a mí o a otros de la Congregación no se nos quiera creer. Pero de
ellos nadie dudará. Representan a la ciencia.
Aunque su hija continuaba son
entender. Y se atrevió a objetar.
-Madre,
no entiendo qué relación puede tener la cura del vampirismo con la
homosexualidad.
-¿Es
que no lo ves?-Repuso Maggie con irritación.- ¡Las dos son una enfermedad! En
ambos casos son personas enfermas, que no saben que lo están. Algunas sí, pero
son incapaces de luchar contra eso. Igual que Emma cuando no tomó su medicación
fue poseída por su ansia de sangre, los homosexuales son poseídos por el deseo
hacia los de su propio sexo. Eso va contra natura, hija. Yo misma sufrí esa
terrible lacra, pero a Dios gracias me curé. Y sufrí hasta la misma muerte.
Como Emma. Por eso, el obispo Corbin tuvo que encadenarla antes de curarla. No
era dueña de sus actos. Pero podía lastimar a mucha gente inocente si no se la
controlaba. Yo hice eso, lastimé a muchos que no tenían culpa. Por ello, es lo
mismo, a los invertidos hay que obligarles también a dejar de lado esa
corrupción del cuerpo y del alma.
-¿Estás
hablando de encadenar a todos los gais?- Se sorprendió Kiros con visible
estupor.-
-No
seas tan simple.- Repuso su esposa con malestar.- No es algo literal. Me
refiero a controlarles y, si fuera necesario, a castigarles si comenten ese
tipo de actos impuros. ¡Por su propio bien!- Sentenció.- Y os digo que no
sufrirán más de lo que sufrí yo. No quiero hacerles daño, únicamente que se
arrepientan. Es lo mismo que la Congregación desea. ¿Es que no os dais cuenta? Una vez sanados
serán aceptados con los brazos abiertos. Y ellos serán los primeros en sentirse
dichosos, liberados y benditos del Señor.
Ni Gloria, ni Kiros, se atrevieron a
oponer nada a eso. Estaban desconcertados. Maggie hablaba como si estuviera
poseída, sus ojos daban la impresión de brillar con un fuego renovado en su
interior. Al fin, fue la joven quien suspiró.
-Lo
que tú digas, madre. Yo no entiendo de esas cosas.
-No
debes preocuparte. Solamente seguir los dictados de Dios, cariño. Doctores y exégetas
tiene la Iglesia para interpretar sus designios. Ellos nos dirán que hacer. ¡El
obispo Corbin nos guiará!- Contestó Maggie ahora con tono más suave y entusiasta.-
La familia dejó ese tema y se fueron a
descansar. Pasaron unos días que discurrieron tranquilos. De hecho Emma, antes
de volver al trabajo, acudió al hospital y se sometió a todas las pruebas que
unos asombrados Giaal y Naya le hicieron.
-No
puedo creerlo, pero es verdad. Está viva y totalmente sana.- Diagnosticó el
doctor Ginga.-
-Tampoco
yo tengo explicación para esto.- Añadió su hermana, sin dejar de auscultar a la
paciente que simplemente sonreía.- Sin embargo, las pruebas son irrefutables.
No encuentro la causa…¡es sencillamente increíble!
-No
la busque doctora Rodney.- Le dijo Emma.- Ha sido un milagro.
-Sea
lo que fuere. Enhorabuena.- Le deseó Giaal cuando la científica se marchaba.-
Y al retornar al laboratorio todas
sus compañeras la recibieron con alegría. Tras escuchar su relato quedaron
visiblemente impresionadas. La propia Mei Ling tuvo que admitir que ya no podía
sentir rastro de ese extraño vínculo que ambas compartieran. Por ello comentó,
tratando de mostrar su temple científico.
-Quizás
te ha sucedido como a mí. Tras medicación y tiempo, tu cuerpo se ha recuperado
y ha vencido esa enfermedad.
-No.-
Negó categóricamente su interlocutora al recordarle.- Yo estaba muerta.
Técnicamente he sido resucitada. Tú en cambio no llegaste a morir, no tiene
nada que ver.
-Desde
luego es algo impresionante.- Afirmó Keiko quien había retornado también al
trabajo tras sus días de descanso.- Me alegro mucho por ti.
-Y
yo también.- Sonrió Melissa.- Espera a
que se lo cuente a Wina, hoy es su día libre. Pero se lo diré cuando llegue a
casa.
-Gracias,
doctora Adams.- Sonrió Emma quién, no obstante, apagó esa cálida expresión
dirigiéndose a sus otras dos compañeras.- Sin embargo, mi felicidad se oscurece
un poco pensando en vosotras dos. Decidme. ¿Qué vais a hacer?
-¿Hacer?-
Se sorprendió Keiko quién no comprendió aquello tomándolo por otro asunto, de
modo que replicó.- Bueno, acabo de volver. De momento no voy a cantar más.
-Me
refiero a vuestras vidas. Dime Keiko. - Inquirió Emma con severidad en su voz.-
¿Vas a ir al fin por el camino recto? Todavía eres una mujer joven. Podrías
encontrar a un buen hombre y casarte. Formar una familia grata a los ojos de
Dios.
-¿Qué?-
Rio su compañera entre perpleja e incrédula.- ¿Qué tiene eso que ver ahora?
-Mucho.-
Le respondió Emma, declarando casi a modo de sermón.- El obispo Corbin, quién,
como vehículo de Dios, obró este prodigio en mí, lo ha dicho bien claro. ¡Ay!
de aquellos que no quieran o no sepan retornar a la pureza y al camino del
Señor. ¡Ay! de los depravados y de los desviados.
-Emma,
ya es suficiente.- Intervino Melissa con evidente gesto de disgusto ahora, pese
a que trató de sonar conciliadora al afirmar.- Comprendo que esto ha sido
maravilloso para ti, pero no creo que debas…
-Se
equivoca, doctora.- La cortó ésta a su vez, yendo más lejos si cabía.- Y al
menos Keiko tiene la oportunidad de enderezarse pronto. Pero tú, Mei
Ling…realmente estoy muy preocupada por ti, y por esa otra mujer con la que
convives en pecado.
-¿De
qué estás hablando?- Exclamó la oriental entre atónita y molesta.- Esa mujer es
mi esposa.- Le recordó.-
-¡No
puede haber unión de ese tipo que valga entre dos mujeres, como tampoco entre
dos hombres! - Espetó Emma.- ¡Es una abominación!…
Desde luego a su compañera no le
sentaron nada bien esas palabras, se limitó a fruncir el ceño y a mover la
cabeza, alejándose en tanto replicaba con enfado.
-No
voy a quedarme aquí escuchando esas tonterías de fanáticos.
También Keiko le dedicó una mirada
entre perpleja y ofendida marchándose junto con Mei Ling.
-Emma,
esto no es la Iglesia, es un laboratorio científico. Tienes derecho a opinar lo
que quieras pero no en el trabajo.- La amonestó Melissa.- Y mucho menos aun a
faltarle al respeto a tus compañeras.
-No
era esa mi intención.- Repuso más sumisamente su contertulia, añadiendo eso sí,
con renovado ímpetu.- Tú estás en el buen camino, de ti no tengo ninguna duda. ¡Por
eso tienes que ayudarme, Melissa! Debemos hacer que vean la magnitud de su pecado…
-¡Ya
basta!- Exclamó la doctora Adams perdiendo la paciencia.- Te prohíbo que sigas
con esto en horas de trabajo. Este era un día feliz, todas nos alegramos por tu
curación. No lo estropees de esta manera tan estúpida, creando desunión y
enemistad en el grupo.
Y su subordinada guardó unos
momentos de silencio, dejando que su jefa se alejase a su vez, para atender
algunos experimentos. Al fin musitó…
-Ten
cuidado, Melissa. Ya lo dijo el Señor. A los tibios les arrojaré de mi boca. Si
consientes el pecado también tú serás pecadora…como yo lo sería si no denuncio
vuestras faltas ante vosotras.
La doctora Adams la escuchaba con la
boca abierta. No sabía que hacer, por una parte ahí estaba Emma, perfectamente
recuperada y sin la menor señal de su terrible estado anterior. Era algo
maravilloso y se alegraba muchísimo. Empero, no iba a permitir que insultase de
ese modo a sus compañeras que tanto la habían ayudado.
-¿Crees
que es cristiano que ofendas así a tus compañeras? Han estado para ti en tus
peores momentos.
Y su contertulia asintió, bajando
incluso el tono para reconocer.
-Así
fue. Y les estoy muy reconocida. Por eso mismo es mi deber advertirlas. También
te guardo a ti una enorme deuda de gratitud, y recuerdo las terribles cosas que
iba a haceros a tu esposo y a ti. De eso se trata. He sido purificada y quiero
compartir ese prodigio con vosotras. Sería un terrible pecado por mi parte el
negaros el aviso divino, no daros ocasión de redimir cualquier falta.
-Muy
bien.- Suspiró Melissa.- Nos damos por avisadas. ¿Tendrás la bondad de dejarlo
estar? ¿O prefieres tomarte un permiso indefinido? - Le odio a elegir con
tintes más de advertencia que de sugerencia.-
-Melissa,
te perdono por tus palabras. Son fruto del desconocimiento. Pero en verdad te
digo que un día verás la luz.- Replicó solemnemente Emma.-
Y sin más, la científica decidió
marcharse. La doctora Adams suspiró largamente tratando de calmarse…
-Esto
es justo lo que nos faltaba.- Musitó.-
En otra sala del laboratorio Mei
Ling, por su parte, respiraba con agitación. Keiko trató de calmarla con tono
suave.
-Seguro
que está trastornada. Lo suyo ha sido realmente increíble. Muy complicado de
asimilar. Por eso quizás, esté todavía obnubilada y diga esas tonterías de
fanática religiosa.
Aunque su compañera no daba la
impresión de aliviarse con eso, al fin comentó.
-Tengo
miedo. ¿Y si no es la única?- Musitó en tono realmente temeroso al desvelarle a
su amiga.- Hoy empieza el juicio para hacer frente a la reclamación del ex
novio de Sonia por nuestro hijo. Corren rumores de que el gobierno está
trabajando en una ley para quitarnos nuestros derechos…
-Eso
no puede ser verdad.- Quiso tranquilizarla Keiko.- Sería totalmente ilegal.
-No
confío mucho ya en la justicia de este planeta. Por eso no asistiré, no deseo
complicarles más las cosas. - Opuso Mei Ling.- Lo único que espero es que
Kerria pueda ayudarnos…
-¡Claro
que lo hará! Es una magnífica abogada- La animó Keiko.-
-Magnifica
es, pero no sé si podrá luchar contra todo esto.- Musitó una inquieta Mei
Ling.-
Y precisamente en ese momento, tanto
la mencionada abogada como Sonia se personaron en la sede judicial. Los
resultados de las pruebas de ADN no había sido aportados todavía, aunque,
acorde a la decisión del juez, debían iniciar el juicio igualmente.
-Lo
bueno es que tenemos la esperanza de que, si las pruebas fueran negativas, el
caso quedaría sobreseído. Eso dijo el juez.- Le recordó Kerria a su cliente.-
-¡Ojalá
fuera así, pero tengo un mal presentimiento! - Replicó Sonia.-
Y tras entrar en la sala tomaron asiento. Allí
estaban, listas para comenzar. Al poco vieron llegar a Rafa quien parecía estar
de un inmejorable buen humor. A su lado, su abogado, Lelan Thorne. Los dos
saludaron educadamente siendo correspondidos de igual modo. Tras ocupar a su
vez sus lugares en sus respectivos asientos esperaron al juez. Éste apareció a
los pocos instantes. Puestos en pie al unísono, ambas partes le recibieron.
-Pueden
sentarse.- Declaró su Señoría haciendo lo propio tras ser anunciado.- El caso
de Rafael Noriega contra Sonia Calderón por la custodia de Richard. Va a
comenzar el juicio, que intervengan las partes.
-Con
la venia, Señoría.- Se adelantó Lelan.- Queremos aportar pruebas documentales
obtenidas esta misma mañana del registro civil.
-Muy
bien, proceda.- Repuso el juez.-
Ante la perplejidad de Kerria, ese
tipo se levantó tranquilamente aportando un fichero en papel, a la usanza
legal. Podría haber llevado una tablet pero esa forma tan anticuada le daba
mucha más significación y simbolismo al acto. Al parecer, el representante del
señor Noriega buscaba dar un golpe de efecto. Más todavía cuando facilitó una
copia a su colega quién la leyó quedando boquiabierta, sin ser casi capaz de
articular palabra.
-Como
su Señoría puede ver. Este documento lleva el sello del Ministro de Justicia de
Nature. También la firma del Presidente y ha sido publicado ayer mismo, en el
Boletín Oficial del Gobierno planetario, lo cual le confiere desde ese mismo
instante, rango de ley.
-Sí,
en efecto.- Convino Gervis, afirmando.- Se acepta como prueba en favor del
demandante.
-¿Qué?-
Pudo exclamar finalmente Kerria arguyendo.- ¡Un momento, Señoría!. Por favor.
Esto es totalmente irregular y carente de validez a los efectos de este caso.
Sonia observó a su abogada con
visible inquietud. Ella no era jurista, ni entendía de eso, pero el rostro
lívido de Kerria no le daba desde luego buena espina. Optó por escuchar la respuesta del juez que
declaró con tono flemático.
-Señorita
Malden. El documento es totalmente legal y válido en esta sala a efectos del
proceso. Se limita a corregir y matizar un asunto que no estaba regulado bajo
las leyes naturianas sino las de Kinmoku. En esas leyes, se admitía el
matrimonio legal entre personas, sin indicar su sexo. Esta ley establece que el
matrimonio válido desde hoy, deberá ser entre individuos de sexo opuesto, varón
y mujer.
-Con
el debido respeto. Eso no cambia el hecho de que mi cliente esté casada
legalmente con otra mujer. Ese matrimonio se celebró con anterioridad a la
entrada en vigor de esta nueva ley. No puede tomarse a efectos retroactivos. Si
esa era la intención de mi colega.- Opuso Kerria.-
-Al
contrario.- Sonrió Lelan.- Lo cambia absolutamente todo. Puede que su particular
unión, no se vea afectada. No obstante, eso no se aplica a Richard, pues él no
aparece en ese certificado matrimonial de dichas señoritas. Por ello, el niño
no llevará ya el apellido Chang en su nombre. La señorita Mei Ling Chang, la
digamos, pareja de la señorita Calderón, queda fuera de la posible salvaguardia
y custodia del niño a los efectos de la ley en Nature.
-¡Eso
es ridículo! - Exclamó una descompuesta y perpleja Sonia.-
Su abogada la interrumpió con un ademán de sus
manos, rogándole calma, para replicar a su vez.
-Señoría,
debo protestar enérgicamente y pido la retirada de ese documento de este
proceso. Insisto, no se puede aplicar una ley de modo retroactivo, ni tampoco
para limitar derechos previamente adquiridos.
-¿Acorde
con qué legislación, abogada? ¿La terrestre? - Quiso saber Gervis quién, sin
aguardar respuesta de la petrificada letrada, sentenció.- Esta ley llena un
vacío legal, no deroga leyes anteriores que concedieran ningún tipo de derechos
a nadie en ese tema. Protesta denegada.
Kerria no supo que replicar, al fin,
rehaciéndose en lo posible, suplicó.
-Por
favor, necesito tiempo para examinar esto y replantear nuestra situación,
Señoría. Comprenderá que esto cambia mucho las circunstancias del caso. Imploro
amparo por indefensión. Le suplico un aplazamiento.
-Muy
bien.- Convino Gervis.- Les concedo dos horas. Se aplaza la sesión hasta las
doce de este mediodía.
Aunque a Kerria eso le pareció muy
poco, esta vez no se atrevió a protestar. Y tras el mazazo todos se retiraron.
Rafa pasó de largo ante ellas inclinando la cabeza y sonriendo con sorna. Sonia
no quiso ni mirarle, en cambio sí que volvió su atención a su representante quién
parecía estar muy preocupada.
-¿Pero,
qué pasa? ¿Ese documento entonces es legal?- Quiso saber la agitada española
con voz trémula.- Eso no puede ser. ¡Tiene que ser una broma!
-Procura
calmarte. Vamos a alguna sala anexa y te lo explico.- Repuso su abogada con un
talante más sereno.-
Sonia la siguió sin dudar. Deseosa
de saber qué estaba sucediendo. Al fin pudieron acceder a una estancia
habilitada como sala de juntas para las reuniones de los abogados con sus
clientes. Una vez allí tomaron asiento y Kerria, sacando su tablet, chequeó el
internet local para comprobar aquello.
-¡Esto
es increíble! - Pudo decir entre perpleja y horrorizada.- Es cierto. Han
aprobado una ley ayer mismo por procedimiento de urgencia. Se ha publicado en
el Boletín Oficial de Nature.
-Entonces.
¿Qué pasa con nosotras y el niño? – La interrogó Sonia con evidente zozobra.-
-¿Cuándo
y cómo os casasteis Mei Ling y tú?- Inquirió Kerria a su vez.-
-Hará
unos cinco años, en cuanto retornamos de la Tierra.- Recordó la española.-
-Tendremos
que ir al registro y obtener el documento para probar que vuestro matrimonio estaba
legalizado mucho antes de que hubiesen aprobado esta ley.- Le indicó su
letrada.- Aunque este juez nos lo niegue, eso nos daría al menos posibilidad de
recurrir al Supremo.
-Que
es una ley posterior es evidente, ¿no?- Exclamó la modelo con tono de obviedad y enfado, sin recatarse en
denunciar.- La han aprobado ayer. Parece que lo hubieran hecho precisamente
para este caso.
-Lo
sé.- Suspiró Kerria para pacientemente explicarle.- Pero, de cara a la ley,
tenemos que demostrarlo de modo documental y fehaciente. Por ahora, al menos,
no se está juzgando aquí tu relación con Mei Ling, sino a quién pertenece la
guardia y custodia de Richard. Y te pertenece a ti que eres su madre, independientemente
de tu estado civil. En tanto nos centremos en eso, esta nueva ley no cambia
nada. Así que no pierdas la calma. Eso es lo peor que podrías hacer.
Sonia asintió despacio, su
interlocutora tenía toda la razón. Así que suspiró más tranquila. Su abogada
era realmente buena y le daba mucha seguridad. La misma Kerria le sonrió
alentadoramente. Al fin, tras esas dos horas de rigor y de discutir qué harían,
regresaron a la sala y el juicio se
reanudó. Fue la letrada de la madre quien pasó ahora a la contraofensiva.
-Señoría,
mi cliente, la señora Calderón Chang.- Repitió de forma premeditada.- Aportará
el documento que prueba sin lugar a dudas que su enlace era legal mucho tiempo
antes de que esta ley fuera aprobada.
-Señoría.
Ante las nuevas circunstancias legales, ese documento carece de valor.- Le
recordó Lelan.-
-Impugnaremos
esa resolución acudiendo ante el Tribunal Supremo de Nature.- Declaró entonces
Kerria con tono impertérrito.-
Eso hizo que el juez hiciera un
breve receso y la llamase a su despacho junto
con el otro abogado. Gervis, con tono contrariado, le preguntó a esa insolente
abogada una vez cerró la puerta y tomó asiento en un sillón de cuero que allí
tenía.
-¿Eso
es una amenaza, letrada?
-En
absoluto, Señoría, simplemente es un intento de salvaguardar los derechos de mi
cliente. Pediré que eleven un suplicatorio contra este gobierno y una
impugnación a esta ley por querer ser utilizada a efectos retroactivos y
significar una merma en los derechos de mi representada. Eso, como usted bien
sabe, podría tardar años en resolverse. Entre tanto, el tribunal se vería
forzado a suspender cautelarmente la ley para no causar perjuicios irreparables
a los afectados. Entre ellos, mi cliente.- Relató la abogada casi con tinte
triunfal.-
-Veo
que es usted muy osada.- Afirmó el juez.- Mucho mejor así…me lo pone más
sencillo de lo que pensaba.
Aunque para asombro de la letrada,
tanto él como Lelan sonrieron. Casi parecía que estaban burlándose de ella,
compartiendo una especie de broma secreta que Kerria ignorase. Al fin, fue
Thorne quien le desveló lo que pasaba.
-Mucho
me temo señorita Malden que, estando usted tan preocupada de su cliente, ha
olvidado su propia situación aquí.
-¿A
qué se refiere? No le comprendo. -Inquirió ella sin disimular su extrañeza.-
-Su
licencia como abogado.- Intervino el juez.- Al concluir la vista de
conciliación el señor Thorne contactó con la Tierra por el canal de
urgencia. Está usted colegiada en Nueva
York, y acorde con la legislación terrestre y biosiana puede ejercer en ambos
planetas. Debido a que son compatibles bajo la jurisdicción de los soberanos
Serenity y Endimión. No obstante, esto es Nature y aquí, su licencia carece de
validez acorde a esa premisa.
-
Con todos mis respetos. Eso no es correcto, Señoría.- Opuso ella, alegando.-
Hace años que ejercí aquí, representando a…
-La
entonces alférez Sabra Leví, sí, he repasado aquel caso.- La cortó Lelan
dejándola estupefacta, cuando añadió.- Como miembro entonces del ejército del
UNISON destacado aquí en Nature, esa mujer estaba protegida bajo el convenio de
intercambio y ayuda militar recíproca. Dicho convenio le permitía escoger
abogado defensor de cualquier planeta vinculado a ese acuerdo. Pero, si la
memoria no me falla, y créame, no suele hacerlo, ese acuerdo se aplicaba
solamente a la jurisdicción militar, no así a la civil. Pese a que el
representante legal de la entonces alférez Levi pudiera serlo, debido a que la
infracción cometida fue en competencia no militar.
-¿Cómo
sabe todo eso?- Pudo preguntar la atónita abogada.-
-Como
ya le he dicho, me he informado muy bien sobre usted y su anterior caso aquí.-
Sonrió Thorne, siendo ahora él quien lo hiciera de modo triunfalista para
remachar.- Por tanto, dado que la
señorita Calderón es civil, y su caso asimismo cae en jurisdicción civil, usted
no puede asistirla oficialmente en modo alguno ante este tribunal.
Kerria se quedó de piedra. Aquello
ni se le había pasado por la cabeza. Cuando aceptó el caso lo primero que hizo
fue centrarse en que la situación de Sonia, de Mei Ling y del hijo de ambas fuera
legal, pero no pensó que pudieran poner en entredicho su propia capacidad para
ejercer. De hecho, ese tema ni se mencionó cuando trabajaba para el bufete de Sebastián
y el fallecido Pedro y estos le encargaron ese caso anterior. Quizás porque precisamente
al estar Sabra bajo la protección de ese tratado por su condición de militar,
no tuvieron que preocuparse de ello.
-¿Podría
facilitarme una copia de esa disposición?- Pidió ella con tono más suave
ahora.-
-Sin
ningún problema.- Intervino Gervis proporcionándosela de inmediato.-
La letrada asintió, musitando un
gracias, aunque entonces creyó recordar.
-Cualquier
abogado que haya ejercido al menos una vez aquí debería tener derecho a hacerlo
nuevamente.- Comentó aliviada.- ¿Me equivoco?
-No,
está en lo correcto.- Concedió el juez con inusitada afabilidad.-
Kerria se permitió esbozar una leve
sonrisa que, no obstante, su colega y rival pronto se ocupó de borrar al
matizar.
-Pero,
tal y como usted misma ha expuesto de un modo tan brillante, al hablar de ese
suplicatorio y de esa posible impugnación, antes de eso debería pasar por unos
trámites de confirmación. El departamento de justicia de Nature debería pedirle
a la Tierra informes sobre usted. Como por ejemplo, el estado de su licencia
para ver si no ha caducado, antecedentes, y tras comprobar todo eso, extenderle
un permiso legal. Ya sabe, esas formalidades puede prolongarse durante al menos
unos meses. La burocracia…- Remachó con tono pleno de ironía.-
¡Aquello no podía ser verdad! Kerria
respiró hondo y soltó el aire despacio. Todo eso era una catarata de problemas.
No solo para su cliente, sino para ella misma. Tenía un visado de estancia que
estaba condicionado a su actuación en el
caso. Debería pedir otro para tramitar su permanencia bajo otro supuesto. Esa
era otra de las leyes que ese gobierno, de por sí muy conservador y cada vez
más aislacionista, promulgó haría un par de años ya. La razón oficial,
preservar Nature de visitantes no deseados tras los tristes episodios acaecidos
años antes. Amparándose en esos ataques al planeta y los infiltrados que
ayudaron a realizarlos, la legislación naturiana era muy exigente e inflexible
en esa y otras materias. Y en eso pensaba cuando su colega, continuando con su
sarcasmo, le sugirió.
-Debería
buscarle a su cliente otro abogado, y a la máxima rapidez. Alguno que no
tuviera este tipo de problemas. Eso o aceptar un acuerdo.
-Esa
no es decisión mía.- Replicó ella tratando de contener su indignación.-
-Es
comprensible que tenga usted que consultar con su cliente.- Afirmó Gervis.- Por
tanto se suspende la vista para que puedan discutir esta nueva situación.
Y tras esas palabras, tanto Kerria
como Lelan abandonaron el despacho. La abogada enseguida le contó a su cliente
lo ocurrido. Sonia estaba ahora desesperada.
-¿Qué
vamos a hacer? ¿De quién podría fiarme en este planeta?
-Si
no me equivoco. - Le comentó Kerria.- Cuando hablé con Steph me dijo que su
novio era abogado. Recién licenciado y sin experiencia pero, al menos, cumple
con los requisitos legales.
-Pero
si no tiene ninguna experiencia, ¡ese tipo le machacará! - Opuso la angustiada
Sonia.-
-No,
si yo le asesoro a título privado.- Afirmó su interlocutora.- Eso no me lo
pueden impedir.
La modelo guardó un momento de
silencio y finalmente asintió. No tenían otra opción. Confiaban en ese
muchacho. Al menos Stephanie siempre le dijo que era un chico estupendo. Seguro
que la ayudaría. Además, tener el privilegio de trabajar junto con Kerria
Malden no sucedía todos los días. Ese joven a buen seguro que estaría encantado
de hacerlo. No obstante, al llamar a su compañera y exponerle esa idea, Steph
tuvo que objetar con pesar.
-Es
que él trabaja en el bufete de Isaías Mendel. ¿No decíais que iba a ser el
abogado de ese tal Rafa?
-Al
final no. - Le contestó una aliviada Sonia.- Trent no tendría ningún conflicto
de intereses de aceptar.
-En
ese caso, en cuanto le vea se lo preguntaré.- Le prometió Stephanie.-
Y la joven no lo demoró. Llamó a su
novio de inmediato y le puso al corriente.
-¿Trabajar
con Kerria Malden? ¡Sería magnífico! - Aseveró, tal y como su novia y Sonia
habían supuesto.- Claro, ¿Cuándo empiezo?
-Tendrás
que hablarlo con ellas.- Repuso Stephanie.- Espero que podamos quedar a cenar y
discutir los detalles, si les parece bien.
Trent asintió con evidente interés.
Al fin Steph informó de esto a su compañera de trabajo y ésta a su vez se lo
comentó a Kerria. Quedaron de acuerdo en cenar en el domicilio de la española y
su esposa.
-Si
fuera posible, esta misma noche.- Propuso Sonia.-
-No
será problema.- Le garantizó Stephanie.-
Ya en la tarde, y tras haber llamado
precipitadamente a Hipatia para que la cubriera en el Clargin, Ginger
conversaba con su hijo en el cercano parque. El muchacho le había estado contando
a trompicones entre la emotividad y el asombro, lo que le había sucedido en
estos últimos años. Su madre no pudo evitar llorar cuando escuchó algunas de
esas cosas, pese a que él no quiso referirle los momentos más escabrosos. Como por
ejemplo, lo que sufrió por culpa de ese tal Brund.
-Lo
siento mucho, hijo. ¡Ojalá hubiera sabido cuidar mejor de ti!- Se lamentó
ella.-
-No,
tú no tuviste ninguna culpa. Aunque al principio yo estaba enfadado, pensando
que estabas de parte de Gus. Por cierto. ¿Sigues viviendo con él?- Se
interesó.-
-Hace
años que nos separamos.- Respondió Gin suspirando resignada para sentenciar.-
He estado sola desde entonces.
-Ya
no lo estarás más.- Le aseguró el chico añadiendo más animosamente.- Ahora mamá,
todo será mejor. Tengo una buena situación, de veras. Trabajo para gente muy importante.
Me dedico a la informática y la programación.- Le contó con tintes de orgullo
para remachar.- Cuidaré bien de ti, no te faltará de nada. Hasta podrías dejar
de trabajar.
-Me
gusta mi trabajo.- Le confesó ella.- Verás, precisamente el antídoto a mi
soledad es estar con los clientes, ver a muchos de ellos que ya son más amigos
que otra cosa, que me cuenten como les van sus vidas, sus alegrías e incluso
alguna pena. Y que me digan lo buenas que están mis tartas…- Pudo sonreír ahora
con visible emoción.-
El joven pasó un brazo por los
hombros de su madre y enseguida declaró conmovido por aquello.
-Lo
que tú quieras. Te prometo que desde ahora me ocuparé de que estés bien. Ya no
estarás sola.
Aunque él sabía que eso iba a ser imposible.
El terrible destino que aguardaba a las gentes de Nature era inevitable. Quizás
les quedasen un par de años, o simplemente meses, pero llegaría el momento
final. Y ahora, tras reencontrarse con su madre y tener en su poder la
información sobre esa perra traicionera de Ángela, el plan que comenzó a
fraguarse en su mente tiempo antes se confirmó.
-Haré
cuanto sea necesario para que mi madre no sufra más. Al menos durante el tiempo
que nos quede. Ella ha sido la única persona que de veras me ha querido siempre
y de modo incondicional. La abandoné durante muchos años pero eso se terminó.
No volveré a huir, aunque eso me cueste ir a la cárcel.
Pero eso sería darle el último
disgusto. Quizás si su plan funcionaba todo saliera bien. Sin embargo Dean
sabía que , tras tanto tiempo al margen de la ley, le sería muy difícil
retornar a la senda de la honradez. Y sobre todo, que tarde o temprano, tendría
que pagar por sus delitos. No quiso pensar más en eso por ahora y sí abrazar a
su madre que seguía derramando alguna lágrima.
-Bueno
mamá, ya verás cómo desde ahora todo va a ir bien. Te lo prometo.- Le susurró
con el tono más afectuoso que pudo.-
Tras haber salido del laboratorio
antes de terminar su jornada Emma volvió a casa. Ahora estaba realmente alegre.
Cualquier cosa que antaño hubiera desdeñado le parecía lo más hermoso y
maravilloso del mundo. El mero hecho de respirar le producía una estupenda
sensación. Pero sobre todo, el recrearse con la claridad del día, ver el sol y
disfrutar del atardecer. A pesar de ese encontronazo con sus compañeras desde
luego se sentía dichosa. De todos modos, nunca las consideró realmente sus
amigas. Eso sí, apreciaba enormemente la ayuda que la prestaron y su
comprensión cuando estuvo infectada por esa terrible enfermedad. Por ello, tal
y como le dijo a Melissa, deseaba devolverles el favor. Quería ayudarlas. Más
concretamente a Mei Ling y a Keiko. A buen seguro que la pelirroja fuera más
recuperable. Emma había oído alguna vez que, como cantante, se habían contado
muchas cosas de ella. Tenía una magnífica voz, eso era innegable, pero las
malas lenguas habían mencionado algunas posible relaciones de Keiko con otras
mujeres. De todos modos, eso estaba por confirmar. Pese a ello Emma creyó que
no había estado de más su consejo. Quizás esa mujer lo escuchase, o por lo
menos, su testimonio evitase que tuviera la tentación de experimentar de nuevo
( si es que de veras lo hubiese hecho antes) ese tipo antinatural de relación.
No obstante con Mei Ling, la situación era muchísimo más seria. La oriental no se
había recatado de admitir su homosexualidad y, por si eso no fuera bastante, se
casó, o eso comentó, con esa modelo. Ambas vivían totalmente de espaldas a
Dios, en el pecado más absoluto.
-Por
eso debo ayudarla. Tengo que salvarla a pesar de sí misma.- Pensaba la
científica.- Ahora durante la cena, se lo comentaré a Nathan.
Y es que desde su milagrosa curación
había empezado a tomar en consideración a su vecino. En parte llena de
remordimientos por lo que le hizo, pero también porque se reveló como un
correligionario. Él era tan devoto seguidor del obispo Corbin como ella misma.
Pensando en todo eso se dirigió hacia el restaurante en el que habían quedado.
Al llegar le encontró ya allí. La recibió sonriente apartándole la silla de un
modo muy caballeroso.
-Me
alegra mucho que al fin aceptases. – Dijo Nathan con manifiesta satisfacción.-
-Es
lo menos que podía hacer.- Afirmó ella.-
Tras ser atendidos por el camarero
que les dejó la holo carta, Emma sonrió. Su contertulio hizo lo propio
preguntándole.
-Te
veo muy feliz…
-¡Es
que hacía tanto que no comía! Cuando el obispo me sanó pude probar una vez más
los alimentos. Y todos me supieron como manjares exquisitos. -Confesó la mujer
agregando casi con entusiasmo infantil.- Ahora veo tantas cosas que me apetece
comer, que no sé por dónde empezar.
-Tranquila,
tómate tu tiempo.- Repuso él con tono jovial.- Entre tanto charlaremos un poco.
Y así lo hicieron, recordando lo
sucedido el día anterior y departiendo sobre como poder servir mejor a la congregación
de la que eran fieles.
-El
obispo expresó claramente su malestar contra esa clase de gente.- Dijo Nathan.-
-Lo
hizo, y tiene toda la razón. Sin embargo creo que, como Maggie siempre ha
dicho, debemos intentar salvarles antes que castigarles. En el fondo son tan
víctimas como lo era yo.- Reflexionó ella. – El Señor no nos lo perdonaría si
no tratásemos de ayudarles primero dándoles la oportunidad de retornar a su
seno.
Eso hizo meditar a su vez a su
interlocutor quién finalmente asintió, concediendo.
-Tienes
razón. Visto así, algunos no pueden luchar solos contra esas perversas
inclinaciones. Lo que precisan es ayuda.
-Por
eso, he pensado comenzar precisamente por dos compañeras de trabajo.- Le contó
ella.- Aunque todavía no sé exactamente qué hacer.
-Lo
pensaremos juntos.- Le ofreció él.-
Emma sonrió, seguro que entre los
dos darían con algo adecuado para salvarlas. Y en ese mismo instante una de
esas compañeras cenaba a su vez con su pareja, el hijo de ambas y tres
invitados. Kerria Malden, Stephanie Kensington y el novio de ésta. Tras
efectuar las presentaciones una vez llegaron, Trent escuchó atentamente lo que
la hasta entonces abogada de la modelo española, le contó.
-Parece
que lo hubieran tenido planeado desde el principio.- Dedujo el chico.-
-Lo
mismo creo yo, ese juez Gervis me dio mala espina en cuanto le vi.- Convino
Kerria.- Está muy claro de qué lado está. -Y añadió con manifiesta inquietud.
-He visto muchos jueces hostiles durante mis años de ejercicio, pero como éste,
jamás. Pudiera ser que hasta ayudase al caso que yo no pueda tomar parte activa
en él.
-Aunque
siendo el juez se le supone imparcialidad.- Intervino Steph afirmando.- Tendrá
que mostrarse ecuánime y valorar las pruebas.
-En
teoría sí, pero los jueces son personas, como todo el mundo.- Rebatió la
abogada.- Se dejan llevar muchas veces por sus propias opiniones. Y en este
planeta, no sé. Es como si las cosas estuvieran retrocediendo a pasos
agigantados. Ya os digo que en ninguna tribunal de la Tierra he visto un
comportamiento así. Y puedo asegurar que he estado en muchos, con bastantes
jueces diferentes, cada uno con sus ideas y opiniones.
Los demás escucharon con interés las
explicaciones de su invitada, Mei Ling prestaba asimismo mucha atención. No
obstante, no deseaba contar al resto lo sucedido con su compañera. Al menos no
en presencia de Steph y de Trent. Posiblemente se rieran de ello, o peor aún,
la tomasen por loca. De modo que guardó silencio.
-Bueno,
tal y como yo lo veo, quizás deberíamos tomar la iniciativa.- Intervino Trent.
- Citar a personas que atestigüen que el niño está feliz y en un entorno
protegido. Que hablen también de vuestra buena labor como madres.
-Sí,
coincido plenamente en eso.- Convino Kerria.- Es la idea que debemos
transmitir. Si el juez está predispuesto en contra de vuestra relación, al
menos deberá pensárselo dos veces cuando saquemos a relucir el interés y el
bienestar de Richard.
-Entonces
eso sería una baza muy importante para nosotros.- Afirmó Sonia con más
optimismo ahora.- Conociendo a Rafa, él nunca podría darle a mi hijo un
ambiente similar. Ni tan siquiera durante unos pocos días. Es lo menos parecido
a un padre que me pueda imaginar.
-Y
como ya te dije, aquí lo que importa es el niño y la salvaguarda de sus
derechos. En caso de conflicto estos siempre tendrían prioridad sobre los de
ese individuo. Eso en el caso de que realmente fuera su padre, cosa que aun
está por determinar.- Añadió Kerria.- Espero que ya no falte mucho para que nos
den los resultados.
-De
ese modo, si saliera negativo, esta pesadilla terminaría antes de empezar.-
Suspiró Mei Ling.-
Y de hecho, esas pruebas se estaban
haciendo esperar. Al ser un tema judicial habían tenido que tramitarse por
conductos policiales y eso dilató el tiempo. De todos modos, debían preparar
bien el caso por si el resultado fuese positivo, aunque deseasen que no, eso
concluiría de inmediato con el proceso, tal y como observó la oriental.
Comentando eso prosiguieron la conversación durante la cena y finalmente
Stephanie y Trent se despidieron agradeciendo la velada. Solo entonces Mei Ling
se atrevió a hablar. De hecho, su esposa le comentó entre sorprendida y
preocupada.
-Has
estado muy callada durante toda la noche.
-Bueno,
estaba escuchando. No entiendo nada de leyes.- Pretextó la aludida.-
-Aun
así, esto va a decidir el futuro de nuestras vidas, ¡de nuestra familia! - Le
recordó Sonia incluso con un leve toque de disgusto.- Me hubiera gustado que
estuvieses más participativa.
-Tuve
mis razones.- Le respondió su pareja con tono serio, para añadir tras un
suspiro.- Es que ha sucedido algo realmente increíble. Y me preocupa mucho.
Podría tener relación con nuestra situación. Pero no quise decir nada delante
de Trent y de Stephanie por si les parecía algo absurdo.
Y ante las caras de curiosidad de
Kerria y de Sonia, la oriental pasó a narrarles lo sucedido con Emma. Al
concluir, la abogada tomó la palabra declarando perpleja.
-Entonces,
si no lo he entendido mal, esa mujer era un vampiro. Estaba tomando medicación
para controlarse y de buenas a primeras ha sido sanada por ese obispo Corbin.
¿No es así?
-Así
es.- Admitió Mei Ling, sentenciando.- Y es cierto. Yo misma lo he podido
sentir. Tanto física como mentalmente y me atrevería a afirmar que hasta
espiritualmente, Emma ha vuelto a ser humana.
Tras el silencio entre perplejo e
incrédulo de Sonia, Kerria sin embargo declaró.
-Te
creo. Me las he tenido que ver con seres así. Y mi ex novia Deborah, de hecho,
lucha contra ellos.
-A
mí también me mordieron, pero afortunadamente no me convertí.- Le confesó la
oriental. –Pero me quedó una especie de percepción para detectar a ese tipo de
seres. Antes, cada vez que estaba próxima a Emma sentía ese tipo de vínculo,
sin embargo, ya no. Junto con los resultados de las pruebas clínicas que le
hicieron, el hecho de que ha vuelto a la vida totalmente curada es innegable.
Nos guste o no, ese obispo ha hecho una especie de milagro.
Tras esas palabras todas guardaron
unos momentos de silencio, sin saber bien que decir. Finalmente fue Sonia quien
lo rompió afirmando entre perpleja y aun resistiéndose a aceptarlo.
-De
no ser porque las dos lo afirmáis tan claramente y os conozco bien, no me
creería ni una sola palabra. ¿Y no ha podido ser un truco de ese obispo?
-Desgraciadamente
no. Como ya he dicho antes todas las pruebas médicas que teníamos de Emma lo
corroboran.- Rebatió su esposa.- Ella misma contó lo que pasó. Y al parecer la
propia Maggie estuvo presente. Llevaron a Emma a que el doctor Ginga y la
doctora Rodney le hicieran pruebas. Y ellos también quedaron desconcertados.
-Claro.-
Musitó Kerria en actitud pensativa, alegando como si le hubiera llegado una
inspiración.- ¡Ahora lo comprendo todo! Si tal y como esa Emma os contó, su curación
fue presenciada por muchos ciudadanos importantes de este planeta, incluyendo
autoridades políticas, ese Corbin les habrá podido influenciar con sus ideas.
Por eso han aprobado esas leyes. Ahora todo tiene sentido. Tendré que hablar
con Maggie. De ella sí me puedo fiar. Al menos en eso, será totalmente sincera.
Así lo acordaron, mientras Trent
estuviera ocupándose del caso Kerria acudiría a hablar con la jefa de
enfermeras. Al día siguiente desde luego, no tardó en ir a visitar a su antigua
amiga y amante. Llegó a la embajada saiyajin donde fue recibida sin reparar en
honores. Su condición de sobrina del antiguo rey Lornd y de prima del actual
soberano le abrían todas las puertas allí. Pudo incluso saludar a Kiros y a su
hija, que volvían de un entrenamiento.
-Gloria.-
Comentó él.- Ésta es la princesa Kerria Lorein Malden. Hija del hermano menor
del rey Lornd. No la recordarás pero estuvo aquí siendo tú muy pequeña.
La joven en efecto tenía un vago
recuerdo de esa mujer aunque no lograba ubicarlo. De todos modos, fiel a su
educación, enseguida saludó inclinando levemente la cabeza y marcando una corta
reverencia.
-Un
honor, Alteza.
-Por
favor, no es necesario que me llaméis así. No me considero ninguna princesa ya
os lo dije hace años.- Pudo responder ésta casi ruborizándose por aquello para
pedirles además.- Y tuteadme si sois tan amables. Lo que sí considero es que
sois buenos amigos míos.
-Siendo
hija del príncipe Asthel, es lo que sois.- Comentó Gloria.- No seáis tan
modesta. Es un alto rango el vuestro.
-Bueno,
aunque lo que mi hija dice es cierto, no te gustan mucho las formalidades.
¿Verdad?- Afirmó Kiros invitándola a pasar en tanto le preguntaba.- ¿A qué
debemos el honor y el placer de tu visita?
-Deseaba
veros y también a Maggie. Quería preguntarle a ella algunas cosas también.- Les
contó Kerria.-
Pasaron al interior y tras servir un
refresco a su invitada Gloria se fue a la ducha. Entre tanto, la abogada le
refirió a Kiros todo lo que podía sin desvelar el sumario del caso. El
embajador asintió.
-Mi
esposa sí que estuvo allí, y nos contó lo sucedido. Fue tal y como dices. Ahora
está en el trabajo, pero volverá pronto. Si deseas esperarla.
-Gracias,
un rato solamente.- Aceptó Kerria.-
En tanto charlaban sobre otras cosas
Gloria terminó de ducharse y se cambió. Salió con una cómoda camiseta que
marcaba su cuerpo escultural y pantalones cortos. Kerria le dedicó una perpleja
mirada para afirmar.
-Desde
luego, ¡has crecido muchísimo! Es increíble que fueras aquella niñita tan
pequeña.
-Todos
crecemos, es lo normal.- Repuso la joven, interesándose, eso sí, con
amabilidad.- ¿Qué tal su hijo?
-Vaya,
me sorprende que te acuerdes. - Sonrió débilmente su interlocutora aunque
enseguida borró ese gesto y algo más seria, admitió.- Pasó por algunos malos
momentos, pero ya está mejor. Mirad, estas imágenes me las ha enviado hace
poco. Está estudiando en Bios.
Y con orgullo les enseñó algunas
holo fotos de Brian. Ese joven era muy apuesto y de una planta inmejorable.
Gloria escrutó las imágenes con visible interés.
-Parece
muy poderoso. ¿Está soltero?- Quiso saber sin recato.-
Kerria se rio ante la forma tan
directa de hablar de la chica quién sin embargo la miró perpleja. Fue Kiros
quien reconvino amablemente a la joven saiyajin.
-Hija,
eso no es apropiado. Al menos en los usos humanos. No debes preguntar tales
cosas tan claramente.
-¿Por
qué no?- Inquirió la joven sin comprender, dirigiéndose a su invitada.- ¿Se
considera una ofensa? Te pido perdón si es el caso.
-No
pasa nada.- Sonrió la abogada, añadiendo.- Que yo sepa, al menos por lo que mi
hermano y mi cuñada me cuentan, muchas chicas andan tras de mi hijo, pero
todavía, que ellos sepan, no está con ninguna en particular.
-Me
gustaría conocerle, desde luego.- Aseveró Gloria queriendo saber entonces.-
Habéis dicho que lo pasó mal. ¿Qué le sucedió?- Inquirió la chica con
curiosidad.-
-Mal
de amores.- Repuso evasivamente Kerria ensombreciendo ahora su gesto y tono.-
-Desde
luego eso del amor debe de mantenerse bajo un férreo control o puede ser muy
peligroso. A mí me pasó lo mismo.- Admitió la saiyajin.- Quizás por eso vuestro
hijo no desee comprometerse ahora.
-Bueno.-
Sonrió nuevamente su contertulia aseverando casi divertida por esa respuesta.-
Con el amor puede hacerse de todo menos mantenerlo bajo control.
Kiros convino en ello recordando con
nostalgia los momentos vividos con la que ahora era su esposa, cuando ambos se
confesaron su mutuo amor. Gloria por su parte meditó sobre esas palabras.
Curiosamente ahora empezaba a entenderlas. Pudiera ser que el amor fuera como
una poderosa técnica de combate pero que, si se usaba mal, dañase al que
intentara dominarla, eso era algo similar a lo que su abuela Elua y la noble
Seira le contaran. Así estaban cuando Maggie volvió. La jefa de enfermeras
había estado hablando con Emma y con el obispo y algunos de sus más fieles
seguidores. Entre todos estaban pergeñando un plan para avanzar en cuanto a la
salvación del planeta Nature de tanta impudicia y abominación. Al llegar en ese
instante, y ver a su esposo e hija sonrió, pero la expresión le quedó congelada
cuando se percató de la presencia de Kerria. A pesar de todo, sonrió una vez
más.
-¿Cómo
tú por aquí?- Inquirió la recién llegada.-
-Tenía
un caso en este planeta y me acerqué a saludaros. Celebro veros a todos.-
Repuso la abogada.-
-Ha
pasado mucho tiempo.- Aseveró Maggie.- Te veo muy bien.
-Gracias,
lo mismo digo.- Repuso su interlocutora.-
Y es que la jefa de enfermeras había
ganado algo de peso y su pelo comenzaba a tener canas. No obstante, aún era
atractiva. Mirando a Kerria desde luego nadie diría que eran más o menos de la
misma edad. Ahora la abogada casi podría pasar por ser su hija. Pero claro,
entre vivir en la Tierra, bajo ese antinatural influjo de sus soberanos, y su
parte saiyajin, no le sorprendía.
-Madre,
estábamos hablando del amor.- Le contó Gloria.- Es algo imposible de controlar
según parece. En eso coincidimos todos.
-El
amor verdadero no precisa de control.- Respondió la interpelada.-
-Eso
es verdad.- Sonrió Kerria añadiendo con tono de halago.- Tu hija ya me ha dicho
que también conoce esa sensación. Desde luego, cuando la he visto he quedado
muy sorprendida. ¡Está hecha toda una mujer!
Aunque ese comentario, inocente sin
duda por parte de la abogada, no le hizo ninguna gracia a Maggie que, con tono
bastante más seco y cortante, contestó.
-¿Qué
has querido decir con eso?
Kerria se vio tomada por sorpresa,
enseguida replicó a su vez con extrañeza.
-¿Querer
decir con qué?
-Hablando
así de mi hija.- Le aclaró su interlocutora con severidad.-
-Sólo
le estaba haciendo un cumplido.- Contestó la atónita abogada.-
-No
es necesario.- Repuso abruptamente Maggie.- Y además, Gloria no precisa recibir
cumplidos de ninguna otra mujer. Ni tampoco le interesa en absoluto.
-Oye
Maggie, te aseguro que yo no pretendía nada más que alabarla. – Insistió su
perpleja contertulia, sin poder dar crédito a lo que oía.-¿ No irás a creer que
yo?...¡Podría ser su madre!
-Sí,
esto es algo fuera de lugar.- Intervino Kiros.- La princesa no deseaba
ofenderte en modo alguno, cariño.
Tras unos momentos de tenso
silencio, la enfermera suspiró relajando su expresión para declarar con tono de
disculpa.
-Lo
siento. Tuve un día duro. Más con lo que ha sucedido recientemente.
-¿Qué
ha pasado?- Quiso saber Kerria tratando de olvidar el incidente anterior.-
-Algo
milagroso y quizás tu presencia aquí tenga que ver con ello.- Conjeturó
Maggie.-
Ahora la abogada meditó durante unos
instantes para inquirir con agudeza.
-¿No
será lo que se rumorea de esa mujer?. Esa que dicen que ha resucitado.
-Sí,
a ella me refiero.- Admitió Maggie que le contó.- Y no es que lo digan,
sucedió. Yo estuve allí, esa mujer estaba sometida a los poderes de las
tinieblas, era una servidora del mal, porque el Maligno la influenciaba, pero
el obispo la libró de eso. Era una no muerta, y gracias a la mano de Dios,
obrando a través de su Ilustrísima, ella volvió a la vida y expulsó el mal de
su interior.
-Me
lo habían dicho pero no podía creerlo.- Afirmó la abogada.- Hable con algunas
de sus compañeras de trabajo, con Mei Ling y con Sonia… y…
Aunque Maggie no la dejó continuar,
retomó ese tono duro y contundente anterior para exhortar a su interlocutora.
-¡Ay
de esas dos pecadoras! Y de todo aquel que siga su ejemplo.- No se recató en
agregar mirando fijamente a la incrédula Kerria que estaba con la boca
abierta.- En verdad te digo que ya se os han dado suficientes avisos. Y este
prodigio ha sido la señal definitiva.
-No,
no comprendo de qué hablas.- Pudo contestar la desconcertada abogada.-
-Cariño,
por favor, deja ya de comportarte de esta forma tan extraña.- Le pidió un
alarmado y perplejo Kiros.-
Y tras un momento de silencio cuando
parecía que la enfermera lo estaba pensando mejor, volvió a hablar, con tono más conciliador pero
igualmente acusatorio.
-El
Señor se ha manifestado por medio del obispo Corbin. Igual que sanó a esa mujer
de su mal podría sanarte a ti y a esas dos del vuestro. Aprovecha la
oportunidad, Kerria. Sé que eres buena persona. Todavía no es demasiado tarde
para que cambies.
-¿Qué
aproveche la oportunidad para qué? ¿Qué quieres que cambie? No comprendo nada.
Maggie, lo lamento pero estás muy extraña.- Repuso la aludida.-
No obstante, sabía perfectamente a lo que se
refería su antigua amante. Y ésta así se lo recriminó.
-No
te hagas la tonta, nunca lo fuiste. Te lo estoy diciendo por tu propio bien.
-
Lo siento, creo que esta conversación ha terminado.- Contestó la abogada, agregando con un suspiro
de pesar, tratando así de cortar esa enojosa situación de inmediato.- Debo
irme, muchas gracias por recibirme.
-¡No
desprecies la Salvación! - Exclamó Margaret casi fuera de sí, en tanto la
señalaba con un acusador dedo índice sentenciando.- Esta pudiera ser tu última
oportunidad y después no habrá misericordia para aquellos que quebranten la ley
de Dios.
-Pero
madre.- Opuso Gloria tan perpleja como Kiros y la propia invitada.- No creo que
debas…
-¡Tú,
cállate! - Espetó la enfermera insistiendo con tono apocalíptico a su invitada.-
Nada os salvará a los que sois como tú. La ira de Dios caerá sobre vosotros.
Primero en Nature, después en el resto de los planetas. Y habrá llanto y
rechinar de dientes porque pudisteis arrepentiros y no lo hicisteis. Pero a mí
nada me ocurrirá, porque cuando el Señor me pida cuentas le diré que te lo
advertí y no quisiste escucharme.
-Adiós,
Kiros, adiós Gloria, me ha alegrado volver a verte… adiós Maggie, espero que te
mejores.- Pudo decir la atónita y espantada abogada saliendo de allí con paso
rápido, sin querer oír aquello…-
En cuanto Kerria se hubo ido,
Margaret pareció salir de esa especie de fervor, suspirando en tanto agregaba
con resignación.
-Hice
por ella cuanto pude. Pero se ha negado a ver la luz.
-Pero.
¿Cómo se te ha ocurrido hablarle así?. Solamente vino a saludarnos.- Comentó el
atónito Kiros.-
-No,
no te engañes.- Se sonrió Margaret moviendo la cabeza.- Vino a sonsacarme
información. La conozco perfectamente. A ella y a los que son de su condición.
No olvides que, desgraciadamente y para mi vergüenza, así fui yo una vez, Dios
me perdone.
-Madre,
con todo el respeto. Creo que has sido muy dura con ella.- Se atrevió a
intervenir Gloria.-
-Hija,
tú no lo entiendes. ¡Ninguno de vosotros comprendéis! - Se irritó la enfermera
ahora, explicándoles.- Dijo que estaba aquí por un caso. ¿No es así? ¿Y a
quienes creéis que está representando? ¡A Sonia y a Mei Ling! - Les contó
añadiendo.- Aquí todo se sabe. En la Congregación hemos estado hablando de eso.
Al fin, el padre del pequeño Richard, sí,
me refiero a ese niño, al hijo de esa modelo desviada, ha venido a reclamar su
custodia. Y es natural. Únicamente quiere apartarle de la forma antinatural en
que esas mujeres le están criando…
-Vamos
cariño, no puedes estar hablando en serio.- Opuso un incrédulo Kiros para
agregar.- Conoces muy bien a Mei Ling. Y a su esposa.
-Yo
ya no conozco a nadie que, a sabiendas, se niegue a seguir el buen Camino y
cierre los ojos a las pruebas que nos da el Señor de su poder.- Opuso
severamente la interpelada.-
Padre e hija se miraron
estupefactos. Aunque decidieron dejar ese tema. A fin de cuentas no era asunto
suyo. Tampoco lo era de Maggie, pese a que pudiera opinar lo que quisiera. Tras
unos segundos de embarazoso silencio, Gloria se disculpó yendo a su habitación.
Por su parte Kiros también tenía que revisar unos documentos. Margaret quedó a
solas en el salón, pensando en la conversación que había mantenido con el
obispo y otros fieles.
-Ilustrísima,
tenía usted toda la razón. – Se decía.- Ella ha venido a tratar de envolverme
con su amabilidad y sus buenas palabras, pero en su interior lleva el germen
del pecado y la depravación. Lo lamento mucho Kerria, pero esta vez ninguno de
tus trucos te servirá. Ya no puedes engañarnos y menos aún al Señor. Él será tu
juez implacable.
En el despacho de Kiros entre tanto
él leía algunos informes ciertamente preocupantes. No obstante, los dejó de
lado cuando su hija apareció.
-Padre.
¿Podría hablar contigo unos instantes?- Le pidió con tono inquieto.-
-Sí,
claro.- Asintió él.-
-Verás,
estoy preocupada por madre. Se comporta de un modo muy raro últimamente. Y esas
palabras contra la princesa Kerria. Creía que eran amigas. Incluso que fueron
amantes hace años.
-Hija,
tu madre ha cambiado mucho. - Suspiró Kiros.- Y me temo que estar tanto tiempo
junto a esos individuos de la Congregación la ha afectado más de lo que
pensaba. Pero es una mujer adulta y toma sus propias decisiones. En tanto esos
tipos no hagan algo contra nosotros o Nuevo Vegeta, o amenacen la seguridad de
Nature, nada puedo hacer.
-Claro.-
Convino ella asintiendo despacio.-
Su progenitor cambiando entonces de
tema, sonrió con cordialidad para alabarla.
-Por
cierto, he visto tus progresos en el arte del Genkidama. ¡Estás trabajándolo
mucho! Si continuas así dentro de poco podrás dominar esa destreza.
-Gracias
padre. Agradezco mucho tus palabras.- Sonrió levemente ella.-
-Aunque
no comprendo porqué tanto interés en esa técnica en particular.- Le comentó él,
mirándola extrañado.-
-Es
que vi al príncipe Eron practicándola y le prometí que algún día sería capaz de
hacerlo yo también.- Repuso la joven.-
Al oír aquello Kiros se sonrió
divertido . Quizás fuera ese típico orgullo saiyajin y el apego a la palabra
dada después de todo. Si su hija había hecho esa promesa era natural que
quisiera cumplirla. Asintió más despreocupadamente en tanto afirmaba.
-Seguro
que él se sentirá igualmente orgulloso cuando le muestres tu control de esa
técnica, el día en que le volvamos a ver. Aunque según tengo entendido se
marchó con el príncipe Diaval en un largo viaje de adiestramiento.
-Sí,
así fue.- Admitió su hija.- Pero algún día retornarán, y quiero ser digna de su
confianza y mostrarle lo que soy capaz de hacer para entonces. A él y a algunas
personas más.- Remachó con un enigmático tono que pasó desapercibido a su
interlocutor.-
-Lo
harás, estoy seguro.- Aseveró Kiros mirándola con orgullo.-
Gloria hizo una leve inclinación de
cabeza, muy reconocida por esa confianza de su padre se retiró a su habitación,
pensando.
-No
te defraudaré, ni a ti, ni al príncipe, ni a ella. Mi misión es muy importante
y no fallaré, aunque la suya lo es mucho más. Y debo darles tiempo para
cumplirla, a ella y a los otros.
Y entre tanto, en la sede de la
Congregación, Julius Corbin charlaba con un misterioso individuo. El
desconocido iba totalmente cubierto por un negro sayal y portaba un gran libro
color burdeos en sus manos. El obispo se dirigía a él con un tono de sumo y
reverencial respeto para informarle.
-Gran
Maestro, todo va según lo previsto. Te agradezco enormemente la enorme ayuda
que me has prestado durante estos años de tribulaciones y el poder tan inmenso
con el que me has dotado para cumplir la obra del Señor.
-Así
debe ser.- Le respondió una retumbante voz gutural, añadiendo.- Se te ha
probado como al metal en un crisol para moldearte. Ya has visto la fuente de
todo conocimiento y poder. No obstante, se te ha revelado una ínfima parte solamente.
Si sigues colaborando en la Gran Obra, tendrás acceso a más.
-Os
lo agradezco con toda humildad.- Repuso Corbin poniéndose de rodillas ante esa
especie de aparición.- Todo lo que me has encomendado ha sido hecho, y gracias
a tus revelaciones, las cosas han sido encauzadas. El primer paso está dado y
pronto tendrá su continuación.
Aquel extraño ser no replicó. De
hecho, cuando Julius miró hacia arriba tras elevar su humillada cabeza, se
encontró nuevamente solo. Sin embargo sonrió, musitando con fervor.
-Así
es, querido Maestro. Todo va según tus directrices. Tal y como has dicho, he
sido forjado en el crisol divino. Por medio del sacrificio a lo que una vez más
amé, me hice digno de llevar la obra y la Palabra del Señor. Ahora erradicaremos
el pecado y el mal de este planeta. Esos odiosos invertidos y todos cuantos
vivan en el pecado y la iniquidad serán purgados. Primero aquí, en Nature.
Después en todos los planetas. Porque hay muchos tipos de pecados y los que van
contra natura son los peores. La homosexualidad es una falta muy grave que se
debe cortar de raíz. Sin embargo, incluso ese terrible vicio palidece en
comparación con la vida ilimitada o la juventud eterna que algunos pretenden
disfrutar, esos no son dones para los mortales. Por eso, tanto Kakyuu como
Serenity, Endimión y sus cohortes de diabólicas princesas del mal, pagarán.
Aunque antes debemos ir poco a poco acabando con sus peones en esta partida.
Y desde luego que él mismo se había
purgado a través del sacrificio y la fe. Recordaba bien su propia vida. Siendo
joven no tenía intención de tomar este camino, era un idealista sí, pero
estudiaba con determinación. Por supuesto que había tenido educación religiosa
dado que provenía de una familia creyente. Aun así, estaba muy lejos de su
pensamiento el dedicarse a eso. Además de su carrera de filosofía tenía una
novia a la que amaba mucho. Una chica muy bella y alegre que estudiaba química,
Marianne se llamaba, de pelo castaño y hermosos ojos azules. Y los dos eran muy
felices juntos. Ella era de otra familia devota de Dios, inocente y pura. O al
menos eso creía él.
-Tuve
que verlo con mis propios ojos para darme cuenta de la terrible verdad.-
Recordaba todavía con amargura e ira.-
Una de tantas tardes que salían de
la facultad, él, su novia y otra chica
más, una compañera que conocieron ese mismo año, de nombre Paulette, que
estudiaba lo mismo que Marianne, caminaban de regreso a casa. Al principio,
entre los tres había un ambiente de camaradería, aunque por supuesto que, tras
un rato de conversación, él y su novia se
separaban de esa chica para tener algo de intimidad. De hecho, esa muchacha
daba la impresión de ser tímida. Era guapa, morena y con ojos negros. Aunque
retraída, estaba sola en la ciudad pues sus padres vivían lejos. Ella vino a
estudiar y no se relacionaba mucho con el resto de sus compañeros. Por ejemplo,
con él no hablaba demasiado, pero con Marianne sí que congeniaba más, a buen
seguro porque compartían pupitre y clase. En su inocencia de entonces, Corbin,
tras una semanas de conocerse, llegó a pensar que esa muchacha podría haber
estado atraída por él. Por eso nunca quiso frecuentarla demasiado para no darla
falsas esperanzas ni alarmar a su propia novia. Aunque Marianne y ella
empezaron a quedar y verse muy a menudo las dos a solas. Para estudiar o hablar
de cosas de chicas, decían. Él por
supuesto no vio nada malo en eso.
-Me
alegra mucho ver que Marianne es una buena amiga para la pobre Paulette.-
pensaba con satisfacción.-
Al
menos, fue así hasta que su novia comenzó a mostrarse algo más desapegada y
distante. No habían hecho el amor aun porque creían en la pureza antes del
matrimonio, pero sí que se besaban o jugaban como otras parejas. Empero, poco a
poco, Marianne empezó a resistirse a eso. Él creyó que se trataba de pudor y
hasta lo aceptó. Sin embargo, a veces, cuando su novia y esa chica se despedían
de él aduciendo que iban a estudiar a casa de alguna de ellas, se iban tomadas
de la mano. Tampoco eso le extrañó. Incluso se alegraba una vez más de que
fueran tan buenas amigas y nunca se planteó que estuviera sucediendo nada fuera
de lo normal. No obstante, un día, olvidó darle algo a Marianne. Se trataba del
regalo de aniversario. Llevaban dos años juntos y para celebrarlo el chico
compró un hermoso colgante de plata. Como otras veces, su novia se marchó con
Paulette a estudiar sin que él tuviese la ocasión de dárselo.
-Si
corro todavía puedo alcanzarla. Se lo daré antes de que piense que lo he
olvidado. No lo dice pero seguro que estará pensándolo, las mujeres son así.-
Se sonrió.-
Y apresurándose no tardó en alcanzar
a las dos chicas. Iban caminando de la mano entrando en una zona algo apartada,
la casa de Paulette estaba en ese dirección. Pese a no haber ido nunca él tenía
cierta idea de por donde quedaba. Una vez Marianne le comentó que su amiga vivía
por la parte del extrarradio. Ya estaba oscureciendo porque era pleno invierno.
Pensó incluso en dar una voz para que se detuvieran pero pensó que mejor sería
sorprender a su novia y aparecer de la nada. A lo mejor hasta las podría
escuchar hablando de él. A buen seguro que Marianne le estaría criticando por
no recordar su aniversario. Se sonrió divertido con esa idea. Tomó un atajo por
una calle adyacente y las adelantó. De este modo pudo esconderse en un
callejón. Las dos avanzaban despacio, parecían charlar y reír. Desde luego se
llevaban muy bien. Corbin sonrió una vez más aunque esa expresión le quedó
congelada para siempre cuando, acto seguido, vio lo que pasó.
-¡Qué!-
Pudo musitar entre perplejo y espantado.-
Las dos chicas se habían detenido en
esa desierta callejuela, Marianne se apoyó en una pared y Paulette entonces la
rodeó el cuello con sus brazos atrayéndola hacia sí y besándola en la boca con
pasión. Por unos instantes Corbin pensó que su novia reaccionaría quitándose de
encima a esa pervertida, pero su sorpresa y horror fueron en aumento cuando, no
solamente no lo hizo, sino que respondió a ese beso con otro lleno de pasión
entremezclando sus lenguas. Ella jamás le había besado así a él. Aunque eso por
desgracia no fue todo. Las dos se recorrían el cuerpo, los pechos e incluso la
mano de Paulette fue a tantear en la entrepierna de su compañera arrancándola
gemidos de pasión. Entonces se oyeron pasos, quizás alguien más entraba en la
calle. De inmediato ambas se separaron recolocándose la ropa y guardando la
compostura. Fue Paulette quien, sonriendo y con un tono perfectamente audible
para el devastado chico, le dijo a Marianne.
-Ahora
seguimos en casa. No te creas que me vas
a dejar así. Estoy muy cachonda.
-Claro
que no.- Convino la otra muchacha.- Yo también estoy muy caliente, cariño.
Cuando se creyeron nuevamente
seguras caminaron despacio, dándose la mano una vez más, y acercándose a la
posición de él que ni se atrevió a respirar, justo pasaban cerca de su
escondite cuando Paulette le preguntó a su acompañante.
-¿Cuándo
piensas terminar con esta farsa? Me refiero a… ya sabes…ese chico.
-Espero
que cuando terminemos la carrera, solo nos queda este año.- Respondió
tranquilamente Marianne.- Una vez me independice de mis padres nos podremos
mudar a vivir juntas, cariño. Por ahora tengo que fingir un poco más. Ten
paciencia, pronto me libraré de Julius y lo bueno llegará.
-Me
lo pones muy difícil, no puedo aguantar más. Te quiero toda para mí, aquí,
ahora...- Jadeó Paulette.-
-Esta
noche te daré un anticipo.- Contestó su pareja con un susurro.-
Y para subrayar esa promesa las dos
se besaron, rápida y ligeramente en esta ocasión. Al fin se perdieron por la
calle saliendo de allí, atreviéndose incluso a pasar un brazo por la cintura de
la otra. Corbin se quedó solo, llorando de rabia y de consternación. Pero ¿qué
podría hacer ahora? ¿Cómo sería capaz de mirar de nuevo a la cara a esas dos
impúdicas zorras? Esa Paulette era un monstruo de la depravación, pero su
propia novia era todavía peor. Al menos la otra, que él supiese, no tenía novio
a quien traicionar. Pero Marianne le engañaba a él y disfrutaba de ello, deseando
dejarle en cuanto pudiera. ¡Si su familia la viera! Pero claro, de cara a ellos
era una dulce y recatada jovencita que salía con un chico formal y estaba
terminando sus estudios. Por ello recibía una buena asignación de sus padres…que
eran una de las familias más respetables de la ciudad. ¡Qué poco podían
imaginarse esto!
-Quisiera
darles un buen escarmiento, ¡a las dos! - Siseó lleno de furia.-
-No
te preocupes por eso. Lo harás.- Escuchó entonces a alguien.-
Miró perplejo hacia la fuente de aquellas
palabras, quizás fueran esos pasos que espantaron a ese par de degeneradas y
que habían resonado por la calleja, los pertenecientes a esa voz. Al observar a
su derecha vio en efecto a un tipo alto y encapuchado, que sostenía un libro de
color burdeos.
-¿Quién
es usted? ¿A qué se refiere?- Quiso saber tratando de disimular su propia
humillación.-
-Esas
desviadas son una ofensa a Dios. Sobre todo tu novia. No solamente te ha
engañado y está burlándose de ti y mancillando a su familia, sino que profana
las relaciones naturales. ¿Deseas escarmentarla a ella y a su amiguita? Confía
en mí. Tendrás cumplido tu deseo. A cambio, una vez se haga realidad, deberás
seguirme.
Julius observó a ese tipo con una
mezcla de incredulidad e irritación, y casi con sorna, le propuso.
-Amigo,
no sé quien es usted pero si hace eso le juro que le seguiré a dónde sea.
Empero, ese individuo, percatándose
de eso, le aseguró.
-Sé
que no me crees, es lógico, pero fía en mí y no te arrepentirás de ello. En
verdad te digo, tu camino es mucho más importante de lo que puedes imaginar.
Tienes una gran historia que escribir. - Sentenció ese extraño tipo quién
enseguida le susurró.- Y para comenzar ese sendero de virtud y fe, ¿te parece
que les demos una lección como ésta que te propongo?...
Entonces ese misterioso individuo le
susurró su plan. Al escuchar al principio incluso le pareció excesiva pero
después sonrió. ¡Claro! ¿qué mejor cosa que hacerlas retornar al buen camino a
base de terapia de choque?
-Muy
bien, si resultado como tú dices, haré todo tal cual me has indicado.- Convino con
satisfacción.-
No obstante, ese tipo ya no estaba
allí, sencillamente desapareció sin que él lo percibiera. Al principio quedó
desconcertado pero algo le decía que podía confiar en que eso no había sido un
sueño.
-Estoy
tan impaciente para ver si esto ha sucedido de veras…- Se decía en tanto
retornaba a casa.-
Y no tuvo mucho que esperar. Al día siguiente,
pretendiendo que nada sabía, fue a buscar a su novia. Marianne fue a su
encuentro con gesto jovial, como solía, sonriente, pero ahora Corbin no se dejó
engañar por esa falsa apariencia. Esa ramera con cara angelical jamás le
volvería a engañar. Sin embargo, para llevar a cabo su plan, ahora sería él
quien fingiría.
-No,
ahora se van a cambiar las tornas. Serás tú quien no pueda sospechar nada.- Pensaba
con malsano regocijo.-
Así, tras una conversación superficial en la
que no dio ninguna muestra de que nada estuviera fuera de lo corriente, llegaron
a la facultad donde se despidieron con un simple saludo, nada de besos,
últimamente ella no se los daba. Claro, ahora era evidente el porqué, los
reservaba para su antinatural amante.
-Pero
hoy te llevarás una sorpresa.- Pensó aviesamente él cuando vio a Paulette
saludando con un casto beso en la mejilla a Marianne y dedicándole a él una
leve sonrisa y una mano agitada al viento que el joven, esbozando otra falsa
sonrisita, correspondió. - Ya lo creo que lo harás…Lo haréis las dos…
De hecho, al final de clase, como de
costumbre, las dos salieron de su facultad encontrándose con él fuera del
campus. Corbin entonces le ofreció aquel colgante a Marianne.
-¿Y
esto, Julius?- Quiso saber ella mirando entre atónita y agradada aquella cadena
de plata.-
-Es
por nuestro aniversario, cariño. Ayer hicimos dos años juntos ¿lo recuerdas?-
Repuso él fingiendo jovialidad.- Dos años ya desde que me declaré y aceptaste
salir conmigo.
-Claro,
es verdad.- Pudo replicar la joven que sin embargo daba la impresión de estar
desconcertada.-
-Quise
dártelo ayer pero os fuisteis tan deprisa.- Comentó él con tinte desenfadado.-
-Es
que, teníamos mucho que estudiar.- Pretextó Marianne con cara de circunstancias.-
Ya sabes, los parciales…
Paulette no decía nada, se mantenía
al margen con expresión incómoda. Estaba deseando que terminasen cuanto antes
para irse. ¡Maldita invertida! pronto le iba a dar esa satisfacción.
-Bueno,
podríamos celebrarlo tú y yo.- Comentó él dirigiéndose a su novia.-
Marianne no pudo evitar una
expresión apurada, mirando a la otra muchacha de soslayo y apenas musitando.
-Ya
bueno, es que… los exámenes se acercan y tenemos mucho temario atrasado.
-¡Por
favor! - Le pidió el chico con tono suplicante.- Deja de estudiar sólo por esta
noche. Cenaremos juntos para festejarlo.
He reservado en un local muy bonito. Era una sorpresa. Lo tenía preparado desde
hacía tiempo. Te prometo que desde mañana os dejaré tranquilas para que
estudiéis todo lo que os haga falta.- Sentenció con pretendida jovialidad.-
-Claro,
Marianne.- Intervino entonces una amable Paulette, animando a la otra joven a
aceptar.- Ha sido un bonito detalle, tu novio se merece que le prestes un poco
de atención. – Aseveró permitiéndose incluso el lujo de rematar con un sarcasmo
que, ahora sí, Corbin podía detectar, y que fue todavía más evidente cuando esa
ramera agregó.- Últimamente le tienes bastante descuidado al pobre Julius. No
te preocupes, mañana recuperaremos el tiempo… de estudio.- Añadió enseguida
sonriendo casi con una mueca.-
Y así fue, Marianne asintió con más
entusiasmo tras esas palabras y él la llevó a cenar a un lujoso restaurante. La
chica apenas podía creerlo. Sobre todo tras ver los precios de la carta.
-¡Pero
esto te va a costar una fortuna! - Pudo decir perpleja.-
-Eso
no me preocupa, tú eres lo más importante para mí.- Sonrió él.- Y voy a
demostrártelo.
La muchacha no replicó, Corbin creyó
ver un destello de pesar en sus ojos, aunque no pudo asegurarlo puesto que ella
enseguida bajó la mirada. La cena discurrió en un ambiente silencioso, la joven
apenas sí habló, todo era escuchar a su novio haciendo planes de futuro.
-Cuando
terminemos nuestras carreras, ¿quién sabe? Quizás podríamos pensar en dar el
paso.- Comentó Corbin.-
-¿El
paso?- Repitió ella mirándole ahora con perplejidad.-
-Ya
lo sabes, casarnos.- Afirmó él.-
-Bueno,
somos jóvenes todavía. – Sonrió ella de modo forzado.-
-Es
verdad. Tengo que tener paciencia. Sí.- Aparentó convenir él.- Es que te quiero
tanto que…no puedo esperar. Quiero que seas solo para mí.- Declaró con
premeditación, recordando las palabras que esa invertida de Paulette le
susurrase a su novia y remachó con voz entre melosa y suplicante, parodiando
casi la de esa otra pécora.- Al menos esta noche me darás un anticipo. ¿Verdad?
Marianne palideció visiblemente tras
escuchar aquello lo cual le causó a Corbin un regocijo que tuvo difícil
disimular. Eso sí, el chico se interesó aparentando extrañeza y algo de
inquietud.
-¿Te
encuentras bien?...parece que te has puesto lívida.
-Sí,
sí claro.- Se esforzó ella por responder.- ¿A qué te refieres?- Quiso saber
ella con tono apurado.- Con eso de un anticipo… Sabes que yo…
-No
te preocupes.- Sonrió él con impostada afabilidad.- Me refería a esta velada
tan maravillosa. Es un anticipo de cómo podrá ser nuestra vida juntos, cuando
seamos marido y mujer. ¿No crees? Basarnos en nuestro mutuo amor y confianza.
La joven dio la impresión de sentirse aliviada
al oír aquello. ¡Qué poco podía sospechar esa zorra que él lo sabía todo! Pero
era pronto aun para descubrir sus cartas. De modo que el resto de la cena
transcurrió de modo normal y al terminar salieron del restaurante con ella
deseando volver pronto a su casa. De hecho, no era demasiado tarde. Poco más de
las nueve en realidad y al día siguiente era fin de semana. No obstante, Corbin
no tuvo el menor inconveniente en acompañarla hasta la puerta y despedirla, en
esta ocasión hasta logró darle un suave beso en los labios que ella se limitó a
encajar para musitar con una sonrisa forzada.
-
Ha sido un día muy largo, estoy realmente cansada. Me voy a la cama enseguida.
-Nos
veremos muy pronto.- Le aseguró amablemente él.- Duerme bien, cariño…
Marianne asintió despacio y se metió
en casa. Él entonces se dirigió hacia la parada del autobús. Aunque enseguida
aquel misterioso tipo apareció a su lado, había gente y a pesar de que no estaban lejos de la multitud
nadie más que el propio joven parecía verle. Entonces ese extraño le dijo con
aprobación.
-Lo
has hecho muy bien, sé lo que te ha costado no gritarles a esas dos invertidas
y denunciar sus perversiones. Pero merecerá la pena. Te aseguro que tu
paciencia se verá recompensada con creces. Ahora, sígueme, vamos a esperar a tu novia.
Corbin asintió, caminó alejándose de
esa parada tras de aquella figura. Se adentró por un cercano callejón y casi
sin percatarse de ello estaban en esa misma calle. Allí, tras una hora,
escucharon el sonido de unos pasos. Ocultos tras una bocacalle aguardaron. El
sonido de unos tacones se acercaba. En efecto, era Marianne, lucía un escotado
vestido e iba realmente sexy. El joven no pudo evitar unas lágrimas de pesar.
Con él se había vestido elegante pero sobria y recatada. Estaba muy claro para
quién guardaba lo mejor de sí y toda su pasión. Pero eso se iba a acabar. E iba
a hacerlo esa misma noche.
-Sí.-
Se dijo con perversa satisfacción.- Ahora vais a ver…desviadas…
Y tal y como ese misterioso tipo le
predijera, el ruido de más pasos pudo escucharse. Eran pertenecientes a otros
tacones femeninos. Por el otro lado de la calle llegaba esa mujer. Paulette se
aproximaba, también deslumbrantemente ataviada, pelo suelto, vestido rojo y
zapatos negros. Contrastando con el vestido verde y los zapatos a juego de
Marianne. Se encontraron en medio de ese paseo y se abrazaron besándose sin
recato en los labios.
-¿Qué
tal la cena?- Quiso saber Paulette con un tonillo claro de sarcasmo y burla.-
-A
decir verdad. Me dio un poco de pena el infeliz.- Suspiró Marianne.- Quizás
esto ha llegado demasiado lejos ya. Incluso me ha insinuado matrimonio. Ha
habido un momento en el que me he llegado a asustar.
-¿Por
qué?- Inquirió su pareja también mirándola con preocupación.- ¿Crees que
sospecha algo?
-No.-
Negó su interlocutora.- Pero era la forma en la que hablaba. Está impaciente. Quizás
me lo pida antes de lo que yo pensaba. Y claro, ante mis padres y los suyos, no
sé qué podría alegar para negarme.
-Debes
cortar con él enseguida.- Le aconsejó su amante.- Sencillamente dile que has
perdido la chispa. No tiene porqué saber nada más.
-Evidentemente,
mi familia no lo aprobaría.- Sentenció su contertulia, agregando con temor y
preocupación.- No podrían soportar saber la verdad sobre mí. Tendré que
inventar algo. No sé, que me engaña o que ha intentado propasarse.
-Esa
es una buena idea.- Aprobó Paulette.- Lo que sea, pero hazlo pronto.
-Aunque
eso no sería justo para él.- Se lamentó Marianne.- No merece eso. No es mal
chico y me quiere de verdad.
-Amor
mío.- Le susurró Paulette tomando el rostro de su amante entre sus manos, para
agregar.- ¡Ojalá no fuera necesario! Pero ha llegado el momento, ¡debes elegir!
-Sí,
tienes razón, y te elijo a ti.- Sentenció Marianne.-
Ambas se dieron un largo beso en los
labios para sellar aquello. Sí, esas dos zorras acababan de sellar su perdición.
Pensó Julius.
-Ahora
vamos a mi casa.- Le ofreció Paulette, musitando con tono lleno de deseo.- Y
recuperemos la velada que perdimos ayer…
Su interlocutora asintió y fue entonces cuando
ambas se sobrecogieron al escuchar una risa entre delirante y atronadora.
Surgió de una de las bocacalles. Estaba tan oscuro que no podían distinguir
nada.
-¿Quién
está ahí?...-Quiso saber Paulette sin obtener respuesta.-
-Esto
no me gusta, vámonos.- Le pidió Marianne con tono trémulo.-
Las dos avanzaron por la calle, en
dirección a la casa de Paulette, pero a su encuentro llegaban dos individuos
que vestían de modo desarrapado. Las chicas vieron que ambos se dirigían hacia
ellas con sendas sonrisas a cual más macabra. Asustadas, dieron media vuelta
para ir por otra dirección. Con horror vieron a dos más que las cerraban el
paso por el camino opuesto.
-¡Por
favor!…-Pudo musitar una aterrada Marianne.- Solamente queremos irnos a casa…no
nos hagan daño.
-Pero
cariño, yo ya te había dejado a salvo en casa.- Oyó entonces la familiar voz de
su novio añadiendo con sorna.- ¿Acaso no estás durmiendo? Tranquila, seguro que
estas acostada en tu camita y que esto solamente será una pesadilla.
Asombradas y asustadas, las dos
vieron salir a Julius de entre las sombras de un callejón anexo. Tan atónitas
estaban mirándole allí plantado y sonriendo con una mueca aviesa que no se
dieron cuenta de lo que pasaba hasta que fue tarde. Los individuos que venían a
sus espaldas las sujetaron poniendo sendas manos sobre las bocas de ambas. Y en
esas manos llevaban paños con cloroformo. Las dos se durmieron casi al instante
tras apenas ser capaces de forcejear. Corbin asintió, indicando a esos tipos.
-Ya
sabéis lo que tenéis que hacer…
Y estos obedecieron sin hablar,
cerca de allí una furgoneta aparcada les aguardaba. Subieron a las dos mujeres
y él por su parte montó en un vehículo junto a aquel extraño tipo que le
comentó.
-Ahora
vamos a disfrutar de la justa cólera del Señor contra esas pecadoras. Suya es
siempre la venganza, pero tú la administrarás en su santo nombre.
Se dirigieron a un lugar muy
apartado, allí, llevaron a las dos inconscientes chicas. Tras una media hora
más de paciente espera Julius las vio despertar. Estaban atadas de pies y manos
en sendas sillas. Y no se recató de quedar plenamente a su vista.
-Por
Dios, Julius, ¿Qué estás haciendo?- Pudo preguntar la angustiada Marianne.- ¿A
qué viene esto?
-¿Qué,
qué hago?- Se burló él acariciando el mentón de su hasta entonces novia para
sentenciar.- Daros una buena lección. Hacer que os arrepintáis de vuestro
terrible pecado. ¿Qué te crees, que no sé lo vuestro?. Sois unas miserables
desviadas.- Escupió añadiendo con regocijo.- A eso viene…
-Espera,
¡puedo explicártelo!- Le pidió la asustada chica.-
-Mira.-
Intervino la asimismo asustada Paulette, tratando no obstante de sonar calmada.-
Sé cómo debes sentirte, no quisimos que pasara, pero nos enamoramos la una de
la otra y…
-Y
yo iba a decírtelo.- Añadió Marianne.- Pero esta noche no me atreví, te vi tan
ilusionado que yo… lo siento…
-¡Ahorraos
esa basura! - Espetó él.-
Aunque trató de calmarse, no quería arruinar
ese momento, de modo que, conteniendo su ira, afirmó con severidad.
-Si
me hubieras engañado con otro hombre lo habría al menos entendido. Pero ¡con
una mujer! Bueno. - Suspiró.- Quizás es que nunca tuvimos relaciones, ya sabes.
Tú no querías ni tocarme. Pero apuesto a que con ella no eres tan remilgada.
Dime. ¿Qué tal fue la otra noche? ¿Le diste ese anticipo que le prometiste?
Tengo curiosidad. ¿Cómo lo hacen dos mujeres?. ¿Os restregáis una contra otra?
¿Eh? ¿Os laméis con impudicia vuestras partes íntimas?
Sus prisioneras estaban demasiado
aterradas como para oponer nada. La mirada de Corbin debía ser terrible. Al fin
fue su novia quien reunió el valor suficiente para implorar.
-Escúchame, ¡por favor!- Le pidió una
sollozante Marianne.- Déjanos ir, no cometas ninguna tontería.
-¿Cometer
una tontería? ¿yo?- Se sonrió afirmando rotundamente.- Yo no pienso haceros
nada. Es más, voy a liberaros.
-Menos
mal que has entrado en razón.- Suspiró Paulette prometiéndole con tono
conciliador.- Olvidémonos de esto ¿vale? Marianne y tú podéis seguir siendo
amigos. No le contaremos nada a nadie.
-¡Oh!,
por supuesto que no lo contaremos.- Sentenció él en tanto les soltaba las
ligaduras de los pies para remachar con regocijo.- Yo cumplo siempre mi
palabra. Pero lo malo es que mis amigos no han prometido nada. Y yo no puedo
obligarles. ¿Lo comprendéis, verdad?. De hecho, y como favor especial,
únicamente me permiten salvar a una de vosotras…
-¿Qué
amigos?- Pudo preguntar Marianne.-
Entonces, por toda réplica, esos
cuatro individuos entraron, las chicas apenas pudieron lanzar una exclamación.
Enseguida una de ellas fue atacada por dos de aquellos tipos mientras sus
compinches sujetaron a la otra.
-¡No,
por favor!- Chilló Marianne.-
La chica se sentía impotente y aterrorizada en
tanto era sujetada por dos de esos tipejos, uno de ellos, con acento
patibulario, le espetó en tanto la agarraba del rostro apretándole las mejillas
hasta hacerle daño, sin dejarla apartar la vista de aquel terrible espectáculo.
-Mira
bien esto, zorra depravada. Mira y nunca lo olvides. ¡Así es como castigamos a
las pecadoras y a las desviadas!
Y entre tanto, a pesar de sus gritos y pataleos,
Paulette fue desnudada, golpeada y vejada. Esos otros dos hombres la abofetearon
rasgándole el vestido. Uno la sujetó de los brazos y pese a retorcerse con
todas sus fuerzas la chica no pudo evitar ser forzada por el otro.
-¡Nooo!
Por favor, ¡nooo! – gritaba y gemía la víctima de aquellas atrocidades.-
La morena chillaba sin cesar suplicando pero
esos tipos, lejos de ablandarse, se reían. La espantada Marianne tenía una
expresión vidriosa y apenas sí pudo observar de reojo como su novio presenciaba
eso con una sonrisa de complacencia. Así, en tanto esa terrible tortura duró ambas solo pudieron chillar, gemir y llorar,
una por soportar semejantes atrocidades y la otra desquiciada por el horror,
viéndolas impotente. Al tiempo que escuchaban la voz iracunda de Corbin
exclamar.
-¡Ay
de las pecadoras impúdicas e invertidas! Aquí está el castigo del Señor para vuestros
graves actos. ¡Ahora vais a saber lo que es ser una auténtica mujer!
Tras unos angustiosos minutos ambas
quedaron tendidas en el suelo. Paulette con las ropas hechas jirones, el cuerpo
lleno de moretones, sangrando y gimiendo sin fuerzas casi ni para respirar y
obnubilada por el dolor. Marianne no podía articular palabra, al fin fue
soltada por esos otros dos. Quedó arrodillada junto a su amante tratando de
abrazarla lo más suavemente que pudo, apoyando la cabeza de ésta contra su
regazo.
-Po…
¿por qué?- Fue capaz de susurrar Marianne cuando Corbin se puso en cuclillas
mirándolas con expresión de reproche.- Julius, ¿por qué?...
-¿Por
qué? Querida. ¡Porque eres mía, mía y de nadie más! Lo cierto es que al
principio había pensado repudiarte. Ahora sólo eres una furcia, un despojo.
Debería dejar que esos tipos te hicieran lo mismo a ti también. Sin embargo, tu
familia y la mía se conocen y se estiman. Tus padres creen que eres virtuosa y
decente. No quisiera romperles el corazón ilustrándoles con la triste verdad.
Pero sobre todo, tal y como te dije, eres muy importante para mí, todavía y a
mi pesar sigues siéndolo. Y durante la cena te prometí que te lo demostraría.
¿Has visto? siempre cumplo mi palabra. Por eso me apiadé de ti. - Respondió inflexiblemente él, agregando.- Ahora
te diré que sucederá. Aceptarás mi propuesta, te casarás conmigo y volverás al
camino recto de Dios arrepintiéndote de tu terrible pecado. O de lo
contrario…¿Ves lo que queda de tu amiguita?. La próxima vez no seré tan
clemente y ella no recibirá el castigo por ti. Esa es otra promesa. ¿Me he
explicado con claridad?
La joven interpelada estaba
sobrepasada por el miedo y no era capaz de replicar, sólo temblaba horrorizada,
con la mirada perdida, aunque él entonces demandó una contestación con un grito
lleno de ira.
-¡Responde,
zorra! ¿Obedecerás?
-Sí…sí.-
Musitó ella entre lágrimas de terror y desolación. – Haré lo que tú digas…
Corbin sonrió satisfecho, dejando a
su novia en shock tras dedicarle una última mirada de desprecio. Entonces se
aproximó a la otra chica que tenía el rostro cubierto de lágrimas y sangre y se
acurrucaba en posición fetal, para decirle con un tono irónicamente jovial.
-Y
tú, claro que no vas a hablar. De hacerlo te aseguro que este rato de asueto
que has pasado con mis amigos te parecerá el paraíso comparado a la próxima
vez…porque todavía pueden hacerte cosas mucho más interesantes. Así que
escúchame bien, te diré lo que harás. Te marcharás de esta ciudad para siempre,
y jamás volverás a tocar a mi novia, ni a contactar con ella. Ni siquiera a
mirarla. No es que me importe mucho ya esa ramera asquerosa, pero es cuestión de principios y sobre todo, porque
va a ser mi esposa. De modo que, si no obedeces, te aseguro que esta cura para
invertidas que has recibido volverá a repetirse hasta que sanes o mueras. El
resultado de tu terapia me da igual, en cualquier caso, dejarás de ser una
molestia.
Y tras reírse con vehemencia ordenó
a los individuos que habían abusado de Paulette.
-Sacadla
de aquí y dejadla en la calle, junto a los cubos de la basura. Que es donde una
zorra sáfica como ella debe estar.
Marianne no tardó en arrodillarse
ante él suplicando por su amante. Aunque sus ruegos cayeron en saco roto.
-Por
favor, te lo suplico…¡perdóname! - Le pedía una y otra vez.- No le hagas más
daño a Paulette. Ella no es la culpable de esto. ¡Fui yo, fui yo! ¡Yo me
enamoré de ella!- Confesó llena de angustia.-
-Vaya.-
Se sonrió el chico, tratando de contener el desprecio y la ira que le asaltaban
oyendo aquello.- ¿De modo que tú fuiste la que lo empezó?
-Desde
niña supe que las chicas me gustaban.- Le desveló entre gemidos.- Pero eso
jamás se habría entendido en mi familia. Por eso, cuando tus padres y los míos
se conocieron y nos presentaron…
-Tú
decidiste que habías encontrado la tapadera perfecta. ¿No es así?- Espetó él.- El
idiota que nunca sospecharía nada y al que usarías como excusa, hasta que
pudieras vivir tu vida. Claro…
-Jamás
quise hacerte daño, ¡de verdad! - Insistió ella con desesperación en la mirada,
aferrándose a una de sus manos.- No creí que esto fuera a suceder de este modo,
yo…
Corbin se soltó bruscamente y le
propinó una sonora bofetada que dio con ella en el suelo. Dejándola gemir por
unos instantes mientras se tapaba la marca del golpe, él movió la cabeza y apenas
fue capaz de responder entre balbuceos de cólera.
-No
tengo palabras para expresar todo el asco y el desprecio que siento hacia ti
ahora. Pero, aun así, quisiera perdonarte y darte otra oportunidad. Aunque
solamente sea por no destrozar el corazón a tus padres y llenarles de oprobio.
-Julius,
por favor, ¡haré cualquier cosa! - Le aseguró ella con visible angustia en su
expresión.-
-Claro,
si estás dispuesta a redimirte. No habrá problema. - Replicó él, preguntando ahora
con falsa condescendencia.-¿De veras lo estás?
-¡Sí,
sí!- Sollozó la chica rompiendo a llorar en tanto bajaba la cabeza colocándose
casi en posición fetal.- ¡Haré lo que quieras! ¡Lo que quieras! ¡Te juro que
haré lo que me digas!
Y lo hizo. Aparentemente la vida
continuó igual. Al día siguiente Paulette no apareció por clase y su compañera
dijo no saber nada de ella cuando le preguntaron. Luego esa chica reapareció en
otro lugar y se guardó mucho de denunciar nada. Por su parte, Marianne comenzó a ir casi a todas horas con
Corbin, aferrada a él y siempre en actitudes realmente cariñosas. Tanto era así
que hasta sus propios padres la tuvieron que llamar al orden. Su novio entonces
únicamente se sonreía algo envarado pidiendo que disculpasen a la chica.
-Es
que nos amamos tanto que nos es difícil guardar la compostura. Pero, no teman
por nuestra virtud. Seremos pacientes. Es más, pronto nos casaremos.- Aseguró
para alegría de sus padres y los de ella.- ¿Verdad, cariño?- Le preguntaba a su novia con
tono meloso ocultando un insano y sádico
regocijo que solo ella percibía.-
-Sí,
eso es, mi amor. Perdóname. - Se apresuraba a replicar la chica con voz trémula
ante la aprobación de su familia.- Te quiero tanto que apenas puedo aguardar a
nuestra boda.
Y
fue tal y como él dijo. La pareja prosiguió su relación con las bendiciones de
ambas familias y a los pocos meses anunciaron su compromiso. La boda se celebró
al terminar sus estudios. Entonces Julius decidió iniciarse en su carrera
evangélica. Comenzó a predicar convirtiéndose en un gran admirador del
reverendo Waters y de Carter Lench y su amante y fiel esposa le seguía donde
quiera que fuese. Al menos, de cara al exterior, el entonces recién ordenado pastor
y su mujer eran una pareja ejemplar. Sin embargo, en casa mantuvieron una
relación fría y sin amor. Pero eso ya no le preocupaba a Corbin. Gracias a la
ayuda de aquel extraño y poderoso ser él pudo controlarlo todo. Su ahora esposa
nunca más volvió a saber de Paulette que
desapareció misteriosamente de la ciudad, sin terminar sus estudios. Pero él
sí. Esa chica terminó mal, vendiéndose por las calles, víctima de la adición al
Loten. Las secuelas de aquel “castigo” jamás la abandonaron. Aunque para Marianne
tampoco fue mucho mejor, quedó embarazada de Julius pero hubo complicaciones.
Tuvieron que ingresarla en el hospital cuando apenas estaba de cinco meses. En
la sala de espera, el médico se aproximó con semblante preocupado.
-Señor,
debemos intervenir de inmediato o la vida de su esposa podría peligrar.
-¿Pueden
salvar al bebé?- Quiso saber Corbin.-
-Ahora
mismo es la vida de la madre la que más nos preocupa.- Declaró el facultativo.-
Deberíamos practicar un aborto.
-Nada
de eso, el aborto es pecado.- Aseveró él con rotundidad.-
-Pero,
señor.- Pudo contestar el perplejo médico alegando con horror.- ¡Su mujer
morirá…perderemos a los dos!
-Todo
está en manos de Dios. Hágase su voluntad.- Replicó Julius con gesto impávido.-
Y pese a los ruegos e insistencia
del equipo médico, él no dio su consentimiento. Llegando incluso a amenazar con
una demanda si se atrevían a obrar contra sus dictados. Marianne estaba tan
débil y afectada que apenas si era capaz de mantenerse consciente debido a los
anestésicos y no podía decidir por sí misma. Su familia había delegado en Corbin.
Incluso el afamado reverendo Waters a
quien él admiraba fue a verle.
-Es
un honor para mí que haya venido.- Le dijo olvidándose por un momento del
trágico estado de su esposa.-
-Celebro
conocerte Julius, eres joven pero me han
hablado muy bien de ti.- Le halagó aquel tipo fornido y de larga y espesa barba
negra, que vestía una especie de traje de sotana.-
-Hubiese
sido mejor vernos en otras circunstancias, reverendo.- Dijo finalmente él, con
tristeza.-
-Sí,
hijo. Pero es Dios quien decide sobre esas cosas.- Afirmó su interlocutor.-
-Por
ello he dejado todo en sus manos.-Contestó él.-
-En
este caso, puedes decidir sobre tu esposa.- Repuso Waters.- Dios entenderá que
quieras salvarla.
-No
a costa de una vida inocente.- Rebatió no obstante Corbin.-
Aquello pareció asombrar a su interlocutor,
aunque Waters declaró con tono contenido y moderado.
-
Es tu decisión. Pero, ante todo, tu deber de marido es confortar a tu esposa en
este duro trance. Y perdonarle cualquier ofensa que te haya podido infligir.
Él asintió, eso era verdad, pese a no querer perdonarla
nunca por lo que hizo no sería cristiano dejar de lado a una moribunda en
peligro de condenarse. Por ello, al poco y cuando Waters se marchó, Corbin
finalmente pudo entrar a verla. Cuando ella pese a todo le reconoció, le
susurró entre exhausta y consternada.
-Lo…lo
siento… hice todo…lo mejor que supe… para que me perdonases…Julius...
-Lo
sé, lo sé. Querida.- Le dijo él en voz baja.- No temas nada, yo te he
perdonado. Ahora confía en Dios.
-No
quiero…ir… al Infierno…- Balbució la joven, llena de miedo y entre lágrimas de
tristeza.- Nuestro bebé…salva a...nuestro bebé…
-Si
es la voluntad del Señor…- Suspiró Corbin intentando mantenerse entero.- Ya sabes, Él dio la vida de su hijo por
salvarnos a todos. Y en verdad te digo, que, si Él así lo dispone, tanto tú
como nuestra hija Miriam, estaréis hoy en el Paraíso…
Marianne intentó aferrarse a su mano
mirándole con angustia, esperando al menos una mirada afectuosa por parte de su
esposo que no llegó. Al fin las fuerzas le fallaron. La máquina se activó
indicando paro cardiaco. Corbin fue sacado de allí con expresión ida y ya no
pudo volver a hablar con ella. Tras minutos de intentos inútiles por reanimarla,
el médico, lleno de pesar, le dio la funesta noticia.
-Lo
lamento señor, ha sido imposible salvarlas…Mi más sentido pésame.
Él se limitó a asentir saliendo de
allí. Así lo recordaba ahora, en la soledad de ese sombrío local.
-Fue
una desgracia, un gran sacrificio, Marianne sucumbió a ese terrible pecado,
pero pude salvar su alma y al menos murió en gracia de Dios.- Pensaba el obispo
con un deje de amargura y al tiempo de satisfacción. – Sí, fue el sacrificio
que me pidió el Señor para completar su obra. Como Abraham con Isaac. Ésta es mi alianza.
Pero en esta ocasión, Él no detuvo mi mano con un ángel, se llevó a Marianne y a mi hija Miriam. Aunque valió la
pena. A mi esposa la salvé de ir al Infierno. Y haré lo mismo con todos los
desviados…lo haré por su propio bien. Si Marianne no hubiera sido así…las cosas
podrían haber sido muy distintas…Pero hágase su voluntad…debo castigar a esas
pervertidas y lo haré.
Por ello se había dedicado a ir
buscando a cuantas sáficas desviadas del camino recto pudo localizar. Empezó por Maggie a quién, gracias a ese
misterioso individuo y su libro, pudo seguir la pista. En esta ocasión, aunque
parecía un caso perdido, quiso darle la oportunidad de redimirse. Y felizmente
la enfermera la aprovechó, enamorándose de un hombre bueno. Además, aquel
extraño ser le comentó que esa mujer y su hija deberían vivir puesto que una
alta misión las aguardaba. Y a diferencia de su propia e infortunada esposa así
sucedió. Milagrosamente esa enfermera volvió de la muerte, ella pensando que
debido a su hija y al Altísimo. Y sin duda
fue para bien. Ahora era una de las más devotas seguidoras de Corbin.
-Sí,
esa fue la señal definitiva.- Pensó el obispo con gesto esperanzado.- Se puede
redimir a estos pecadores.
Después
le tocó el turno a aquella maestra, Daphne. Otra que, al menos hasta ahora,
parecía haber vuelto al camino recto. Casada con otro buen chico. Pese a todo,
algo le decía a Julius que no debía bajar la guardia en ese caso. No obstante, otras
estaban condenadas sin remisión. Sáficas como esa modelo española y aquella
científica china, no quisieron volver al redil. Igual que esa doctora que se
marchó de Nature con su hija antes de ser el blanco de un justo castigo a sus
perversiones. Lo mismo que esa abogada…otra que huiría, al menos de momento,
lejos de su merecido escarmiento. Sin embargo, ese mismo ser le reveló a Corbin
que la tal Kerria ya estaba siendo castigada por otros medios. Como esa
pervertida israelí, la que, gracias a la intervención de ese misterioso benefactor,
fue convenientemente alejada de Nature.
-A
las que se han negado a ser salvadas. ¡Ay de ellas! No podrán escapar de la
Condenación. Con nuestra humilde asistencia, Dios se ocupará de condenarlas a
las llamas eternas a su debido tiempo. El Señor todo lo dispone. Lo mismo que
con esa tal Keiko.- Pensó con regocijo.- Todas tendrán en su momento que
afrontar el castigo por su iniquidad. También ese actor de pacotilla recibió su
merecido. Porque los sodomitas son otra plaga a erradicar, aunque de ese
cometido se ocupan otros. Mi hermano en la fe Alí Zulay y los suyos. Yo debo
cumplir éste al que me he consagrado. Acabar con las desviadas. Afortunadamente
ya queda menos para que, al fin, se haga la voluntad del Señor…
De este modo, con esa obsesiva idea en su
mente, se marchó, apagando la luz del local donde todo quedó a oscuras y en
silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)