martes, 19 de diciembre de 2017

GWTN46. Algunas despedidas y desengaños




Los días que siguieron a ese juicio fueron muy agitados. En cuanto se supo la noticia enseguida se formaron bandos de defensores y detractores de la sentencia. Unos la juzgaban demasiado suave y permisiva. Otros ajustada a derecho. De todos modos los protagonistas tuvieron que afrontar las consecuencias de una u otra forma. Kerria intentó dar la cara por Sonia y Mei Ling, incluso protagonizó algunos choques dialécticos en forma de pequeños debates con autoridades religiosas locales. Aunque no tardaron en hacerla ver que su presencia en Nature no era deseada. Ya en el astropuerto, Mei Ling, Sonia llevando a su hijo y Steph, fueron a despedirla.



-Lamento tener que irme así.- Dijo la abogada con pesar.- Sé que aquí tenéis una difícil situación. Pero se han negado a renovar mi visado por más tiempo y además, tengo que volver a casa.

-No te preocupes por nosotras. Nunca nos rendiremos.- Afirmó Sonia con agradecimiento y decisión en su voz.-

-¿Qué tal tu hermana?- Quiso saber Kerria dirigiéndose a Stephanie.-

-Bueno, ha venido a pasar unos días conmigo.- Suspiró la modelo.- Parece que al fin va a ponerse en forma. Se ha traído a la pequeña Leah, y es como tener una muñeca en casa…



            Quiso sonreír pero esa expresión más asemejaba a una mueca, naciendo muerta de antemano. Steph era muy consciente de lo mal que lo estaba pasando su hermana. Pese a todo tenía su apoyo y el de Byron. Hasta Martin se mostró muy comprensivo y colaborador. Ahí no estaba el problema…



-Ya, bueno.- Repuso Kerria con tono suave y considerado para añadir.- Recuérdale que, si alguna vez viaja a la Tierra, no dude en avisarme.

-Gracias.- Asintió Steph.- Se lo diré.

-Que tengas un buen viaje, y tranquila. Has hecho cuanto has podido.- Aseveró Sonia.-

-Muchas gracias por todo.- Secundó Mei Ling que llevaba al pequeño Richard de la manita.-

-Cuida mucho a tus mamis, tesoro.- Le sonrió dulcemente Kerria.-



            El niño asintió, aunque no dijo nada. Al fin la abogada se despidió embarcando…



-Únicamente espero que las cosas no vayan a peor aquí.- Se dijo cuándo sus amigas desaparecieron de la vista.- Me gustaría poder quedarme y ayudaros. Pero tengo que volver a casa. Lo siento. Además, esos sueños…



Y es que algo le decía que tenía que ir lo antes posible. Deseaba ver a su familia, a sus padres, a su esposa Samantha y sobre todo, a su hijo Brian. No se lo contó a las otras pero había soñado cosas muy extrañas. Como si caminase por un sendero que fuera desapareciendo bajo sus pies. Le urgía la sensación de quedarse sin tiempo, aun desconociendo para qué. Por su parte, nada más acabar el juicio, Sonia le contó todo lo ocurrido a Mei Ling. Tras discutirlo previamente con Kerria ambas habían decidido que la oriental no fuera para evitar que las atacasen por ese flanco. La científica había estado sufriendo entre tanto. No obstante, cuando supo la decisión del juez la oriental suspiró con alivio. Admitió que, siendo el padre, ese tipo tenía cuando menos el derecho a conocer al crío. Por lo tanto, tanto ella como su cónyuge comenzaron a  preparar al niño para eso. Le llevarían a conocer a su padre justo antes del primer fin de semana que le tocaba. Eso era al día siguiente de despedir a la abogada en su viaje de vuelta a la Tierra.



-Ahora nos toca a nosotras mantenernos alerta.- Comentó Mei Ling a su esposa.-

-Sí, mucho me temo que, tal y como se están poniendo las cosas, Rafa es el menor de nuestros problemas.- Añadió Sonia con evidente preocupación.-



Sin embargo, la que más afectada se vio en su vida fue Daphne. Lo que declarase en su testimonio no tardó en llegar a oídos de los directores del Colegio de la fe. Ella se lo imaginaba y quiso prepararse para aquello. Como Stephanie les contase a las otras, no tardó en irse a casa de su hermana pequeña, al menos por unos días. Finalmente y tras hablarlo con Martin decidieron que no sería bueno que los niños se quedasen privados de su padre. Él permanecería en casa llevando al niño al colegio. Al menos durante unos días. Le contaron a  David que su mamá iba a pasar unos días con la tía Steph, para entrenar como las modelos. Al crío aquello hasta le pareció divertido. Entendió que su mami llevase a su hermanita Leah con ella puesto que era muy pequeña. Sin embargo, el matrimonio se había terminado. Ambos esposos  lo sabían. Los padres de ella fueron puestos al tanto de la noticia por mediación de Steph. No les gustó nada pero no se metieron. En cambio, los de Martin se mostraron realmente alarmados. Y eso antes incluso de conocer el motivo. De todos modos fue duro cuando el padre Michael la citó en su despacho. Era muy temprano, incluso antes del inicio de las clases. Al llegar y entrar, el sacerdote la aguardaba puesto en pie y con las manos tras la espalda.



-Bueno días, padre.- Saludó ella con tono apocado.-

-Seré breve.- Le contestó él con tono severo.- Recoge tus cosas y márchate. Ya no eres maestra de este centro.



            Ella mantuvo silencio por unos instantes, luego asintió despacio cerrando los ojos. Entonces musitó.



-Eso ya lo imaginaba. Solamente le pido, que, por favor, no castiguen a mi esposo y a mis hijos por mí.

-Nadie va a castigarles.- Le aseguró el sacerdote suavizando un poco su tono de voz aunque volviendo a endurecerlo enseguida al sentenciar con marcado tinte de reproche.- Bastante castigo están sufriendo ya por tu causa. ¿Sabes? Jamás podría haber imaginado esto de ti. Ha sido una terrible decepción. Te has burlado de nosotros y nos has engañado durante años.

-No le pido que lo comprenda, sé que es imposible para usted.- Replicó ella con amargura, suspirando resignada.- Y aunque no me crea, jamás me he burlado de nadie, sino que he sufrido en silencio. Ya no podía hacerlo más. Lo único que quiero es que me dejen vivir mi vida en paz.



            El padre Michael ya no contestó, dándole la espalda nuevamente. La mujer salió de su despacho y se dispuso a llevarse sus pertenencias. Iría a casa de su hermana. Allí al menos descansaría un poco.



-Ahora no sé qué hacer.- Se decía  con tristeza y desconcierto. – De momento puede que mejorar mi forma física no sea algo tan descabellado…



            Y pensaba también que aquello, finalmente, no le había resultado tan dramático. Muchas veces había imaginado como sería. Y siempre lo hacía creyendo que lloraría y suplicaría al padre Michael, pero cuando el momento al fin había llegado todo sucedió rápida y fríamente. Ella misma sintió una indiferencia casi aséptica, una sensación de alivio más bien, de liberación. Ahora podría ser quien siempre debió ser.



-Fui una cobarde. Quizás si entonces me hubiera atrevido. No sé si Martin tendría algo que ver con eso que escribió sobre mí en ese libro tan raro. Todavía no puedo creer que sea cierto. De todas formas quizás fui injusta con él. No hay libro que pueda dictarle de ese modo a alguien lo que debe hacer. Que no sea la Biblia, claro. - Se sonrió con amarga ironía.-  Pero yo permití que fuesen los demás quienes me dijesen quién era y cómo debía vivir. - Se reprochaba con pesar.- Bueno, quizás nunca sea tarde después de todo para retomar mi auténtica vida…- Quiso animarse en tanto salía de aquella escuela.-



            Sin embargo, la parte más dolorosa de aquello le iba a llegar por su punto más vulnerable, su propio hijo. David ya había cumplido diez años. Pese a tener que tomar una medicina para su enfermedad por lo demás era como cualquier otro crío. Curioso, inquieto y cariñoso también. Ajeno a todo aquel drama que se había cernido sobre su familia jugaba despreocupadamente en el patio del colegio. No le extrañó que su madre no estuviera. Tal y como le comentaron sus padres, ella iba a pasar unos días con la tía Steph. El crio había escuchado a su famosa tía muchas veces pedirle a su madre que fuese con ella a hacer algo de ejercicio.



-Al fin la tita Steph ha conseguido que mamá haga deporte.- Pensaba divertido.-



           

            Y le parecía muy bien, así su madre se pondría incluso más guapa. Como su tía la modelo. De hecho, muchas veces, algunos chicos mayores le preguntaban por la tita. Siempre deseando que les consiguiera alguna holo foto de su famosa pariente. Y cuando vio a un grupo de cuatro muchachos de unos trece o catorce años aproximarse a él, eso pensó que querrían. Hasta que uno de ellos, desgarbado y con pecas, se rio exclamando.



-Mirad, ¡el hijo de la boyera!

-¿De verdad?- Se rio otro mirando con una mezcla de desdén y burla al atónito crio.-



            David no sabía que significaba esa palabra, de modo que no se molestó. Al menos hasta que otro de aquellos muchachos intervino.



-Eh, chaval. ¿Qué opinas de lo de tu madre? ha dicho que es una invertida.

-¡Eso es mentira! - Replicó él mirándole con manifiesto enfado.-

-No, no lo es. Lo dijo ella misma en un juicio.- Añadió otro muchacho de pelo moreno algo más bajo que sus compañeros.-

-¡Joer! A mí me dio clase.- Afirmó otro de pelo rubio con genuina sorpresa.- No parecía ser tan mala entonces.

-Esa gentuza disimula, así se esconden.- Le comentó el de las pecas, con tono que rayaba en el odio más absoluto, más aun al agregar.- Mis padres me lo han dicho, ten cuidado, nunca se sabe dónde pueden estar.

-¡Mentira, mentira!- Exclamó el crio, casi a  punto de llorar, respondiendo.- Mi madre está casada con mi padre. ¿A que eso no lo hacen las invertidas? A ellas solamente les gustan otras chicas. A mi madre le gusta mi padre.- Insistió.-

-Algunas lo hacen para disimular.- Le rebatió el moreno.- Se casan para evitar que sepamos lo pecadoras que son.

-¡Os lo estáis inventando! - Sollozó David apretando los puños.- Sois unos mentirosos.

-No, de eso nada. Lo ha dicho ella. Pregunta a los profesores si no te lo crees.- Afirmó uno de pelo rubio ceniza.-



            David, lleno de rabia , quiso pegar al más próximo pero era mayores que él y más fuertes, de un empujón le tiraron al suelo y el de las pecas espetó con desprecio.



-¡No me toques invertido! Seguro que eres como tu mamaíta la boyera.



            El pobre crio solo podía llorar ahora de forma desconsolada, los otros se burlaban de él arreciando en los insultos contra su madre hasta que una enérgica voz de chica les hizo callar.



-¡Basta ya!, dejadle en paz. ¿No os da vergüenza meteros con un niño pequeño?



            Todos al unísono miraron hacia esa muchacha. Era una chica nueva, recién llegada de ese planeta tan raro. De cabello negro corto y apariencia atlética. Desde luego, con la fama que tenían esos extraños individuos de ser tremendamente fuertes y salvajes, nadie se atrevía a  relacionarse con ella y menos aún a replicarle. De modo que ese grupito de chicos se alejó de allí a toda prisa. Por su parte, la muchacha se aproximó al lloroso crio y le ofreció una mano para ayudarle a levantar.



-Tranquilo, ya no te molestarán más.- Le aseguró.-



            David la miró con extrañeza secándose las lágrimas. Al fin pudo balbucear.



-Mi madre no es una invertida.

-Si tú lo dices, yo no tengo nada que oponer a eso.- Afirmó la joven presentándose de inmediato . Me llamo Thalia Mardok, hija de Rigar y Xulia. Soy saiyajin.

-¿Saya qué?- Preguntó el atónito David.-

-De Nuevo Vegeta. – Sonrió la joven.- Mis padres vinieron hace poco aquí, pertenecen a la legación de nuestra embajada. Son guardianes del embajador Derail.- Afirmó con orgullo.-





            Al fin el crio se levantó dejándose ayudar y tras limpiarse un poco la arena de su uniforme inquirió todavía perplejo.



-¿Vosotros sois esos que voláis y lanzáis rayos?

-Bueno, no todos, yo todavía estoy aprendiendo.- Comentó modestamente la muchacha que dijo llena de ilusión.- En cuanto me adapte del todo a este lugar iré a ver si puedo entrenar con la hija del embajador. Nada menos que Gloria Elua Derail. ¿Sabes? Es la chica más fuerte de este planeta. Y también estudió aquí.



            David pensó que esa muchacha debía de ser realmente fuerte, aunque eso ahora le daba igual. Al poco sonó la música y tuvo que volver a su clase. Se despidió con un lacónico.



-Gracias.

-Y no les hagas caso. - Le aconsejó Thalia para remachar, ofreciéndole antes de marcharse a su aula también.- Si vuelven a decirte algo, me avisas.



            Otras dos que llegaron a la escuela fueron Sonia y Mei Ling. La española pasó a recoger a su hijo y allí supo que Daphne ya no le daba clase. En su lugar, una joven de poco más de veinte años y gesto de circunstancias la recibió.



-Buenos días, venía a recoger a Richard Calderón, soy su madre. -La informó.-

-Claro, un momento, por favor.- Le pidió esa nueva maestra.-

           

            Sonia pudo asomarse al aula y sonrió sin poder evitarlo. Varios niños y niñas con babis se sentaban alrededor de algunas mesitas. Aquello parecía un despacho en miniatura. Pintaban o jugaban despreocupados. Vio a su propio hijo que estaba junto a otra niña, ambos haciendo dibujos. La señorita se dirigió a él y con una sonrisa le comentó.



-Richard, ha venido tu mamá.



            El crio miró hacia la puerta y al verla sonrió agitando su manita. Sonia le devolvió la sonrisa. La modelo pensaba en cuan increíble parecía todo aquello. Los niños jugando perfectamente en armonía sin importarles esos sórdidos asuntos de los que sus padres tanto se preocupaban. ¿Qué mal había en la orientación sexual de nadie?. Ella misma era una madre más, que quería a su pequeño como el resto de las otras, sin importar con quién estuviera o no casada. Dejó eso a un lado en cuanto la maestra le trajo a su hijo de la mano. Ya sin el babi, Sonia le sacó de la clase en tanto le comentaba con tono dulce y cariñoso.



-Vamos a conocer a alguien hoy. Tienes que portarte muy bien.

-Sí, mami.- Asintió el niño.-



            Mei Ling esperaba fuera. La oriental no quería poner el pie en ese centro al que desde luego, no le tenía ninguna simpatía. Antes al menos aceptaba llevar allí al niño pero desde el juicio cada vez era más partidaria de sacarlo. Pese a eso, Sonia no estaba de acuerdo. No había otra alternativa mejor. Las escuelas buenas estaba lejos de donde vivían. Las opciones eran guarderías modestas o lugares apartados. Y hasta ahora no habían tenido queja del trato dispensado al crio, con la salvedad de aquella vez, cuando Daphne le dijo aquello sobre sus dos madres. Ahora sin embargo comprendían a esa pobre mujer. Por ello, cuando Sonia llegó con el pequeño, Mei Ling le sonrió abrazándole de inmediato y tomándole en brazos.



-¡Cada día estás más grandote, ya casi no puedo contigo!- Le comentó al niño que sólo se reía.-



            Aunque el gesto de su esposa no estaba risueño, la oriental,  una vez que dejó al pequeño sentado y sujeto en su sillita especial, tras el deslizador de ambas, le preguntó.



-¿Qué pasa? Estás muy seria.

-Han echado a Daphne tras lo que dijo en el juicio.- Le contó una entristecida Sonia.-

-Ya, supongo que era de esperar.- Repuso  Mei Ling igualmente consternada.- Lo siento por ella. Pero no podemos hacer nada por ayudarla.

-No, no podemos.- Admitió su interlocutora, dejando ya ese tema.- Vamos, no quiero llegar tarde.





            Y arrancaron rumbo al parque donde tendrían que verse con Rafa. Éste desde luego no se hizo esperar. Una vez que las dos llegaron llevando al niño hasta el punto de encuentro allí estaba él. Con atuendo elegante, pantalones largos blancos y un jersey rojo. Tenía además un gran paquete que reposaba en el suelo junto a él. Las dos mujeres avanzaron despacio, intercambiando miradas y cuando estuvieron tan solo a un par de metros él sonrió ampliamente dedicando su atención al niño. Richard miró a ese hombre con estupor y ligera desconfianza, agarrándose instintivamente a un brazo de Mei Ling que, al menos, sonrió satisfecha por ello.



-Parece que nuestro hijo sabe juzgar a las personas mejor que algunos jueces y jurados. – Pensó divertida.-



            Aunque fue Sonia quién, con tono entre dubitativo y algo envarado, pero tamizado por una voz suave que intentaba ser lo más dulce posible, le explicó a su hijo.



-Cariño, este señor es… bueno, él es tu papá.

-¡Hola Ricardo, campeón! - Saludó entonces Rafa con afabilidad.- Mira lo que te he traído.- Dijo, señalando una gran caja envuelta en papel de regalo.-

-¿Qué es eso?- Quiso saber Sonia.-

-Mi forma de disculparme con él por todos los cumpleaños que me he perdido.- Contestó su contertulio que aprovechó de paso para lanzar esa pulla a su ex novia. Aunque enseguida añadió con tono jovial, otra vez mirando al perplejo crio que a su vez observaba ese enorme paquete con suma curiosidad.- ¡Ábrelo, vamos! Es para ti…



            Lleno de interés el niño venció esa primera timidez y fue rompiendo el papel con las prisas típicas de su edad. Rafael se rio asintiendo con aprobación ante el desconcierto de las dos mujeres que solo presenciaban aquella escena sin saber bien cómo reaccionar.



-¡Ese es mi hijo! – proclamó orgullosamente Rafa.- No se detiene ante nada para hacerse con lo que es suyo. Te ayudaré, campeón.- Aseveró rasgando por su parte ese envoltorio.-



            Tras quitar el papel una gran caja que dejaba ver un vehículo en miniatura le fue revelada a Richard. Ayudado por su padre, e incluso por Sonia, que no pudo evitar sonreír un poco al ver la expresión entusiasta de su hijo, sacaron aquello. ¡Era un mini deslizador! Sin perder ni un instante el niño se montó muy contento.



-Funciona con energía solar.- Explicó Rafael.- Ya verás que bien lo vas a pasar, Ricardito.- Afirmó divertido.-

-Espera, eso puede ser peligroso.- Se atrevió a intervenir Mei Ling.-

-No se preocupe, señorita. -Contestó Rafa sin ocultar su desdén hacia ella, al sentenciar.- Está claro que el niño ha salido a mí, no le pasará nada.

-Soy señora. Y ya sabe de quién. - Le recordó la oriental tensando su expresión.-

-Por favor, cariño.- Le susurró una apurada Sonia que lo que menos deseaba era un enfrentamiento delante del niño.- Supongo que ese juguete tendrá sus medidas de seguridad.

-Claro que sí.- Afirmó desenfadadamente Rafael para explicarles.- Su velocidad está regulada. Es muy lento y estable. No temáis, no se os escapará..



            Y así era, el pequeño ya trataba de conducirlo con pericia apretando algunos pedales y moviendo el volante. Y ese cacharro respondía moviéndose despacio hacia delante o detrás. Richard se reía encantado.



-¿Te gusta, campeón?- Le preguntó su padre.-



            El niño asintió enseguida. Eso llenó a Rafa de satisfacción y añadió afablemente dirigiéndose al crio.



-Ya verás cuando pasemos el fin de semana juntos, te enseñaré a conducirlo como hacen los grandes pilotos. ¿Te gustaría?





            El pequeño asintió otra vez, solo tenía ojos para su nuevo juguete. Sus madres por otra parte no estaban demasiado contentas. Sonia asistía a aquello sin nada que oponer, su ex novio se estaba comportando como haría un padre entregado y viendo al niño así de feliz era incapaz de decir nada. Mei Ling se sentía incluso peor. Ese cerdo había invadido sus vidas y trataba de apropiarse de Richard. No obstante, la justicia le había dado la razón en su demanda y a ella no le restaba más que aceptarlo, pese a detestar esa situación. También sabía que, de actuar con hostilidad, haría sufrir a su esposa. Aunque cualquier consideración que ninguno estuviera haciendo quedó en suspenso. Un ruido creciente que provenía del cielo les llamó a todos la atención. Mirando por inercia quedaron perplejos.



-¡Una estrella fugaz!- Exclamó el pequeño Richard con alegría.- Mamis, ¿puedo pedir un deseo?



            Pero ninguna le respondió pendientes de ese espectáculo con el gesto desencajado. El propio Rafa miraba entre atónito y horrorizado aquello. Musitó de modo ininteligible para sus interlocutores.



-Dijeron que tendría más tiempo…

-¿Qué es eso?- Quiso saber Sonia apuntando al cielo con un dedo.-

-Un bólido.- Le respondió una asimismo asombrada Mei Ling.- Restos de un meteorito… al menos es lo que parece.



            Era una gran bola de luz incandescente que se acercaba, poco a poco iba extinguiéndose y se desintegraba en la atmósfera. Afortunadamente eso fue todo. Aunque no pasó desapercibido en la base de Sagan City. Susan pidió informes de inmediato.



-Indiquen su trayectoria y cercanía al planeta.- Ordenó vía llamada de holo video.-

-Ha pasado a tan solo treinta mil kilómetros.- Le respondió uno de los técnicos del departamento de astronomía.-

-Ha sido un aviso.- Suspiró Susan.- La próxima vez puede que no tengamos tanta suerte.

-Capitán, las defensas de la SSP-2 hicieron fuego y algunos varitech lograron apartar ese meteorito de su rumbo de colisión con Nature.- Le informó aquel técnico, añadiendo.- Tenía un tamaño de solamente unos cientos de metros de diámetro. Pero los siguientes podrían ser mayores

-¿Los siguientes?- Inquirió su interlocutora con preocupación.-

-Hemos detectado al menos un grupo de seis o siete asteroides de tamaño superior que se dirigen hacia aquí, propulsados por una enorme fuerza gravitatoria.- Le contó ese tipo.-

-Gracias. Manténganme informada.- Le pidió ella, cortando la comunicación.-



            Suspirando largamente apoyó los codos sobre la mesa y puso su cara entre ambas manos.



-¿Qué vamos a hacer?- Se preguntó en voz alta, dejando escapar así toda su impotencia y zozobra.- ¿Cómo podríamos detener algo así?



            Pasaron un par de días y Gloria ya estaba bastante harta.  Pensaba que ese tipo de cosas que le pedían sus clientes se reservaban únicamente a aquellos que eran torturados para que hablasen.  No comprendía qué placer encontraba un tipo que deseaba ser pisoteado en la cara con el tacón de la bota de ella. O qué había de edificante para otro que solo insistía en ser castigado con latigazos. De todos modos ella tenía siempre mucho cuidado, siendo simples humanos podría matarles con facilidad si se pasaba. Sin embargo, pese al disgusto con que interpretaba su papel debía hacerlo muy bien puesto que esos chalados pagaban grande sumas y Kassandra estaba realmente contenta.



-Si sigues así, tendrás que empezar a contratar ayudantes.- Le comentaba divertida tras concluir la sesión con su último cliente.-

-No me vendría mal esa chica a la que dices que estoy sustituyendo.- Comentó a ver si podía sacarle algo a su contertulia.-

-Espero que regrese pronto porque si no se va a encontrar sin trabajo.- Convino Kassandra.-





            Gloria asintió desde luego. Al fin dio por terminada su jornada y se marchó. Siempre se iba tapándose el uniforme de sailor con un abrigo largo y en cuanto se ponía lejos del alcance del piso en el que “trabajaba” revertía esa transformación quedando en ropas normales. Aprovechaba entonces para informar a su padre que permanecía a una distancia segura para no ser visto.



-Hoy tampoco ha aparecido.- Le comentó añadiendo.- Espero que ese hacker o lo que sea pueda rastrear su paradero y nos dé su posición de una vez.

-Sí. Así lo deseo yo también. – Afirmó Kiros, vía intercomunicador.- Aunque no me queda más remedio que marcharme. Tengo otros asuntos que me reclaman. Y son muy importantes.



            No quería decirle a su hija nada sobre esos asteroides que rondaban la Tierra. Por suerte, desde la ciudad del Sur, aquel que pasara sobre Sagan City un par de días antes no fue visible. Como tampoco causó daños, la noticia pasó con poco eco en los informativos. Mejor así.



-Si debes volver, padre, no te inquietes por nosotros. Entre Jalix y yo podemos ocuparnos del enemigo.- Le ofreció la joven.-

-Muy bien. Esperaré hasta mañana y si no hay noticias, tendré que dejaros este asunto a  vosotros.- Convino él.- Confío en vuestra capacidad.

-Gracias, no lo lamentarás.- Le aseguró la muchacha. –

-Sé que puedo confiar en ti.- Aseveró Kiros despidiendo la conexión.-



Y su hija quedó pensativa, deseando fervientemente no defraudar esa  fe que su padre había depositado en ella. En Sagan City mientras, la ya ex maestra pasó unos días muy malos sin estar con su hijo. Pero al verle de nuevo Daphne al principio no pudo reconocer la expresión en la cara del niño. La miró como quien estuviera observando a un monstruo y no quería acercarse. Sucedió al poco de llegar a casa. Entró con jovialidad, de hecho, llevaba a la pequeña Leah en su cochecito. La cría iba dormida y la dejó en su habitación. Su esposo y su hijo no habían regresado aun del colegio. Sin embargo, en su teléfono un mensaje comenzó a alarmarla. Era de Martin.



-Tenemos que hablar.  Es muy grave. Se trata de David. – Era cuanto ponía.-



            Eso la hizo temblar de temor. ¡Ojalá que no fuera ninguna complicación en la salud del niño! Quiso escribir a su esposo en demanda de más información pero no hubo respuesta. Al fin, para su alivio, oyó abrirse la puerta de casa. Entonces vio entrar a su marido llevando de la mano al crío.



-Hola, cariño.- Sonrió ella inmediatamente, más tranquila al verle pasar aparentemente sin ningún problema.-



            Aunque David no corrió a ella para darle un beso como solía, al contrario, se refugió tras su padre sin querer acercarse.



-¿Qué te pasa?- Quiso saber Daphne mirando a su propio esposo que le devolvió una mirada de circunstancias y de pesar.- Hijo…ya he vuelto a traer a tu hermanita y a verte. Pero me tendré que ir pronto…¿estás bien?.



            Al fin, llegó el tan temido momento que ella casi había olvidado. David, reuniendo fuerzas y entre sollozos, apenas si pudo balbucear.



-Mama, tú no eres una desviada. ¿A qué no?



            La expresión del niño y ese forma de preguntarle la impactaron más que nada en toda su vida. Por un instante se quedó sin habla. No tenía ni la más remota idea de cómo poder responder a eso. ¿Mentirle a su propio hijo?. No, eso sería absurdo. ¿La verdad? ¿Cómo podría encajarla? El propio Martin medió entonces para decirle al crio con tono afectuoso pero firme.



-David, es tu madre. No le debes preguntar esas cosas. No está bien…

-No, déjale.- Suspiró ella con tono entre consternado y preocupado para querer saber a su vez.- ¿Por qué me preguntas eso, tesoro?

-Algunos niños del colegio dicen que lo eres.- Gimoteó el pequeño.- Y ya no vas a clase. Ni estás en casa, solamente te vas con Leah y con la tía Steph. ¡No nos quieres a papá ni a mí porque somos chicos! - Dedujo para horror de sus progenitores.- ¡Y a las desviadas les dan asco los chicos!

-¡No, eso no es cierto, cariño! - Exclamó ella moviendo la cabeza y lanzándose a abrazarle para añadir con emotivo tono una vez le estrechó entre sus brazos.- ¡Claro que os quiero, más que a nada en el mundo! ¡Nunca pienses lo contrario! Solo son cosas… de mayores. Tú no puedes entenderlo todavía…



            Martin entre tanto miraba la escena lleno de pesar. Él mismo tuvo que hablar con el padre Michael. El religioso le citó en su despacho poco antes de la hora de salida.



-Lamento terriblemente lo que ha sucedido en tu familia.- Le dijo el sacerdote.- Entiendo como te debes sentir. Has de saber que tienes todo el apoyo de la institución.

-Gracias, padre.- Repuso él con evidente envaramiento y desolación.-

-Siempre has sido un profesor ejemplar. Y hasta hoy mismo, creíamos que tu esposa también lo era. Supongo que comprenderás que, después de lo que ha admitido ser, ya no tenga cabida entre nosotros.

-Con todo el respeto, padre Michael.- Se atrevió a responder.- Mi mujer sigue siendo una magnífica maestra. Ama a su profesión y a los niños bajo su cuidado. Su orientación sexual no cambia eso.



            El sacerdote no replicó enseguida. Movió levemente la cabeza pero le contestó a su subordinado con tintes incluso de admiración.



-Que digas eso de ella, incluso tras lo que te ha hecho, te honra. Sin embargo, en este lugar queremos personas con una moralidad intachable y que puedan inculcar en los niños y niñas del centro la verdad de la fe. Nadie que se aparte de un modo tan escandaloso del camino recto puede continuar enseñando aquí.

-Entiendo su punto de vista.- Suspiró su interlocutor.- Pero le ruego que comprenda también el mío. Daphne todavía es mi esposa, y yo la amo. Y eso no cambiará.

-Y me parece maravilloso.- Contestó el religioso con aprobación.- Por ello te pido que la ayudes. Por supuesto que debes amarla y luchar por ella y por tu familia. Quizás tú puedas convencerla de que se someta a alguna terapia.

-No sé si eso estará en mi mano, padre.- Musitó Martin.- Puede que sea yo quien deba someterse a una terapia en primer lugar…

-Ha debido ser muy duro para ti.- Convino el sacerdote palmeando amistosamente la espalda de su contertulio.- Ten por seguro, hijo, que esto es una prueba de fe. Has demostrado ser un hombre justo y un buen docente. Debo decirte que yo ya voy teniendo una edad y que, probablemente, me jubilaré en unos pocos años. Y quiero que sepas que, entre algunos nombres que he barajado para sustituirme, figura el tuyo.

-¿El mío?- Se sorprendió Martin.-

-Sí, no depende de mí, claro, pero serías uno de los candidatos a quienes yo recomendaría al consejo del centro si tuviera que decantarme por un nuevo director. Por ello lamento tanto, además de por lo que significa para una familia y para la moral, lo que ha hecho tu esposa. Podría ser un duro golpe a tus aspiraciones para sucederme.



            Martin no replicó. Tampoco le importaba en absoluto llegar a ser director. Y además, cuando habló de una terapia para sí mismo no se refería a lo que su superior creyó entender. Él se sabía responsable de gran parte de lo ocurrido. A sabiendas privó a Daphne de haber tenido la vida que posiblemente le hubiera correspondido. ¿Y si su destino hubiera sido el de vivir con Sabra? ¿Y si, aunque esa piloto jamás hubiese aparecido, Daphne no hubiera querido casarse con él?. Posiblemente así hubiese sido de no mediar la aparición de ese extraño individuo. Estaba claro que, si su esposa era homosexual, tarde o temprano se habría enamorado de otra mujer. Únicamente el miedo a lo que pudiera pasarle a ella o a su familia la había contenido. Recordaba ahora cuando la encontró en la cama con la doctora Sullivan. Y eso fue quizás porque David, separándose de su madre, le sacó de aquellos pensamientos gritando precisamente eso. Como si de golpe lo recordara.



-Te vi desnuda con la doctora. Entonces, es verdad lo que los otros niños dicen.- Afirmó con espanto y rabia.- ¡Eso hacen las invertidas!



            Daphne estaba congelada, con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas, sin saber qué replicar a eso. Una vez más su marido la ayudó, con tono paciente y afectuoso le respondió al crio.



-Hijo, estabas muy enfermo, tenías mucha fiebre, seguro que imaginaste esas cosas.

-¡Júramelo, mamá! - Insistió él, sin atender a esas palabras de su padre.- En el colegio dicen que si se jura no se puede mentir.



            Puesta de rodillas su destrozada madre no pudo evitar llorar, entre balbuceos, apenas fue capaz de responder.



-¡Te lo juro, cariño! Te juro que tú y tu hermana sois lo que más quiero en este mundo. Por favor, nunca olvides eso. Pase lo que pase.



            El niño se dejó abrazar una vez más, confiado en que ese juramento también valía para su pregunta anterior. Su madre lloraba aferrándose a él como si temiera perderle para siempre una vez le hubiese soltado.



-David, por favor, ve a tu cuarto. Mamá y yo tenemos que hablar.- Le pidió Martin.-



            El crio obedeció enseguida, dando la impresión de estar aliviado al separarse de su madre. Daphne solamente lloraba arrodillada, tapándose la cara con ambas manos. Su marido la ayudó a incorporarse.



-Por favor.- Le pidió él.- Tenemos que mantenernos juntos por los niños.

-Yo…lo siento.- Fue finalmente capaz de decir ella.- No quiero que David sufra, ni que le insulten. Para mí es lo más importante junto con Leah. Pero ya he dado el paso y ahora, ya no… no podría volver…no sería capaz de volver atrás. Han sido muchos años viviendo una vida que no era la mía.

-Nadie dice que des un paso atrás. Lo único que te pido es que no destruyas la familia.- Respondió su cabizbajo y entristecido esposo, remachando.- Yo te quiero.

-Ya…- Suspiró ella enjugándose las lágrimas.- Sé que me quieres…pero…

-Tú a mí no, ¿verdad?- Repuso el chico con resignada tristeza.-



            Daphne no quiso mirarle a los ojos y se limitó a darse la vuelta. Puede que así le resultase más fácil responder a ello y finalmente lo hizo con un tono conciliador, pero al tiempo amargo y consternado.



-No puedo mentirte. Tú eres importante para mí, eres el padre de mis hijos. Siempre tendrás un lugar en mi corazón. Sin embargo, jamás llegué a sentir lo mismo contigo que cuando estaba con Sabra. O incluso con Julieth.- Confesó.- Es extraño.- Añadió ahora con un tinte más de reflexión y sorpresa.- De unos días a esta parte, es como si estos años casi fueran como un sueño. No sé como es posible que tú y yo…



            Martin no obstante sí que parecía entender lo que pasaba. Y le desveló a su esposa.



-Es debido a que he destruido la agenda. Esa en la que tomaba notas. Te he liberado. Al menos eso creo.

-¿Liberarme?- Replicó ella con incredulidad.-

-La verdad, no sé realmente si funcionará así.- Suspiró él chico.- Al menos eso pensaba cuando la quemé.



            Y es que tras aquella confesión de Daphne, Martin quiso dar a su mujer la oportunidad de ser realmente feliz, aunque ella dijo ahora con amargura.



-¿A esto le llamas liberarme? ¿A que mi hijo no quiera ni mirarme a la cara? ¿A tener que salir del colegio en el que he trabajado durante años por la puerta de atrás?...Ahora pienso, tantos años de silencio, de tragarme lo que realmente sentía y deseaba ¿para qué?.- Concluyó con rabia, elevando el tono.- No puedo quedarme en este planeta. ¿A dónde podría ir?...¿Qué voy a hacer?

-No lo sé.- Contestó su consternado marido.- Ojalá lo supiera. Créeme, me gustaría poder compensarte por todos estos años. Y sobre todo, desearía que, al menos en algún momento, hubiese sido capaz de hacerte feliz. Aunque fuera solamente un instante.



            Daphne le miró ahora también con lástima. A fin de cuentas había compartido muchos años junto a él y Martin no se merecía su desprecio. Ella aun dudaba que todo aquello fuera debido a esas anotaciones suyas, o lo que fuesen. ¿Qué había hecho con ella, hechizarla como si de un mago se tratara? Entonces. ¿Por qué pudo finalmente armarse de valor y salir del armario? ¿Acaso se lo había permitido él?. No lo creía. En cualquier caso,  seguía siendo su esposo y, como ella misma había admitido, el padre de sus hijos. No podía volverle la espalda por completo, como tampoco podía hacerlo con los pequeños.



-Por ahora...- Musitó tratando de reunir coraje e incluso decidir sobre la marcha qué diría.- Al menos por un tiempo, será mejor que estemos juntos…por los niños. Tendremos que hacer comprender a David que, aunque las cosas entre nosotros dos hayan cambiado, él sigue siendo el hijo de ambos, igual que Leah.

-Claro.- Convino su marido.-

-Seguiremos como hasta ahora. Yo pasaré a verle todos los días, pero me iré a vivir con mi hermana.- Añadió Daphne con un tono más amable.- Me llevaré a Leah conmigo, todavía es muy pequeña, me necesita más. Pero no te preocupes, la verás cuando tú quieras.



            Martin asintió despacio, al menos su mujer era razonable en eso.  El que escuchó tras la puerta, llorando con gran tristeza y rabia, fue David. El crío no podía comprender por qué su madre quería marcharse. Apenas entendió muchas de las cosas que hablaron sus padres. Sólo deseaba que esa pesadilla se acabase. Quizás estuviera dormido y ese mal sueño concluyese al despertar.



-Hablaré con el tío By.- Pensó animándose un poco.- Él es sacerdote, y es bueno. Si mamá es una pecadora la podrá perdonar.



            En la ciudad del Sur, Gloria terminó otro trabajo más. Tras dar una apática (al menos para ella) “ paliza” al cliente de turno, se quitó su “disfraz” de Sailor Star light y suspiró.



-Espero que el enemigo venga pronto…para mí esto es mucho más duro que combatir a cualquier guerrero. O cuanto menos, es humillante.



            Había hablado con Jalix y él, fiel a su coartada se hacía pasar por un cliente al que únicamente le gustaba que las chicas le insultasen y le azotasen un poco. El saiyajin tuvo que soportar la indignidad de aquello como si de un sacrificio más se tratase para cumplir la misión. O enfocándolo como un extraño tipo de entrenamiento. No obstante, esa persona no hacía acto de presencia. La joven tuvo entonces una sospecha.



-No sé. Esa tal Kassandra no me parece de fiar.- Se dijo.-



            Así pues quiso ver a la dueña del negocio. Quedó con ella en un lugar apartado del planeta. Una zona entre la ciudad del Sur y los bosques meridionales. Llegó volando y tuvo que esperar a que el deslizador de su confidente apareciera. Éste la hizo aguardar unos treinta minutos, pero al fin llegó. Se detuvo junto a ella que permanecía impávida, cruzada de brazos, con ropa cómoda y zapatillas deportivas. Por su parte, la mujer que descendió del vehículo iba bien vestida, zapatos de tacón y traje de ejecutiva.



-He venido directa de un servicio.- Le comentó la recién llegada.- Un cliente que deseaba que su jefa le diera unos azotes.

-Interesante.- Repuso irónicamente Gloria para ir directa al grano.- Llevo esperando ya una semana y esa presunta infiltrada no ha aparecido aun. Tengo la impresión de que alguien que está al corriente de la operación le ha dado un aviso.



            Nelly, que era su interlocutora, la miró con estupefacción. Enseguida se apresuró a negar.



-Yo no he avisado a nadie. Solamente informé a mi hermana de que iríais a la casa.

-Entiendo.- Repuso lacónicamente Gloria.-

-¿No irás a pensar que ella os ha traicionado?- Le preguntó Nelly sin andarse con rodeos.-

-No lo sé. Tendríamos que asegurarnos. Es más, mis sospechas recaen fundamentalmente en ella. - Fue la contundente respuesta.-

-Espero que te equivoques.- Afirmó la joven.- Kassandra arriesgó mucho por ayudarme.

-Dime una cosa.- Quiso saber Gloria con tono de desconcierto.- ¿Realmente sois hermanas?. No sé, creo que esa mujer era esposa de tu padre. O que vivió con él. ¿Me equivoco?

-No, no te equivocas. -Admitió Nelly.- Es una larga historia. Aunque por lo que veo ya sabes algo.

-Mi padre me ha contado muchas cosas. Mientras entrenamos hablamos también. – Le reveló la saiyajin a su vez.- Y hace mucho tiempo él tuvo que vérselas con un ser realmente extraño. Que podía adoptar las formas de otros…

-Así fue, era un simbionte.- Completó su interlocutora.- Verás…si tienes tiempo me gustaría contártelo todo.

-Por ahora, no tengo prisa. Te escucho. - Afirmó la saiyajin, interesada en saber más sobre aquello.-



            Y su contertulia le contó su asombrosa historia. Gloria desde luego quedó muy sorprendida. Una vez que el relato concluyó pudo recapitular.



-Si lo he comprendido bien.- Dijo la saiyajin.- Entonces Kassandra es tu hermana porque es parte de ese mismo simbionte que te dio la vida.

-Así es.- Corroboró Nelly.- ¿Lo entiendes ahora?. Nuestro lazo es realmente muy fuerte. No creo que ella me traicionase.

-De todos modos, si se había comprometido en esa misión, y como me has dicho, esa otra Arcoily también fue modificada con partes de ese simbionte, o algo similar, puede que asimismo se sienta obligada con ella.- Afirmó Gloria.-

-Eso no lo sé.- Admitió su interlocutora.-

-Me temo que únicamente hay una manera de averiguarlo. Y no te vaya a gustar. - Sentenció la saiyajin.-



            Entre tanto, en casa de Sonia y de Mei Ling, ambas hablaban sobre lo sucedido ese fin de semana. Con todo el dolor de su corazón vieron que al niño no solamente no le preocupaba estar con Rafa sino que hasta parecía encantado de aceptar a ese extraño como a su papá.



-Si te paras a pensarlo es normal.- Suspiró una resignada y abatida Mei Ling.- Nuestro hijo se habrá empezado a hacer preguntas. Ya tiene los cinco años y ha visto que la mayoría de sus compañeros de colegio tienen un padre y una madre. Hasta ahora no tenía uso de razón suficiente pero, poco a poco, irá atando cabos…

-Así es.- Admitió su esposa.-  Y no sería justo por nuestra parte, a sabiendas de que tiene un padre, negarle el derecho a conocerle. ¿Quién sabe?- Quiso alegar tratando de ser optimista.- Puede que Rafa haya cambiado. Al menos la mirada que tenía cuando vio a Richard parecía sincera. Se sentía orgulloso. ¡Ojalá que al final fuera una presencia positiva en la vida de nuestro hijo, si tal y como dijo en el juicio no pretende para nada inmiscuirse en la custodia.

-Pero también dijo que os quería a los dos.- Le recordó Mei Ling.- No olvides eso.

-Sabe que eso es imposible.- La despreocupó su contertulia.-

-Después de ver hasta donde ha sido capaz de llegar, yo no le subestimaría.- Objetó la  preocupada oriental.-

  

            Estaban hablando sobre eso cuando apareció un mensaje en el holo video. Era para Mei Ling. Sorprendida y alegre en un principio, la oriental vio aparecer el rostro de su primo Zhao. No obstante, la noticia que éste le transmitió, lejos de ser buena, la sumió en una gran tristeza.



-Hola prima, hace mucho que no nos comunicamos. Lamento que sea en estas circunstancias. Verás, no sé cómo decirlo con delicadeza, supongo que no es posible. Tu padre está muy enfermo. No le queda mucho. Y ha dicho, bueno… quería verte antes de… ya sabes…Comprendo que esto será muy difícil para ti y si no vienes todos aquí lo entenderán. Fueron ellos los que quisieron romper contigo. En cualquier caso,  era mi obligación como familiar informarte de ello. Espero que seas muy feliz con tu vida y con tu matrimonio.



            Al terminar de escuchar eso, las lágrimas corrían por el semblante de la oriental. Su esposa la miraba con tristeza también.



-¿Qué vas a hacer?- Le preguntó tímidamente Sonia.-

-Nada.- Suspiró su interlocutora apresurándose a limpiarse el rostro, casi como si hubiera cometido un crimen por llorar, apresurándose a añadir.- Es tal y como ha dicho Zhao. Me repudiaron, quisieron apartarme de la familia. Decían no tener hija, ¿verdad? pues bien, ¡yo tampoco tengo padres!

-Eso es muy duro.- Declaró Sonia posando ambas manos sobre los hombros de su cónyuge.- Te comprendo, pero…ahora que somos madres precisamente, sabemos lo que se quiere a un hijo. Y si tu padre, bueno, si desea verte antes de…en fin, es que te sigue queriendo pese a todo.

-Aunque así fuera. No puedo dejaros a ti y a Richard precisamente ahora.- Repuso su contertulia.-

-Estaremos bien. Las cosas se han aclarado y sigo siendo la tutelar de la custodia de nuestro hijo.- Sonrió la española.- No te preocupes por eso. En cuanto a ir a la Tierra a ver a tu padre o no, eso solo depende de ti. Te apoyaré en cualquier cosa que decidas.

-Gracias, cariño.- Suspiró Mei Ling abrazándose a ella.-



            Y decidió tomarse unos pocos días para pensarlo. Dentro de ella pugnaban esos dos sentimientos encontrados. Quería a sus padres y nunca dejó de hacerlo, pero se sentía muy herida y dolida por su desprecio y la forma en que la repudiaron. Entendía que eso fue debido a las tradiciones que todavía encorsetaban muchas regiones de su país. Así transcurrió una semana. Para todos las cosas continuaron casi con normalidad. Una tarde, de paseo por Sagan City, Akane Karasuma y Reiko Aya iban charlando. En sus atuendos civiles no llamaban la atención salvo a algún que otro tipo que las miraba con admiración. Siendo sailors su juventud y belleza duraba mucho más que las de cualquier persona normal. De todos modos, aquello era lo que menos les preocupaba.



-Tuvimos suerte la última vez.- Comentaba Reiko.- Esos meteoritos no eran demasiado grandes y pudieron ser interceptados con éxito.

-Pero los que están en camino no serán tarea fácil.- Afirmó Akane.- Menos mal que podemos contar con los saiyajin para ayudarnos.

-Y por si fuera poco esa guerra de agresiones entre los fanáticos de la Congregación y otros grupos antisistema como las Feminax o la colectivos pro pecado, que se hace llamar aquellos que han sufrido la persecución de esos religiosos.- Comentó Reiko.-



            Lo que sucedía era que, en los últimos meses y cada vez en un número más creciente, hechos realmente tristes y lamentables se habían estado produciendo en las calles de algunas ciudades del planeta. Grupos de “moralistas”, como se hacía llamar, habían estado persiguiendo y dando palizas a varias personas, bien por sorprenderlas en actitudes, según ellos, poco morales o por tener la sospecha de que eran desviadas. Al menos dos chicos había sido ingresados en el hospital por una tremenda agresión, cuando una de esas partidas les sorprendió besándose en el parque. Otra muchacha también había recibido unos cuantos golpes, acusada de ejercer la prostitución. Por el contrario, los grupos anti moralistas, había atacado y golpeado a un sacerdote y enviado al hospital a su vez a alguno de esos “defensores de las buenas costumbres”.



-Las autoridades se empiezan a ver impotentes para frenar esto.- Suspiró Akane.- Y nosotras tampoco lo tenemos sencillo. Ni siquiera con Iron Mouse y Tin Nyanko ayudándonos, podemos patrullar las calles a todas horas, ni estar en todos los sitios.

-Eso cuando nos ayudan.- Añadió Reiko apostillando con resignada sorna.- Lo que no suele suceder muy a menudo.

-Y las Star Light tampoco pueden estar en Nature permanentemente. Aunque hubo rumores de que , al menos una de ellas, estaba por aquí. Hace poco que evitó el atraco a un banco.- Comentó Akane, añadiendo con extrañeza.- Sin embargo, no sabemos cuál de ellas fue. Tampoco contactó con nosotras.

-Sí, es algo bastante raro.- Convino su compañera.-

-Y por desgracia, Galaxia Sama y las demás están muy ocupadas con el otro tema.- Aseveró Akane.- En cualquier momento podría llegar otra lluvia de meteoritos.



            En eso estaban charlando cuando Reiko, mirando hacia el cielo a tenor de las palabras de su contertulia, observó algo raro en la azotea de un edificio cercano.



-Mira. ¿No es un niño el que está subido ahí?- Le indicó a su compañera.-



            Akane dirigió la mirada hacia ese lugar, descubriendo una pequeña figura que, en efecto, daba la impresión de ser un crio no demasiado mayor. Estaba aproximándose al borde peligrosamente.



-¡Maldita sea!- Exclamó.- Parece como si fuera a tirarse.

-¡Corre, transformémonos en ese callejón.- Le indicó su interlocutora.-



            Las dos se apresuraron a invocar sus poderes reapareciendo como sailors en pocos segundos, aquel crio entre tanto estaba ya subido al mismo borde de ese edificio. Extendiendo los brazos en cruz se balanceó peligrosamente ante las miradas de horror de otros peatones que pasaban por allí. Una de ellos chilló con angustia y espanto.



-¡No hijo, por favor! Baja de ahí…



            Pero el niño, o bien no escuchó esa desesperada súplica o estaba decidido a consumar su acción obedeciendo literalmente esa orden. A los pocos segundos y cerrando los ojos se dejó caer al vacío entre los gritos de los abajo presentes. Sobre todo los de su angustiada y horrorizada madre, quién se tapó la cara con ambas manos para no ver aquello. Por suerte, alguien iba a intervenir. Dos figuras corrieron hacia allí a gran velocidad.



-¡Vamos Siren!- La urgió su compañera.-



            La aludida, junto con Lead Crow, dio un salto prodigioso para interceptar a aquel crio que caía a plomo. Ambas estaban estupefactas todavía pero gracias a sus poderes y destrezas lograron entre las dos atraparle sano y salvo a pocos metros del suelo. Al fin aterrizaron, sujetando cada una con una mano al crio bajo sus axilas. Pasado el susto de los transeúntes, la mayoría de ellos las obsequiaron con aplausos y palabras de admiración. Aunque ellas, más pendientes del niño, hicieron caso omiso a los vítores.



-¿Estás bien?- Se interesó Siren, con una rodilla en tierra y mirándole aun entre atónita y alarmada una vez lo dejaron en pie sobre la calle.-

-Sí, gracias. Era cierto lo que el obispo dijo.- Sonrió entonces el niño.-

-¿Cómo se te ha ocurrido hacer una cosa como esa?- Le regañó Crow, sin pese a ello elevar demasiado el tono.- De no haber estado nosotras aquí te habrías matado.



            Aunque el niño pareció no darse por aludido, al menos en lo que a la bronca se refería y replicó con tinte confiado e incluso alegre.



-Sois los ángeles que Dios ha enviado a salvarme. Por eso no tenía miedo.



            Las dos sailors cruzaron miradas de asombro y desconcierto.



-¿Ángeles?- Repitió Siren deseando saber a su vez.- ¿Cómo te llamas, pequeño?

-David Carson.- Repuso él aseverando convencido.- ¿Y vosotras sois dos ángeles del Señor. ¿A que sí?



            Y es que, observando cuan hermosas eran y las extrañas ropas que vestían, el niño pensó que de eso debían de tratarse. No veía sus alas pero quizás ahora estuvieran disfrazadas. De todos modos el desesperado grito de una mujer interrumpió aquello. Venía corriendo hacia ellos, sin parar de chillar.



-¡David!, hijo…



            Una mujer rubia se precipitó hacia el crío abrazándose a él, no paraba de llorar. Las dos sailors la miraron perplejas. Lo mismo que el grupo de curiosos que observaba todavía a prudente distancia.



-¿Es usted su madre?-Quiso saber Crow con tono comedido.-

-Gracias, muchas gracias. - Repuso esa llorosa mujer.- Me llamo Daphne Carson.-  Gracias a que estaban ustedes aquí…



            No pudo evitar romper a llorar una vez más por toda la tensión y la angustia acumuladas durante esos terribles momentos.



-Será mejor que nos vayamos.- Le sugirió Siren a su colega, al ver que, cada vez más curiosos se arremolinaban en torno suyo.- ¿No crees?



            La interpelada asintió. Hubo más aplausos para ellas y algunos vitorearon a las sailors guardianas de Nature. Otros en cambio murmuraban sobre lo sucedido. Al fin, andando de prisa  junto con esa madre y su hijo, las dos se alejaron por calles menos transitadas. Una vez estuvieron lejos de esa multitud, Daphne se encaró con el niño, todavía entre lágrimas. Con tono entre furioso y desgarrado, le preguntó.



-¿Porqué, porqué has hecho eso? Si estas dos señoritas no llegan a intervenir habrías muerto. ¿Me oyes?

           

            Aunque el crio se limitó a mirarla sin parecer estar preocupado y repitió.



-Ha sido la voluntad de Dios, tal y como el obispo me dijo. No debo temer nada si creo en Él, hace milagros.



            Aquellas palabras dejaron a  su madre perpleja. Sus dos salvadoras entre tanto volvieron a mirarse con estupor. Finalmente fue Crow quien declaró.



-Celebramos que estés bien, David…Ahora debemos irnos. Ten mucho cuidado. No vuelvas a repetirlo. ¿Vale?

-Señora, cuide bien de él.- Insistió Siren mirando preocupada ahora a la todavía agitada madre de ese crio.- Hasta pronto.



            Daphne apenas pudo asentir. Esas extrañas guardianas desaparecieron tras dar dos enormes saltos. Se movían a una velocidad tal que no pudo ya verlas. Aunque eso lejos estaba de preocuparla en ese momento. Al fin pudo centrarse en su hijo y tras doblar una rodilla y posar ambas manos sobre los hombros del niño, preguntarle otra vez con un tono más calmado y lleno de interés.



-¿Qué te ha dicho el obispo?



            Antes de recibir una réplica del crío, su teléfono le avisó de un mensaje. Éste decía.



-Estoy en la sede de modas Deveraux con Leah. Espero que hayas encontrado a tu hijo.



            Daphne suspiró aliviada. Entonces, mientras se encaminaban hacia allí, se centró nuevamente en David repitiéndole la pregunta. El niño se lo contó. Hacía unos días fue a ver a su tío Byron, para decirle lo que pasaba en casa y rezar por su madre. Llegó a la Iglesia y fue hacia el confesionario. Sin embargo, su tío no estaba. En su lugar, ese hombre de barba negra y ojos profundos y azules le saludó.



-Hola. ¿A qué venías muchacho?- Quiso saber ese tipo.-

-A ver a mi tío Byron.- Le contó él.- Quería que rezase por mi madre.

-¿Está enferma?-Se interesó aquel extraño.-

           

            David no quería contarle nada a ese señor, pero éste enseguida se presentó. Con afabilidad le dijo.



-Soy el obispo Corbin. Puedes hablar conmigo o confesarte si lo deseas. Eso garantizará que cualquier cosa que me cuentes quede en secreto. Y al mismo tiempo, Dios te escuchará y te ayudará.

-¿De verdad?- Preguntó el esperanzado crio.-

-Claro.- Sonrió ese hombre asegurándole.- Él incluso envió a sus ángeles a ayudar a quien lo necesita. Y hasta el mismo Satanás les teme. Incluso llegó a tentar a nuestro Señor Jesús, diciendo que se arrojase desde lo alto para que sus ángeles le recogieran antes de caer. Así de poderoso es Dios.

-Entonces seguro que podrá ayudar a mi madre.- Afirmó David.-



            Y ese hombre abrió la puerta del confesionario pasando al interior, tras dejar que el crio se sentase al otro lado, le preguntó.



-Dime, ¿qué es eso que tanto te preocupa sobre tu madre?

-Algunos chicos dicen que es una invertida.- Suspiró el crio con pesar.- Yo le he pedido que jurara que no, y ella lo juró.

-Entonces, asunto arreglado.- Afirmó jovialmente el obispo.- No se puede mentir en un juramento.

-Pero es que, cuentan que ella misma dijo que lo era en un juicio.- Sollozó ahora el niño.-

-Vaya. Eso es algo serio.- Admitió su inquisidor con un tono más preocupado, queriendo saber.- ¿Cómo se llama tu madre?

-Daphne, era maestra en el colegio, pero ya no viene.- Le contó el pequeño.-

-Entiendo.- Repuso Corbin, añadiendo con tinte animoso pese a todo.- Puede que tu madre haya pecado gravemente entonces, pero todavía no hay motivo para desesperar. Mira, debes convencerla de que se arrepienta. Tú eres su hijo, seguro que te quiere muchísimo. Tienes por tanto que hacerla ver que está equivocada.

-¿Y cómo puedo hacerlo?- Deseó saber el atribulado niño.- ¿Cómo sabré si es verdad lo que dicen de ella?

-Necesitas una prueba de fe.- Le respondió el obispo. – Reza al Señor, él te dará una señal acerca de la verdad. Estoy convencido. Ahora tienes que ser fuerte y comportarte como un auténtico creyente. No temas, Dios estará contigo.

-Gracias señor.- Dijo él.-



            Y tras sonreír con aprobación y darle su bendición, ese hombre se marchó. David se sintió mucho más animado y lleno de esperanza. Al poco salía de clase y era precisamente su madre quien le aguardaba a unos metros del colegio, llevando a su hermana Leah en el cochecito.



-Hola cariño.- Le saludó Daphne.-



            Mientras su hijo relataba aquello, ella lo recordaba. Tuvo que forzar una sonrisa delante del niño puesto que no era ajena a las miradas de incredulidad y hasta de desprecio que sufrió por parte de algunos de los que, hasta hacía muy poco tiempo, fueran madres y padres de sus alumnos. Los que antaño charlaban amigablemente con ella no le dirigían ahora la palabra. Algunos murmuraban incluso con visible disgusto aunque tratando de que no les oyera. Pese a todo y para su desgracia, Daphne sí que escuchó algunos comentarios muy poco agradables hacia su persona tales como.



-¿Cómo se atreve esa desviada a venir aquí?- Comentó una madre a otra.-

-No tiene vergüenza. Es como esa otra, la modelo. Esa del juicio. – Repuso otro de los allí presentes.-

-Seguro que son amantes, por eso la defendió tanto.- Cuchicheó otra señora.-

-¿A qué esperan para echar a sus hijos de aquí?- Musitó una mujer joven, con aire escandalizado.- No quiero que infecten a los míos.



            Le hubiera gustado abofetear, sobre todo a esa última estúpida por hablar así de los niños, pero sería empeorar las cosas. De modo que, bajando la cabeza y sintiéndose muy mal, se apartó cuanto pudo de esos corrillos de maledicentes. Al fin, cuando su hijo apareció, pudo suspirar tranquila. Tras saludarla el niño simplemente le contó que había ido a ver al tío By tras las clases pero que no estaba allí.



-Anda, vamos al mercado, tengo que comprar unas cosas.- Le indicó a David.-



            Y después de darle un afectuoso beso en la frente a su hermanita que dormía,  el niño asintió, declarando.



-Mamá, quiero ayudarte. Ya verás. Todo saldrá bien.

-Muy bien, cariño.- Sonrió ella con satisfacción.-



            De hecho Daphne creyó que su hijo se refería a hacer la compra. Bueno, irían, sacarían algunas holo fotos a los productos deseados y los enviarían a la central del mercado. Desde allí  se los mandarían. Ya no era como antiguamente que debían ir a llevarse los artículos de consumo a casa. Aunque ahora que lo pensaba, ¿a qué casa? ¿A la que hasta hacía muy poco tiempo compartió con su marido? ¿O a la casa de su hermana en la que estaba provisionalmente instalada? Eso también le recordó…



-Papá está en una reunión. Hoy vienes conmigo a casa de tía Steph.- Le contó al crio.-

-¿No vamos a ver a los abuelos?- Quiso saber el niño, refiriéndose a sus abuelos paternos.-

-No.- Repuso sombríamente ella.-



            Y es que desde que su confesión salió a la luz no se hablaba con sus todavía suegros. Pensativa, no prestó mucha atención a las palabras del crio.



-Quiero ver a los abuelos, hace días que no vamos. Y tampoco vienes a casa…

-Estoy muy ocupada ahora.- Replicó evasivamente ella.- Otro día…



            Al fin llegaron a ese centro comercial. Pendiente un momento de su hija no se dio cuenta de que el niño se había separado de ella. Fue cuando se encontró con Claire, una de las modelos que trabajaban con su hermana. Una chica de un metro ochenta y delgada, muy guapa y de largo pelo castaño con unos ojos azules intensos y preciosos. Pese a que venía ataviada con una camiseta informal, pantalones largos y zapatillas deportivas, lucía un cuerpazo realmente insinuador. Lo cierto es que Daphne se había fijado mucho en ella tras conocerla una noche, en una cena a la que fue con Stephanie y en donde se reunieron con algunas de las compañeras de su hermana pequeña. Entre ellas, esta chica tan agradable. Aunque claro, aparte de que era algunos años más joven que su propia hermana, no estaba la situación como para pensar en flirtear. No obstante, juraría que esa jovencita también le había dedicado toda su atención en aquella velada, en tanto charlaban de cosas intrascendentes.



-¡Qué sorpresa! - Sonrió afablemente Claire al verla.-

-Venía a comprar, ya sabes. Con los niños apenas tengo tiempo.- Repuso tímidamente ella tras sonreír a su vez, sin poder evitar recorrerla con la mirada. - He ido a recoger a mi hijo David del colegio. Y tuve que llevarme a Leah conmigo.



            No pudo evitar ese coqueteo. Aunque fuera bastantes años mayor, Daphne se sabía atractiva todavía. Era una mujer joven aun, pero más madura que su interlocutora. Y eso atraía a algunas chicas jóvenes. Además, había perdido ya unos kilos entrenando con su hermana o quizás por la simple congoja de su situación. Pensando en eso su entusiasmo disminuyó, más cuando escuchó a la recién llegada preguntarle mientras miraba en derredor con expresión sorprendida.



-¿A tu hijo? No le veo. ¿Ya le has llevado a casa?

-No,…está aquí.- Contestó ella sin comprender a qué venia esa observación.-





            Fue entonces cuando se percató de que David había desaparecido.



-¡Oh, Dios mío!  ¿Dónde está?- Preguntó en voz alta con evidente gesto de zozobra.-

-Tranquila, te ayudaré a buscarle.- Se ofreció Claire.-



            Las dos miraron por allí sin verle, luego salieron del centro comercial y buscaron por las calles adyacentes. Muy preocupada, Daphne le pidió entonces a la chica.



-Por favor, ¿serías tan amable de llevar a Leah con mi hermana? Estará en vuestra sede. Yo tengo que encontrar a David.

-Claro. No hay problema.- Afirmó una inquieta Claire.- Ya te aviso cuando llegue. Escribe cuando le encuentres.

-Gracias, muchas gracias.- Pudo decir la agitada madre, tomando una mano de aquella chica entre las suyas.- De verdad…



            Claire pareció ruborizarse un poco, aunque no dijo nada, simplemente se alejó empujando el cochecito de la dormida cría. Por su parte Daphne siguió buscando. Estaba desesperada y respirando con zozobra. Tendría que llamar a la policía y a su esposo. ¡Esto era lo que le faltaba! Y fue en ese instante cuando oyó a alguien exclamar.



-Mirad eso. Es un niño. ¿Qué hace subido ahí arriba? ¡Se va a matar!



            Y al elevar la vista no tardó en descubrir de quién se trataba. No pudo evitar gritar con horror.



-¡No hijo, por favor! ¡Baja de ahí!



            Ahora, rememorando aquello todavía con desazón y temor, le preguntó al pequeño una vez más.



-¿Cómo se te ocurrió hacer eso?... ¿Por qué subiste ahí?

-Vi una señal.- Le contó su hijo, prosiguiendo con su propio relato.-



            Tras separarse un poco para curiosear unos juguetes vio llegar a esa chica alta y guapa. No le gustó la manera en la miraba a su madre ni como la sonreía. Y menos cuando ésta le sonrió también. Eso no estaba bien. Los chicos de su colegio decían que cuando dos mujeres se miraban mucho y se sonreían así, seguro que eran desviadas.



-Dios, me tienes que ayudar a curar a mi madre.- Suplicó mirando hacia lo alto.-



Fue cuando descubrió unas escaleras de caracol, como las que su maestros le habían contado que aparecían en la Biblia, cuando Jacob tuvo un sueño. Estas no obstante, tan solo ascendían hacia una planta de ese edificio. No se lo pensó, subiendo de inmediato por ellas.



-Claro, de aquí bajaron los ángeles.- Se dijo él maravillado.-



            Tras subir todos los peldaños vio una puerta, la empujó comprobando que estaba abierta. Así pudo salir a la azotea. Estaba alto y tenía una muy buena vista de la calle.



-Si pido ayuda seguro que algún ángel vendrá a verme. Como dicen en el colegio. Y el obispo me contó algo de unos ángeles yendo a rescatar a Jesús cuando éste se caía. No me acuerdo bien, pero seguro que fue así.



            Y confiadamente extendió sus brazos formando una cruz, como le habían enseñado a hacer. Se subió a ese borde. Estaba muy alto pero no le daba miedo. Había gente abajo mirándole, algunos gritaban. Creyó escuchar la voz de su madre, pero no entendió lo que decía.



-Ya voy.- Musitó.-





            Tras un rato de dudar al fin se decidió. Avanzando e inclinándose se dejó caer. Era una sensación rara, el suelo se iba acercando, aunque no tenía temor. En ese momento, cuando le quedaba poco para llegar abajo, esos dos ángeles le sujetaron…



-¿Lo ves, mamá? Dios me ha hecho caso.- Remachó su narración con evidente alegría.-

-No han sido ángeles, fueron dos sailors guardianas.- Le rebatió Daphne, mostrándose ahora preocupada y con evidente enfado, para inquirir con severidad.- ¿Cómo se te ocurrió hacer una cosa así? ¡No quiero que vuelvas a intentarlo jamás!



            Ahora el niño bajó la cabeza, su entusiasmo se había desvanecido y musitó.



-Solamente lo hice para ver si podía ayudarte.

-¿Ayudarme?...- Repitió su madre sin entender nada.- ¿Cómo ibas a ayudarme si te matas?

-Sí que podía.- Se reafirmó él.- El obispo me dijo que tenía que ayudarte.

-El obispo.- Suspiró ella tratando de no estallar de rabia.- Ese hombre ¿te dijo que hicieras algo así?

-Me dijo que tuviera fe en Dios.- Contestó el pequeño.-



            Daphne luchaba por calmarse, al fin, con tono cortante le ordenó al niño.



-Vamos a buscar a tu hermana. Tuve que dejársela a una amiga de tu tía.

-Yo solo quería ayudarte.- Insistió el crio con desolación.-



            Su madre movió la cabeza, aunque pensándolo mejor, contestó con tono más calmado.



-¿Sabes una cosa? Puede que lo hayas hecho.



            Al menos eso sirvió para que su hijo animase su expresión. Eso merecía la pena. Ella solo deseaba que David fuera capaz de comprender que las cosas no eran como se las contaban en ese centro. De hecho, esto la había decidido. Desde luego y como le había dicho al crio, le ayudó a tomar la determinación de actuar, pero no en el modo en el que ese miserable y sus acólitos habían imaginado. Y decidida tomó a su hijo de la mano y fueron a buscar a Leah. El camino hasta la sede de modas Deveraux estuvo tranquilo, no habló más con el niño. Al llegar, por fortuna Stephanie estaba allí, haciéndose cargo de su sobrina.



-Claire me ha contado que David se perdió.- Dijo su hermana menor al verles aparecer.- Menos mal que lo encontraste.

-Ya te lo explicaré con más calma en tu casa.- Repuso Daphne sin querer entrar en más detalles de momento.- Gracias por cuidar de Leah.

-Es mi sobrina.- Sonrió Steph mirando a la cría con arrobo.- Es un placer. Me encanta estar con ella. ¿Quién sabe?  A lo mejor es una futura diseñadora.- Se rio al mirarla.-



            Y es que la pequeña estaba jugando en un pequeño recinto que habían preparado para ella. Dibujando en un papel con un pintalabios, tan feliz. Un par de chicas de la casa estaban a su lado haciéndola reír y entreteniéndola. Las dos debían ser aspirantes a modelos, muy jóvenes, guapas y altas, una morena y otra rubia. Aunque ahora daban la impresión de ser tan crías como la pequeña a la que cuidaban.



-Muchas gracias a todas.- Repuso Dap cuando tomó a su niña en brazos.- ¿No está Claire? Quisiera agradecerle su amabilidad.

-Me temo que tenía que trabajar.- Le explicó Steph.- Me avisó en cuanto llegó. Y luego te envió un mensaje.

-Sí, lo recibí.- Admitió Daphne.- La escribiré para disculparme por las molestias.

-¿Quieres que te acompañe a casa? Ya es casi mi hora de salir y puedo irme contigo y con los niños.- Le ofreció Stephanie.-





            Su hermana asintió. Finalmente y tras despedirse de las chicas llevaron a los críos a casa de su tía. Una vez estos cenaron y se acostaron ambas mujeres charlaron un rato. Dap le contó lo sucedido a su hermana que se horrorizó.



-¡Dios mío!  ¿Sabe Martin algo de esto?

-No, no he podido hablar con él todavía. Y no quiero que piense que soy incapaz de cuidar a nuestro hijo.- Repuso una apurada Daphne.- Ahora que ha aceptado que David pase algunas noches conmigo y con su hermana Leah, si le contara lo ocurrido hasta podría demandarme por la custodia.

-No digas tonterías, él jamás haría algo así.- Desestimó Steph,  inquiriendo con visible interés.- ¿Qué tal van los trámites? Ya sabes…

-¿El divorcio? Bien, se lo pedí y él no se ha negado. Pero aun no hemos empezado legalmente. En unos días tenemos que ir a un juzgado a comenzar el papeleo. Desde luego, debo reconocer que se lo está tomando muy bien.

-Es duro para todos, pero quizás sea lo mejor.- Opinó su hermana menor.-

-Por cierto. Cambiando de tema.- Preguntó Daphne.- ¿Sabes algo de By? Hace días que no le he visto.

-Tenía que ir a la ciudad del norte, a un seminario.- Creyó recordar Steph, agregando con desenfado.- Tampoco he hablado con él en bastante tiempo. Ya sabes como son esas cosas, se recluyen y meditan.

-Pues su consejo y apoyo me vendría de maravilla. Aunque me censure por mis actos.- Suspiró su hermana mayor.-

-Sí, Byron estará de tu parte, lo sé. A pesar de ser religioso, no es como esos fanáticos. Él siempre te ha comprendido. Incluso mucho más que yo.- Admitió Stephanie.-



            Su móvil sonó en ese instante, la modelo enseguida lo atendió, sonriendo al saludar.



-Hola cariño. Sí, estoy en casa, sí, con mi hermana y los críos. Claro. ¿Por qué no?... Bien, en una hora. Hasta luego.



            Tras colgar informó a Daphne que la observaba no sin curiosidad.



-Era Trent. Me ha invitado a salir. Hace unos días que no le veo. Está liado con un nuevo caso.

-No lo hizo mal defendiendo a Sonia. Quizás eso le haya ayudado a mejorar su consideración dentro del bufete.- Especuló la ex maestra.-

-Puede ser. Pero me alegro de que tenga un rato. ¡Y pensar que antes era él quien se resignaba a esperar a que yo pudiera disponer de algún momento!- Se sonrió la modelo.- En fin. ¿No te importará, verdad?...

-¡Por favor!- Sonrió Daphne agregando con apuro en su voz.- Encima de que te estamos molestando al estar aquí…vete tranquila.

-Tú no me molestas Dap, ni mucho menos mis sobrinos.- Le respondió cariñosamente su hermana.-



            Tras darse un abrazo la menor de las dos fue a arreglarse. Al rato ya estaba lista y se despidió de Daphne.



-Pásalo bien.- Le deseó ésta.-



            Y Stephanie se marchó a su punto de encuentro con Trent. Entre tanto, Dap tomó su móvil y aprovechó para escribirle a Claire.



-Muchas gracias por ocuparte de mi hija. Quisiera compensártelo. Sé que las modelos no podéis comer cualquier cosa pero conozco un restaurante muy acogedor. Si te parece, me gustaría invitarte a cenar, en cuanto tengas un rato… - Se detuvo en su teclear, lo pensó detenidamente y borró cenar, en su lugar reescribió comer. Quizás no era buena idea precipitarse y un almuerzo no parecía tener esa connotación de cita que una cena sí llevaba aparejada consigo.- Un saludo y gracias otra vez. David apareció y por suerte está bien. Ahora él y su hermanita duermen…





            Envió aquel mensaje y lanzó un suspiro tan largo como lleno de desahogo. No podía negárselo, esa chica le atraía mucho. Era preciosa y además muy agradable. Seguramente era un deseo inalcanzable. ¿Qué posibilidad habría de que fuera lesbiana? O de que, al menos, le gustasen también las mujeres.



-Si no lo intento nunca lo sabré. Y ya he perdido demasiado tiempo en mi vida.- Se dijo tratando de animarse.- ¡Es ahora o nunca!…



            Y eso también le daba el acicate que necesitaba para seguir poniéndose en forma. Asistía con regularidad al gimnasio con Steph. Al principio se hizo la remolona y no tenía muchas ganas pero luego, poco a poco, viéndose cada vez mejor, le fue tomando el gusto. Ahora quería avanzar más en sus ejercicios. Ya comenzaba a notarlo. Además de esos kilos de menos su cuerpo estaba más ágil, su piel más tersa y casi parecía haber rejuvenecido unos años. ¡Y por si fuera poco las estilistas y peluqueras de la Casa Deveraux la atendían al ser la hermana de la directora, como si de una modelo más se tratase!



-¿Quién me lo iba a haber dicho cuando acompañé a Steph a esa audición?- Recordó con una media sonrisa nostálgica.- Esa niña tan ilusionada…se ha convertido en una maravillosa y triunfadora mujer.



            Aunque aquello le traía asimismo recuerdos de Sabra. Y eso hizo que su expresión de alegría desapareciera.  Su antigua amante y gran amor habría seguramente rehecho su vida con otra mujer. Y ahora era el turno de ella para hacer lo mismo. ¡Ojalá pudiera lograrlo!... En eso pensaba cuando su móvil zumbó. Conteniendo el aliento, fue a ver si…



-Estaré encantada, gracias. Mañana si te viene bien, tengo libre entre las doce y las tres de la tarde. Me alegra que tu hijo esté de vuelta contigo. Fue un placer cuidar de tu niña, es una preciosidad. Besos, Claire.



            Daphne sonrió. Eso de enviarle besos era algo bastante revelador. Ella solamente puso saludos. Enseguida respondió al mensaje. Quedaron en un restaurante que  conocía bien, no en vano había ido con Sabra en el pasado. Curiosamente jamás fue allí con Martin.



-Ahora veremos que sucede mañana.- Suspiró esperanzada pensando.- Por lo pronto, iré a ponerme guapa al salón de belleza Deveraux.



            Por su parte Stephanie llegó puntual. Sin embargo, su novio la hizo esperar un poco. Al fin el chico llegó a la carrera, excusándose en cuanto la vio.



-¡Lo siento! Este condenado caso.- Pudo decir entre jadeos.-

-¿Qué pasa, te tienen explotado?- Se rio ella sin darle importancia a esos escasos minutos de demora.-

-Algo así.- Asintió él, ya sonriendo. La besó en los labios y, dándose la mano, se dirigieron a un restaurante.- Verás.- Le comentó el chico.- Estamos defendiendo a ese tal Salif Uman. Uno de los miembros de la agrupación islámica.



            Al oír eso el gesto risueño de su pareja desapareció. Steph le dedicó una severa mirada y repuso sin ocultar su indignación.



-He escuchado el caso por la holo tele. Ese hombre ahorcó a un chico solo porque era homosexual. Según su criterio, la sharía le condenaba.

-Pero ese chico no murió. Y mi cliente únicamente le puso una cuerda al cuello. Quería asustarle. Nada más. - Contestó Trent.- Fue un gesto simbólico.



            Separándose de él, Stephanie movió la cabeza, elevando el tono con evidente enfado.



-Ahora no estamos en el tribunal. ¡No hace falta que le defiendas!

-Es mi trabajo, y te estoy exponiendo únicamente los hechos. Por favor, no te enfades conmigo. Tampoco me parece bien lo que hizo. Pero tiene derecho a un juicio justo.

-Sí, con la misma justicia con la que él condenó a otra persona, ¡solo por ser gay! - Espetó su furiosa pareja.-



            Trent miró nervioso en derredor. Algunas personas próximas casi a la entrada del restaurante, les estaban observando…incluso cuchicheaban y no parecía que sus comentarios fueran demasiado favorables.



-¿Sabes qué?- Añadió la indignada Steph, ajena a eso.- Ya no me apetece cenar.

-¡Por favor, Stephanie! - Le rogó él.- Lo siento…Vamos a olvidarlo. Te prometo que no hablaré más de ese tema.



            La chica se cruzó de brazos y resopló…finalmente bajó la mirada y volvió a dirigirse a su novio con tono más sereno y arrepentido.



-Perdona. La verdad es que he pagado contigo mis propios problemas y los de mi hermana… ¿sabes? No es nada fácil. No lo está siendo ni para ella, ni tampoco para su marido. Y menos todavía para mi sobrino.

-¿Están en tu casa, verdad?- Inquirió él con prevención, como si esa cuestión pudiera enfurecer más a su pareja.- ¿Van a seguir contigo, o Daphne tiene otros planes?

-Sí, mi hermana y mi sobrina viven conmigo.- Admitió en cambio la chica con suavidad.- Al menos en tanto avanzan los trámites de su divorcio. Pero es muy duro. Mi hermana ha perdido su empleo, enseñar a los niños es lo que siempre le ha gustado…Y su familia se está rompiendo. Cuando la veo sé que sufre mucho, aunque delante de mí intenta parecer animada. Yo… no sé que hacer.- Suspiró con tristeza.-

-Lo que estás haciendo, apoyarla y quererla.- Sonrió Trent posando sus manos sobre los hombros de su novia a la vez que remataba.- Es lo que necesita. Eres una estupenda hermana y una magnífica tía. Tus sobrinos te adoran.



            Steph sonrió sintiéndose mejor. Eso era verdad. Y a ella le encantaba. Únicamente deseaba que su pobre hermana terminase con ese calvario cuanto antes y pudiera ser feliz rehaciendo su vida.



-Dejemos ya eso y hablemos un poco de nosotros.- Le propuso Trent.-

-Claro.- Convino ella más relajada ya.-



            Y mantuvieron una conversación abordando distintos temas. Tras un par de horas y media él la acompañó a casa. Pasó al interior y allí se encontraba precisamente Daphne. La mujer estaba viendo distraídamente la holo tele.



-Hola Dap.- Saludó él con algo de prevención.-

-Hola Trent.- Sonrió débilmente ésta.-

-¿Qué tal estás?

-Bueno, un poco mejor.- Concedió su interlocutora suspirando.- Aunque he pasado un mal rato esta tarde.

-Sí, es que David se perdió. - Le comentó Stephanie a su novio con algo de apuro.-

-No solo eso.- Confesó su hermana mayor.-



            Daphne lo había estado pensando. ¡Su hijo casi se mata! Y todo por esa maldita manipulación a la que estaba siendo sometido en la escuela. Decidió confiar en Trent. Junto con Steph no tenía casi a nadie más. Hacía años que les conocía y el chico hizo lo que pudo por defender a Sonia en el juicio. Así que le contó lo que realmente había pasado y el muchacho se horrorizó.



-¡No puede ser!- Exclamó él.-

-Por eso… quisiera preguntarte Trent, como abogado. ¿Podría demandar al colegio por lo sucedido? - Inquirió tímidamente ella.-

           

            El joven no respondió enseguida, se tomó su tiempo para pensar y al cabo de unos segundos replicó dubitativamente.



-Veras, eso no sería nada fácil. Ellos podrían argumentar que David malinterpretó algo. O que no tienen nada que ver en eso. Y a buen seguro que lo relacionarían con tu despido y achacarían la denuncia a una vendetta. No creo que prosperase, la verdad. Y menos todavía con los jueces que hay por aquí.- Suspiró finalmente.-

-Lo comprendo, gracias de todos modos, pero lo tenía que preguntar.- Dijo Dap sonriendo ahora para añadir dirigiéndose a su hermana.- Gracias a que Claire estaba allí y se ocupó de llevarse a Leah. ¿Sabes Trent? – Añadió centrándose ahora en el muchacho.- Fue tan amable que la he invitado a comer para darle las gracias.

-Me parece muy bien.- Convino el joven.-

-Vaya.- Pudo sonreír Steph queriendo saber, no sin poner un gesto sorprendido y hasta divertido.- ¿Seguro que solamente es por eso?

-Bueno.- Se ruborizó su hermana prosiguiendo con un tinte algo apurado.- No te lo negaré, sé que es algo que quizás te parezca inadecuado y hasta ridículo, pero, creo que hay algo entre nosotras. Una especie de chispa. No sé. Quería preguntarte si… en fin. ¿Sabes si está comprometida con alguien? 

-Que yo sepa, no.- Contestó Stephanie, matizando, eso sí, con prevención.- No conozco la vida amorosa de todas las modelos de por aquí. Claire llegó hace poco de Bios.- Le contó.- Igual que hace tiempo hizo Maray, ha venido para un curso de formación y prácticas. Puede que allí tenga a alguien, no tengo ni idea.

- Quizás charlando durante esa comida que vais a tener mañana, seas capaz de preguntarle de forma discreta.- Le sugirió Trent.-

-Sí, es buena idea.- Asintió Daphne.-



            Y tras seguir hablando unos minutos más, finalmente Trent se despidió dándoles las buenas noches. Cuando estuvieron al fin las dos solas, Steph le preguntó a su hermana con afectuoso interés.



-Te gusta Claire, ¿verdad?

-Te pareceré una tonta, una ilusa de mediana edad que se cree con derecho a sentirse atraída por una chica que es más joven que tú, Steph.- Suspiró la interpelada con algo de auto reproche.- Y sobre todo en estos momentos tan inoportunos. Pero…

-No. En absoluto, Dap.- Repuso su hermana menor tomándola de las manos y añadiendo con cariño y ánimo en su voz.- Tienes todo el derecho a enamorarte de alguien o al menos a que te guste. Eso no se puede controlar. Y te mereces algo de felicidad. ¡Ojalá que Claire te corresponda! De veras. Me alegraría mucho por ti. ¡Y oye!, No lo veo en ningún modo descabellado. Desde que sigues mi consejo y entrenas, estás volviendo a ser mi hermanita sexy. ¿Te acuerdas?- Rio.-



            La interpelada rio con ella. ¡Qué recuerdos! Entonces sí que era una chica realmente guapa y rompedora. Antes incluso de conocer a Sabra podría haber salido con muchas otras pero claro, estaba ese pánico a ser descubierta. Eso hizo que su sonrisa se desvaneciera.



-¡Eh! – Le susurró Steph con palpable afecto.- Claire no sabe la suerte que tiene. Una chica como tú no se encuentra todos los días. De modo que no te eches atrás si de verdad te gusta y ves que es recíproco. ¿Vale?



            Daphne asintió emocionada y se abrazó a su interlocutora. ¡Quién se lo hubiera dicho hace años! Cuando Stephanie era esa cría homófoba a la que temía decepcionar. Mucho más animada asintió.



-Bueno, tengo mucho sueño, me iré a dormir o de lo contrario tendré unas ojeras horribles cuando Claire me vea.- Declaró Dap.-

-Hasta mañana entonces.- Convino Steph sonriendo por ese comentario.-



            Su hermana mayor se levantó del sofá en el que estaban dirigiéndose primero a la habitación en donde David dormía. Suspirando se asomó viéndole metido en la cama, seguramente soñando con cosas bonitas. Se acercó despacio y le besó ligeramente en una mejilla. Luego se fue a su habitación. Por suerte el apartamento de Steph era grande y disponía de tres dormitorios. Ella compartía uno con Leah, que estaba acostada en su cunita.



-Dulces sueños, mi amor.- Le susurró asimismo a la niña que dormía profundamente, besándola también en uno de sus graciosos mofletitos.-



            Sin embargo, lo que no pudo sospechar es que su hijo no estaba dormido. David se había despertado un poco antes con ganas de ir al baño. Luego, atraído por el murmullo de las conversaciones se asomó lo justo para no ser visto y poder escuchar. Pudo oír aquello y le dio un vuelco al corazón. ¡Entonces era verdad! ¡Su madre era una invertida! ¡Estaba hablando de hacerse novia de esa chica! No pudo evitar las lágrimas que se enjugó deprisa cuando oyó que ella se levantaba. A todo correr se metió en la cama y se hizo el dormido. A veces lo hacía cuando sus padres entraban a verle y le encantaba que le dieran algún beso. Pero esta vez no. Tuvo que disimular pero lo consiguió. Logró que su madre no se diera cuenta. Al fin cuando ella salió pudo llorar…



-Se lo contaré al obispo. Él me ayudará.- Pensaba lleno de congoja.-



            Y recordó las palabras de ese hombre tan bueno. El Señor le ayudaría a conocer la verdad. Y así había sido, ésta  se reveló por boca de su propia madre. Lo que era terrible también es que incluso a la tía Steph le pareciera bien eso.



-No me puedo fiar de ellas. Solamente del obispo Corbin y de los sacerdotes del colegio. También del tío By. Pero no está…



            Acordándose de lo que oyó hablar a las dos aguardó prudentemente unos minutos. Cuando pensó que ya estarían acostadas se levantó sin hacer ruido y fue al salón. Allí encontró el teléfono de su madre. Estaba apagado pero él sabía la contraseña. No tardó en encenderlo y mirar esos mensajes. Cuando vio el nombre de esa chica lo memorizó. Le diría al obispo que era otra de esas invertidas. Así, todos en el colegio sabrían que él era normal. Sus amigos dejarían de ignorarle y los otros chicos de insultarle. Y lo más importante de todo. Evitaría que su madre cometiera un gran pecado.



-Sí, seguro que la salvaré.- Se dijo convencido.-



            A la mañana siguiente en cuanto se levantó, desayunó y se preparó para ir al colegio, su madre le llevó. Al menos hasta cerca de la entrada. El niño apenas sí habló. Incluso cuando Daphne quiso darle un beso se mostró esquivo. No se iba a dejar dar besos por ella hasta que no volviera a ser normal. No fuera que se lo pegara. La mujer le miró no sin algo de pesar, suspirando resignada e incluso entristecida por ese desprecio, aunque sin querer hacérselo notar, musitó con el tono más dulce que pudo.



-Hasta luego cariño.  Que tengas un buen día, ¡eh!



            El crio solamente asintió. Salió a todo correr dejando allí a su madre y fue de inmediato a clase. Su padre estaba allí, como siempre. Pero tampoco le quiso decir nada. Sólo le saludó. Martin no le dio mucha importancia. Desconocía lo sucedido el día anterior. Aunque acababa de recibir un mensaje de su esposa pidiéndole hablar tras las clases. Contestó que no había problema.



-Quedemos en la cafetería de Gin. A eso de las siete cuando deje a  David con mis padres. - Le propuso él.-

-Muy bien, llevaré a Leah. Hasta la tarde.- Convino ella.-



            Por su parte, tras la primera hora, el niño insistió en ver al obispo. Como no le vio trató de encontrar a su tío Byron, pero éste tampoco estaba. Al fin recurrió al director. El padre Michael se extrañó cuando ese crio fue a su despacho para hacer esa petición.



-¿Y para qué quieres ver tú al obispo, David?

-Es muy importante.- Afirmó el niño.-

-¿Importante?- Repitió el perplejo director.- ¿Te ha pasado algo en la escuela? Puedes contármelo a mí.

-Es que el obispo Corbin me dijo que se lo contase a él. Ni siquiera se lo he dicho a mi padre. - Insistió el pequeño.-

-Eres un gran chico, y muy obediente. Eso es bueno. Pero verás, el obispo confía en mí, y tú puedes hacerlo también. En este caso será mejor dejar a tu padre tranquilo.- Le sonrió el padre Michael.-



            Creyendo que el director era también un hombre bueno, él le contó algo. Michael se quedó perplejo y enseguida le prometió.



-Su ilustrísima no está aquí ahora. Pero pierde cuidado, yo mismo le informaré. Eres un buen chico. Seguro que todo irá bien…Ahora regresa a tus clases y reza mucho por tu madre.



            Y más contento el niño obedeció. El  director desde luego que no tardó en llamar al obispo y comentarle aquello.



-Me parece una terrible aberración que ese pobre crío haya debido escuchar eso. Es lo que llevamos tanto tiempo advirtiendo, esos invertidos propagando su inmundicia a los inocentes.- Sentenció realmente escandalizado.-



Cuando Corbin le escuchó, enseguida repuso con tono tranquilo y seguro.



-Sí, tiene usted toda la razón. Pero ya ve cómo Dios obra de formas realmente asombrosas. Sus caminos nos son inescrutables. Y nos envía sus revelaciones por boca de un inocente.

-En cualquier caso, no sé qué podríamos hacer.- Opuso el padre Michael, alegando.- Daphne ya no es profesora aquí, ni tenemos influencia sobre ella. Y en cuanto a su esposo, no quiero darle un disgusto semejante, bastante ha sufrido ya.



            Y tras un breve silencio, su interlocutor, le contestó con tono calmo.



-Gracias padre Michael. No se preocupe, no hará falta involucrar a ese pobre esposo, y dígale a ese niño que todo se arreglará. Yo en persona me ocuparé de ello…



            Y tras colgar, efectivamente se aprestó a tomar cartas en el asunto, aunque para eso, primero debía contactar con uno de sus aliados.



-Ellos sabrán cuidarse de este tema mucho más apropiadamente, sobre todo, para castigar este terrible pecado en consonancia a su gravedad.- Se dijo Julius con satisfacción, en tanto establecía comunicación con quienes iban a encargarse de aquello.-





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