lunes, 4 de diciembre de 2017

GWTN44 Planificando estrategias.

Tuvo que salir deprisa de la ciudad. Y no era para menos. Ángela no se fiaba de nada ni de nadie. Aprendió a desconfiar de todo el mundo. Tras hablar con Nelly sintió que esa chica le ocultaba algo. Su jefa la había vuelto a llamar haría un par de días. Le pidió que aguardase a un cliente muy especial. A preguntas suyas de qué tipo de cliente y qué querría, Nelly se limitó a decirle que ya lo sabría cuando le viera. De modo que, recelando, no tardó en ponerse en contacto con Mandy y decirle que se tomaba unos días para arreglar unos asuntos.



-No soy tan estúpida como te crees, Nelly.- Pensó. - Tendré que ir a ver a Kassandra y preguntarle a ella.



            Se dirigió a la ciudad del Sur, dispuesta a enterarse de lo que estaba sucediendo. Al llegar, la hermana de su empleadora la recibió en su casa.



-Pasa.- Le pidió Kassandra con tono cordial.-

- No me andaré con rodeos.- Le expuso Ángela, desvelando. – Tengo la impresión de que alguien me está acechando. Y de que va cerrando el círculo en torno a mí.



            Su interlocutora se limitó a encogerse de hombros para replicar.



-No tengo ni idea de a qué podrías referirte. Tras tantos años, ¿quién iba a estar interesado en ti? No creo que sepan ni que existes.

-Si he sobrevivido aquí durante tanto tiempo es porque nunca me he fiado de nadie.- Le contestó su contertulia con gesto serio, añadiendo.- Por eso quiero desaparecer durante una temporada. Solo por seguridad.

-¿Lo has hablado con Nelly?- Quiso saber Kassandra sin alterar su neutra expresión.-

-Prefiero hacerlo contigo. Tú eras una compañera de infiltración en este planeta. Entiendes mejor que nadie la situación. Necesitaré unos créditos que no puedan rastrearse y una cuenta informática segura. A salvo de hackers. Y sé que tú conoces al mejor de Nature. Preciso que me cree una oculta.

-Bueno.- Suspiró su contertulia caminando por la habitación en la que estaban.- Puedo ponerme en contacto con ese hacker, sí. Pero no será barato. Quien quiera que sea cobra muy bien por sus servicios.

-Os he hecho ganar mucho dinero. Y una vez pase este mal momento, volveré a hacerlo. Tú lo sabes bien.- Afirmó Ángela.- Es una inversión que os merece la pena.



            La aludida se tomó unos instantes para meditar sobre esa propuesta y al fin asintió.



-De acuerdo. Contactaré con él para que te fabrique un perfil oculto.

-Gracias, no lo lamentarás.- Dijo al fin su aliviada contertulia.- Te daré la información necesaria.



            Así lo hizo y tras eso se despidieron, Ángela se marchó y Kassandra escribió entonces a su contacto.



-¿Hola?. Verás, necesito un favor urgente. Sí, no hay problema. Pagaré lo necesario. Muy bien, esto es lo que preciso que hagas…



            En Sagan City entre tanto, Dean consultó su portátil. Allí, sentado en un banco al sol, a plena luz del día. Era irónico. La policía podría pasar de patrulla y verle perfectamente. De hecho, ya había sucedido más de una vez. Sonrió moviendo la cabeza. Era cierto que la mejor forma de ocultarse era permanecer a la vista.



-Muy bien. -Tecleó como respuesta a través de su net fantasma, con la que contactaba con sus clientes.- No te preocupes. Pronto tendrás ese perfil. Pásame sus datos…



            Y una vez los hubo obtenido sonrió más ampliamente aun para musitar entre divertido y con regocijo.



-Vaya, vaya. Mira a quién tenemos aquí. Estaré encantado de hacer este trabajo. Aunque no va a resultar como ella piensa. Eso seguro. Querida, al fin llegó el momento que llevaba tanto tiempo esperando, y gracias a ti además, podré negociar mi situación.



            Después de eso, guardó su ordenador y se encaminó hacia otro lugar al que hacía mucho tiempo deseaba retornar, sobre todo para ver a alguien. Espió tras los cristales y en efecto, allí estaba, atareada como de costumbre. Eso iba a ser lo más difícil para él. Lo había estado meditando durante mucho tiempo y, tal y como estaban las cosas y visto el negro futuro que les aguardaba a todos, decidió que no podía estar apartado de ella por más tiempo.



-Ya es hora. Espero que pueda perdonarme.- Pensó no sin zozobra el chico.-



            Ginger estaba preparando las mesas y disponiendo las últimas tartas que había hecho. Iba y venía del salón a la trastienda. El sonido de la puerta al abrirse captó su atención Todavía era pronto, no solían llegar clientes a esas horas. Por ello dijo en voz alta desde la cocina.



-Un momento, por favor. Enseguida estoy con usted.



            Aunque algo la sobresaltó, una presencia. Tras ella se situó alguien. Haciendo gala de paciencia y dominando su temor por si se tratase de un ladrón, la mujer insistió.



-En un minuto le atiendo, aquí no pueden entrar los clientes. Si es tan amable de aguardar fuera…



            Sin embargo, la réplica le cortó la respiración, una voz de hombre joven, entre temblorosa, emocionada y afectuosa, le dijo.



-Hola mamá. Ha pasado mucho tiempo.



            Casi sin atreverse a mirar Ginger se giró despacio. Vio a un hombre joven en efecto, de estatura media, pelo rubio ceniza, con bigote casi amarillo y algo de barba sonreírle.



-¿Dean?- Pudo gemir entre perpleja y sobrepasada por aquello.-

-Sí, soy yo.- Admitió el chico con visible emoción a su vez.-



            La dueña del Clargin no supo que hacer, le abrazó llorando sin parar durante un rato y luego se separó mirándole con incredulidad.



-¿De veras eres tú, hijo?

-Sí, pregúntame cualquier cosa.- Le ofreció él para demostrarlo.-



            Entonces el rostro de Ginger se endureció y pudo apenas controlarse para inquirir con tono dolido y triste.



-¿Por qué?



            Y sin darle tiempo a replicar le abofeteó una, dos y tres veces, sin dejar de llorar, repitiendo.



-¿Por qué? ¿Por qué?...¿Por qué nunca volviste? ¿Por qué me dejaste sola? ¿Por qué me has dejado creer que habías muerto? ¡Todos estos años sin ti! ¿Por qué? ¿Qué hice mal?



            Fue el turno del chico de derramar lágrimas y suspirar, intentando responder una vez su madre pudo calmarse lo bastante como para escucharle.



-Es una historia muy larga, mamá. ¡Lo siento, lo siento mucho… tú no tuviste la culpa!¡Mamá! -Exclamó asustado.-



            Tuvo que sujetarla porque Gin se desmayó por la excitación. Angustiado por ella, Dean la tomó en brazos dejándola con suavidad sobre un sofá del interior. Ese que él recordaba desde niño. Allí su madre le había sentado muchas veces sobre sus rodillas para darle la merienda o leerle algún holo cuento.



-¡Lo siento, mamá! - Sollozó él ahora prometiendo.- Te lo compensaré, a ti y a todos. Sólo necesito un poco más de tiempo. En cuanto termine lo que tengo que hacer. Y luego te llevaré lejos de aquí. A salvo de lo que se avecina…



            En otro lugar una escena no menos impactante se producía. Maggie había entrado con el resto de seguidores del obispo. No tardó en ver a Emma encadenada a la pared. Aunque la científica no parecía reconocerla. Lucía un par de largos colmillos y sus ambarinos ojos observaban a los presentes como un depredador haría con sus posibles presas. Y además despedía un hedor insoportable, como si de carne podrida se tratara. A la poca luz que fueron proyectando sobre ella con unas linternas, puedo percatarse de las ronchas y la piel hecha girones que comenzaba a caerle del cuerpo.



-¡Dios mío!- Exclamó la horrorizada enfermera.-

-Hela aquí, una hija de Lilith.-Declaró Corbin.-  Un monstruo antinatural, dominada por sus deseos de sangre humana.

-Es horroroso. ¿De veras existen estos seres?- Exclamó un individuo cercano, de edad mediana y poca estatura.-

-¡Quemémosla en la hoguera!, como a todos esos monstruos.- Propuso una mujer de edad similar y cabello oscuro.-

-Sería lo más piadoso quizás.- Repuso el obispo.-

-¡Por el amor de Dios! Sé quien es.- Intervino Maggie al reconocerla, alegando.- No es un monstruo, está enferma. Pero si toma su medicación no es una amenaza para nadie.

-No estés tan segura, hermana.- Le previno Corbin, añadiendo.- Está maldita de Dios. Y todo por culpa de esos invertidos. Ellos se entregan a prácticas tan antinaturales como este ser de la noche. Pero en verdad te digo, a ti y a todos, que el Señor me ha hablado. Y para hacer que vuestra fe se confirme me permitirá obrar un milagro.



            Todos le miraron perplejos. Incluso dejando por un momento de centrarse en esa especie de criatura que ahora emitía gruñidos abriendo su boca y mostrando aquellos colmillos amenazadores. Emma de hecho tiraba de esas cadenas casi logrando arrancar las argollas que la mantenían sujeta al muro. Mostraba una fuerza increíble que aterrorizaba a los presentes. Aunque tras el impacto de las palabras del obispo hubieran dejado de prestarla atención por unos segundos.



-¿A qué se refiere?. Decir algo así es blasfemia.- Declaró otro tipo de larga barba negra.-

-Lo sería si yo hablase como un falso profeta. Pero voy a demostrar que cuanto he dicho es cierto.- Sentenció el interpelado.- Ahora lo verán. Les daré pruebas de eso.

-Por favor, le suplico que le administre la medicina.- Intervino Maggie.- Nada de esto es preciso. Si no la medicamos sí que será un gravísimo peligro para todos. He visto de lo que estos seres pueden ser capaces.



            Sin embargo, para sorpresa de la jefa de enfermeras y del resto, Corbin sonrió moviendo la cabeza y declarando.



-Por esto es que he convocado a las personas más cabales e influyentes de Nature. Los representantes de varios partidos políticos, incluso el presidente y el alcalde de la ciudad están presentes. También contamos con algunos periodistas y por supuesto, militares. Quiero que, con sus propios ojos, vean el prodigo que se va a obrar. Y no por mi parte, sino por parte del Señor. Así sabrán que es justo y necesario que se combatan las pérfidas prácticas de cualquier desviado que haya en este planeta.



            Y dicho esto se aproximó a la vampira que le miraba con sus ambarinos ojos deseando lanzarse a su cuello. Sin embargo, el obispo no le mostró temor y, posando una mano sobre la frente de aquel ser de pesadilla, invocó.



-Yo te conjuro, en el nombre de nuestro Señor. Reniega de tu maldad y ven a la luz.

-¡Suéltame! - Aulló Emma, exigiendo con furia y ansia.- ¡Quiero beber!. Necesito beber…

-¿No preferirías curarte?- Inquirió el clérigo con tono firme.-

-Eso es imposible.- Siseó la vampiro.-

-¿Y si lo fuera, servirías al Señor?

-Siempre le serví, hasta ser infectada por esta maldición.- Repuso ella.- Dame de beber…por favor.- Insistió con voz ronca y gesto febril.-



            Y ante el horrorizado silencio de los allí congregados, Corbin dejó pasar unos teatrales instantes. Entonces les pidió a un par de médicos que tomasen las constantes de aquella mujer. Pese a que Emma se debatía tratando de soltarse, los aterrados facultativos, venciendo su temor inicial, pudieron hacerlo para exclamar perplejos.



-¡No tiene pulso y su corazón no late!

-Está clínicamente muerta, ¡esto es imposible! - Aseveró otro con estupor, sentenciando. – Y su cuerpo está en estado de putrefacción. Jamás lo creería de no estar viéndolo yo mismo.



            Maggie conocía a esos doctores. Eran personas serias y de prestigio. No dirían aquello de no ser verdad. Y a su pesar ella sabía que tenían razón. Por eso, cuando se apartaron con rapidez de aquel monstruo, quedó tan asombrada como los demás al escuchar al obispo.



-Quien quiera vivir eternamente deberá seguir el camino del Señor. No este camino del demonio que da una falsa vida.  Pero regocíjate. Tú, ser del averno, igual que Lázaro, resucitarás. Mejor dicho, volverás  a nacer, hermana. Nuestro Señor liberó a  muchos del Maligno, al igual que sus discípulos. Humildemente te pido Señor que me ayudes actuando a través mío… Haz que el penar de esta pobre criatura termine…devuélvela a tu seno, rescata su alma del tormento y que more nuevamente en tu casa.



            Y tras aquel discurso Corbin posó una mano sobre la frente y los ojos de Emma. La mujer sintió como un calor indescriptiblemente intenso la invadía. Aulló de dolor en tanto el obispo exclamaba.



-¡Queda sana, queda sana y vuelve a la vida y a la comunión del Señor!



            Nadie se atrevía ni a respirar. La propia prisionera había quedado al parecer sin sentido. Su cabeza reposaba ahora sobre su pecho. Su cuerpo era sostenido por las muñecas que seguían encadenadas. Entonces, helando la sangre de todos, Corbin sacó una llave de entre sus ropajes y abrió los grilletes.



-Ayudadme, hermanos.- Pidió a dos de sus acólitos que sostuvieron a la examine Emma dejándola en el suelo con suavidad.-



            Se oyeron murmullos, más cuando esa mujer abrió lentamente los ojos mirando a su alrededor. Algunas personas incluso corrieron para huir. No obstante, Emma estaba tranquila. Apenas tenía fuerzas para moverse. Se sentía aturdida, extraña…cansada…¡un momento! ¿Cansada?... Ella misma se percató de eso. Sin apenas ser consciente de ello se lo notó. ¡Estaba respirando!



-¡Oh, Dios mío!- Pudo musitar con voz trémula.- Estoy viva… ¡Estoy viva otra vez!- Sollozó embargada por la emoción.-



            Maggie fue la primera en reaccionar saliendo de aquel estupor generalizado. Corrió hasta la científica, se arrodilló a  su lado y le tomó el pulso. Para su asombro no tardó en encontrárselo.



-¿Estás bien?- Le preguntó incrédula por lo que veía y percibía.-

-Sí, no, bueno. No lo sé. - Sonrió Emma entre lágrimas afirmando. – Estoy cansada, tengo hambre. Hacía mucho tiempo que no la tenía.

-Dios mío.- Musitó una emocionada Maggie declarando para asombro del resto de los allí presentes.- ¡Es un milagro! Es humana otra vez, ¡está viva! ¡Es increíble!



            Incluso su cuerpo estaba ahora lozano, sin ningún síntoma de esa putrefacción que lo había estado destruyendo. Corbin se aproximó entonces con un gran crucifijo en la mano que mostró a Emma para recordarle.



-¿Besarás ahora la cruz de Dios?



            Y la aludida no solamente se lanzó a ella, besándola con frenesí, lo hizo también con las manos del obispo. Todo ante la estupefacta mirada de Maggie y los demás allí presentes.



-¡Gracias, gracias Señor! - Repetía Emma.- Dime que he de hacer.- Le preguntaba incesantemente a Corbin.- Dime que he de hacer y lo haré…¡Es usted mi Salvador, bendito sea…es un santo!…



            Aunque el clérigo se limitó a sonreír posando una mano sobre la cabeza de la mujer y pidiéndole a dos de sus subordinados.



-Ayudadla a incorporarse y dadle algo de comer.



            Después, añadió en tanto alguien traía una mesa con algunas viandas y una silla.



-Ahora querida hermana Emma, sacia tu hambre física. Después saciarás la espiritual. Desde ahora servirás a Dios. Porque no he sido yo quien ha obrado este prodigio sino Él.- Agregó elevando el tono ante todos los presentes.- Como dijo nuestro Señor, sino creéis en mí, creed en mis obras. Pero, os lo suplico hermanos. – Remachó con tono grave e incluso algo inquieto.-No me adoréis a mí, no cometáis tal pecado. ¡Yo no soy nada! Sólo os pido que os arrodilléis conmigo y recéis, dándole gracias a Él y únicamente a Él y a su infinita misericordia, por este milagro.



            Por supuesto que todos los presentes obedecieron de inmediato. Maggie la primera. Rezó fervorosamente embargada por la alegría y el asombro. Y tras concluir, vio con emoción y alegría como Emma devoraba la carne, la ensalada y la sopa que le pusieron.



-¡Puedo comer otra vez!- Lloraba la científica sin poderlo creer todavía.- ¡Alabado sea el Señor! Y alabado sea el obispo Corbin. Bendito sea. ¡Es un santo!- Repetía entre emocionados balbuceos.-

-No hija, solamente soy un emisario, nada más. Un mero portavoz de la Palabra Sagrada.- Repuso modestamente él.- No soy digno de otro calificativo.



            Y dirigiéndose a los allí presentes, les predicó.



-Ahora, todo debe cambiar, nuestra sociedad debe ser sanada y purgada de sus males del mismo modo que el Señor lo ha hecho con esta mujer. Este es el testimonio de fe que os había prometido. La hermana Emma ha vuelto purificada y  es admitida con amor en el seno de nuestra congregación.  Vosotros, como autoridades tenéis el deber de hacer lo mismo con toda la sociedad.

-Dinos que deseas que hagamos y se hará.- Replicó un hombre que era nada menos que el presidente del gobierno de Nature.-

-Sí, te seguiremos, ¡esto es increíble!- Convino otro, representante de los altos estamentos económicos del planeta.-



            Corbin asintió, afirmando como contestación.



-Aprobaréis las leyes del Señor y derogaréis de inmediato aquellas que vayan contra sus enseñanzas.



            Y todos asintieron, incluso Maggie repitió, lo mismo que el resto.



-En verdad eso es justo y necesario.



            Al poco el grupo se disgregó. Fueron Maggie y Nathan quienes acompañaron a la todavía eufórica Emma a casa. De camino, la científica lloraba en tanto decía entre balbuceos de emoción y alegría.



-¡Había rezado tanto al Señor para que acabase con esta tortura!

-Pues ya ves como te ha escuchado.- Le sonrió la jefa de enfermeras con afecto y consideración, pasándole un brazo por los hombros.- Ahora puedes recuperar tu vida.

-Eso es, y espero que ahora sí que aceptarás mi invitación a cenar. Aunque tras ver el apetito atrasado que tenías, no sé si la mantendré. ¡No quiero arruinarme!, ja, ja. Y no pienso que el obispo Corbin vaya a querer hacer el milagro de los panes y los peces conmigo.- Rio su vecino.-

-Ese hombre es un enviado de Dios.- Musitó la joven en tono admonitorio y hasta temeroso.- No debes tomarlo a la ligera ni hacer bromas a su costa.

-Por supuesto que no. Pido disculpas.- Convino su interlocutor bajando la cabeza en tanto se apresuraba a afirmar.- No era esa mi intención.

-No temas nada. Seguro que el Señor sabe que no tenías el deseo de faltarle. Y en cuanto al obispo, sí. Lo es. Un verdadero Santo y enviado del Altísimo. - Convino Margaret.- Tiene que serlo al haber obrado semejante prodigio en ti.

-Y su modestia y sencillez son también la prueba.- Convino Nathan.- No quiere nada para sí. Sino a mayor gloria del Señor. Regocíjate, hermana Emma, has sido bendita por Dios por la mediación del obispo. Solamente te ruego, que aceptes verte conmigo para que charlemos sobre este prodigio y cenemos en cristiana compañía.



            Y tras unos momentos más de emocionados lloros, Emma asintió mirando a su vecino en tanto sonreía luminosamente ahora  refiriéndose a su invitación.



-Claro que aceptaré. Y no tengas miedo, ¡no seré tan glotona!



            Al fin la dejaron en casa. Y es que la científica confesó que se estaba cayendo de sueño. Fue entrar en la cama y quedarse dormida. ¡Poder dormir al fin! Tras tantas y tantas noches de vigilia maldita. Y por primera vez en mucho tiempo, deseando ver amanecer al día siguiente cuando despertase. Así, la impactada Maggie volvió a casa a su vez y no tardó en contarles aquella “ Buena Nueva” a su esposo e hija.



-¡Fue increíble!- Remachó con visible emoción.-



            Kiros la escuchó perplejo e incrédulo. Aunque si su mujer y un montón más de personas fueron testigos de aquello entonces sería cierto. Gloria, sin embargo, parecía ser algo más escéptica. Y no porque pensara que ese poder no existía. Ella misma vio a alguien capaz de hacer una proeza como esa. No obstante, esa misma persona le dijo precisamente que todo el mundo debía aceptarse como era y que amar no era malo. Ya fuera a alguien de su mismo o de distinto sexo.



-Ese obispo es muy poderoso entonces.- Declaró la joven.-

-Hija, ¡está bendito por Dios! - Afirmó su madre con admiración, sentenciando. -Y ha dicho que debemos ayudar a todos los que estén extraviados a reencontrar el Camino.

-¿Qué camino?- Quiso saber Gloria.-

-El de la rectitud moral, que conduce a la espiritual.- Le contestó su madre afirmando con fervor.- Ahora veo que todo estaba conectado, todo tenía sentido. Mi conversión, tú rescatándome del infierno. Lo mismo que el Obispo ha hecho con Emma. ¡Es igual al Nuevo Testamento, mediante la fe, las obras y las parábolas, nos está mostrando el Camino!



            Tanto Kiros como Gloria intercambiaron miradas de perplejidad. El embajador no dijo nada. Tenía graves problemas de los que ocuparse. Sobre todo tras reunirse con la capitana Hunter y que ésta le pusiera al corriente de algunos informes clasificados. Aunque ahora, si ese milagro era cierto, quizás existiera una esperanza para todos.  No quiso pues rebatir a su esposa.



-Madre, no lo entiendo. ¿Acaso dices que las personas que aman a otros de su sexo no están en ese camino?. – Inquirió en cambio Gloria.-

-Precisamente.- Sentenció Margaret ahora con mayor severidad en su tono.- Y por ello ha llegado el momento de hablar seriamente con esas personas.

-Tú siempre fuiste muy comprensiva.- Adujo Kiros entonces.-

-Quizás me equivoqué.- Repuso su esposa con tintes reflexivos cruzándose de brazos y añadiendo.- Con alguien que se está condenando no valen las medias tintas. A los tibios los arrojaré de mi boca, dijo el Señor. Ahora veo lo que el obispo Corbin quería decir. Siempre tuvo razón. Ha dado un ejemplo con Emma, tuvo que tratarla de un modo rudo y cruel en apariencia para poder ayudarla a ver la luz.

-No te precipites, querida. No es que dude de lo que me cuentas pero, no estaría de más que Giaal o Naya examinasen a Emma. ¿No crees? - Le propuso Kiros con tono conciliador.- Así podrán dar fe de ese...milagro, como tú le llamas.



            Aunque, pese a lo que él pudo haber imaginado, su mujer no lo tomó a mal, al contrario, asintió sonriente como si a su marido se le hubiera ocurrido una magnífica idea.



-Así es.  ¡Bien pensado, querido! Darán testimonio de fe. Como dijo el obispo Corbin. Todo el mundo podrá comprobarlo. Puede que a mí o a otros de la Congregación no se nos quiera creer. Pero de ellos nadie dudará. Representan a la ciencia.



            Aunque su hija continuaba son entender. Y se atrevió a objetar.



-Madre, no entiendo qué relación puede tener la cura del vampirismo con la homosexualidad.

-¿Es que no lo ves?-Repuso Maggie con irritación.- ¡Las dos son una enfermedad! En ambos casos son personas enfermas, que no saben que lo están. Algunas sí, pero son incapaces de luchar contra eso. Igual que Emma cuando no tomó su medicación fue poseída por su ansia de sangre, los homosexuales son poseídos por el deseo hacia los de su propio sexo. Eso va contra natura, hija. Yo misma sufrí esa terrible lacra, pero a Dios gracias me curé. Y sufrí hasta la misma muerte. Como Emma. Por eso, el obispo Corbin tuvo que encadenarla antes de curarla. No era dueña de sus actos. Pero podía lastimar a mucha gente inocente si no se la controlaba. Yo hice eso, lastimé a muchos que no tenían culpa. Por ello, es lo mismo, a los invertidos hay que obligarles también a dejar de lado esa corrupción del cuerpo y del alma.

-¿Estás hablando de encadenar a todos los gais?- Se sorprendió Kiros con visible estupor.-

-No seas tan simple.- Repuso su esposa con malestar.- No es algo literal. Me refiero a controlarles y, si fuera necesario, a castigarles si comenten ese tipo de actos impuros. ¡Por su propio bien!- Sentenció.- Y os digo que no sufrirán más de lo que sufrí yo. No quiero hacerles daño, únicamente que se arrepientan. Es lo mismo que la Congregación desea.  ¿Es que no os dais cuenta? Una vez sanados serán aceptados con los brazos abiertos. Y ellos serán los primeros en sentirse dichosos, liberados y benditos del Señor.



            Ni Gloria, ni Kiros, se atrevieron a oponer nada a eso. Estaban desconcertados. Maggie hablaba como si estuviera poseída, sus ojos daban la impresión de brillar con un fuego renovado en su interior. Al fin, fue la joven quien suspiró.



-Lo que tú digas, madre. Yo no entiendo de esas cosas.

-No debes preocuparte. Solamente seguir los dictados de Dios, cariño. Doctores y exégetas tiene la Iglesia para interpretar sus designios. Ellos nos dirán que hacer. ¡El obispo Corbin nos guiará!- Contestó Maggie ahora con tono más suave y entusiasta.-

           

La familia dejó ese tema y se fueron a descansar. Pasaron unos días que discurrieron tranquilos. De hecho Emma, antes de volver al trabajo, acudió al hospital y se sometió a todas las pruebas que unos asombrados Giaal y Naya le hicieron.



-No puedo creerlo, pero es verdad. Está viva y totalmente sana.- Diagnosticó el doctor Ginga.-

-Tampoco yo tengo explicación para esto.- Añadió su hermana, sin dejar de auscultar a la paciente que simplemente sonreía.- Sin embargo, las pruebas son irrefutables. No encuentro la causa…¡es sencillamente increíble!

-No la busque doctora Rodney.- Le dijo Emma.- Ha sido un milagro.

-Sea lo que fuere. Enhorabuena.- Le deseó Giaal cuando la científica se marchaba.-



            Y al retornar al laboratorio todas sus compañeras la recibieron con alegría. Tras escuchar su relato quedaron visiblemente impresionadas. La propia Mei Ling tuvo que admitir que ya no podía sentir rastro de ese extraño vínculo que ambas compartieran. Por ello comentó, tratando de mostrar su temple científico.



-Quizás te ha sucedido como a mí. Tras medicación y tiempo, tu cuerpo se ha recuperado y ha vencido esa enfermedad.

-No.- Negó categóricamente su interlocutora al recordarle.- Yo estaba muerta. Técnicamente he sido resucitada. Tú en cambio no llegaste a morir, no tiene nada que ver.

-Desde luego es algo impresionante.- Afirmó Keiko quien había retornado también al trabajo tras sus días de descanso.- Me alegro mucho por ti.

-Y yo también.- Sonrió Melissa.-  Espera a que se lo cuente a Wina, hoy es su día libre. Pero se lo diré cuando llegue a casa.

-Gracias, doctora Adams.- Sonrió Emma quién, no obstante, apagó esa cálida expresión dirigiéndose a sus otras dos compañeras.- Sin embargo, mi felicidad se oscurece un poco pensando en vosotras dos. Decidme. ¿Qué vais a hacer?

-¿Hacer?- Se sorprendió Keiko quién no comprendió aquello tomándolo por otro asunto, de modo que replicó.- Bueno, acabo de volver. De momento no voy a cantar más.

-Me refiero a vuestras vidas. Dime Keiko. - Inquirió Emma con severidad en su voz.- ¿Vas a ir al fin por el camino recto? Todavía eres una mujer joven. Podrías encontrar a un buen hombre y casarte. Formar una familia grata a los ojos de Dios.

-¿Qué?- Rio su compañera entre perpleja e incrédula.- ¿Qué tiene eso que ver ahora?

-Mucho.- Le respondió Emma, declarando casi a modo de sermón.- El obispo Corbin, quién, como vehículo de Dios, obró este prodigio en mí, lo ha dicho bien claro. ¡Ay! de aquellos que no quieran o no sepan retornar a la pureza y al camino del Señor. ¡Ay! de los depravados y de los desviados.

-Emma, ya es suficiente.- Intervino Melissa con evidente gesto de disgusto ahora, pese a que trató de sonar conciliadora al afirmar.- Comprendo que esto ha sido maravilloso para ti, pero no creo que debas…

-Se equivoca, doctora.- La cortó ésta a su vez, yendo más lejos si cabía.- Y al menos Keiko tiene la oportunidad de enderezarse pronto. Pero tú, Mei Ling…realmente estoy muy preocupada por ti, y por esa otra mujer con la que convives en pecado.

-¿De qué estás hablando?- Exclamó la oriental entre atónita y molesta.- Esa mujer es mi esposa.- Le recordó.-

-¡No puede haber unión de ese tipo que valga entre dos mujeres, como tampoco entre dos hombres! - Espetó Emma.- ¡Es una abominación!…



            Desde luego a su compañera no le sentaron nada bien esas palabras, se limitó a fruncir el ceño y a mover la cabeza, alejándose en tanto replicaba con enfado.



-No voy a quedarme aquí escuchando esas tonterías de fanáticos.



            También Keiko le dedicó una mirada entre perpleja y ofendida marchándose junto con Mei Ling.



-Emma, esto no es la Iglesia, es un laboratorio científico. Tienes derecho a opinar lo que quieras pero no en el trabajo.- La amonestó Melissa.- Y mucho menos aun a faltarle al respeto a tus compañeras.

-No era esa mi intención.- Repuso más sumisamente su contertulia, añadiendo eso sí, con renovado ímpetu.- Tú estás en el buen camino, de ti no tengo ninguna duda. ¡Por eso tienes que ayudarme, Melissa! Debemos hacer que vean la magnitud de su pecado…

-¡Ya basta!- Exclamó la doctora Adams perdiendo la paciencia.- Te prohíbo que sigas con esto en horas de trabajo. Este era un día feliz, todas nos alegramos por tu curación. No lo estropees de esta manera tan estúpida, creando desunión y enemistad en el grupo.



            Y su subordinada guardó unos momentos de silencio, dejando que su jefa se alejase a su vez, para atender algunos experimentos. Al fin musitó…



-Ten cuidado, Melissa. Ya lo dijo el Señor. A los tibios les arrojaré de mi boca. Si consientes el pecado también tú serás pecadora…como yo lo sería si no denuncio vuestras faltas ante vosotras.



            La doctora Adams la escuchaba con la boca abierta. No sabía que hacer, por una parte ahí estaba Emma, perfectamente recuperada y sin la menor señal de su terrible estado anterior. Era algo maravilloso y se alegraba muchísimo. Empero, no iba a permitir que insultase de ese modo a sus compañeras que tanto la habían ayudado.



-¿Crees que es cristiano que ofendas así a tus compañeras? Han estado para ti en tus peores momentos.



            Y su contertulia asintió, bajando incluso el tono para reconocer.



-Así fue. Y les estoy muy reconocida. Por eso mismo es mi deber advertirlas. También te guardo a ti una enorme deuda de gratitud, y recuerdo las terribles cosas que iba a haceros a tu esposo y a ti. De eso se trata. He sido purificada y quiero compartir ese prodigio con vosotras. Sería un terrible pecado por mi parte el negaros el aviso divino, no daros ocasión de redimir cualquier falta.

-Muy bien.- Suspiró Melissa.- Nos damos por avisadas. ¿Tendrás la bondad de dejarlo estar? ¿O prefieres tomarte un permiso indefinido? - Le odio a elegir con tintes más de advertencia que de sugerencia.-

-Melissa, te perdono por tus palabras. Son fruto del desconocimiento. Pero en verdad te digo que un día verás la luz.- Replicó solemnemente Emma.-



            Y sin más, la científica decidió marcharse. La doctora Adams suspiró largamente tratando de calmarse…



-Esto es justo lo que nos faltaba.- Musitó.-



            En otra sala del laboratorio Mei Ling, por su parte, respiraba con agitación. Keiko trató de calmarla con tono suave.



-Seguro que está trastornada. Lo suyo ha sido realmente increíble. Muy complicado de asimilar. Por eso quizás, esté todavía obnubilada y diga esas tonterías de fanática religiosa.



            Aunque su compañera no daba la impresión de aliviarse con eso, al fin comentó.



-Tengo miedo. ¿Y si no es la única?- Musitó en tono realmente temeroso al desvelarle a su amiga.- Hoy empieza el juicio para hacer frente a la reclamación del ex novio de Sonia por nuestro hijo. Corren rumores de que el gobierno está trabajando en una ley para quitarnos nuestros derechos…

-Eso no puede ser verdad.- Quiso tranquilizarla Keiko.- Sería totalmente ilegal.

-No confío mucho ya en la justicia de este planeta. Por eso no asistiré, no deseo complicarles más las cosas. - Opuso Mei Ling.- Lo único que espero es que Kerria pueda ayudarnos…

-¡Claro que lo hará! Es una magnífica abogada- La animó Keiko.-

-Magnifica es, pero no sé si podrá luchar contra todo esto.- Musitó una inquieta Mei Ling.-



            Y precisamente en ese momento, tanto la mencionada abogada como Sonia se personaron en la sede judicial. Los resultados de las pruebas de ADN no había sido aportados todavía, aunque, acorde a la decisión del juez, debían iniciar el juicio igualmente.



-Lo bueno es que tenemos la esperanza de que, si las pruebas fueran negativas, el caso quedaría sobreseído. Eso dijo el juez.- Le recordó Kerria a su cliente.-

-¡Ojalá fuera así, pero tengo un mal presentimiento! - Replicó Sonia.-



Y tras entrar en la sala tomaron asiento. Allí estaban, listas para comenzar. Al poco vieron llegar a Rafa quien parecía estar de un inmejorable buen humor. A su lado, su abogado, Lelan Thorne. Los dos saludaron educadamente siendo correspondidos de igual modo. Tras ocupar a su vez sus lugares en sus respectivos asientos esperaron al juez. Éste apareció a los pocos instantes. Puestos en pie al unísono, ambas partes le recibieron.



-Pueden sentarse.- Declaró su Señoría haciendo lo propio tras ser anunciado.- El caso de Rafael Noriega contra Sonia Calderón por la custodia de Richard. Va a comenzar el juicio, que intervengan las partes.

-Con la venia, Señoría.- Se adelantó Lelan.- Queremos aportar pruebas documentales obtenidas esta misma mañana del registro civil.

-Muy bien, proceda.- Repuso el juez.-



            Ante la perplejidad de Kerria, ese tipo se levantó tranquilamente aportando un fichero en papel, a la usanza legal. Podría haber llevado una tablet pero esa forma tan anticuada le daba mucha más significación y simbolismo al acto. Al parecer, el representante del señor Noriega buscaba dar un golpe de efecto. Más todavía cuando facilitó una copia a su colega quién la leyó quedando boquiabierta, sin ser casi capaz de articular palabra.



-Como su Señoría puede ver. Este documento lleva el sello del Ministro de Justicia de Nature. También la firma del Presidente y ha sido publicado ayer mismo, en el Boletín Oficial del Gobierno planetario, lo cual le confiere desde ese mismo instante, rango de ley.

-Sí, en efecto.- Convino Gervis, afirmando.- Se acepta como prueba en favor del demandante.

-¿Qué?- Pudo exclamar finalmente Kerria arguyendo.- ¡Un momento, Señoría!. Por favor. Esto es totalmente irregular y carente de validez a los efectos de este caso.



            Sonia observó a su abogada con visible inquietud. Ella no era jurista, ni entendía de eso, pero el rostro lívido de Kerria no le daba desde luego buena espina.  Optó por escuchar la respuesta del juez que declaró con tono flemático.



-Señorita Malden. El documento es totalmente legal y válido en esta sala a efectos del proceso. Se limita a corregir y matizar un asunto que no estaba regulado bajo las leyes naturianas sino las de Kinmoku. En esas leyes, se admitía el matrimonio legal entre personas, sin indicar su sexo. Esta ley establece que el matrimonio válido desde hoy, deberá ser entre individuos de sexo opuesto, varón y mujer.

-Con el debido respeto. Eso no cambia el hecho de que mi cliente esté casada legalmente con otra mujer. Ese matrimonio se celebró con anterioridad a la entrada en vigor de esta nueva ley. No puede tomarse a efectos retroactivos. Si esa era la intención de mi colega.- Opuso Kerria.-

-Al contrario.- Sonrió Lelan.- Lo cambia absolutamente todo. Puede que su particular unión, no se vea afectada. No obstante, eso no se aplica a Richard, pues él no aparece en ese certificado matrimonial de dichas señoritas. Por ello, el niño no llevará ya el apellido Chang en su nombre. La señorita Mei Ling Chang, la digamos, pareja de la señorita Calderón, queda fuera de la posible salvaguardia y custodia del niño a los efectos de la ley en Nature.

-¡Eso es ridículo! - Exclamó una descompuesta y perpleja Sonia.-



Su abogada la interrumpió con un ademán de sus manos, rogándole calma, para replicar a su vez.



-Señoría, debo protestar enérgicamente y pido la retirada de ese documento de este proceso. Insisto, no se puede aplicar una ley de modo retroactivo, ni tampoco para limitar derechos previamente adquiridos.

-¿Acorde con qué legislación, abogada? ¿La terrestre? - Quiso saber Gervis quién, sin aguardar respuesta de la petrificada letrada, sentenció.- Esta ley llena un vacío legal, no deroga leyes anteriores que concedieran ningún tipo de derechos a nadie en ese tema. Protesta denegada.



            Kerria no supo que replicar, al fin, rehaciéndose en lo posible, suplicó.



-Por favor, necesito tiempo para examinar esto y replantear nuestra situación, Señoría. Comprenderá que esto cambia mucho las circunstancias del caso. Imploro amparo por indefensión. Le suplico un aplazamiento.

-Muy bien.- Convino Gervis.- Les concedo dos horas. Se aplaza la sesión hasta las doce de este mediodía.



            Aunque a Kerria eso le pareció muy poco, esta vez no se atrevió a protestar. Y tras el mazazo todos se retiraron. Rafa pasó de largo ante ellas inclinando la cabeza y sonriendo con sorna. Sonia no quiso ni mirarle, en cambio sí que volvió su atención a su representante quién parecía estar muy preocupada.



-¿Pero, qué pasa? ¿Ese documento entonces es legal?- Quiso saber la agitada española con voz trémula.- Eso no puede ser. ¡Tiene que ser una broma!

-Procura calmarte. Vamos a alguna sala anexa y te lo explico.- Repuso su abogada con un talante más sereno.-



            Sonia la siguió sin dudar. Deseosa de saber qué estaba sucediendo. Al fin pudieron acceder a una estancia habilitada como sala de juntas para las reuniones de los abogados con sus clientes. Una vez allí tomaron asiento y Kerria, sacando su tablet, chequeó el internet local para comprobar aquello.



-¡Esto es increíble! - Pudo decir entre perpleja y horrorizada.- Es cierto. Han aprobado una ley ayer mismo por procedimiento de urgencia. Se ha publicado en el Boletín Oficial de Nature.

-Entonces. ¿Qué pasa con nosotras y el niño? – La interrogó Sonia con evidente zozobra.-

-¿Cuándo y cómo os casasteis Mei Ling y tú?- Inquirió Kerria a su vez.-

-Hará unos cinco años, en cuanto retornamos de la Tierra.- Recordó la española.-

-Tendremos que ir al registro y obtener el documento para probar que vuestro matrimonio estaba legalizado mucho antes de que hubiesen aprobado esta ley.- Le indicó su letrada.- Aunque este juez nos lo niegue, eso nos daría al menos posibilidad de recurrir al Supremo.

-Que es una ley posterior es evidente, ¿no?- Exclamó la modelo con  tono de obviedad y enfado, sin recatarse en denunciar.- La han aprobado ayer. Parece que lo hubieran hecho precisamente para este caso.

-Lo sé.- Suspiró Kerria para pacientemente explicarle.- Pero, de cara a la ley, tenemos que demostrarlo de modo documental y fehaciente. Por ahora, al menos, no se está juzgando aquí tu relación con Mei Ling, sino a quién pertenece la guardia y custodia de Richard. Y te pertenece a ti que eres su madre, independientemente de tu estado civil. En tanto nos centremos en eso, esta nueva ley no cambia nada. Así que no pierdas la calma. Eso es lo peor que podrías hacer.



            Sonia asintió despacio, su interlocutora tenía toda la razón. Así que suspiró más tranquila. Su abogada era realmente buena y le daba mucha seguridad. La misma Kerria le sonrió alentadoramente. Al fin, tras esas dos horas de rigor y de discutir qué harían, regresaron a  la sala y el juicio se reanudó. Fue la letrada de la madre quien pasó ahora a la contraofensiva.



-Señoría, mi cliente, la señora Calderón Chang.- Repitió de forma premeditada.- Aportará el documento que prueba sin lugar a dudas que su enlace era legal mucho tiempo antes de que esta ley fuera aprobada.

-Señoría. Ante las nuevas circunstancias legales, ese documento carece de valor.- Le recordó Lelan.-

-Impugnaremos esa resolución acudiendo ante el Tribunal Supremo de Nature.- Declaró entonces Kerria con tono impertérrito.-



            Eso hizo que el juez hiciera un breve receso y la llamase  a su despacho junto con el otro abogado. Gervis, con tono contrariado, le preguntó a esa insolente abogada una vez cerró la puerta y tomó asiento en un sillón de cuero que allí tenía.



-¿Eso es una amenaza, letrada?

-En absoluto, Señoría, simplemente es un intento de salvaguardar los derechos de mi cliente. Pediré que eleven un suplicatorio contra este gobierno y una impugnación a esta ley por querer ser utilizada a efectos retroactivos y significar una merma en los derechos de mi representada. Eso, como usted bien sabe, podría tardar años en resolverse. Entre tanto, el tribunal se vería forzado a suspender cautelarmente la ley para no causar perjuicios irreparables a los afectados. Entre ellos, mi cliente.- Relató la abogada casi con tinte triunfal.-

-Veo que es usted muy osada.- Afirmó el juez.- Mucho mejor así…me lo pone más sencillo de lo que pensaba.



            Aunque para asombro de la letrada, tanto él como Lelan sonrieron. Casi parecía que estaban burlándose de ella, compartiendo una especie de broma secreta que Kerria ignorase. Al fin, fue Thorne quien le desveló lo que pasaba.



-Mucho me temo señorita Malden que, estando usted tan preocupada de su cliente, ha olvidado su propia situación aquí.

-¿A qué se refiere? No le comprendo. -Inquirió ella sin disimular su extrañeza.-

-Su licencia como abogado.- Intervino el juez.- Al concluir la vista de conciliación el señor Thorne contactó con la Tierra por el canal de urgencia.  Está usted colegiada en Nueva York, y acorde con la legislación terrestre y biosiana puede ejercer en ambos planetas. Debido a que son compatibles bajo la jurisdicción de los soberanos Serenity y Endimión. No obstante, esto es Nature y aquí, su licencia carece de validez acorde a esa premisa.

- Con todos mis respetos. Eso no es correcto, Señoría.- Opuso ella, alegando.- Hace años que ejercí aquí, representando a…

-La entonces alférez Sabra Leví, sí, he repasado aquel caso.- La cortó Lelan dejándola estupefacta, cuando añadió.- Como miembro entonces del ejército del UNISON destacado aquí en Nature, esa mujer estaba protegida bajo el convenio de intercambio y ayuda militar recíproca. Dicho convenio le permitía escoger abogado defensor de cualquier planeta vinculado a ese acuerdo. Pero, si la memoria no me falla, y créame, no suele hacerlo, ese acuerdo se aplicaba solamente a la jurisdicción militar, no así a la civil. Pese a que el representante legal de la entonces alférez Levi pudiera serlo, debido a que la infracción cometida fue en competencia no militar.

-¿Cómo sabe todo eso?- Pudo preguntar la atónita abogada.-

-Como ya le he dicho, me he informado muy bien sobre usted y su anterior caso aquí.- Sonrió Thorne, siendo ahora él quien lo hiciera de modo triunfalista para remachar.-  Por tanto, dado que la señorita Calderón es civil, y su caso asimismo cae en jurisdicción civil, usted no puede asistirla oficialmente en modo alguno ante este tribunal.



            Kerria se quedó de piedra. Aquello ni se le había pasado por la cabeza. Cuando aceptó el caso lo primero que hizo fue centrarse en que la situación de Sonia, de Mei Ling y del hijo de ambas fuera legal, pero no pensó que pudieran poner en entredicho su propia capacidad para ejercer. De hecho, ese tema ni se mencionó cuando trabajaba para el bufete de Sebastián y el fallecido Pedro y estos le encargaron ese caso anterior. Quizás porque precisamente al estar Sabra bajo la protección de ese tratado por su condición de militar, no tuvieron que preocuparse de ello.



-¿Podría facilitarme una copia de esa disposición?- Pidió ella con tono más suave ahora.-

-Sin ningún problema.- Intervino Gervis proporcionándosela de inmediato.-



            La letrada asintió, musitando un gracias, aunque entonces creyó recordar.



-Cualquier abogado que haya ejercido al menos una vez aquí debería tener derecho a hacerlo nuevamente.- Comentó aliviada.- ¿Me equivoco?

-No, está en lo correcto.- Concedió el juez con inusitada afabilidad.-



            Kerria se permitió esbozar una leve sonrisa que, no obstante, su colega y rival pronto se ocupó de borrar al matizar.



-Pero, tal y como usted misma ha expuesto de un modo tan brillante, al hablar de ese suplicatorio y de esa posible impugnación, antes de eso debería pasar por unos trámites de confirmación. El departamento de justicia de Nature debería pedirle a la Tierra informes sobre usted. Como por ejemplo, el estado de su licencia para ver si no ha caducado, antecedentes, y tras comprobar todo eso, extenderle un permiso legal. Ya sabe, esas formalidades puede prolongarse durante al menos unos meses. La burocracia…- Remachó con tono pleno de ironía.-

           

            ¡Aquello no podía ser verdad! Kerria respiró hondo y soltó el aire despacio. Todo eso era una catarata de problemas. No solo para su cliente, sino para ella misma. Tenía un visado de estancia que estaba condicionado a  su actuación en el caso. Debería pedir otro para tramitar su permanencia bajo otro supuesto. Esa era otra de las leyes que ese gobierno, de por sí muy conservador y cada vez más aislacionista, promulgó haría un par de años ya. La razón oficial, preservar Nature de visitantes no deseados tras los tristes episodios acaecidos años antes. Amparándose en esos ataques al planeta y los infiltrados que ayudaron a realizarlos, la legislación naturiana era muy exigente e inflexible en esa y otras materias. Y en eso pensaba cuando su colega, continuando con su sarcasmo, le sugirió.



-Debería buscarle a su cliente otro abogado, y a la máxima rapidez. Alguno que no tuviera este tipo de problemas. Eso o aceptar un acuerdo.

-Esa no es decisión mía.- Replicó ella tratando de contener su indignación.-

-Es comprensible que tenga usted que consultar con su cliente.- Afirmó Gervis.- Por tanto se suspende la vista para que puedan discutir esta nueva situación.



            Y tras esas palabras, tanto Kerria como Lelan abandonaron el despacho. La abogada enseguida le contó a su cliente lo ocurrido. Sonia estaba ahora desesperada.



-¿Qué vamos a hacer? ¿De quién podría fiarme en este planeta?

-Si no me equivoco. - Le comentó Kerria.- Cuando hablé con Steph me dijo que su novio era abogado. Recién licenciado y sin experiencia pero, al menos, cumple con los requisitos legales.

-Pero si no tiene ninguna experiencia, ¡ese tipo le machacará! - Opuso la angustiada Sonia.-

-No, si yo le asesoro a título privado.- Afirmó su interlocutora.- Eso no me lo pueden impedir.



            La modelo guardó un momento de silencio y finalmente asintió. No tenían otra opción. Confiaban en ese muchacho. Al menos Stephanie siempre le dijo que era un chico estupendo. Seguro que la ayudaría. Además, tener el privilegio de trabajar junto con Kerria Malden no sucedía todos los días. Ese joven a buen seguro que estaría encantado de hacerlo. No obstante, al llamar a su compañera y exponerle esa idea, Steph tuvo que objetar con pesar.



-Es que él trabaja en el bufete de Isaías Mendel. ¿No decíais que iba a ser el abogado de ese tal Rafa?

-Al final no. - Le contestó una aliviada Sonia.- Trent no tendría ningún conflicto de intereses de aceptar.

-En ese caso, en cuanto le vea se lo preguntaré.- Le prometió Stephanie.-



            Y la joven no lo demoró. Llamó a su novio de inmediato y le puso al corriente.



-¿Trabajar con Kerria Malden? ¡Sería magnífico! - Aseveró, tal y como su novia y Sonia habían supuesto.- Claro, ¿Cuándo empiezo?

-Tendrás que hablarlo con ellas.- Repuso Stephanie.- Espero que podamos quedar a cenar y discutir los detalles, si les parece bien.



            Trent asintió con evidente interés. Al fin Steph informó de esto a su compañera de trabajo y ésta a su vez se lo comentó a Kerria. Quedaron de acuerdo en cenar en el domicilio de la española y su esposa.



-Si fuera posible, esta misma noche.- Propuso Sonia.-

-No será problema.- Le garantizó Stephanie.-



            Ya en la tarde, y tras haber llamado precipitadamente a Hipatia para que la cubriera en el Clargin, Ginger conversaba con su hijo en el cercano parque. El muchacho le había estado contando a trompicones entre la emotividad y el asombro, lo que le había sucedido en estos últimos años. Su madre no pudo evitar llorar cuando escuchó algunas de esas cosas, pese a que él no quiso referirle los momentos más escabrosos. Como por ejemplo, lo que sufrió por culpa de ese tal Brund.



-Lo siento mucho, hijo. ¡Ojalá hubiera sabido cuidar mejor de ti!- Se lamentó ella.-

-No, tú no tuviste ninguna culpa. Aunque al principio yo estaba enfadado, pensando que estabas de parte de Gus. Por cierto. ¿Sigues viviendo con él?- Se interesó.-

-Hace años que nos separamos.- Respondió Gin suspirando resignada para sentenciar.- He estado sola desde entonces.

-Ya no lo estarás más.- Le aseguró el chico añadiendo más animosamente.- Ahora mamá, todo será mejor. Tengo una buena situación, de veras. Trabajo para gente muy importante. Me dedico a la informática y la programación.- Le contó con tintes de orgullo para remachar.- Cuidaré bien de ti, no te faltará de nada. Hasta podrías dejar de trabajar.

-Me gusta mi trabajo.- Le confesó ella.- Verás, precisamente el antídoto a mi soledad es estar con los clientes, ver a muchos de ellos que ya son más amigos que otra cosa, que me cuenten como les van sus vidas, sus alegrías e incluso alguna pena. Y que me digan lo buenas que están mis tartas…- Pudo sonreír ahora con visible emoción.-



            El joven pasó un brazo por los hombros de su madre y enseguida declaró conmovido por aquello.



-Lo que tú quieras. Te prometo que desde ahora me ocuparé de que estés bien. Ya no estarás sola.



            Aunque él sabía que eso iba a ser imposible. El terrible destino que aguardaba a las gentes de Nature era inevitable. Quizás les quedasen un par de años, o simplemente meses, pero llegaría el momento final. Y ahora, tras reencontrarse con su madre y tener en su poder la información sobre esa perra traicionera de Ángela, el plan que comenzó a fraguarse en su mente tiempo antes se confirmó.



-Haré cuanto sea necesario para que mi madre no sufra más. Al menos durante el tiempo que nos quede. Ella ha sido la única persona que de veras me ha querido siempre y de modo incondicional. La abandoné durante muchos años pero eso se terminó. No volveré a huir, aunque eso me cueste ir a la cárcel.



            Pero eso sería darle el último disgusto. Quizás si su plan funcionaba todo saliera bien. Sin embargo Dean sabía que , tras tanto tiempo al margen de la ley, le sería muy difícil retornar a la senda de la honradez. Y sobre todo, que tarde o temprano, tendría que pagar por sus delitos. No quiso pensar más en eso por ahora y sí abrazar a su madre que seguía derramando alguna lágrima.



-Bueno mamá, ya verás cómo desde ahora todo va a ir bien. Te lo prometo.- Le susurró con el tono más afectuoso que pudo.-



            Tras haber salido del laboratorio antes de terminar su jornada Emma volvió a casa. Ahora estaba realmente alegre. Cualquier cosa que antaño hubiera desdeñado le parecía lo más hermoso y maravilloso del mundo. El mero hecho de respirar le producía una estupenda sensación. Pero sobre todo, el recrearse con la claridad del día, ver el sol y disfrutar del atardecer. A pesar de ese encontronazo con sus compañeras desde luego se sentía dichosa. De todos modos, nunca las consideró realmente sus amigas. Eso sí, apreciaba enormemente la ayuda que la prestaron y su comprensión cuando estuvo infectada por esa terrible enfermedad. Por ello, tal y como le dijo a Melissa, deseaba devolverles el favor. Quería ayudarlas. Más concretamente a Mei Ling y a Keiko. A buen seguro que la pelirroja fuera más recuperable. Emma había oído alguna vez que, como cantante, se habían contado muchas cosas de ella. Tenía una magnífica voz, eso era innegable, pero las malas lenguas habían mencionado algunas posible relaciones de Keiko con otras mujeres. De todos modos, eso estaba por confirmar. Pese a ello Emma creyó que no había estado de más su consejo. Quizás esa mujer lo escuchase, o por lo menos, su testimonio evitase que tuviera la tentación de experimentar de nuevo ( si es que de veras lo hubiese hecho antes) ese tipo antinatural de relación. No obstante con Mei Ling, la situación era muchísimo más seria. La oriental no se había recatado de admitir su homosexualidad y, por si eso no fuera bastante, se casó, o eso comentó, con esa modelo. Ambas vivían totalmente de espaldas a Dios, en el pecado más absoluto.



-Por eso debo ayudarla. Tengo que salvarla a pesar de sí misma.- Pensaba la científica.- Ahora durante la cena, se lo comentaré a Nathan.



            Y es que desde su milagrosa curación había empezado a tomar en consideración a su vecino. En parte llena de remordimientos por lo que le hizo, pero también porque se reveló como un correligionario. Él era tan devoto seguidor del obispo Corbin como ella misma. Pensando en todo eso se dirigió hacia el restaurante en el que habían quedado. Al llegar le encontró ya allí. La recibió sonriente apartándole la silla de un modo muy caballeroso.



-Me alegra mucho que al fin aceptases. – Dijo Nathan con manifiesta satisfacción.-

-Es lo menos que podía hacer.- Afirmó ella.-



            Tras ser atendidos por el camarero que les dejó la holo carta, Emma sonrió. Su contertulio hizo lo propio preguntándole.



-Te veo muy feliz…

-¡Es que hacía tanto que no comía! Cuando el obispo me sanó pude probar una vez más los alimentos. Y todos me supieron como manjares exquisitos. -Confesó la mujer agregando casi con entusiasmo infantil.- Ahora veo tantas cosas que me apetece comer, que no sé por dónde empezar.

-Tranquila, tómate tu tiempo.- Repuso él con tono jovial.- Entre tanto charlaremos un poco.



            Y así lo hicieron, recordando lo sucedido el día anterior y departiendo sobre como poder servir mejor a la congregación de la que eran fieles.



-El obispo expresó claramente su malestar contra esa clase de gente.- Dijo Nathan.-

-Lo hizo, y tiene toda la razón. Sin embargo creo que, como Maggie siempre ha dicho, debemos intentar salvarles antes que castigarles. En el fondo son tan víctimas como lo era yo.- Reflexionó ella. – El Señor no nos lo perdonaría si no tratásemos de ayudarles primero dándoles la oportunidad de retornar a su seno.



            Eso hizo meditar a su vez a su interlocutor quién finalmente asintió, concediendo.



-Tienes razón. Visto así, algunos no pueden luchar solos contra esas perversas inclinaciones. Lo que precisan es ayuda.

-Por eso, he pensado comenzar precisamente por dos compañeras de trabajo.- Le contó ella.- Aunque todavía no sé exactamente qué hacer.

-Lo pensaremos juntos.- Le ofreció él.-



            Emma sonrió, seguro que entre los dos darían con algo adecuado para salvarlas. Y en ese mismo instante una de esas compañeras cenaba a su vez con su pareja, el hijo de ambas y tres invitados. Kerria Malden, Stephanie Kensington y el novio de ésta. Tras efectuar las presentaciones una vez llegaron, Trent escuchó atentamente lo que la hasta entonces abogada de la modelo española, le contó.



-Parece que lo hubieran tenido planeado desde el principio.- Dedujo el chico.-

-Lo mismo creo yo, ese juez Gervis me dio mala espina en cuanto le vi.- Convino Kerria.- Está muy claro de qué lado está. -Y añadió con manifiesta inquietud. -He visto muchos jueces hostiles durante mis años de ejercicio, pero como éste, jamás. Pudiera ser que hasta ayudase al caso que yo no pueda tomar parte activa en él.

-Aunque siendo el juez se le supone imparcialidad.- Intervino Steph afirmando.- Tendrá que mostrarse ecuánime y valorar las pruebas.

-En teoría sí, pero los jueces son personas, como todo el mundo.- Rebatió la abogada.- Se dejan llevar muchas veces por sus propias opiniones. Y en este planeta, no sé. Es como si las cosas estuvieran retrocediendo a pasos agigantados. Ya os digo que en ninguna tribunal de la Tierra he visto un comportamiento así. Y puedo asegurar que he estado en muchos, con bastantes jueces diferentes, cada uno con sus ideas y opiniones.



            Los demás escucharon con interés las explicaciones de su invitada, Mei Ling prestaba asimismo mucha atención. No obstante, no deseaba contar al resto lo sucedido con su compañera. Al menos no en presencia de Steph y de Trent. Posiblemente se rieran de ello, o peor aún, la tomasen por loca. De modo que guardó silencio.



-Bueno, tal y como yo lo veo, quizás deberíamos tomar la iniciativa.- Intervino Trent. - Citar a personas que atestigüen que el niño está feliz y en un entorno protegido. Que hablen también de vuestra buena labor como madres.

-Sí, coincido plenamente en eso.- Convino Kerria.- Es la idea que debemos transmitir. Si el juez está predispuesto en contra de vuestra relación, al menos deberá pensárselo dos veces cuando saquemos a relucir el interés y el bienestar de Richard.

-Entonces eso sería una baza muy importante para nosotros.- Afirmó Sonia con más optimismo ahora.- Conociendo a Rafa, él nunca podría darle a mi hijo un ambiente similar. Ni tan siquiera durante unos pocos días. Es lo menos parecido a un padre que me pueda imaginar.

-Y como ya te dije, aquí lo que importa es el niño y la salvaguarda de sus derechos. En caso de conflicto estos siempre tendrían prioridad sobre los de ese individuo. Eso en el caso de que realmente fuera su padre, cosa que aun está por determinar.- Añadió Kerria.- Espero que ya no falte mucho para que nos den los resultados.

-De ese modo, si saliera negativo, esta pesadilla terminaría antes de empezar.- Suspiró Mei Ling.-



            Y de hecho, esas pruebas se estaban haciendo esperar. Al ser un tema judicial habían tenido que tramitarse por conductos policiales y eso dilató el tiempo. De todos modos, debían preparar bien el caso por si el resultado fuese positivo, aunque deseasen que no, eso concluiría de inmediato con el proceso, tal y como observó la oriental. Comentando eso prosiguieron la conversación durante la cena y finalmente Stephanie y Trent se despidieron agradeciendo la velada. Solo entonces Mei Ling se atrevió a hablar. De hecho, su esposa le comentó entre sorprendida y preocupada.



-Has estado muy callada durante toda la noche.

-Bueno, estaba escuchando. No entiendo nada de leyes.- Pretextó la aludida.-

-Aun así, esto va a decidir el futuro de nuestras vidas, ¡de nuestra familia! - Le recordó Sonia incluso con un leve toque de disgusto.- Me hubiera gustado que estuvieses más participativa.

-Tuve mis razones.- Le respondió su pareja con tono serio, para añadir tras un suspiro.- Es que ha sucedido algo realmente increíble. Y me preocupa mucho. Podría tener relación con nuestra situación. Pero no quise decir nada delante de Trent y de Stephanie por si les parecía algo absurdo.



            Y ante las caras de curiosidad de Kerria y de Sonia, la oriental pasó a narrarles lo sucedido con Emma. Al concluir, la abogada tomó la palabra declarando perpleja.



-Entonces, si no lo he entendido mal, esa mujer era un vampiro. Estaba tomando medicación para controlarse y de buenas a primeras ha sido sanada por ese obispo Corbin. ¿No es así?

-Así es.- Admitió Mei Ling, sentenciando.- Y es cierto. Yo misma lo he podido sentir. Tanto física como mentalmente y me atrevería a afirmar que hasta espiritualmente, Emma ha vuelto a ser humana.



            Tras el silencio entre perplejo e incrédulo de Sonia, Kerria sin embargo declaró.



-Te creo. Me las he tenido que ver con seres así. Y mi ex novia Deborah, de hecho, lucha contra ellos.

-A mí también me mordieron, pero afortunadamente no me convertí.- Le confesó la oriental. –Pero me quedó una especie de percepción para detectar a ese tipo de seres. Antes, cada vez que estaba próxima a Emma sentía ese tipo de vínculo, sin embargo, ya no. Junto con los resultados de las pruebas clínicas que le hicieron, el hecho de que ha vuelto a la vida totalmente curada es innegable. Nos guste o no, ese obispo ha hecho una especie de milagro.



            Tras esas palabras todas guardaron unos momentos de silencio, sin saber bien que decir. Finalmente fue Sonia quien lo rompió afirmando entre perpleja y aun resistiéndose a aceptarlo.



-De no ser porque las dos lo afirmáis tan claramente y os conozco bien, no me creería ni una sola palabra. ¿Y no ha podido ser un truco de ese obispo?

-Desgraciadamente no. Como ya he dicho antes todas las pruebas médicas que teníamos de Emma lo corroboran.- Rebatió su esposa.- Ella misma contó lo que pasó. Y al parecer la propia Maggie estuvo presente. Llevaron a Emma a que el doctor Ginga y la doctora Rodney le hicieran pruebas. Y ellos también quedaron desconcertados.

-Claro.- Musitó Kerria en actitud pensativa, alegando como si le hubiera llegado una inspiración.- ¡Ahora lo comprendo todo! Si tal y como esa Emma os contó, su curación fue presenciada por muchos ciudadanos importantes de este planeta, incluyendo autoridades políticas, ese Corbin les habrá podido influenciar con sus ideas. Por eso han aprobado esas leyes. Ahora todo tiene sentido. Tendré que hablar con Maggie. De ella sí me puedo fiar. Al menos en eso, será totalmente sincera.



            Así lo acordaron, mientras Trent estuviera ocupándose del caso Kerria acudiría a hablar con la jefa de enfermeras. Al día siguiente desde luego, no tardó en ir a visitar a su antigua amiga y amante. Llegó a la embajada saiyajin donde fue recibida sin reparar en honores. Su condición de sobrina del antiguo rey Lornd y de prima del actual soberano le abrían todas las puertas allí. Pudo incluso saludar a Kiros y a su hija, que volvían de un entrenamiento.



-Gloria.- Comentó él.- Ésta es la princesa Kerria Lorein Malden. Hija del hermano menor del rey Lornd. No la recordarás pero estuvo aquí siendo tú muy pequeña.



            La joven en efecto tenía un vago recuerdo de esa mujer aunque no lograba ubicarlo. De todos modos, fiel a su educación, enseguida saludó inclinando levemente la cabeza y marcando una corta reverencia.



-Un honor, Alteza.

-Por favor, no es necesario que me llaméis así. No me considero ninguna princesa ya os lo dije hace años.- Pudo responder ésta casi ruborizándose por aquello para pedirles además.- Y tuteadme si sois tan amables. Lo que sí considero es que sois buenos amigos míos.

-Siendo hija del príncipe Asthel, es lo que sois.- Comentó Gloria.- No seáis tan modesta. Es un alto rango el vuestro.

-Bueno, aunque lo que mi hija dice es cierto, no te gustan mucho las formalidades. ¿Verdad?- Afirmó Kiros invitándola a pasar en tanto le preguntaba.- ¿A qué debemos el honor y el placer de tu visita?

-Deseaba veros y también a Maggie. Quería preguntarle a ella algunas cosas también.- Les contó Kerria.-



            Pasaron al interior y tras servir un refresco a su invitada Gloria se fue a la ducha. Entre tanto, la abogada le refirió a Kiros todo lo que podía sin desvelar el sumario del caso. El embajador asintió.



-Mi esposa sí que estuvo allí, y nos contó lo sucedido. Fue tal y como dices. Ahora está en el trabajo, pero volverá pronto. Si deseas esperarla.

-Gracias, un rato solamente.- Aceptó Kerria.-



            En tanto charlaban sobre otras cosas Gloria terminó de ducharse y se cambió. Salió con una cómoda camiseta que marcaba su cuerpo escultural y pantalones cortos. Kerria le dedicó una perpleja mirada para afirmar.



-Desde luego, ¡has crecido muchísimo! Es increíble que fueras aquella niñita tan pequeña.

-Todos crecemos, es lo normal.- Repuso la joven, interesándose, eso sí, con amabilidad.- ¿Qué tal su hijo?

-Vaya, me sorprende que te acuerdes. - Sonrió débilmente su interlocutora aunque enseguida borró ese gesto y algo más seria, admitió.- Pasó por algunos malos momentos, pero ya está mejor. Mirad, estas imágenes me las ha enviado hace poco. Está estudiando en Bios.



            Y con orgullo les enseñó algunas holo fotos de Brian. Ese joven era muy apuesto y de una planta inmejorable. Gloria escrutó las imágenes con visible interés.



-Parece muy poderoso. ¿Está soltero?- Quiso saber sin recato.-



            Kerria se rio ante la forma tan directa de hablar de la chica quién sin embargo la miró perpleja. Fue Kiros quien reconvino amablemente a la joven saiyajin.



-Hija, eso no es apropiado. Al menos en los usos humanos. No debes preguntar tales cosas tan claramente.

-¿Por qué no?- Inquirió la joven sin comprender, dirigiéndose a su invitada.- ¿Se considera una ofensa? Te pido perdón si es el caso.

-No pasa nada.- Sonrió la abogada, añadiendo.- Que yo sepa, al menos por lo que mi hermano y mi cuñada me cuentan, muchas chicas andan tras de mi hijo, pero todavía, que ellos sepan, no está con ninguna en particular.

-Me gustaría conocerle, desde luego.- Aseveró Gloria queriendo saber entonces.- Habéis dicho que lo pasó mal. ¿Qué le sucedió?- Inquirió la chica con curiosidad.-

-Mal de amores.- Repuso evasivamente Kerria ensombreciendo ahora su gesto y tono.-

-Desde luego eso del amor debe de mantenerse bajo un férreo control o puede ser muy peligroso. A mí me pasó lo mismo.- Admitió la saiyajin.- Quizás por eso vuestro hijo no desee comprometerse ahora.

-Bueno.- Sonrió nuevamente su contertulia aseverando casi divertida por esa respuesta.- Con el amor puede hacerse de todo menos mantenerlo bajo control.



            Kiros convino en ello recordando con nostalgia los momentos vividos con la que ahora era su esposa, cuando ambos se confesaron su mutuo amor. Gloria por su parte meditó sobre esas palabras. Curiosamente ahora empezaba a entenderlas. Pudiera ser que el amor fuera como una poderosa técnica de combate pero que, si se usaba mal, dañase al que intentara dominarla, eso era algo similar a lo que su abuela Elua y la noble Seira le contaran. Así estaban cuando Maggie volvió. La jefa de enfermeras había estado hablando con Emma y con el obispo y algunos de sus más fieles seguidores. Entre todos estaban pergeñando un plan para avanzar en cuanto a la salvación del planeta Nature de tanta impudicia y abominación. Al llegar en ese instante, y ver a su esposo e hija sonrió, pero la expresión le quedó congelada cuando se percató de la presencia de Kerria. A pesar de todo, sonrió una vez más.



-¿Cómo tú por aquí?- Inquirió la recién llegada.-

-Tenía un caso en este planeta y me acerqué a saludaros. Celebro veros a todos.- Repuso la abogada.-

-Ha pasado mucho tiempo.- Aseveró Maggie.- Te veo muy bien.

-Gracias, lo mismo digo.- Repuso su interlocutora.-



            Y es que la jefa de enfermeras había ganado algo de peso y su pelo comenzaba a tener canas. No obstante, aún era atractiva. Mirando a Kerria desde luego nadie diría que eran más o menos de la misma edad. Ahora la abogada casi podría pasar por ser su hija. Pero claro, entre vivir en la Tierra, bajo ese antinatural influjo de sus soberanos, y su parte saiyajin, no le sorprendía.



-Madre, estábamos hablando del amor.- Le contó Gloria.- Es algo imposible de controlar según parece. En eso coincidimos todos.

-El amor verdadero no precisa de control.- Respondió la interpelada.-

-Eso es verdad.- Sonrió Kerria añadiendo con tono de halago.- Tu hija ya me ha dicho que también conoce esa sensación. Desde luego, cuando la he visto he quedado muy sorprendida. ¡Está hecha toda una mujer!



            Aunque ese comentario, inocente sin duda por parte de la abogada, no le hizo ninguna gracia a Maggie que, con tono bastante más seco y cortante, contestó.



-¿Qué has querido decir con eso?



            Kerria se vio tomada por sorpresa, enseguida replicó a su vez con extrañeza.



-¿Querer decir con qué?

-Hablando así de mi hija.- Le aclaró su interlocutora con severidad.-

-Sólo le estaba haciendo un cumplido.- Contestó la atónita abogada.-

-No es necesario.- Repuso abruptamente Maggie.- Y además, Gloria no precisa recibir cumplidos de ninguna otra mujer. Ni tampoco le interesa en absoluto.

-Oye Maggie, te aseguro que yo no pretendía nada más que alabarla. – Insistió su perpleja contertulia, sin poder dar crédito a lo que oía.-¿ No irás a creer que yo?...¡Podría ser su madre!

-Sí, esto es algo fuera de lugar.- Intervino Kiros.- La princesa no deseaba ofenderte en modo alguno, cariño.



            Tras unos momentos de tenso silencio, la enfermera suspiró relajando su expresión para declarar con tono de disculpa.



-Lo siento. Tuve un día duro. Más con lo que ha sucedido recientemente.

-¿Qué ha pasado?- Quiso saber Kerria tratando de olvidar el incidente anterior.-

-Algo milagroso y quizás tu presencia aquí tenga que ver con ello.- Conjeturó Maggie.-



            Ahora la abogada meditó durante unos instantes para inquirir con agudeza.



-¿No será lo que se rumorea de esa mujer?. Esa que dicen que ha resucitado.

-Sí, a ella me refiero.- Admitió Maggie que le contó.- Y no es que lo digan, sucedió. Yo estuve allí, esa mujer estaba sometida a los poderes de las tinieblas, era una servidora del mal, porque el Maligno la influenciaba, pero el obispo la libró de eso. Era una no muerta, y gracias a la mano de Dios, obrando a través de su Ilustrísima, ella volvió a la vida y expulsó el mal de su interior.

-Me lo habían dicho pero no podía creerlo.- Afirmó la abogada.- Hable con algunas de sus compañeras de trabajo, con Mei Ling y con Sonia… y…



            Aunque Maggie no la dejó continuar, retomó ese tono duro y contundente anterior para exhortar a su interlocutora.



-¡Ay de esas dos pecadoras! Y de todo aquel que siga su ejemplo.- No se recató en agregar mirando fijamente a la incrédula Kerria que estaba con la boca abierta.- En verdad te digo que ya se os han dado suficientes avisos. Y este prodigio ha sido la señal definitiva.

-No, no comprendo de qué hablas.- Pudo contestar la desconcertada abogada.-

-Cariño, por favor, deja ya de comportarte de esta forma tan extraña.- Le pidió un alarmado y perplejo Kiros.-



            Y tras un momento de silencio cuando parecía que la enfermera lo estaba pensando mejor, volvió  a hablar, con tono más conciliador pero igualmente acusatorio.



-El Señor se ha manifestado por medio del obispo Corbin. Igual que sanó a esa mujer de su mal podría sanarte a ti y a esas dos del vuestro. Aprovecha la oportunidad, Kerria. Sé que eres buena persona. Todavía no es demasiado tarde para que cambies.

-¿Qué aproveche la oportunidad para qué? ¿Qué quieres que cambie? No comprendo nada. Maggie, lo lamento pero estás muy extraña.- Repuso la aludida.-



No obstante, sabía perfectamente a lo que se refería su antigua amante. Y ésta así se lo recriminó.



-No te hagas la tonta, nunca lo fuiste. Te lo estoy diciendo por tu propio bien.

- Lo siento, creo que esta conversación ha terminado.-  Contestó la abogada, agregando con un suspiro de pesar, tratando así de cortar esa enojosa situación de inmediato.- Debo irme, muchas gracias por recibirme.

-¡No desprecies la Salvación! - Exclamó Margaret casi fuera de sí, en tanto la señalaba con un acusador dedo índice sentenciando.- Esta pudiera ser tu última oportunidad y después no habrá misericordia para aquellos que quebranten la ley de Dios.

-Pero madre.- Opuso Gloria tan perpleja como Kiros y la propia invitada.- No creo que debas…

-¡Tú, cállate! - Espetó la enfermera insistiendo con tono apocalíptico a su invitada.- Nada os salvará a los que sois como tú. La ira de Dios caerá sobre vosotros. Primero en Nature, después en el resto de los planetas. Y habrá llanto y rechinar de dientes porque pudisteis arrepentiros y no lo hicisteis. Pero a mí nada me ocurrirá, porque cuando el Señor me pida cuentas le diré que te lo advertí y no quisiste escucharme.

-Adiós, Kiros, adiós Gloria, me ha alegrado volver a verte… adiós Maggie, espero que te mejores.- Pudo decir la atónita y espantada abogada saliendo de allí con paso rápido, sin querer oír aquello…-



            En cuanto Kerria se hubo ido, Margaret pareció salir de esa especie de fervor, suspirando en tanto agregaba con resignación.



-Hice por ella cuanto pude. Pero se ha negado a ver la luz.

-Pero. ¿Cómo se te ha ocurrido hablarle así?. Solamente vino a saludarnos.- Comentó el atónito Kiros.-

-No, no te engañes.- Se sonrió Margaret moviendo la cabeza.- Vino a sonsacarme información. La conozco perfectamente. A ella y a los que son de su condición. No olvides que, desgraciadamente y para mi vergüenza, así fui yo una vez, Dios me perdone.

-Madre, con todo el respeto. Creo que has sido muy dura con ella.- Se atrevió a intervenir Gloria.-

-Hija, tú no lo entiendes. ¡Ninguno de vosotros comprendéis! - Se irritó la enfermera ahora, explicándoles.- Dijo que estaba aquí por un caso. ¿No es así? ¿Y a quienes creéis que está representando? ¡A Sonia y a Mei Ling! - Les contó añadiendo.- Aquí todo se sabe. En la Congregación hemos estado hablando de eso. Al fin,  el padre del pequeño Richard, sí, me refiero a ese niño, al hijo de esa modelo desviada, ha venido a reclamar su custodia. Y es natural. Únicamente quiere apartarle de la forma antinatural en que esas mujeres le están criando…

-Vamos cariño, no puedes estar hablando en serio.- Opuso un incrédulo Kiros para agregar.- Conoces muy bien a Mei Ling. Y a su esposa.

-Yo ya no conozco a nadie que, a sabiendas, se niegue a seguir el buen Camino y cierre los ojos a las pruebas que nos da el Señor de su poder.- Opuso severamente la interpelada.-



            Padre e hija se miraron estupefactos. Aunque decidieron dejar ese tema. A fin de cuentas no era asunto suyo. Tampoco lo era de Maggie, pese a que pudiera opinar lo que quisiera. Tras unos segundos de embarazoso silencio, Gloria se disculpó yendo a su habitación. Por su parte Kiros también tenía que revisar unos documentos. Margaret quedó a solas en el salón, pensando en la conversación que había mantenido con el obispo y otros fieles.



-Ilustrísima, tenía usted toda la razón. – Se decía.- Ella ha venido a tratar de envolverme con su amabilidad y sus buenas palabras, pero en su interior lleva el germen del pecado y la depravación. Lo lamento mucho Kerria, pero esta vez ninguno de tus trucos te servirá. Ya no puedes engañarnos y menos aún al Señor. Él será tu juez implacable.



            En el despacho de Kiros entre tanto él leía algunos informes ciertamente preocupantes. No obstante, los dejó de lado cuando su hija apareció.



-Padre. ¿Podría hablar contigo unos instantes?- Le pidió con tono inquieto.-

-Sí, claro.- Asintió él.-

-Verás, estoy preocupada por madre. Se comporta de un modo muy raro últimamente. Y esas palabras contra la princesa Kerria. Creía que eran amigas. Incluso que fueron amantes hace años.

-Hija, tu madre ha cambiado mucho. - Suspiró Kiros.- Y me temo que estar tanto tiempo junto a esos individuos de la Congregación la ha afectado más de lo que pensaba. Pero es una mujer adulta y toma sus propias decisiones. En tanto esos tipos no hagan algo contra nosotros o Nuevo Vegeta, o amenacen la seguridad de Nature, nada puedo hacer.

-Claro.- Convino ella asintiendo despacio.-



            Su progenitor cambiando entonces de tema, sonrió con cordialidad para alabarla.



-Por cierto, he visto tus progresos en el arte del Genkidama. ¡Estás trabajándolo mucho! Si continuas así dentro de poco podrás dominar esa destreza.

-Gracias padre. Agradezco mucho tus palabras.- Sonrió levemente ella.-

-Aunque no comprendo porqué tanto interés en esa técnica en particular.- Le comentó él, mirándola extrañado.-

-Es que vi al príncipe Eron practicándola y le prometí que algún día sería capaz de hacerlo yo también.- Repuso la joven.-



            Al oír aquello Kiros se sonrió divertido . Quizás fuera ese típico orgullo saiyajin y el apego a la palabra dada después de todo. Si su hija había hecho esa promesa era natural que quisiera cumplirla. Asintió más despreocupadamente en tanto afirmaba.



-Seguro que él se sentirá igualmente orgulloso cuando le muestres tu control de esa técnica, el día en que le volvamos a ver. Aunque según tengo entendido se marchó con el príncipe Diaval en un largo viaje de adiestramiento.

-Sí, así fue.- Admitió su hija.- Pero algún día retornarán, y quiero ser digna de su confianza y mostrarle lo que soy capaz de hacer para entonces. A él y a algunas personas más.- Remachó con un enigmático tono que pasó desapercibido a su interlocutor.-

-Lo harás, estoy seguro.- Aseveró Kiros mirándola con orgullo.-



            Gloria hizo una leve inclinación de cabeza, muy reconocida por esa confianza de su padre se retiró a su habitación, pensando.



-No te defraudaré, ni a ti, ni al príncipe, ni a ella. Mi misión es muy importante y no fallaré, aunque la suya lo es mucho más. Y debo darles tiempo para cumplirla, a ella y a los otros.



            Y entre tanto, en la sede de la Congregación, Julius Corbin charlaba con un misterioso individuo. El desconocido iba totalmente cubierto por un negro sayal y portaba un gran libro color burdeos en sus manos. El obispo se dirigía a él con un tono de sumo y reverencial respeto para informarle.



-Gran Maestro, todo va según lo previsto. Te agradezco enormemente la enorme ayuda que me has prestado durante estos años de tribulaciones y el poder tan inmenso con el que me has dotado para cumplir la obra del Señor.

-Así debe ser.- Le respondió una retumbante voz gutural, añadiendo.- Se te ha probado como al metal en un crisol para moldearte. Ya has visto la fuente de todo conocimiento y poder. No obstante, se te ha revelado una ínfima parte solamente. Si sigues colaborando en la Gran Obra, tendrás acceso a más.

-Os lo agradezco con toda humildad.- Repuso Corbin poniéndose de rodillas ante esa especie de aparición.- Todo lo que me has encomendado ha sido hecho, y gracias a tus revelaciones, las cosas han sido encauzadas. El primer paso está dado y pronto tendrá su continuación.



            Aquel extraño ser no replicó. De hecho, cuando Julius miró hacia arriba tras elevar su humillada cabeza, se encontró nuevamente solo. Sin embargo sonrió, musitando con fervor.



-Así es, querido Maestro. Todo va según tus directrices. Tal y como has dicho, he sido forjado en el crisol divino. Por medio del sacrificio a lo que una vez más amé, me hice digno de llevar la obra y la Palabra del Señor. Ahora erradicaremos el pecado y el mal de este planeta. Esos odiosos invertidos y todos cuantos vivan en el pecado y la iniquidad serán purgados. Primero aquí, en Nature. Después en todos los planetas. Porque hay muchos tipos de pecados y los que van contra natura son los peores. La homosexualidad es una falta muy grave que se debe cortar de raíz. Sin embargo, incluso ese terrible vicio palidece en comparación con la vida ilimitada o la juventud eterna que algunos pretenden disfrutar, esos no son dones para los mortales. Por eso, tanto Kakyuu como Serenity, Endimión y sus cohortes de diabólicas princesas del mal, pagarán. Aunque antes debemos ir poco a poco acabando con sus peones en esta partida.



            Y desde luego que él mismo se había purgado a través del sacrificio y la fe. Recordaba bien su propia vida. Siendo joven no tenía intención de tomar este camino, era un idealista sí, pero estudiaba con determinación. Por supuesto que había tenido educación religiosa dado que provenía de una familia creyente. Aun así, estaba muy lejos de su pensamiento el dedicarse a eso. Además de su carrera de filosofía tenía una novia a la que amaba mucho. Una chica muy bella y alegre que estudiaba química, Marianne se llamaba, de pelo castaño y hermosos ojos azules. Y los dos eran muy felices juntos. Ella era de otra familia devota de Dios, inocente y pura. O al menos eso creía él.



-Tuve que verlo con mis propios ojos para darme cuenta de la terrible verdad.- Recordaba todavía con amargura e ira.-



            Una de tantas tardes que salían de la facultad, él,  su novia y otra chica más, una compañera que conocieron ese mismo año, de nombre Paulette, que estudiaba lo mismo que Marianne, caminaban de regreso a casa. Al principio, entre los tres había un ambiente de camaradería, aunque por supuesto que, tras un rato de conversación, él y  su novia se separaban de esa chica para tener algo de intimidad. De hecho, esa muchacha daba la impresión de ser tímida. Era guapa, morena y con ojos negros. Aunque retraída, estaba sola en la ciudad pues sus padres vivían lejos. Ella vino a estudiar y no se relacionaba mucho con el resto de sus compañeros. Por ejemplo, con él no hablaba demasiado, pero con Marianne sí que congeniaba más, a buen seguro porque compartían pupitre y clase. En su inocencia de entonces, Corbin, tras una semanas de conocerse, llegó a pensar que esa muchacha podría haber estado atraída por él. Por eso nunca quiso frecuentarla demasiado para no darla falsas esperanzas ni alarmar a su propia novia. Aunque Marianne y ella empezaron a quedar y verse muy a menudo las dos a solas. Para estudiar o hablar de cosas de chicas, decían.  Él por supuesto no vio nada malo en eso.



-Me alegra mucho ver que Marianne es una buena amiga para la pobre Paulette.- pensaba con satisfacción.-



            Al menos, fue así hasta que su novia comenzó a mostrarse algo más desapegada y distante. No habían hecho el amor aun porque creían en la pureza antes del matrimonio, pero sí que se besaban o jugaban como otras parejas. Empero, poco a poco, Marianne empezó a resistirse a eso. Él creyó que se trataba de pudor y hasta lo aceptó. Sin embargo, a veces, cuando su novia y esa chica se despedían de él aduciendo que iban a estudiar a casa de alguna de ellas, se iban tomadas de la mano. Tampoco eso le extrañó. Incluso se alegraba una vez más de que fueran tan buenas amigas y nunca se planteó que estuviera sucediendo nada fuera de lo normal. No obstante, un día, olvidó darle algo a Marianne. Se trataba del regalo de aniversario. Llevaban dos años juntos y para celebrarlo el chico compró un hermoso colgante de plata. Como otras veces, su novia se marchó con Paulette a estudiar sin que él tuviese la ocasión de dárselo.



-Si corro todavía puedo alcanzarla. Se lo daré antes de que piense que lo he olvidado. No lo dice pero seguro que estará pensándolo, las mujeres son así.- Se sonrió.-



            Y apresurándose no tardó en alcanzar a las dos chicas. Iban caminando de la mano entrando en una zona algo apartada, la casa de Paulette estaba en ese dirección. Pese a no haber ido nunca él tenía cierta idea de por donde quedaba. Una vez Marianne le comentó que su amiga vivía por la parte del extrarradio. Ya estaba oscureciendo porque era pleno invierno. Pensó incluso en dar una voz para que se detuvieran pero pensó que mejor sería sorprender a su novia y aparecer de la nada. A lo mejor hasta las podría escuchar hablando de él. A buen seguro que Marianne le estaría criticando por no recordar su aniversario. Se sonrió divertido con esa idea. Tomó un atajo por una calle adyacente y las adelantó. De este modo pudo esconderse en un callejón. Las dos avanzaban despacio, parecían charlar y reír. Desde luego se llevaban muy bien. Corbin sonrió una vez más aunque esa expresión le quedó congelada para siempre cuando, acto seguido, vio lo que pasó.



-¡Qué!- Pudo musitar entre perplejo y espantado.-



            Las dos chicas se habían detenido en esa desierta callejuela, Marianne se apoyó en una pared y Paulette entonces la rodeó el cuello con sus brazos atrayéndola hacia sí y besándola en la boca con pasión. Por unos instantes Corbin pensó que su novia reaccionaría quitándose de encima a esa pervertida, pero su sorpresa y horror fueron en aumento cuando, no solamente no lo hizo, sino que respondió a ese beso con otro lleno de pasión entremezclando sus lenguas. Ella jamás le había besado así a él. Aunque eso por desgracia no fue todo. Las dos se recorrían el cuerpo, los pechos e incluso la mano de Paulette fue a tantear en la entrepierna de su compañera arrancándola gemidos de pasión. Entonces se oyeron pasos, quizás alguien más entraba en la calle. De inmediato ambas se separaron recolocándose la ropa y guardando la compostura. Fue Paulette quien, sonriendo y con un tono perfectamente audible para el devastado chico, le dijo a Marianne.



-Ahora seguimos en casa.  No te creas que me vas a dejar así. Estoy muy cachonda.

-Claro que no.- Convino la otra muchacha.- Yo también estoy muy caliente, cariño.



            Cuando se creyeron nuevamente seguras caminaron despacio, dándose la mano una vez más, y acercándose a la posición de él que ni se atrevió a respirar, justo pasaban cerca de su escondite cuando Paulette le preguntó a su acompañante.



-¿Cuándo piensas terminar con esta farsa? Me refiero a… ya sabes…ese chico.

-Espero que cuando terminemos la carrera, solo nos queda este año.- Respondió tranquilamente Marianne.- Una vez me independice de mis padres nos podremos mudar a vivir juntas, cariño. Por ahora tengo que fingir un poco más. Ten paciencia, pronto me libraré de Julius y lo bueno llegará.

-Me lo pones muy difícil, no puedo aguantar más. Te quiero toda para mí, aquí, ahora...- Jadeó Paulette.-

-Esta noche te daré un anticipo.- Contestó su pareja con un susurro.-



            Y para subrayar esa promesa las dos se besaron, rápida y ligeramente en esta ocasión. Al fin se perdieron por la calle saliendo de allí, atreviéndose incluso a pasar un brazo por la cintura de la otra. Corbin se quedó solo, llorando de rabia y de consternación. Pero ¿qué podría hacer ahora? ¿Cómo sería capaz de mirar de nuevo a la cara a esas dos impúdicas zorras? Esa Paulette era un monstruo de la depravación, pero su propia novia era todavía peor. Al menos la otra, que él supiese, no tenía novio a quien traicionar. Pero Marianne le engañaba a él y disfrutaba de ello, deseando dejarle en cuanto pudiera. ¡Si su familia la viera! Pero claro, de cara a ellos era una dulce y recatada jovencita que salía con un chico formal y estaba terminando sus estudios. Por ello recibía una buena asignación de sus padres…que eran una de las familias más respetables de la ciudad. ¡Qué poco podían imaginarse esto!



-Quisiera darles un buen escarmiento, ¡a las dos! - Siseó lleno de furia.-

-No te preocupes por eso. Lo harás.- Escuchó entonces a alguien.-



            Miró perplejo hacia la fuente de aquellas palabras, quizás fueran esos pasos que espantaron a ese par de degeneradas y que habían resonado por la calleja, los pertenecientes a esa voz. Al observar a su derecha vio en efecto a un tipo alto y encapuchado, que sostenía un libro de color burdeos.



-¿Quién es usted? ¿A qué se refiere?- Quiso saber tratando de disimular su propia humillación.-

-Esas desviadas son una ofensa a Dios. Sobre todo tu novia. No solamente te ha engañado y está burlándose de ti y mancillando a su familia, sino que profana las relaciones naturales. ¿Deseas escarmentarla a ella y a su amiguita? Confía en mí. Tendrás cumplido tu deseo. A cambio, una vez se haga realidad, deberás seguirme.



            Julius observó a ese tipo con una mezcla de incredulidad e irritación, y casi con sorna, le propuso.



-Amigo, no sé quien es usted pero si hace eso le juro que le seguiré a dónde sea.



            Empero, ese individuo, percatándose de eso, le aseguró.



-Sé que no me crees, es lógico, pero fía en mí y no te arrepentirás de ello. En verdad te digo, tu camino es mucho más importante de lo que puedes imaginar. Tienes una gran historia que escribir. - Sentenció ese extraño tipo quién enseguida le susurró.- Y para comenzar ese sendero de virtud y fe, ¿te parece que les demos una lección como ésta que te propongo?...



            Entonces ese misterioso individuo le susurró su plan. Al escuchar al principio incluso le pareció excesiva pero después sonrió. ¡Claro! ¿qué mejor cosa que hacerlas retornar al buen camino a base de terapia de choque?



-Muy bien, si resultado como tú dices, haré todo tal cual me has indicado.- Convino con satisfacción.-



            No obstante, ese tipo ya no estaba allí, sencillamente desapareció sin que él lo percibiera. Al principio quedó desconcertado pero algo le decía que podía confiar en que eso no había sido un sueño.



-Estoy tan impaciente para ver si esto ha sucedido de veras…- Se decía en tanto retornaba a casa.-



Y no tuvo mucho que esperar. Al día siguiente, pretendiendo que nada sabía, fue a buscar a su novia. Marianne fue a su encuentro con gesto jovial, como solía, sonriente, pero ahora Corbin no se dejó engañar por esa falsa apariencia. Esa ramera con cara angelical jamás le volvería a engañar. Sin embargo, para llevar a cabo su plan, ahora sería él quien fingiría.



-No, ahora se van a cambiar las tornas. Serás tú quien no pueda sospechar nada.- Pensaba con malsano regocijo.-



Así, tras una conversación superficial en la que no dio ninguna muestra de que nada estuviera fuera de lo corriente, llegaron a la facultad donde se despidieron con un simple saludo, nada de besos, últimamente ella no se los daba. Claro, ahora era evidente el porqué, los reservaba para su antinatural amante.



-Pero hoy te llevarás una sorpresa.- Pensó aviesamente él cuando vio a Paulette saludando con un casto beso en la mejilla a Marianne y dedicándole a él una leve sonrisa y una mano agitada al viento que el joven, esbozando otra falsa sonrisita, correspondió. - Ya lo creo que lo harás…Lo haréis las dos…



            De hecho, al final de clase, como de costumbre, las dos salieron de su facultad encontrándose con él fuera del campus. Corbin entonces le ofreció aquel colgante a Marianne.



-¿Y esto, Julius?- Quiso saber ella mirando entre atónita y agradada aquella cadena de plata.-

-Es por nuestro aniversario, cariño. Ayer hicimos dos años juntos ¿lo recuerdas?- Repuso él fingiendo jovialidad.- Dos años ya desde que me declaré y aceptaste salir conmigo.

-Claro, es verdad.- Pudo replicar la joven que sin embargo daba la impresión de estar desconcertada.-

-Quise dártelo ayer pero os fuisteis tan deprisa.- Comentó él con tinte desenfadado.-

-Es que, teníamos mucho que estudiar.- Pretextó Marianne con cara de circunstancias.- Ya sabes, los parciales…



            Paulette no decía nada, se mantenía al margen con expresión incómoda. Estaba deseando que terminasen cuanto antes para irse. ¡Maldita invertida! pronto le iba a dar esa satisfacción.



-Bueno, podríamos celebrarlo tú y yo.- Comentó él dirigiéndose a su novia.-



            Marianne no pudo evitar una expresión apurada, mirando a la otra muchacha de soslayo y apenas musitando.



-Ya bueno, es que… los exámenes se acercan y tenemos mucho temario atrasado.

-¡Por favor! - Le pidió el chico con tono suplicante.- Deja de estudiar sólo por esta noche. Cenaremos juntos para  festejarlo. He reservado en un local muy bonito. Era una sorpresa. Lo tenía preparado desde hacía tiempo. Te prometo que desde mañana os dejaré tranquilas para que estudiéis todo lo que os haga falta.- Sentenció con pretendida jovialidad.-

-Claro, Marianne.- Intervino entonces una amable Paulette, animando a la otra joven a aceptar.- Ha sido un bonito detalle, tu novio se merece que le prestes un poco de atención. – Aseveró permitiéndose incluso el lujo de rematar con un sarcasmo que, ahora sí, Corbin podía detectar, y que fue todavía más evidente cuando esa ramera agregó.- Últimamente le tienes bastante descuidado al pobre Julius. No te preocupes, mañana recuperaremos el tiempo… de estudio.- Añadió enseguida sonriendo casi con una mueca.-



            Y así fue, Marianne asintió con más entusiasmo tras esas palabras y él la llevó a cenar a un lujoso restaurante. La chica apenas podía creerlo. Sobre todo tras ver los precios de la carta.



-¡Pero esto te va a costar una fortuna! - Pudo decir perpleja.-

-Eso no me preocupa, tú eres lo más importante para mí.- Sonrió él.- Y voy a demostrártelo.



            La muchacha no replicó, Corbin creyó ver un destello de pesar en sus ojos, aunque no pudo asegurarlo puesto que ella enseguida bajó la mirada. La cena discurrió en un ambiente silencioso, la joven apenas sí habló, todo era escuchar a su novio haciendo planes de futuro.



-Cuando terminemos nuestras carreras, ¿quién sabe? Quizás podríamos pensar en dar el paso.- Comentó Corbin.-

-¿El paso?- Repitió ella mirándole ahora con perplejidad.-

-Ya lo sabes, casarnos.- Afirmó él.-

-Bueno, somos jóvenes todavía. – Sonrió ella de modo forzado.-

-Es verdad. Tengo que tener paciencia. Sí.- Aparentó convenir él.- Es que te quiero tanto que…no puedo esperar. Quiero que seas solo para mí.- Declaró con premeditación, recordando las palabras que esa invertida de Paulette le susurrase a su novia y remachó con voz entre melosa y suplicante, parodiando casi la de esa otra pécora.- Al menos esta noche me darás un anticipo. ¿Verdad?



            Marianne palideció visiblemente tras escuchar aquello lo cual le causó a Corbin un regocijo que tuvo difícil disimular. Eso sí, el chico se interesó aparentando extrañeza y algo de inquietud.



-¿Te encuentras bien?...parece que te has puesto lívida.

-Sí, sí claro.- Se esforzó ella por responder.- ¿A qué te refieres?- Quiso saber ella con tono apurado.- Con eso de un anticipo… Sabes que yo…

-No te preocupes.- Sonrió él con impostada afabilidad.- Me refería a esta velada tan maravillosa. Es un anticipo de cómo podrá ser nuestra vida juntos, cuando seamos marido y mujer. ¿No crees? Basarnos en nuestro mutuo amor y confianza.



La joven dio la impresión de sentirse aliviada al oír aquello. ¡Qué poco podía sospechar esa zorra que él lo sabía todo! Pero era pronto aun para descubrir sus cartas. De modo que el resto de la cena transcurrió de modo normal y al terminar salieron del restaurante con ella deseando volver pronto a su casa. De hecho, no era demasiado tarde. Poco más de las nueve en realidad y al día siguiente era fin de semana. No obstante, Corbin no tuvo el menor inconveniente en acompañarla hasta la puerta y despedirla, en esta ocasión hasta logró darle un suave beso en los labios que ella se limitó a encajar para musitar con una sonrisa forzada.



- Ha sido un día muy largo, estoy realmente cansada. Me voy a la cama enseguida.

-Nos veremos muy pronto.- Le aseguró amablemente él.- Duerme bien, cariño…



            Marianne asintió despacio y se metió en casa. Él entonces se dirigió hacia la parada del autobús. Aunque enseguida aquel misterioso tipo apareció a su lado, había gente y  a pesar de que no estaban lejos de la multitud nadie más que el propio joven parecía verle. Entonces ese extraño le dijo con aprobación.



-Lo has hecho muy bien, sé lo que te ha costado no gritarles a esas dos invertidas y denunciar sus perversiones. Pero merecerá la pena. Te aseguro que tu paciencia se verá recompensada con creces.  Ahora, sígueme, vamos a esperar a tu novia.



            Corbin asintió, caminó alejándose de esa parada tras de aquella figura. Se adentró por un cercano callejón y casi sin percatarse de ello estaban en esa misma calle. Allí, tras una hora, escucharon el sonido de unos pasos. Ocultos tras una bocacalle aguardaron. El sonido de unos tacones se acercaba. En efecto, era Marianne, lucía un escotado vestido e iba realmente sexy. El joven no pudo evitar unas lágrimas de pesar. Con él se había vestido elegante pero sobria y recatada. Estaba muy claro para quién guardaba lo mejor de sí y toda su pasión. Pero eso se iba a acabar. E iba a hacerlo esa misma noche.



-Sí.- Se dijo con perversa satisfacción.- Ahora vais a ver…desviadas…



            Y tal y como ese misterioso tipo le predijera, el ruido de más pasos pudo escucharse. Eran pertenecientes a otros tacones femeninos. Por el otro lado de la calle llegaba esa mujer. Paulette se aproximaba, también deslumbrantemente ataviada, pelo suelto, vestido rojo y zapatos negros. Contrastando con el vestido verde y los zapatos a juego de Marianne. Se encontraron en medio de ese paseo y se abrazaron besándose sin recato en los labios.



-¿Qué tal la cena?- Quiso saber Paulette con un tonillo claro de sarcasmo y burla.-

-A decir verdad. Me dio un poco de pena el infeliz.- Suspiró Marianne.- Quizás esto ha llegado demasiado lejos ya. Incluso me ha insinuado matrimonio. Ha habido un momento en el que me he llegado a asustar.

-¿Por qué?- Inquirió su pareja también mirándola con preocupación.- ¿Crees que sospecha algo?

-No.- Negó su interlocutora.- Pero era la forma en la que hablaba. Está impaciente. Quizás me lo pida antes de lo que yo pensaba. Y claro, ante mis padres y los suyos, no sé qué podría alegar para negarme.

-Debes cortar con él enseguida.- Le aconsejó su amante.- Sencillamente dile que has perdido la chispa. No tiene porqué saber nada más.

-Evidentemente, mi familia no lo aprobaría.- Sentenció su contertulia, agregando con temor y preocupación.- No podrían soportar saber la verdad sobre mí. Tendré que inventar algo. No sé, que me engaña o que ha intentado propasarse.

-Esa es una buena idea.- Aprobó Paulette.- Lo que sea, pero hazlo pronto.

-Aunque eso no sería justo para él.- Se lamentó Marianne.- No merece eso. No es mal chico y me quiere de verdad.

-Amor mío.- Le susurró Paulette tomando el rostro de su amante entre sus manos, para agregar.- ¡Ojalá no fuera necesario! Pero ha llegado el momento, ¡debes elegir!

-Sí, tienes razón, y te elijo a ti.- Sentenció Marianne.-



            Ambas se dieron un largo beso en los labios para sellar aquello. Sí, esas dos zorras acababan de sellar su perdición. Pensó Julius.



-Ahora vamos a mi casa.- Le ofreció Paulette, musitando con tono lleno de deseo.- Y recuperemos la velada que perdimos ayer…



Su interlocutora asintió y fue entonces cuando ambas se sobrecogieron al escuchar una risa entre delirante y atronadora. Surgió de una de las bocacalles. Estaba tan oscuro que no podían distinguir nada.



-¿Quién está ahí?...-Quiso saber Paulette sin obtener respuesta.-

-Esto no me gusta, vámonos.- Le pidió Marianne con tono trémulo.- 



            Las dos avanzaron por la calle, en dirección a la casa de Paulette, pero a su encuentro llegaban dos individuos que vestían de modo desarrapado. Las chicas vieron que ambos se dirigían hacia ellas con sendas sonrisas a cual más macabra. Asustadas, dieron media vuelta para ir por otra dirección. Con horror vieron a dos más que las cerraban el paso por el camino opuesto.



-¡Por favor!…-Pudo musitar una aterrada Marianne.- Solamente queremos irnos a casa…no nos hagan daño.

-Pero cariño, yo ya te había dejado a salvo en casa.- Oyó entonces la familiar voz de su novio añadiendo con sorna.- ¿Acaso no estás durmiendo? Tranquila, seguro que estas acostada en tu camita y que esto solamente será una pesadilla.



            Asombradas y asustadas, las dos vieron salir a Julius de entre las sombras de un callejón anexo. Tan atónitas estaban mirándole allí plantado y sonriendo con una mueca aviesa que no se dieron cuenta de lo que pasaba hasta que fue tarde. Los individuos que venían a sus espaldas las sujetaron poniendo sendas manos sobre las bocas de ambas. Y en esas manos llevaban paños con cloroformo. Las dos se durmieron casi al instante tras apenas ser capaces de forcejear. Corbin asintió, indicando a esos tipos.



-Ya sabéis lo que tenéis que hacer…



            Y estos obedecieron sin hablar, cerca de allí una furgoneta aparcada les aguardaba. Subieron a las dos mujeres y él por su parte montó en un vehículo junto a aquel extraño tipo que le comentó.



-Ahora vamos a disfrutar de la justa cólera del Señor contra esas pecadoras. Suya es siempre la venganza, pero tú la administrarás en su santo nombre.



            Se dirigieron a un lugar muy apartado, allí, llevaron a las dos inconscientes chicas. Tras una media hora más de paciente espera Julius las vio despertar. Estaban atadas de pies y manos en sendas sillas. Y no se recató de quedar plenamente a su vista.



-Por Dios, Julius, ¿Qué estás haciendo?- Pudo preguntar la angustiada Marianne.- ¿A qué viene esto?

-¿Qué, qué hago?- Se burló él acariciando el mentón de su hasta entonces novia para sentenciar.- Daros una buena lección. Hacer que os arrepintáis de vuestro terrible pecado. ¿Qué te crees, que no sé lo vuestro?. Sois unas miserables desviadas.- Escupió añadiendo con regocijo.- A eso viene…

-Espera, ¡puedo explicártelo!- Le pidió la asustada chica.-

-Mira.- Intervino la asimismo asustada Paulette, tratando no obstante de sonar calmada.- Sé cómo debes sentirte, no quisimos que pasara, pero nos enamoramos la una de la otra y…

-Y yo iba a decírtelo.- Añadió Marianne.- Pero esta noche no me atreví, te vi tan ilusionado que yo… lo siento…

-¡Ahorraos esa basura! - Espetó él.-



Aunque trató de calmarse, no quería arruinar ese momento, de modo que, conteniendo su ira, afirmó con severidad.



-Si me hubieras engañado con otro hombre lo habría al menos entendido. Pero ¡con una mujer! Bueno. - Suspiró.- Quizás es que nunca tuvimos relaciones, ya sabes. Tú no querías ni tocarme. Pero apuesto a que con ella no eres tan remilgada. Dime. ¿Qué tal fue la otra noche? ¿Le diste ese anticipo que le prometiste? Tengo curiosidad. ¿Cómo lo hacen dos mujeres?. ¿Os restregáis una contra otra? ¿Eh? ¿Os laméis con impudicia vuestras partes íntimas?



            Sus prisioneras estaban demasiado aterradas como para oponer nada. La mirada de Corbin debía ser terrible. Al fin fue su novia quien reunió el valor suficiente para implorar.



 -Escúchame, ¡por favor!- Le pidió una sollozante Marianne.- Déjanos ir, no cometas ninguna tontería.

-¿Cometer una tontería? ¿yo?- Se sonrió afirmando rotundamente.- Yo no pienso haceros nada. Es más, voy a liberaros.

-Menos mal que has entrado en razón.- Suspiró Paulette prometiéndole con tono conciliador.- Olvidémonos de esto ¿vale? Marianne y tú podéis seguir siendo amigos. No le contaremos nada a nadie.

-¡Oh!, por supuesto que no lo contaremos.- Sentenció él en tanto les soltaba las ligaduras de los pies para remachar con regocijo.- Yo cumplo siempre mi palabra. Pero lo malo es que mis amigos no han prometido nada. Y yo no puedo obligarles. ¿Lo comprendéis, verdad?. De hecho, y como favor especial, únicamente me permiten salvar a una de vosotras…

-¿Qué amigos?- Pudo preguntar Marianne.-



            Entonces, por toda réplica, esos cuatro individuos entraron, las chicas apenas pudieron lanzar una exclamación. Enseguida una de ellas fue atacada por dos de aquellos tipos mientras sus compinches sujetaron a la otra.



-¡No, por favor!- Chilló Marianne.-



La chica se sentía impotente y aterrorizada en tanto era sujetada por dos de esos tipejos, uno de ellos, con acento patibulario, le espetó en tanto la agarraba del rostro apretándole las mejillas hasta hacerle daño, sin dejarla apartar la vista de aquel terrible espectáculo.



-Mira bien esto, zorra depravada. Mira y nunca lo olvides. ¡Así es como castigamos a las pecadoras y a las desviadas!



Y entre tanto, a pesar de sus gritos y pataleos, Paulette fue desnudada, golpeada y vejada. Esos otros dos hombres la abofetearon rasgándole el vestido. Uno la sujetó de los brazos y pese a retorcerse con todas sus fuerzas la chica no pudo evitar ser forzada por el otro.



-¡Nooo! Por favor, ¡nooo! – gritaba y gemía la víctima de aquellas atrocidades.-



La morena chillaba sin cesar suplicando pero esos tipos, lejos de ablandarse, se reían. La espantada Marianne tenía una expresión vidriosa y apenas sí pudo observar de reojo como su novio presenciaba eso con una sonrisa de complacencia. Así, en tanto esa terrible tortura  duró  ambas solo pudieron chillar, gemir y llorar, una por soportar semejantes atrocidades y la otra desquiciada por el horror, viéndolas impotente. Al tiempo que escuchaban la voz iracunda de Corbin exclamar.



-¡Ay de las pecadoras impúdicas e invertidas!  Aquí está el castigo del Señor para vuestros graves actos. ¡Ahora vais a saber lo que es ser una auténtica mujer!



            Tras unos angustiosos minutos ambas quedaron tendidas en el suelo. Paulette con las ropas hechas jirones, el cuerpo lleno de moretones, sangrando y gimiendo sin fuerzas casi ni para respirar y obnubilada por el dolor. Marianne no podía articular palabra, al fin fue soltada por esos otros dos. Quedó arrodillada junto a su amante tratando de abrazarla lo más suavemente que pudo, apoyando la cabeza de ésta contra su regazo.



-Po… ¿por qué?- Fue capaz de susurrar Marianne cuando Corbin se puso en cuclillas mirándolas con expresión de reproche.- Julius, ¿por qué?...

-¿Por qué? Querida. ¡Porque eres mía, mía y de nadie más! Lo cierto es que al principio había pensado repudiarte. Ahora sólo eres una furcia, un despojo. Debería dejar que esos tipos te hicieran lo mismo a ti también. Sin embargo, tu familia y la mía se conocen y se estiman. Tus padres creen que eres virtuosa y decente. No quisiera romperles el corazón ilustrándoles con la triste verdad. Pero sobre todo, tal y como te dije, eres muy importante para mí, todavía y a mi pesar sigues siéndolo. Y durante la cena te prometí que te lo demostraría. ¿Has visto? siempre cumplo mi palabra. Por eso me apiadé de ti.  - Respondió inflexiblemente él, agregando.- Ahora te diré que sucederá. Aceptarás mi propuesta, te casarás conmigo y volverás al camino recto de Dios arrepintiéndote de tu terrible pecado. O de lo contrario…¿Ves lo que queda de tu amiguita?. La próxima vez no seré tan clemente y ella no recibirá el castigo por ti. Esa es otra promesa. ¿Me he explicado con claridad?



            La joven interpelada estaba sobrepasada por el miedo y no era capaz de replicar, sólo temblaba horrorizada, con la mirada perdida, aunque él entonces demandó una contestación con un grito lleno de ira.



-¡Responde, zorra! ¿Obedecerás?

-Sí…sí.- Musitó ella entre lágrimas de terror y desolación. – Haré lo que tú digas…



            Corbin sonrió satisfecho, dejando a su novia en shock tras dedicarle una última mirada de desprecio. Entonces se aproximó a la otra chica que tenía el rostro cubierto de lágrimas y sangre y se acurrucaba en posición fetal, para decirle con un tono irónicamente jovial.



-Y tú, claro que no vas a hablar. De hacerlo te aseguro que este rato de asueto que has pasado con mis amigos te parecerá el paraíso comparado a la próxima vez…porque todavía pueden hacerte cosas mucho más interesantes. Así que escúchame bien, te diré lo que harás. Te marcharás de esta ciudad para siempre, y jamás volverás a tocar a mi novia, ni a contactar con ella. Ni siquiera a mirarla. No es que me importe mucho ya esa ramera asquerosa,  pero es cuestión de principios y sobre todo, porque va a ser mi esposa. De modo que, si no obedeces, te aseguro que esta cura para invertidas que has recibido volverá a repetirse hasta que sanes o mueras. El resultado de tu terapia me da igual, en cualquier caso, dejarás de ser una molestia.



            Y tras reírse con vehemencia ordenó a los individuos que habían abusado de Paulette.



-Sacadla de aquí y dejadla en la calle, junto a los cubos de la basura. Que es donde una zorra sáfica como ella debe estar.



            Marianne no tardó en arrodillarse ante él suplicando por su amante. Aunque sus ruegos cayeron en saco roto.



-Por favor, te lo suplico…¡perdóname! - Le pedía una y otra vez.- No le hagas más daño a Paulette. Ella no es la culpable de esto. ¡Fui yo, fui yo! ¡Yo me enamoré de ella!- Confesó llena de angustia.-

-Vaya.- Se sonrió el chico, tratando de contener el desprecio y la ira que le asaltaban oyendo aquello.- ¿De modo que tú fuiste la que lo empezó?

-Desde niña supe que las chicas me gustaban.- Le desveló entre gemidos.- Pero eso jamás se habría entendido en mi familia. Por eso, cuando tus padres y los míos se conocieron y nos presentaron…

-Tú decidiste que habías encontrado la tapadera perfecta. ¿No es así?- Espetó él.- El idiota que nunca sospecharía nada y al que usarías como excusa, hasta que pudieras vivir tu vida. Claro…

-Jamás quise hacerte daño, ¡de verdad! - Insistió ella con desesperación en la mirada, aferrándose a una de sus manos.- No creí que esto fuera a suceder de este modo, yo…



            Corbin se soltó bruscamente y le propinó una sonora bofetada que dio con ella en el suelo. Dejándola gemir por unos instantes mientras se tapaba la marca del golpe, él movió la cabeza y apenas fue capaz de responder entre balbuceos de cólera.



-No tengo palabras para expresar todo el asco y el desprecio que siento hacia ti ahora. Pero, aun así, quisiera perdonarte y darte otra oportunidad. Aunque solamente sea por no destrozar el corazón a tus padres y llenarles de oprobio.

-Julius, por favor, ¡haré cualquier cosa! - Le aseguró ella con visible angustia en su expresión.-

-Claro, si estás dispuesta a redimirte. No habrá problema. - Replicó él, preguntando ahora con falsa condescendencia.-¿De veras lo estás?

-¡Sí, sí!- Sollozó la chica rompiendo a llorar en tanto bajaba la cabeza colocándose casi en posición fetal.- ¡Haré lo que quieras! ¡Lo que quieras! ¡Te juro que haré lo que me digas!



            Y lo hizo. Aparentemente la vida continuó igual. Al día siguiente Paulette no apareció por clase y su compañera dijo no saber nada de ella cuando le preguntaron. Luego esa chica reapareció en otro lugar y se guardó mucho de denunciar nada. Por su parte,  Marianne comenzó a ir casi a todas horas con Corbin, aferrada a él y siempre en actitudes realmente cariñosas. Tanto era así que hasta sus propios padres la tuvieron que llamar al orden. Su novio entonces únicamente se sonreía algo envarado pidiendo que disculpasen a la chica.



-Es que nos amamos tanto que nos es difícil guardar la compostura. Pero, no teman por nuestra virtud. Seremos pacientes. Es más, pronto nos casaremos.- Aseguró para alegría de sus padres y los de ella.-  ¿Verdad, cariño?- Le preguntaba a su novia con tono meloso  ocultando un insano y sádico regocijo que solo ella percibía.-

-Sí, eso es, mi amor. Perdóname. - Se apresuraba a replicar la chica con voz trémula ante la aprobación de su familia.- Te quiero tanto que apenas puedo aguardar a nuestra boda.



            Y fue tal y como él dijo. La pareja prosiguió su relación con las bendiciones de ambas familias y a los pocos meses anunciaron su compromiso. La boda se celebró al terminar sus estudios. Entonces Julius decidió iniciarse en su carrera evangélica. Comenzó a predicar convirtiéndose en un gran admirador del reverendo Waters y de Carter Lench y su amante y fiel esposa le seguía donde quiera que fuese. Al menos, de cara al exterior, el entonces recién ordenado pastor y su mujer eran una pareja ejemplar. Sin embargo, en casa mantuvieron una relación fría y sin amor. Pero eso ya no le preocupaba a Corbin. Gracias a la ayuda de aquel extraño y poderoso ser él pudo controlarlo todo. Su ahora esposa nunca más volvió  a saber de Paulette que desapareció misteriosamente de la ciudad, sin terminar sus estudios. Pero él sí. Esa chica terminó mal, vendiéndose por las calles, víctima de la adición al Loten. Las secuelas de aquel “castigo” jamás la abandonaron. Aunque para Marianne tampoco fue mucho mejor, quedó embarazada de Julius pero hubo complicaciones. Tuvieron que ingresarla en el hospital cuando apenas estaba de cinco meses. En la sala de espera, el médico se aproximó con semblante preocupado.



-Señor, debemos intervenir de inmediato o la vida de su esposa podría peligrar.

-¿Pueden salvar al bebé?- Quiso saber Corbin.-

-Ahora mismo es la vida de la madre la que más nos preocupa.- Declaró el facultativo.- Deberíamos practicar un aborto.

-Nada de eso, el aborto es pecado.- Aseveró él con rotundidad.-

-Pero, señor.- Pudo contestar el perplejo médico alegando con horror.- ¡Su mujer morirá…perderemos a los dos!

-Todo está en manos de Dios. Hágase su voluntad.- Replicó Julius con gesto impávido.-



            Y pese a los ruegos e insistencia del equipo médico, él no dio su consentimiento. Llegando incluso a amenazar con una demanda si se atrevían a obrar contra sus dictados. Marianne estaba tan débil y afectada que apenas si era capaz de mantenerse consciente debido a los anestésicos y no podía decidir por sí misma. Su familia había delegado en Corbin.  Incluso el afamado reverendo Waters a quien él admiraba fue a verle.



-Es un honor para mí que haya venido.- Le dijo olvidándose por un momento del trágico estado de su esposa.-

-Celebro conocerte Julius, eres  joven pero me han hablado muy bien de ti.- Le halagó aquel tipo fornido y de larga y espesa barba negra, que vestía una especie de traje de sotana.-

-Hubiese sido mejor vernos en otras circunstancias, reverendo.- Dijo finalmente él, con tristeza.-

-Sí, hijo. Pero es Dios quien decide sobre esas cosas.- Afirmó su interlocutor.-

-Por ello he dejado todo en sus manos.-Contestó él.-

-En este caso, puedes decidir sobre tu esposa.- Repuso Waters.- Dios entenderá que quieras salvarla.

-No a costa de una vida inocente.- Rebatió no obstante Corbin.-



Aquello pareció asombrar a su interlocutor, aunque Waters declaró con tono contenido y moderado.



- Es tu decisión. Pero, ante todo, tu deber de marido es confortar a tu esposa en este duro trance. Y perdonarle cualquier ofensa que te haya podido infligir.



Él asintió, eso era verdad, pese a no querer perdonarla nunca por lo que hizo no sería cristiano dejar de lado a una moribunda en peligro de condenarse. Por ello, al poco y cuando Waters se marchó, Corbin finalmente pudo entrar a verla. Cuando ella pese a todo le reconoció, le susurró entre exhausta y consternada.



-Lo…lo siento… hice todo…lo mejor que supe… para que me perdonases…Julius...

-Lo sé, lo sé. Querida.- Le dijo él en voz baja.- No temas nada, yo te he perdonado. Ahora confía en Dios.

-No quiero…ir… al Infierno…- Balbució la joven, llena de miedo y entre lágrimas de tristeza.- Nuestro bebé…salva a...nuestro bebé…

-Si es la voluntad del Señor…- Suspiró Corbin intentando mantenerse entero.-  Ya sabes, Él dio la vida de su hijo por salvarnos a todos. Y en verdad te digo, que, si Él así lo dispone, tanto tú como nuestra hija Miriam, estaréis hoy en el Paraíso…



            Marianne intentó aferrarse a su mano mirándole con angustia, esperando al menos una mirada afectuosa por parte de su esposo que no llegó. Al fin las fuerzas le fallaron. La máquina se activó indicando paro cardiaco. Corbin fue sacado de allí con expresión ida y ya no pudo volver a hablar con ella. Tras minutos de intentos inútiles por reanimarla, el médico, lleno de pesar, le dio la funesta noticia.



-Lo lamento señor, ha sido imposible salvarlas…Mi más sentido pésame.



            Él se limitó a asentir saliendo de allí. Así lo recordaba ahora, en la soledad de ese sombrío local.



-Fue una desgracia, un gran sacrificio, Marianne sucumbió a ese terrible pecado, pero pude salvar su alma y al menos murió en gracia de Dios.- Pensaba el obispo con un deje de amargura y al tiempo de satisfacción. – Sí, fue el sacrificio que me pidió el Señor para completar su obra.  Como Abraham con Isaac. Ésta es mi alianza. Pero en esta ocasión, Él no detuvo mi mano con un ángel, se llevó a  Marianne y a mi hija Miriam. Aunque valió la pena. A mi esposa la salvé de ir al Infierno. Y haré lo mismo con todos los desviados…lo haré por su propio bien. Si Marianne no hubiera sido así…las cosas podrían haber sido muy distintas…Pero hágase su voluntad…debo castigar a esas pervertidas y lo haré.



            Por ello se había dedicado a ir buscando a cuantas sáficas desviadas del camino recto pudo localizar.  Empezó por Maggie a quién, gracias a ese misterioso individuo y su libro, pudo seguir la pista. En esta ocasión, aunque parecía un caso perdido, quiso darle la oportunidad de redimirse. Y felizmente la enfermera la aprovechó, enamorándose de un hombre bueno. Además, aquel extraño ser le comentó que esa mujer y su hija deberían vivir puesto que una alta misión las aguardaba. Y a diferencia de su propia e infortunada esposa así sucedió. Milagrosamente esa enfermera volvió de la muerte, ella pensando que debido a su hija y al Altísimo. Y sin duda  fue para bien. Ahora era una de las más devotas seguidoras de Corbin.



-Sí, esa fue la señal definitiva.- Pensó el obispo con gesto esperanzado.- Se puede redimir a estos pecadores.



 Después le tocó el turno a aquella maestra, Daphne. Otra que, al menos hasta ahora, parecía haber vuelto al camino recto. Casada con otro buen chico. Pese a todo, algo le decía a Julius que no debía bajar la guardia en ese caso. No obstante, otras estaban condenadas sin remisión. Sáficas como esa modelo española y aquella científica china, no quisieron volver al redil. Igual que esa doctora que se marchó de Nature con su hija antes de ser el blanco de un justo castigo a sus perversiones. Lo mismo que esa abogada…otra que huiría, al menos de momento, lejos de su merecido escarmiento. Sin embargo, ese mismo ser le reveló a Corbin que la tal Kerria ya estaba siendo castigada por otros medios. Como esa pervertida israelí, la que, gracias a la intervención de ese misterioso benefactor, fue convenientemente alejada de Nature.



-A las que se han negado a ser salvadas. ¡Ay de ellas! No podrán escapar de la Condenación. Con nuestra humilde asistencia, Dios se ocupará de condenarlas a las llamas eternas a su debido tiempo. El Señor todo lo dispone. Lo mismo que con esa tal Keiko.- Pensó con regocijo.- Todas tendrán en su momento que afrontar el castigo por su iniquidad. También ese actor de pacotilla recibió su merecido. Porque los sodomitas son otra plaga a erradicar, aunque de ese cometido se ocupan otros. Mi hermano en la fe Alí Zulay y los suyos. Yo debo cumplir éste al que me he consagrado. Acabar con las desviadas. Afortunadamente ya queda menos para que, al fin, se haga la voluntad del Señor…



De este modo, con esa obsesiva idea en su mente, se marchó, apagando la luz del local donde todo quedó a oscuras y en silencio.


                                anterior                                          siguiente









           


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, si sois tan amables y no os es molestia, comentar vuestras impresiones sobre lo que habéis leído. Me vendría muy bien para mejorar y conocer vuestras opiniones sobre mis historias. Muchas gracias. ;)